Si no existe lo externo, o sea un bien “objetivo” relacionado con lo moral, todo se transforma en un tratado, en un foedus. Es lo que hacían los antiguos romanos, expandían, conquistaban y al final ofrecían un tratado, este lejos de ser “objetivo moralmente” sólo se encumbraba para ejercer una dominación aceptable, se les respetaba mínimos derechos a los conquistados , pero el gran derecho seguía siendo romano, “subjetivo”, un derecho medible más por su fortaleza que por su racionalidad , y aunque fuese de tono racional, (el derecho romano aun perdura en las academias) , su “valor” estriba mucho mas vital en la medida que ahora es hegemónico, como barniz occidental, más que con cierta objetividad moral. Cual es el gran dilema, que todo lo que perdura hasta hoy ha sobrevivido gracias mas a su fuerza que a su lógica. Eso es creer en la naturaleza y no creer en el mito de la humanidad, o sea si Protágoras dijo acertadamente “el hombre es la medida de todas las cosas” hoy vemos con asombro que es real pero mas acertado es decir “los hombres son la medida de todas las cosas” las diferencias que hay en cada medida subjetiva se mide por la fuerza impresa en ella mas que en su lógica. Cualquier idea lógica que triunfa lleva detrás también una fuerza, por que la razón y la lógica ¡son en si mismas una fuerza!
Es este el mundo nativo del Cristo, un mundo triste y esclavo, donde el pueblo judío no quería “una moral” sino “su moral”, ¿Pero los romanos no hacían lo mismo que el rey Salomón hace mil años atrás? dominar y conquistar. La objetividad moral es una concesión humanitaria, su gran valor estriba en una conciencia moral íntima, no se piensa en última instancia si es lo “mejor para la humanidad” en cuanto a su conservación, se piensa entonces más en una salvación que en una supervivencia. La salvación sólo puede ser de carácter metafísico o lógico, o sea cielo o razón, o como el Cristianismo una mezcla de ambas.
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