martes, 29 de septiembre de 2009

Diario







Escribir ya me cansa. Si uno no es bueno, por lo menos debería cuestionarse la palabra “bueno” y en eso perder su vida. En TV Vicente Huidobro: héroe de mi adolescencia me parece hoy un siútico, un loco aristócrata emborrachado con las propiedades frescas del lenguaje de su siglo, con la extraña esperanza que genera un paracaídas.

La burguesía es puro placer ciego , rico , alucinante, exquisitamente idiota.



*


Hoy compré en la feria anticuaria de Valparaíso dos libros imperdibles. “Pragmatismo” de William James , que al comienzo cita a Chesterton en una frase inolvidable:


"Hay personas, y yo soy una de ellas, que piensan que la cosa más práctica e importante en el hombre es su punto de vista acerca del universo. Creemos que, si a una patrona, antes de admitir un huésped, le es importante conocer el sueldo que éste gana, aún es más importante para ella conocer la filosofía que él tenga. Creemos también que, si un general en campaña debe conocer el número de tropas del enemigo, aún es más importante para él saber cuál es la filosofía del enemigo. Pensamos que la cuestión no es si la teoría del cosmos afecta a los asuntos, sino si, a la larga, cualquier otra cosa los puede afectar".


Mucha gente de ciencia habla como si su objeto fuese “la verdad”. Las ciencias empíricas son un instrumento eficaz y perfectible. Es falso aquello que no conduce a los resultados que se desean y verdadero lo que conduce al éxito del propósito que llevo a formularse una pregunta.


William James sentó las bases para comprender la experiencia religiosa. Agrupó con mucha astucia dos espíritus diferentes para abordar los problemas filosóficos:

Los llamó espíritus delicados y espíritus rudos . Los primeros son racionalistas (se atienden a los principios ), idealistas, intelectualistas , optimistas , religiosos, indeterministas, monistas y dogmaticos. Los segundos, los de espíritu rudo serian : Empiristas , sensualistas , Materialistas, pesimistas , irreligiosos, fatalistas , pluralistas y escépticos.



Y el gran misterio consistiría entonces, ni mas ni menos, ¡En una dis-posición espiritual!



También compré Soren Kierkeergard “Mi punto de vista”. Está loco pero cercano. Alguien que escribe así tiene todo el derecho a citar a Dios cien mil veces (incluso asociándolo al absurdo) :


“De niño estuve bajo el imperio de una prodigiosa melancolía, cuya profundidad encuentra su justa medida sólo en la igualmente prodigiosa habilidad que tenía para esconderla bajo una aparente alegría y joie de vivre. Hasta donde alcanza mi recuerdo, mi única alegría consistía en que nadie pudiera descubrir lo desdichado que me sentía. Esta proporción (la magnitud igualmente grande de melancolía y de arte de simulación) significa que estaba relegado a mí mismo y a la relación con Dios”.


El viejo vendedor me dice con cara maliciosa: “lléveselos todos” (los treinta libros de filosofía que tenia), yo le contesto “soy capaz”. Me gusta pensar que son robados, hipótesis nada extraña por la desidia económica y física con que el vendedor apilaba y ofrecía tan grandes libros.


Cada día escribo más horrible (si es que alguna vez escribí decentemente, pero al fin y al cabo a todos nos llega el África), No más frases nihilistas. Puro POP. Si viviéramos una guerra a lo menos lanzaríamos un manifiesto de algo. Extraño tener mi “Ismo”.




*


No se tocar ni una tecla del piano por eso la única muestra de conocimiento sobre la música, en el caso de Debussy, es una lágrima.


Toda intencionalidad musical me fue cercenada. Es un castigo por lo demás , encerrado solamente en la sensibilidad , no hay conocimiento. JAMÁS PENSARÍA QUE EL ARTE ES UNA HABILIDAD ¿Pero entonces que es?. Ni idea, el arte me es un territorio ajeno. Imprescindiblemente ajeno. La música, máxima representación de la voluntad, nace también de una voluntad afinada.


*


Envidio la falta de derechos de los animales. Puestos ahí en el presente, aullando y triturando carne de sus semejantes. Hierba de un piso que no los sostiene. Amo la potencia de la biblia antigua, como esos pintores románticos que buscaban en ella cualquier cosa menos verdad. Si abandonamos la verdad todo se presenta estético. No hay termómetros para nuestra civilización, herviremos y explotaremos en la ignorancia máxima de nuestra enfermedad.


¿Que es estúpido el ahora?




lunes, 28 de septiembre de 2009

Estaba la madre dolorosa llorando junto a la cruz de que pendía su hijo



¿Por que no leer esta carta una y otra vez hasta el infinito?, que es el infierno repitiéndose. ¿Por que no favorecer la locura que genera pequeñas guerras de camaraderías (una palabra tan de Rimbaud) tan desagradables para la sociedad pero tan certeras para la poesía?

¿Por que no reinarse a si mismo? y mejor aún, destronarse de inmediato, con urgencia y crueldad. La crueldad consigo mismo es una idea divina. Tanto como los hombres son el placebo de Dios.

Conocí a Rimbaud en el colegio, en vez de las matemáticas, hizo el daño adecuado al igual que Francois Villon el “medieval moderno”, conocí la Edad media por Villon y no por la historia (lecturas de recreo entre la manzana y el aburrimiento total). Es decir el medievo era un delincuente para mí, hermoso, irreparable, absoluto, que le cantaba a la nieve de invierno y a los lobos. Que cantaba condenado:



"Yo François Villon, a los cincuenta y un años

gordo y corpulento, de labios color ceniza

y mejillas que el vino amoratara,

a una cuerda ahorcado

lo sé todo acerca del pecado.

Yo, François Villon,

a una cuerda pendido

me balalnceo lento, habiendo sido

peor que Judas, quien también murió ahorcado.

Las viejas se estremecen al oír mis hazañas

pues no tuve respeto para la vida humana….


…Sabrán de mí los niños

de edades venideras

como de un gran pecador

y asustados correrán a esconderse

bajo las sábanas cuando sus madres

les digan: «Cuidado ahí viene».

Y esa será la fama de Villon, el Ahorcado.

Y será tal mi fama que prefiero el olvido

porque un día, mañana

de ese futuro que el hedor hace

parecerse al recuerdo, una mano

dejará caer, al oír mi nombre

el fruto del culo, el excremento

y mi vida, y mi carne, y todos mis escritos

¡promesa serán sólo para las moscas!".




Los franceses se apoderaron del recreo y de su vida, y ahora él en el perfecto aburrimiento heredado, no es ni vidente ni ahorcado. Sólo se sume en el silencio de algunas palabras sin patria, sin ganas.


¿Será la carta del vidente una especie de declaración de los derechos del espíritu que se hace palabra? Cambiar la vida le dijo ese niño francés a mí, al otro, al niño que buscaba patria. Cambiar la vida. ¡Cambiar la vida!



Cartas del vidente


Por Arthur Rimbaud

Versión: Ramón Buenaventura

PRIMERA CARTA:


De Arthur Rimbaud a Georges Izambard

Charleville, [13] mayo 1871


Estimado señor:

Ya está usted otra vez de profesor. Nos debemos a la sociedad, me tiene usted dicho: forma usted parte del cuerpo docente: anda por el buen carril. — También yo me aplico este principio: hago, con todo cinismo, que me mantengan; estoy desenterrando antiguos imbéciles del colegio: les suelto todo lo bobo, sucio, malo, de palabra o de obra, que soy capaz de inventarme: me pagan en cervezas y en vinos. Stat mater dolorosa, dum pendet filius, (Estaba la madre dolorosa llorando junto a la cruz de que pendía su hijo) — Me debo a la Sociedad, eso es cierto; — y soy yo quien tiene razón. Usted también la tiene, hoy por hoy. En el fondo, usted no ve más que poesía subjetiva en este principio suyo: su obstinación en reincorporarse al establo universitario —¡perdón!— así lo demuestra. Pero no por ella dejará de terminar como uno de esos satisfechos que no han hecho nada, porque nada quisieron hacer. Eso sin tener en cuenta que su poesía subjetiva siempre será horriblemente sosa. Un día, así lo espero, — y otros muchos esperan lo mismo —, veré en ese principio suyo la poesía objetiva: ¡la veré más sinceramente de lo que usted sería capaz! Seré un trabajador: tal es la idea que me frena, cuando las cóleras locas me empujan hacia la batalla de París —¡donde, no obstante, tantos trabajadores siguen muriendo mientras yo le escribo a usted! Trabajar ahora, eso nunca jamás; estoy en huelga. Por el momento, lo que hago es encanallarme todo lo posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras.

YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo!

Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede calificarse de sátira, como usted diría? ¿Puede calificarse de poesía?

Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no subraye ni con lápiz, ni demasiado con el pensamiento.





sábado, 19 de septiembre de 2009

De Jules Michelet , "La Bruja".



El pequeño pero profundo tedio del analgésico. La vida pierde su peso. Las pupilas se congelan. La fijeza de los ojos crea un mundo nuevo, como el de Parménides, donde el movimiento es una ilusión.. El pensar en este estado es sólo un ritual extravagante. El mundo sin valor es como una flor obsequiada al moribundo, sin aroma, sin razón, absurda…

Curiosamente el universo, el todo tienta. El cerebro veloz en su acción pero inmóvil en su respuesta no dice nada del yo. Uno se funde con algo pero ignora ese algo. El yo pesa. El paraíso es desagradable. Extrañaremos el dolor. La existencia en su lentitud más radical solo dice. “Yo soy eso”. Lo que me sobrepasa me destruye.

Un poco santo, un poco bruja , ambos destructores del hombre , que se resigna, que no aspira, que marchitado solo pasa por un mundo .Descubro que el Satán de Rimbaud es el mismo de Michelet, ¡ah! ese historiador que escribe como poeta. La Historia debería descansar en la poesía. La memoria es una morfina que crea "cuerpos", no verdades. Hoy ¿que historiador exclama?. Los historiadores hoy ponen números donde deberían ponerse a exclamar. Se le lee y relee por horas.

Atendiendo el consejo de Roland Barthes que dice de Michelet : "En el combate de la modernidad, la fuerza histórica de un autor se mide por la dispersión de las citas que se hacen de su obra . Ahora bien, Michelet se dispersa mal. No se lo cita”. Creo que “La bruja” es un libro escrito para mí:



"Los santos, esos bienamados, los hijos de la casa, no se mueven contemplan, sueñan; esperan esperando, seguros de tener un sitio entre los elegidos. La poca actividad que tienen se concentra en el círculo cerrado de la Imitación (esta palabra es toda la Edad Media). Pero él, el bastardo maldito, que sólo merece el látigo, no puede esperar. Sale a buscar y no descansa jamás. Se agita entre la tierra v el cielo. Es muy curioso, revuelve, entra, sondea, mete la nariz en todo. Se ríe, se burla del Consummatum est. Siempre repite: 'Más lejos", “¡Adelante!"

Por otra parte, no es un ser difícil. Recoge todos los restos: toma lo que el cielo bota. Por ejemplo, la Iglesia bota a la naturaleza, como impura y sospechosa. Satán se apoderó de ella, se adornó con ella. Más aún, la explotó y se sirvió de ella, hizo nacer las artes, aceptó el gran nombre con que se quiere herirlo, el de Príncipe del Mundo…´( )



No somos nosotros solamente, ¡ay!, es toda la naturaleza que se vuelve demoniaca. Si el diablo está en una flor, ¡cuánto más estará en el sombrío bosque! La luz, que se creía tan pura, está llena de hijos de la noche. El cielo repleto de infierno... ¡qué blasfemia! ¿Qué se ha hecho de la divina estrella de la mañana, cuyo centelleo sublime más de una vez aclaró a Sócrates, a Arquímedes o a Platón?... Es un diablo: el gran diablo Lucifer.

Por la noche se transforma en el diablo Venus, que me induce a tentación con sus muelles y suaves claridades.

No me sorprende que esta sociedad se haya vuelto terrible y furiosa. Indignada de sentirse tan débil contra los demonios, los persigue por todas partes en los templos, al principio en los altares del antiguo culto, después en los mártires paganos. Basta de festines: pueden ser reuniones idólatras. Hasta la misma familia es sospechosa, pues la costumbre podía reunirla en torno de los antiguos lares. Y ¿por qué una familia? El Imperio es un imperio de monjes.

Pero el individuo solo, el hombre mudo y aislado, mira todavía el cielo y en los astros encuentra y honra a sus antiguos dioses. “Es esto lo que trae las hambres - dice el emperador Teodosio - y todos los flagelos del imperio”. Terribles palabras que lanza sobre el pagano inofensivo la ciega cólera popular. La ley desencadena ciegamente todos los furores contra la ley.

Dioses antiguos, entrad al sepulcro. Dioses del amor, de la vida, de la luz, ¡apagaos!

Poneos el capuchón de monjes. Vírgenes: sed religiosas. Esposas: abandonad a vuestros esposos; o, si conserváis la casa, sed para ellos como frías hermanas.”

(Jules Michelet; Fragmentos de "La bruja")




lunes, 14 de septiembre de 2009

BILLY BUDD, MARINERO (UN RELATO TESTIMONIAL) Herman Melville, [Capítulo VII]



“En vista del papel que el comandante del Bellipotent desempeña en las escenas que en breve se describirán, parece apropiado completar ese esbozo que de él se ha hecho en el capítulo anterior.

Aparte de sus cualidades como oficial de marina, el capitán Vere era un personaje excepcional. A diferencia de no pocos destacados marinos ingleses, el prolongado y arduo servicio y la notable dedicación al oficio no habían terminado por absorber y anular totalmente al hombre. Tenía una marcada inclinación por todo lo intelectual. Amaba los libros; jamás se hacía a la mar sin una biblioteca renovada, breve, pero con los mejores títulos. El aislado ocio, en algunos casos tan fastidioso, en que, a intervalos, caen los comandantes, incluso durante un crucero de guerra, jamás fue tedioso para el capitán Vere. Sin rastros de ese gusto literario que atiende menos al contenido que al vehículo , sus predilecciones se orientaban hacia aquellos libros hacia los que cualquier mente sana y superior, ocupada en algún cargo activo y de autoridad en el mundo, tiende naturalmente a inclinarse: libros que trataban de hombres y hechos reales, cualquiera fuese la época; historia, biografías y de escritores tan sobresalientes como Montaigne, quienes, libres de hipocresías y convencionalismos, honestamente y en el espíritu del sentido común, filosofan sobre la realidad.

En este tipo de lectura encontró la confirmación de sus pensamientos más recónditos, una confirmación que en vano había buscado en el trato social; de allí que, en lo que respecta a los tópicos más fundamentales, se habían establecido en él algunas convicciones positivas que, lo presentía, persistirían esencialmente inmodificables mientras no mermara su inteligencia. En una época tan turbulenta como la suya, tal cosa era buena para él. Sus firmes convicciones eran como un dique de contención contra las aguas invasoras de las nuevas ideas sociales, políticas y de todo tipo que arrastraron, como un torrente, no pocas mentes de aquellos días, mentes por naturaleza nada inferiores a la suya. Mientras otros miembros de esa aristocracia, a la que pertenecía por nacimiento, se exasperaban con los innovadores, principalmente porque sus teorías eran contrarias a las clases privilegiadas, el capitán Vere se les oponía desinteresadamente, no sólo porque le parecían incapaces de conformar instituciones duraderas, sino también porque se hallaban reñidas con la paz del mundo y el bienestar de la humanidad.
Dotados de inteligencias menos elaboradas y serias que la suya, algunos oficiales de su rango, con quienes a veces debía armonizar necesariamente, lo encontraban carente de trato agradable, considerándolo un caballero seco y teorético. Ante la posibilidad de no contar con su presencia, más de uno se sentiría inclinado a decirle a otro cosas como ésta: "Vere es un tipo noble, el Rutilante Vere. A pesar de los partes oficiales, en el fondo Sir Horace (refiriéndose al que después sería Lord Nelson) es apenas mejor marino o combatiente. Pero, entre nosotros, ¿no te parece que hay en su personalidad algo extraño propio de la pedantería? ¿No es igual que un hilo real entre un rollo de cuerda?"

Algún fundamento había para esta especie de crítica confidencial, ya que no solamente el discurso del capitán jamás caía en lo jocosamente descarado, sino que, para ilustrar cualquier punto referente a personajes o acontecimientos notables de la época, citaba figuras históricas o sucesos de la antigüedad con igual facilidad con que mencionaría a los modernos. Parecía inconsciente del hecho de que para su ruda compañía tales alusiones remotas, por pertinentes que fueran, eran totalmente ajenas a hombres cuya lectura se reducía principalmente a los diarios. Pero la consideración en tales aspectos no es fácil para naturalezas como la del capitán Vere. Su honestidad les prescribe ir siempre derecho, a veces demasiado lejos, como les sucede a las aves migratorias que en su vuelo nunca prestan atención cuando cruzan una frontera".





jueves, 10 de septiembre de 2009

iconología



Faz de Cristo, icono ruso del sc. XII.







Detalle del Toter Christus (Cristo muerto) de Hans Holbein (1521-1522)




“¡Este cuadro! ¡...este cuadro! ¿Pero no sabes que al mirarlo un creyente puede perder la fe?” ("El idiota", Dostoievski)




Para mi Cristo en la cruz no significa nada, no quiero ningún contacto humano. Puede ser un personaje histórico tan particular como Vercigetorix el barbudo galo enemigo de Cesar pero Dios y lo místico debe desprenderse del suplicio de la imagen . Los cristianos ortodoxos como los budistas están ajenos a ese martirio gratuito del cuerpo. Cuando Dostoievski mira , en una visita a un museo de Basilea, un cuadro de Holbein, “El Cristo muerto” le falta la respiración, se ahoga, le dan claros síntomas de sufrir un ataque de epilepsia, un Cristo así “puede hacer perder la fe”. El cristiano ortodoxo ve en el icono ruso (su Cristo) solo la imagen de un Cristo triunfante, resucitado y esplendoroso. Al igual que el budista, que rechaza el martirio corporal del camino extremo de ese primer buda, famélico e inexperto en los asuntos de la meditación y que lleva su ayuno al límite. Para los tibetanos el camino debe ser el de al medio. Mahayana. Para los rusos el Cristo debe ser triunfante, tener oro en vez de sangre.

Volvamos a la imagen de un Cristo lleno de llagas descendiendo de la cruz. Como un animal recién cazado. Llegamos tarde para celebrar a la razón. Pero también llegamos tarde para celebrar el martirio.

Por eso me es tan familiar el pueblo ruso, tiene mi espíritu. Campesino hambriento y sufriente, pero artista y espiritual hasta su médula.

Nikos Kazantzakis lo describe con maestría : “El europeo coloca por encima de todo la inteligencia límpida, sumisa a la escala racional de los valores, el ruso coloca por encima de todo el alma, fuerza tenebrosa, rica, compleja, contradictoria, que impulsa al hombre, más allá de la razón, a la pasión violenta e irreflexiva. El ruso forma aún parte de la tierra, está lleno de tierra y de tinieblas cosmogónicas”

Un cuerpo en llagas sólo me horroriza. ¿Y los Cristos coloniales? Los primeros que vi de niño en los museos de mi ciudad ¿no eran el símbolo perfecto de un recargado barroco, lleno de sangre de la contrarreforma? Los indígenas americanos sin temor a los ríos de sangre abrazaron a ese Cristo. No se sorprendieron de sus llagas, de sus contusiones, la sangre coagulada, la piel amarilla y famélica.

Todo el símbolo del Cristo occidental se opone a la serenidad del buda en su lecho, en la cálida y relajada pose del león, como también se opone a esos iconos rusos donde Cristo se eleva entre el dorado fondo para tranquilizarnos.

¿Hay que ver las llagas y las contusiones para apoderarse de la imagen? ¿O solo nos quedamos con el Cristo tras su lucha espiritual?, el icono ruso resucitado. Tranquilo. Y ese pobre hombre ahí pudriéndose no tomó la pluma ni tampoco se dejo retratar, ¿como es que uno entonces pueda considerarse occidental? Uno no ama ninguna de las dos imágenes. Por que uno solamente se concentra en no pensarlos, en no imaginarlos. Ambos Cristos demandan una parte del mundo, para mí la paz y las llagas no aclaran nada.






viernes, 4 de septiembre de 2009

Violeta Parra - Cantores que Reflexionan




En la prisión de la ansiedad
medita un astro en alta voz;
gime y se agita como león,
como queriéndose escapar.
¿De dónde viene su corcel
con ese brillo abrumador?
¡Parece falso el arrebol
que se desprende de su ser!
"Viene del reino de Satán",
toda su sangre respondió,
"quemas el árbol del amor,
dejas cenizas al pasar".

Va prisionero del placer
y siervo de la vanidad;
busca la luz de la verdad,
mas la mentira está a sus pies.
Gloria le tiende terca red
y le aprisiona el corazón
en los silencios de su voz
que se va ahogando sin querer.
La candileja artificial
le ha encandilado la razón.
¡Dale tu mano, amigo Sol,
en su tremenda oscuridad!

¿Qué es lo que canta, digo yo?
No se consigue responder.
Vana es la abeja sin su miel,
vana la hoz sin segador.
¿Es el dinero alguna luz
para los ojos que no ven?
"Treinta denarios y una cruz",
responde el eco de Israel.
¿De dónde viene tu mentir,
y adónde empieza tu verdad?
¡Parece broma tu mirar,
llanto parece tu reír!

Y su conciencia dijo al fin,
"cántale al hombre en su dolor,
en su miseria y su sudor,
y en su motivo de existir."
Cuando del fondo de su ser
entendimiento así le habló,
un vino nuevo le endulzó
las amarguras de su hiel.
Hoy es su canto un azadón
que le abre surcos al vivir,
a la justicia en su raíz,
y a los raudales de su voz.

En su divina comprensión,
luces brotaban del cantor.