miércoles, 31 de octubre de 2007

Anti-Parras


En una tarde cualquiera, en la biblioteca, entre medio de las obras completas de Nicanor Parra surgieron como extraños artefactos, unos boletitos del Metrotren que decían Santiago- Graneros , pago efectivo (e increíblemente estaban arrugados en los versos donde habla de Huidobro y esa irónica frase que le manda de refilón a Neruda: “para la poesía no es necesario ser hijo de ferroviario”), me imagino ese lector de los boletos, hechizado por los artefactos de Parra, no cediendo el asiento a ninguna vieja por que lo mas importante es terminar los versos, un juego de vida o muerte:

“En esta casa parduzca

vive el traductor de Dante

apúrate caminante

no sea que te traduzca”.

De pronto surge “un dramita” (esta frase que encontré chora y que corresponde a Joaquín Edwards Bello en su novela Valparaíso, “dramita”). Me cuesta cagar en sectores foráneos, no por el hecho que me de asco sino que no quiero dejar huellas, niego en parte mi animalidad, cosa tremenda que me llevara lueguito a la tumba. En el verano cuando pase por Licanten (tierra natal del suicida) quede ensimismado mientras cagaba en los cerros pensando que quizás por ahí siendo niño, corrió Pablo de Rokha. Dejar ahí una huella , mi huella, me apesadumbraba , como algo mío, que dejaba en la inmensidad del campo, es extraño que los animales usen esa señal orgánica para decir, esto es mío, una especie de propiedad privada sellada con mierda. Escribo en mi libreta:

¡Cuidado! hay que echar una “Lockeada” a la propiedad privada. No vaya ser que nos estén pasando gato por liebre.

Consentí que mi dramita se refería al mastique con que me enfrento a la propiedad privada, es necesario empezar el replanteamiento .COMPRENDI QUE LA METAFORA SE ENCARNA EN LA VIDA.

¿No eran una especie de orina turística esos boletos que el viajero inconsciente dejó en esas paginas de Parra?

Ahora creo que la tristeza no existe, sí la incomprensión. Lo que no entendemos nos hunde, por eso surgen estos espacios metafóricos, entre más burdos (bastardos) mejor. Somos finitos, por ende imperfectos, si existe la idea de Dios es infinita, positiva, nos sobrepasa, y lo mas sorprendente nos incluye. Cualquier idea de Dios o esfuerzo de pensamiento de él se engancha en una metáfora, no pretende ni puede llegar a alcanzarlo.

La poesía se empacha de metáforas, pero estas deben ser caníbales, deben tocar las cosas para luego dispararse. Volver a lo burdo del minuto. El estilo envuelve al proyecto. Por ejemplo Ortega como maestro es un rey de las metáforas, y sus ejemplos trasladan su pensamiento a buenos y seguros puertos. Si la metáfora es tempestad, el ejemplo es la garua. Todo lo que dice Gasset a uno le parece que lo ha pensado antes, eso habla de su genialidad. La metáfora se vuelve al contrario de Parra y Bertoni en un Bálsamo.

Los poetas apuntan a lo burdo, (es bastardo en su termino etimológico), la metáfora debe ser burda, debe jugar con las gallinas, con los perros , un koan banal que sin embargo hace explotar al mundo una y otra vez.

Si Bertoni habla en sus poemas del Belmont, de la panadería de la esquina y Parra de la conchesumadre y el Cristo andando en bicicleta es por que en lo burdo y en lo obsceno de las cosas comunes están las metáforas que disparan, las imágenes y los simbolismos franceses agotaron hasta al más “Horizon Carré “, se necesita la poesía “dentro de escena”. Se necesita un horizonte que no participe del sol. Una moral baja.

¿Que es lo que posee la metáfora tanto como para que uno se rinda?

Su etimología lo aclara: “pasar más alla”. Yo digo intentar pasar. Todo más allá es un espectáculo, un show, un poema. Meta y phorein .Intentar es escribir.

Todo se extiende cuando se entiende, el entendimiento cuando atrapa a su vez estira. La metáfora hace vida donde esta se ausenta, hace vida en el cementerio del lenguaje, E -boca

Mas allá de nosotros se acaba el plural y volvemos donde siempre estuvimos. Entre Graneros y Santiago. Entre la metáfora y la mierda privada.

martes, 30 de octubre de 2007

Verde es el color



Colgando pesadamente la marquesina azul
Ensombrece mis ojos y puedo verte
Blanca es la luz que brilla a través del vestido que usaste
Ella descansa en la sombra de la ola
Brumosas fueron las visiones de ella jugando
Luz de sol en sus ojos pero el brillo de la luna la hacía llorar cada vez
Verde es el color de su naturaleza
La rapidez del ojo engaña a la mente
Envidia es el lazo entre el optimista y el condenado

RADIOHEAD - NUDE



No tengo ninguna buena idea
no van a suceder
te pintas de blanco
y sientes el ruido
pero siempre habrá algo que falta

Justo cuando lo encuentras, desaparece
justo cuando lo sientes, dejas de sentirlo
te has salido de tu carril

No tengo ninguna buena idea
no van a suceder
te irás al infierno por lo que piensa tu sucia mente


Ella permanece completamente desnuda y te llama a la cama
no vayas, solo querrás volver a ir otra vez.

lunes, 29 de octubre de 2007

Pablo de Rokha Canto del Macho Anciano - Música: Ocho bolas



Viviendo del recuerdo, amamantándome
del recuerdo, el recuerdo me envuelve y al retornar
a la gran soledad de la adolescencia,
padre y abuelo, padre de innumerables familias,
rasguño los rescoldos, y la ceniza helada agranda
la desesperación
en la que todos están muertos entre muertos,
y la más amada de las mujeres, retumba en
la tumba de truenos y héroes
labrada con palancas universales o como bramando.

¿En qué bosques de fusiles nos esconderemos
de aquestos pellejos ardiendo?
porque es terrible el seguirse a sí mismo cuando
lo hicimos todo, lo quisimos todo,
lo pudimos todo y se nos quebraron
las manos,
las manos y los dientes mordiendo hierro con
fuego;
y ahora como se desciende terriblemente de
lo cotidiano a lo infinito, ataúd por ataúd,
desbarrancándonos como peñascos o como caballos
mundo abajo,
vamos con extraños, paso a paso y tranco a tranco
midiendo el derrumbamiento general,
calculándolo, a la sordina,
y de ahí entonces la prudencia que es la derrota
de la ancianidad;
vacías restan las botellas,
gastados los zapatos y desaparecidos los amigos
más queridos, nuestro viejo tiempo, la época
y tú, Winétt, colosal e inexorable.

Todas las cosas van siguiendo mis pisadas
ladrando desesperadamente,
como un acompañamiento fúnebre, mordiendo
el siniestro funeral del mundo, como
el entierro nacional
de las edades, y yo voy muerto andando.
Infinitamente cansado, desengañado, errado,
con la sensación categórica de haberme equivocado
en lo ejecutado o desperdiciado
o abandonado o atropellado al avatar del
destino
en la inutilidad de existir y su gran carrera
despedazada;
comprendo y admiro a los líderes,
pero soy el coordinador de la angustia del universo,
el suicida que apostó su destino a la baraja
de la expresionalidad y lo ganó perdiendo
el derecho a perderlo,
el hombre que rompe su época y arrasándola, le da
categoría y régimen,
pero queda hecho pedazos y a la expectativa;
rompiente de jubilaciones, ariete y símbolo
de piedra,
anhelo ya la antigua plaza de provincia
y la discusión con los pájaros, el vagabundaje y
la retreta apolillada en los extramuros.

Está lloviendo, está lloviendo, está lloviendo,
¡ojalá siempre esté lloviendo, esté lloviendo
siempre y el vendaval desenfrenado que
yo soy íntegro, se asocie
a la personalidad popular del huracán!

A la manera de la estación de ferrocarriles,
mi situación está poblada de adioses y de ausencia,
una gran lágrima enfurecida
derrama tiempo con sueño y águilas tristes;
cae la tarde en la literatura y no hicimos lo que
pudimos,
cuando hicimos lo que quisimos con nuestro pellejo.

El aventurero de los océanos deshabitados,
el descubridor, el conquistador, el gobernador
de naciones y el fundador de ciudades
tentaculares,
como un gran capitán frustrado,
rememorando lo soñado como errado y vil
o trocando en el escarnio celestial del
vocabulario
espadas por poemas, entregó la cuchilla rota del
canto
al soñador que arrastraría adentro del pecho
universal muerto, el cadáver de un conductor
de pueblos,
con un bastón de mariscal tronchado y echando
llamas.

El "borracho, bestial, lascivo e iconoclasta" como el
cíclope de Eurípides,
queriendo y muriendo de amor, abrasándola
a la amada en temporal de besos, es ya nada más
que un león herido y mordido de cóndores

Caduco en la "República asesinada"
y como el dolor nacional es mío, el dolor popular me
horada la palabra, desgarrándome,
como si todos los niños hambrientos de Chile fueran
mis parientes;
el trágico y el dionisíaco naufragan en este enorme
atado de lujuria en angustia, y la acometida
agonal
se estrella la cabeza en las murallas enarboladas de
sol caído,
trompetas botadas, botellas quebradas, banderas ajadas
ensangrentadas por el martirio del trabajo mal
pagado;
escucho la muerte roncando por debajo del mundo
a la manera de las culebras, a la manera de las
escopetas apuntándonos a la cabeza, a la
manera
de Dios, que no existió nunca.

martes, 23 de octubre de 2007

J.J Rousseau - de Las Confesiones.




Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la Naturaleza y ese hombre seré yo.
Sólo yo. Conozco mis sentimientos y conozco a los hombres.
No soy como ninguno de cuantos he visto, y me atrevo a creer que no soy como ninguno de cuantos existen. Si no soy mejor, a lo menos soy distinto de ellos. Si la Naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha vaciado, sólo podrá juzgarse después de haberme leído.
Que la trompeta del Juicio Final suene cuando quiera; yo, con este libro, me presentaré ante el Juez Supremo y le diré resueltamente:
"He aquí lo que hice, lo que pensé y lo que fui. Con igual franqueza dije lo bueno y lo malo. Nada malo me callé ni me atribuí nada bueno; si me ha sucedido emplear algún adorno insignificante, lo hice sólo para llenar un vacío de mi memoria. Pude haber supuesto cierto lo que pudo haberlo sido, más nunca lo que sabía que era falso. Me he mostrado como fui, despreciable y vil, o bueno, generoso y sublime cuando lo he sido. He descubierto mi alma tal como Tú la has visto, ¡oh Ser Supremo! Reúne en torno mío la innumerable multitud de mis semejantes para que escuchen mis confesiones, lamenten mis flaquezas, se avergüencen de mis miserias. Que cada cual luego descubra su corazón a los pies de tu trono con la misma sinceridad; y después que alguno se atreva a decir en tu presencia: "Yo fui mejor que ese hombre."

viernes, 19 de octubre de 2007

¿Es escribir trabajar? (pequeña escusa para leer a Raymond Carver)

Tengo que comportarme y lo hice, pero en eso se fue la noche, ¿de que sirve pensar en Pascal? mientras los hombres conversan “por encima de la cabeza” y yo sonrío, saben de sueldos e imposiciones, y de quizás que otras cosa, yo sólo mentalmente me imagino un teclado que acciono con mis parpados cansados, porque si no fuera por ellos la noche no llegaría jamás , no es el sol el que anuncia el fin, son ellos, refunfuñando y fatigados. Pero lamentablemente hoy en día me viene muy seguido esa terrible pregunta ¿pero que hago yo aquí?-

Pero mientras lo pienso no hay tiempo para retirarse, es necesario tomar el aire de la convivencia, una mujer me habla, y yo le digo ¿es el mismo vaso el que ves y el que se estampa en tu cerebro?

Al comienzo parece una locura, pero después cuando se piensa y principalmente cuando uno se abre a la posibilidad de ello, entusiasma, y eso hizo ella, es una verdad obvia y no es para nada merito mío, pero estoy tan loco que para mi es urgente que todo el mundo lo haga suyo , esa reflexión al parecer inútil, para mi es prioridad, y además una forma de desviar la conversación que giraba entre las UF de los departamentos nuevos y el sushi.

Pero además, hago cosas que yo antes encontraba un poco bobas, por ejemplo andar con un librito de bolsillo (creo que los libros de bolsillo mas hermosos del mundo son los de Mao Tse-tung) y leer, cual viejita bíblica un párrafo, cualquiera al azar en las veladas, (algo ridículo insisto, pero hoy es indispensable y me hace pensar lo camaleónico que es el gusto y el sentido del ridículo propio)

Pero, ¿no es mi derecho cansarme? Aunque todavía hay gente por ahí que me dice -es necesario que vengas,- cosa que yo no creo mucho ya que al final uno los aburrirá a todos. Prefiero quedarme en casa (y el que quiera hablar conmigo tendrá que venir a verme ,aunque con esto no pase ninguna alma por años). Cuanto daría por irme unos meses a mis acantilados y decir: “trabajaré en algo importante acá”, y lavar mi propia ropa mientas espero que se seque con el torso al viento frio pero amigo del sur. Y escuchar las viejas cigarras de primavera que cantan como queriendo advertir: “pequeño amigo forastero aún esta muy frío para que te bañes en el mar”.

Pero no estoy diseñado para valorar el ocio tanto como para sentarme en la máquina de escribir, doblar mis dedos hasta que crujan y pensar, “a trabajar” , de hecho lo intento pero uno de mis pecados es pensar que escribir y trabajar no son sinónimos estrictos (quizás es mi mas viejo error que en realidad precisamente no me permite escribir), leer el diario de Henry Miller en Bigsur, su refugio litoral , relatando su “día de trabajo” me produce un sesgo de envidia y confusión. Pero dejemos a Henry Miller levantarse a la una de la tarde y volvamos a lo que uno cree que es trabajar. El otro día un amigo Biólogo (al cual yo llamo la persona mas simpática de Valparaíso, ya que efectivamente lo es) me convenció en lo verdaderamente duro, a nivel cerebral, que es pensar. Casi como si existiesen fábricas internas con obreros fatigados, rezongando e insatisfechos por la falta de talento del producto final. Me convenció en parte, para insinuar que escribir es algo parecido a un pequeño trabajo, aunque no lo comparemos con el obrero gastado que ahora ya ni siquiera se viene sentado en la micro.

Cuanto tiempo se invierte en utopías literarias, sin ningún sentido, cuan ajeno me es todo, cuan difícil es pensar que mis manos están tan descansadas como para exigir el epíteto de “trabajador”.

La vida como fotocopia rutinaria es lo que hace hacer pequeños juegos de niño, con grandes ambiciones.El problema es confundir lo rutinario con lo cotidiano, ¿parece un juego verdad?, pero en realidad es un infierno. No es tan necesario ser escritor tanto como son necesarios los recursos que se utilicen para llegar a serlo. Pasear (como ese sublime título de Thoreau que hace la vida más digna) a la manera de los viejos sabios es una escusa sana para llegar más deseoso “al trabajo”.

En su mas básico juego el caminante esquiva la rutina fácilmente, conoce calles nuevas , perros y niños inéditos, cada día decide una ruta nueva. Transforma lo cotidiano en imaginación, se pregunta por la cajera de la panadería, el por que su rostro siempre triste y el por que su belleza sublime, también piensa en esa niña con rasgos croatas, que vive todo el día sola , arrienda una pieza con su pequeño hijito y es de una belleza inefable, que se va callada arrastrando el humilde coche croata, en una escena poética sagrada y mística sacada de esas imágenes de Santa Teresa de Jesús (la cual me encanta por la forma como si fuera su suegro, tutea a Dios, ): "Todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en tí, que si no mirásemos otra cosa que el camino, pronto llegaríamos..."

Toda esta observación que parece insana, es rica en el difícil trabajo de cercenar el cáncer rutinario de la vida moderna. Si el horario parece esclavizar es necesario entonces ser un buen caminante, mantener las piernas a punto y la vista pero por sobre todo el oído, esto es crucial, escuchar las calles sabias, llenas de transito literario. Escuchar a la gente que da el pie para conversar. En los ascensores y en las filas de los buses. Lo que nos murmure nuestra pequeña sobrina en su cumpleaños, lo que nos diga el vagabundo del pueblo, tras el primer cañonazo matutino.

Jamás seré un escritor no solo por mi falta de talento sino por mi incapacidad nata de sostener un diálogo por mucho tiempo con alguien desconocido (el diálogo es el gran carbón), aunque lo he intentado, y conozco gente que es realmente especialista en hacerlo, yo siempre me quedo en las introducciones, como un vacuno empantanado que mira a su dueño pidiendo explicaciones. Así alguien me da el pie y me dice –que lindo esta el día… y yo le contesto si en realidad, la tercera fase de este dialogo ya me parece forzada. Me voy triste.

Pero me animo en escuchar, en convertirlo en un deporte, en ser disciplinado en cuanto hacer la segunda pregunta, sus rabias y sus miedos, ya no hay personajes (ni jamás lo habrá).

Pero como el gran Raymond Carver (y este escrito es una escusa para agregar algo de él, que comienza sus cuentos con frases como : “en la esquina la aspiradora estaba mal ubicada”), creo en el realismo perro, extraño desesperado y justo coincide con el gran descubrimiento de “los filósofos perros”, los cínicos, que me han puesto así, un poco loco, insolente y desagradable, aunque un poco más activo en el arte del tecleo (y por lo demás Diógenes de Sinope, el cínico ,se hubiese tomado el citado vaso filosófico del principio, del que hablaba con aquella mujer y junto con ello me hubiera tildado de imbécil y obtuso) . A mi gustaría ser realista y no divagar eternamente como un chimpancé y en vez de encontrar dos vasos (uno aparente y uno ideal a la manera platónica) cuando en realidad lo que hay es uno en espera que se lo tomen.

Extrañamente llego a un consejo que engloba todo, un consejo para escribir. Extraño consejo. Carver extraño escritor:

Allá por la mitad de los sesenta empecé a notar los muchos problemas de concentración que me asaltaban ante las obras narrativas voluminosas. Durante un tiempo experimenté idéntica dificultad para leer tales obras como para escribirlas. Mi atención se despistaba; y decidí que no me hallaba en disposición de acometer la redacción de una novela. De todas formas, se trata de una historia angustiosa y hablar de ello puede resultar muy tedioso. Aunque no sea menos cierto que tuvo mucho que ver, todo esto, con mi dedicación a la poesía y a la narración corta. Verlo y soltarlo, sin pena alguna. Avanzar. Por ello perdí toda ambición, toda gran ambición, cuando andaba por los veintitantos años. Y creo que fue buena cosa que así me ocurriera. La ambición, y la buena suerte son algo magnífico para un escritor que desea hacerse como tal. Porque una ambición desmedida, acompañada del infortunio, puede matarlo. Hay que tener talento.

Son muchos los escritores que poseen un buen montón de talento; no conozco a escritor alguno que no lo tenga. Pero la única manera posible de contemplar las cosas, la única contemplación exacta, la única forma de expresar aquello que se ha visto, requiere algo más. El mundo según Garp es, por supuesto, el resultado de una visión maravillosa en consonancia con John Irving. También hay un mundo en consonancia con Flannery O’Connor, y otro con William Faulkner, y otro con Ernest Hemingway. Hay mundos en consonancia con Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robinson, William Kitredge, Barry Hannah, Ursula K. LeGuin... Cualquier gran escritor, o simplemente buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especificidad.

Tal cosa es consustancial al estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.

Decía Isak Dinesen que ella escribía un poco todos los días, sin esperanza y sin desesperación. Algún día escribiré ese lema en una ficha de tres por cinco, que pegaré en la pared, detrás de mi escritorio... Entonces tendré al menos es ficha escrita. “El esmero es la UNICA convicción moral del escritor”. Lo dijo Ezra Pound. No lo es todo aunque signifique cualquier cosa; pero si para el escritor tiene importancia esa “única convicción moral”, deberá rastrearla sin desmayo...

Perversas tejedoras

Me pidió mil pesos sin ni siquiera conocerme bien , se que es del barrio y la conozco, y también es de esas que yo llamo prostitutas imposibles, o sea como su nombre lo indica imposibles. Uno nunca se imaginaria (y disculpen mi honestidad) que ella fuese prostituta, ya que la imagen que tengo de ellas se marca mas bien por la televisiva, entonces cuando me sale una señora con palillos tejiendo y esperando al cliente , me resulta impactantemente imposible. Las prostitutas siempre poseen un halo de comprensión, una especie de cariño, o lastima quizás de algunos poetas románticos, yo no me fijo en ello , sólo que algunas las categorizo de imposibles.
Como accedí a “prestarle” mil pesos ella pudo irse a trabajar, quizás en otras circunstancias no lo hubiese hecho, hubiese fallado al trabajo. Este acto es casi irrelevante , el cual yo me obligué asumir así , ya que hoy hago un ejercicio mental de no pensarlo todo y pasan episodios diarios en que me esfuerzo en no pensar nada sobre ellos y seguir por la vida, un ejercicio simple , casi de boy scout, solamente para minimizar mis humildes pero molestas sinapsis mentales.
Como mencione el episodio no lo pensé (aunque daba para hacerlo), lo complejo surgió al otro día, temprano en la mañana cuando, sin poder creerlo, me devolvió puntualmente los mil pesos, se que gracias al placer de un cliente y su desidia lo multiplico, su trabajo le dio un valor agregado. Economía básica del salario. Me hizo un gesto de agradecimiento, como diciendo toma el billete, por favor no tengas asco. Pero ¿Por que iba a tener asco?, aunque se lo sacó de la axila y creo que a eso se refería con esa mirada, como diciendo es ahí, el único lugar seguro. Que extraño billete me pasó, nuevo, de Redbank, casi sin manipulación. Entonces aplique mi técnica de boy scout de no pensarlo, aunque me fue imposible. Me pregunte si es que debe haber un grupo de hombres que gustan exclusivamente de esas prostitutas imposibles, ya que a mi juicio se trataría de un estilo de gusto y no exclusivamente un asunto económico y de costos. Quizás radica no en tanto su imposibilidad sino que el gusto del cliente es más bien hogareño. Valparaíso esta lleno de esas prostitutas imposibles, y que además esperan a los clientes ¡aunque no me crean¡ tejiendo. Hay algo fetichista en ellos quizás, son señoras, y el que las busca lo hace quizás con esa figura. Buscan señoras preferentemente que tejan. Quizás al pensar sobre este tema, desobedeciendo a mi técnica de no pensarlo todo, me de cuenta que todo esto es un juicio arbitrario ya que no poseo (aún ) experticia en asuntos de comercio sexual, no por algo moral sino sólo por asuntos “técnicos”. Pero presiento que si más viejo me llegan a gustar van a ser esas prostitutas imposibles. Buscare tejedoras profesionales, hogareñas.
Por el momento esta señora imposible me saluda con simpatía, todas las noches se va con una envidiable tranquilidad a su trabajo, y vuelve con la misma actitud por la mañana. Teje bellos chalequitos , no se para quien, ¡cuanto daría por que me diera uno de esos chalequitos!, tejidos en la contemplación lenta de la noche cansada. Con una posición casi de rezo, con un rosario tibetano, y pensando mientras llegan los clientes : “Todo es impermanente”.
Por eso no pienso en esto, ya que jure (y por escrito) no sentir jamás lastima por nadie. Ya que es un sentimiento a larga maligno y pantanoso. Lo jure desde que esperando el verde del semáforo en Valparaíso, llore discretamente cuando un padre llevaba en sillas de ruedas a su hermosa hijita y ella se le ocurrió tararear el himno de la alegría de Beethoven y la luz roja del semáforo se hizo eterna como para retener aún más la lágrima. El dolor jamás se comprenderá desde afuera, nunca, por eso es inútil la lástima. De hecho la niñita con su padre se fueron aparentemente felices y yo quede ahí destrozado abrazando el semáforo de Beethoven.
¿Que debo hacer con esta obrera del placer?, amarla, o sentir lástima, siempre le prestare algo si le falta para la micro. Ella quedara seguro agradecida. Yo por lo menos agregue ese billete a mi museo personal. Aparatos poéticos personales. Sábato dice que la prostitución es el sexo en su más alta pureza y también en su grado máximo de desesperación, igualmente en ambas, no hay mediación, es un tren que choca a otro frontalmente, es como si la cultura se hubiese derrumbado intempestivamente, es como el café que se toman los ejecutivos de la bolsa tras una positiva jornada, pureza en tanto desesperación pasiva. Soy un medio para la configuración de los nuevos pecados.

jueves, 18 de octubre de 2007

Han vuelto los evangélicos



Me alegro que hayan vuelto los evangélicos, hubo un tiempo que ya casi se extinguían, no me refiero a sus iglesias y reuniones sino específicamente a los canticos de las plazas, que últimamente estaban decaídos, con dos o tres personas. Cuando niño una época fértil para las religiones, los cánticos eran numero fijo en las plazas o sitios eriazos. El alto parlante y esas extrañas guitarristas missisipianas, daban vida al paisaje triste de las tardes de domingo , insípidas, calurosas , llenas de polvo y de un extraña luz de sol (estoy convencido que la luz solar de mi niñez es totalmente diferente de la actual, me gustaría probar eso) francamente los extrañaba , esas melodías que resultaban insoportables en la infancia ya se volvieron necesarias , entrañables, casi como ese efecto publicitario donde se habla solo de estímulos. Cuanta tristeza habían en esos desfiles de señoras que el marido les daba mala vida , de cojos, y de ex alcohólicos que gritaban en nombre del señor , que se hacían pedazos la garganta (y no asumían que el altoparlante precisamente estaba diseñado para evitar eso) , que lloraban con Mateo 19: 20.
En los ochentas entraron algunos grupos evangélicos que quisieron seducir a los más jóvenes, ya que incorporaron la guitarra eléctrica y baterías, hacían música y los muchachos entraban en una especie de éxtasis al son de la música pop. Eran esos tiempos donde la obra Jesucristo Superstar se presentaba en cuanta escuela de barrio aceptara hacer un poco de ruido un rato. Los protestantes debían enfrentar esa “juvenilizacion” de la iglesia, hacer pop a Cristo.
No funcionó, los jóvenes se hicieron adultos y lo que quería la comunidad realmente era esa barítona voz de la viejecita con el banjo y la guitarra, esas melodías clásicas, las bienaventuranzas del alcohólico. Es de mal gusto modernizar la religión (¿no hay algo mas de mal gusto que ese pastor de la televisión que ocupa un MAC como biblia?).
Salmos y apocalipsis nos aterraban ,me conocí cuanto bicho salía en la biblia ,(el apocalipsis es un verdadero zoológico) , ahora esos salmos suenan musicales, me dan placer , las bestias armonía, hecho de menos al vecino- que murió de cáncer – que no aguantaba que no lo dejaran dormir siesta e iba y directamente les cortaba la energía a los impávidos evangélicos. Ya que estos , tenían un “ingeniero de sonido” que no escatimaba esfuerzos por la máxima amplificación posible.
Nunca olvidare como gritaban esos cristianos en el gran terremoto del 85,justo era domingo día de su reunión, la iglesia ya se venia abajo, yo creí que realmente era el fin del mundo, pensé en refugiarme en ella, por si pasaba desapercibido a los ojos del señor. Y gritar ahí dentro, ser un converso de último minuto.
Me gustaban las caravanas de evangélicos porque traían al rey David a la plaza. Por que cantaban con la voz más desafinada del mundo pero a su vez la más devocional. Ahora la plaza los ignora, el ingeniero de sonido se puso cauteloso y el volumen se modera. Saben que ya no pueden unir a su iglesia, tan dividida como televisiva. Las discoteques son ahora templos, y la televisión la plaza. Pero quedan aun esos viejos señores que arrastran el altoparlante para deleitarme con su banjo, ¿Se imaginan una vida eterna escuchando a ese loco banjo?
Me echo en la cama y escucho sus amenazas. “Arrepentios”. Que amenazas más musicales. Que bello coro , parece que nuevamente estoy en casa.

martes, 16 de octubre de 2007

¿Y Tú Qué Sabes?



Como tratar de hablar de la mecánica (o física ) cuántica sin ser un experto, empezando creo en tomar por consideración que es un nuevo paradigma, una nueva forma de afrontar la ciencia (la vida), en este sentido no es necesario ser un experto matemático (aunque ayudaría muchísimo) para comprender sus postulados básicos.
La mecánica clásica Newtoneana por excelencia, habla de un universo regido por leyes, básicamente como entes mecánicos, esto en su momento, además de revolucionario, fue alentador en el sentido filosófico, la ciencia y la modernidad sacaron al hombre de la esclavitud medieval providencialista, de un plan divino casi inalterable, entonces los nuevos descubrimientos de la ciencia moderna encumbraron al hombre en pos del entendimiento y comprensión (y en parte dominio) de la naturaleza. En parte si, pero la mecánica clásica nos llevo a otro callejón, el universo se rige por leyes inalterables, y el punto clave es que la realidad esta afuera, inmóvil y legislada a priori. Esto nos convierte cósmicamente en entes mecánicos sujetos a leyes que nos impiden modificar nuestra realidad física, más allá de la sujeción misma de dichas leyes.
Si el universo se rige por leyes, los cuerpos, movimientos y aceleraciones, etc, están dados por férreas legislaturas matemáticas, se ha descubierto que los átomos no lo hacen así (no es que no puedan establecerse leyes cuánticas, sino se vuelve nebuloso el panorama en este sentido y hablo esto no como una verdad absoluta, sino como una atractiva teoría que cobra fuerza científica y que ha llevado a mas de una disputa teórica, pensemos en Einstein y su negativa a aceptar esta teoría a cabalidad con su célebre frase: “dios no juega a los dados” )
Bertrand Russell ya a principios de los sesenta auguraba buenos pronósticos científicos para esta creciente teoría, que cambiaría quizás la forma de afrontar y pensar la vida. Russell lo explicaba con un sencillo ejemplo (sólo para tratar de introducirnos en un ejemplo básico para los mortales y no en intentar de reducir quizás, a enojo de los físicos, una teoría que es probablemente mucho más compleja) , si fuéramos un observador privilegiado, como por ejemplo un gigante y viéramos la ciudad y sus habitantes como sólo puntos indiferenciados, podríamos establecer leyes teóricas y físicas quizás con el agrupamiento de las gentes en la ciudad, especialmente si hay luz (de día más que de noche), tras un largo periodo de observación diríamos que esos puntitos son mas abundantes cuando hay mas luz. Pero lo que el observador , en este caso el gigante, no podría explicar científicamente, es por que el señor Juan Pérez de la calle 3 ese día en la mañana se quedo en cama y no fue al trabajo. En resumen podemos establecer leyes físicas para los cuerpos , pero el átomo se comporta “inesperadamente”, de hecho su composición mas que de carácter físico es mas cercano a una idea, a un dato, se mueve en un sinfín de probabilidades, esta y no esta en un lugar , los conceptos de tiempo y espacio se vuelven “confusos”. Esto si lo extrapolamos a la vida nos da una libertad inimaginable con respecto a nuestro entorno y como nuestra conciencia cambia la realidad efectivamente.
Efectivamente, hay una conexión directa entre cada uno de los seres, o sea, existe esa atractiva unidad cósmica, también hay un inédito acercamiento entre ciencia y espiritualidad (esta es una interpretación no exenta de polémica), se abandona el dios fuera de nosotros, castigador, ridículamente antropomorfo y asociado a una cultura en particular. Preguntas como ¿Qué es la realidad? , va directamente relacionada con este cambio de paradigma. La clave más que la gracia cristiana, el dolor y la iluminación budista, lo que quiere comprender es la asombrosa puerta a la “gran posibilidad” de este paradigma, no a una posibilidad a titulo social y de voluntad, sino derechamente física, de intervención de la conciencia en la realidad. Es difícil explicar esto, habiendo expertos que lo harían mejor y más claro.
Existe un documental bastante didáctico del tema, aunque no libre de polémicas por los físicos más cosquillosos (no podría existir la ciencia sin los cosquillosos), se llama "¿¡Y Tú Qué Sabes?!" ("What The Bleep Do We Know!?") Explica “una visión” de esta teoría (no la teoría en sí) mucho más originalmente que yo y lo amplía a temas como la biología, psicología, teología y filosofía, es interesante de ver, como siempre con la duda en la mochila.

domingo, 14 de octubre de 2007

Divagaciones religiosas y políticas

Jean Renoir reflexionaba sabiamente en su célebre película “La regla del juego” en la desesperada frase : “hay una cosa terrible en este mundo, todo hombre tiene sus motivos”. Si tomáramos a modo literal esa frase ampararíamos una guerra total implícita, un estado humano en eterna corrupción. El estado de Naturaleza Hobbesiano.

Nadie es totalmente malo ni nadie tampoco es totalmente bueno. Esa es la regla del juego. Lamentablemente la humanidad no tolera ese aforismo. Debe pensarse en “lo otro” siempre como erróneo, inmoral, desde el punto de vista combativo, o como los gnósticos que creen que precisamente es en esta pugna donde se desarrolla precisamente el equilibrio. Esta primera reflexión surge después de leer el artículo "Los intelectuales y el fin del socialismo” incluido en el libro “"Pragmatismo y política" de Richard Rorty . ¿Cuan difícil es criticar a la izquierda radical hoy en día? Si uno se aventura recibe las penas del infierno, es inmoral y egoísta o quizás sólo una marioneta del sistema. Todo tiende al boicot, jamás una derrota, un fracaso, un error íntimo, por el contrario todo resulta de oscuras fuerzas manipuladoras. Lo único que propone Rorty , tan cercano a los giros lingüísticos , es quizás la necesidad de cambiar las categorías , los paradigmas. Capitalismo, burgués y lucha de clases están agotados. El problema de la izquierda radical es que se creen muy listos, lo peor que pueden hacer es vivir colgados del dogma. Mucha intelectualidad esta (o estuvo) por la tercera vía, un Estado de bienestar, social y activo . En el cual en parte creo (no sin sospechar que es un arma de doble filo), un socialismo progresivo y no violento y revolucionario “si esto implica la violencia a ultranza y la falta de libertades” (como si no supiera que el Estado es el monopolio de la violencia, aunque uno ruega que por lo menos la monopolice bien). Pero no crean que no critico mi critica, después de reflexionar el Liberalismo de Locke (que sin su prefijo “Neo” se nota mas inocente y soñador , pero una semilla no es menos maligna si da un árbol enfermo) ¿Qué mas queda que pensar?. El hombre cuidaba los intereses de unos pocos, disfrazada en la tan mencionada “libertad” que repite y me agota en su pomposo “ensayo”. ¿Propiedad privada? , ¿el impulso egoísta genera bienestar social?

Si lo llevamos a impulsos creo que esto responde sólo a teorías de vida, todos tiene sus motivos, y todos creen en que su solución es la verdad, y al final una se hace hegemónica.

Feuerbach: "el hombre es lo que come". O Marx : “El hombre no vive como piensa, sino que piensa como vive” interesantes sentencias pero no les creo a cabalidad. Todos desemboca en el “creer”. Y el liberalismo surge como la desesperación de los burgueses ingleses del XVII que juegan hasta la saciedad con la palabra Libertad (que seduce como el oro), “no se metan en mi cama ni en mi iglesia, pero principalmente no se metan en mi “CAPITAL”. Que el mercado se regule sólo , con una mano libre , en ese siútico “laissez faire”, otra ingenua y un poco enferma creencia. Principalmente me sorprende y desconcierta la metáfora de la mano.

Cualquier teoría de vida, ya sea política o religiosa surge y se nutre del debilitamiento de otra, en parte eso se refleja en la obsesión de Nietzsche de retratar al hombre en una constante voluntad de poder. Toda moral se alza hegemónica por medios inmorales.

Por otra parte, también he dado cuenta en que toda mística es epiléptica, (curiosamente visiones epilépticas eficaces) Moisés, San Pablo, Juan , Constantino etc, etc. No puedo entender que nuestra cultura este teñida de sustancia del desierto, (el desierto de los israelitas hacía de neurólogo)

Todo esto surge debido al estudio de Richard Friedman (¿Quién escribió la biblia?) y otro español resentido como Pepe Rodríguez (Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica), el cual no conocía, pero se nota por la bronca que tiene, que el Catolicismo le arruinó la vida. Demuestran bien documentadamente (y eso es lo terrible) lo falso y lo espantoso de los escritos bíblicos judíos: anacronismos , tensiones entre casas sacerdotales, sed de poder, manipulaciones, falsedades históricas, etc, etc.. (Por lo demás no es culpa del que los crea, ya que todos los que están en el poder tratan de tener una justificación mística y religiosa sino es culpa del que los obedece).

Los griegos conversos al cristianismo veían con no poca repulsión algunos escritos bíblicos escritos tan rústicamente (aunque los hay también de bella factura) y sentían una nostalgia tremenda por el exquisito estilo poético pagano, ¿Tendrían comparación las cartas de Pablo, que quizás ni siquiera él las escribió, con los escritos de Virgilio? .

Siempre leí con superficialidad y recelo la critica estética de Nietzsche a Sócrates, derechamente de relacionar su fealdad a su filosofía, pero quizás se pueda aplicar en el caso de Pablo (ambos en parte son grandes negadores del “Cuerpo” en todas sus significancias)

También después de leer la “Ética protestante” de Max Weber me doy cuenta de que hasta el Capitalismo Moderno necesitó de una plataforma ética y como encontró a esta en el cobijo protestante calvinista. Todo necesita una plataforma, ética, mística o religiosa, desde el Capitalismo hasta la Inmaculada Concepción. Curiosamente hasta en los proyectos mas inmorales el hombre necesita de “plataformas”.

Cuando uno se va descreyendo , no por ser un rebelde sino mas bien por las evidencias que pesan mas que un buque , es como si se le quemara la casa, uno va quemando sus casas (el hombre valiente que no se apega a nada) y después de tanto incendio aprende a vivir en el desierto , sin nada ni nadie, todo flota , nada tiene consistencia, eso significa vivir en la actualidad, todo esta seco, lo que al hombre aun lo mantiene ocupado (o hipnotizado) y libre de la locura por tal estado es la técnica, cuando la técnica colapse el hombre se ira con ella.

Escribí en mi libretita arruinada: “aunque todo sea epilepsia ¿por que no creer?”, O mejor dicho : “aunque todo sea creencia ¿Por qué no convulsionar?”

Me pregunto si Dios existiera “afuera”, como sustancia , como otro, ¿como toleraría que su historia fuera hecha de tanta quimera?, la explicación provisional es que Dios es todo, a lo Spinoza, Deus sive Natura. ¡Que pequeño e inmoral es el tiempo y su hijastro la Historia! Dios no se inscribe. Productor y producto,natura naturans” eso si que es genial, deja dormir tranquilo.(hasta que nos damos cuenta en rigor que esto arrasa con la libertad humana)

Quedarse en el mar dejando la tierra de la seguridad, sin sentido en el absurdo de la soledad absoluta eso es el hombre, si antes se inventaba ilusiones consoladoras, ahora el hombre posmoderno (término que me irrita) ha quedado en un péndulo ciego, cree solo en la técnica (y aun no se ha dado cuenta que esta va a ser su definitivo verdugo).

Sabemos mucho, el árbol del conocimiento debió de ser cuidado con mas recelo, no hay salida, al saber nos arruinamos.

miércoles, 10 de octubre de 2007

F. Scott Fitzgerald "El Derrumbe" (Febrero de 1936)



I

Sin duda que la vida entera es un proceso de quebrantamiento, pero los golpes que desempeñan la parte dramática del trabajo —los grandes y repentinos golpes que vienen, o parecieran venir, del exterior—, los que uno recuerda y lo hacen culpar a las cosas, y de los cuales, en los momentos de debilidad, se habla a los amigos, no muestran sus efectos de inmediato. Hay otro tipo de golpe que viene de adentro y que uno no siente hasta que es ya demasiado tarde para impedirlo, hasta que comprende positivamente que de algún modo no volverá a ser el mismo. El primer tipo de quebrantamiento parece ocurrir rápido; el segundo ocurre casi sin que uno lo sepa, pero se le percibe en realidad muy de repente. Antes de continuar con esta breve historia, permítaseme hacer una observación general: la prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para retener en la mente dos ideas opuestas a la vez sin perder la capacidad de funcionar. Uno debiera, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas no tienen remedio y, sin embargo, estar determinado a cambiarlas. Esta filosofía concordaba perfectamente con los primeros años de mi edad adulta, cuando vi cómo lo improbable, lo no plausible, a menudo lo “imposible”, se hacía realidad. La vida era algo que se podía dominar si es que había algo de bueno en uno. La vida se rendía con facilidad a la inteligencia y el esfuerzo, o a la proporción que de ambos pudiera reunirse.
Ser escritor de éxito parecía un asunto romántico: uno no sería jamás tan famoso como un artista de cine, pero la notoriedad que se lograra sería probablemente más duradera; no tendría tampoco el poder de un hombre de fuertes convicciones políticas o religiosas, pero era por cierto más independiente. Desde luego que en la práctica de nuestro propio oficio estábamos siempre insatisfechos, pero yo, por ejemplo, no hubiera elegido otro por ningún motivo. Mientras transcurrían los veinte, con mis propios veinte llevándoles un poquito de delantera, mis dos pesares juveniles —no ser lo suficientemente grande (o bueno) para jugar fútbol en el college y no haber sido enviado a ultramar durante la guerra— se resolvieron en infantiles ensueños de heroísmo imaginario que resultaban buenos para dormirse durante las noches inquietas. Los grandes problemas de la vida parecían solucionarse, y si el asunto de arreglarlos resultaba difícil, lo agotaban a uno demasiado como para pensar en problemas más generales.
Hace diez años, la vida era en gran medida un asunto personal. Había que mantener en equilibrio el sentido de la futilidad del esfuerzo y el sentido de la necesidad de luchar; la convicción de la inevitabilidad del fracaso y aun la determinación de “triunfar”... Y más que éstas, la contradicción entre la mano muerta del pasado y las grandes intenciones del futuro. Si lograba hacerlo en medio de los males corrientes —domésticos, profesionales y personales—, entonces el ego podría continuar como una flecha disparada desde la nada y hacia la nada, pero con tanta fuerza que sólo la gravedad terminaría por traerla de nuevo a la tierra.
Durante diecisiete años, con un año en que lo central fue un deliberado haraganeo y descanso, las cosas se sucedieron así, siendo las nuevas tareas sólo una agradable perspectiva para mañana. Estaba viviendo con ahínco, también, pero: “Hasta los cuarenta y nueve estará bien —decía—. Puedo estar seguro de eso. Para un hombre que ha vivido como yo, es todo cuanto se puede pedir”. ...Y entonces, a diez años aún de los cuarenta y “nueve, descubrí de pronto que me había derrumbado prematuramente.

II

Pero un hombre puede derrumbarse de muchas maneras: es posible que el golpe sea en la cabeza; ¡caso en el cual otros lo despojan a uno del poder de decisión!; o en el cuerpo, lo que hace inevitable someterse al blanco mundo de los hospitales, o en los nervios. William Seabrook, en un libro despiadado, cuenta con cierto orgullo y con un final de película cómo se convirtió en una carga pública. Lo que lo condujo al alcoholismo, o que estuvo al menos presente, fue un derrumbamiento de su sistema nervioso. Aunque el autor de estas líneas no se hallaba tan implicado —haría seis meses por esos días que no se tomaba ni un vaso de cerveza—, eran sus reflejos nerviosos los que estaban cediendo: demasiada rabia y demasiadas lágrimas.
Lo que es más —para volver a mi tesis de que la vida tiene una ofensiva variable—, la noción de haberse derrumbado no coincidió con un golpe, sino con un período de tranquilidad. No mucho antes había estado en la oficina de un gran médico, escuchando una grave sentencia. Con lo que, mirando atrás, pareciera cierta ecuanimidad, yo había seguido con mis asuntos en la ciudad donde entonces vivía, sin que me importara mucho, sin pensar en todo lo que quedaba sin hacer, o en lo que ocurría con esta y aquella obligación como lo hace la gente en los libros; estaba bien asegurado, y de todas maneras había sido un guardián mediocre de la mayoría de las cosas que se dejaran en mis manos, inclusive de mi talento.
Pero el instinto me dijo fuerte y repentinamente que debía estar solo. No quería ver a nadie. Había visto a demasiada gente durante toda mi vida; era bastante sociable, pero tenía una tendencia muy marcada a identificarme, en mis ideas, en mi destino, con todos aquellos con quienes me relacionaba, de cualquier clase que fueran. Siempre estaba salvando o siendo salvado: en una sola mañana era capaz de pasar por todas las emociones que pudieran atribuírsele a Wellington en Waterloo. Vivía en un mundo de inescrutables discordias y de amigos y partidarios inalienables.
Sin embargo, ahora quería estar totalmente solo, y así me las arreglé para mantenerme más o menos al margen de las responsabilidades ordinarias.
No fue un período de infelicidad. Partí y disminuyeron las personas. Descubrí que estaba más que cansado. A veces podía permanecer tendido durmiendo o dormitando hasta veinte horas al día, de lo que me alegraba, y en los intervalos trataba resueltamente de no pensar, y para lograrlo hacía listas, hacía listas y las rompía, listas por cientos: de dirigentes de caballería y jugadores de fútbol, y de ciudades y melodías populares, y de pitchers, y de tiempos felices y de aficiones, y de casas en que había vivido, y de cuántos trajes había comprado desde que salí del ejército, y cuántos pares de zapatos (no conté el traje que me compré en Sorrento y que encogió, ni los zapatos y la camisa de vestir con cuello que anduve trayendo durante años sin jamás ponérmelos, porque los zapatos se volvieron ásperos y húmedos, y la camisa y el cuello, amarillos y hediondos a almidón). Y listas de mujeres que me habían gustado, y de los tiempos en que me había dejado desairar por gente que no era mejor que yo ni en carácter ni en capacidad.
...Y entonces, repentina y sorpresivamente, me sentí mejor.
...Y me quebré como un plato viejo apenas oí las noticias.
Ese es el verdadero final de esta historia. ¿Qué hacerle? Eso es algo que tendría que descansar en lo que solía llamarse “las entrañas del tiempo”. Baste decir que después de más o menos una hora de solitario abrazo con la almohada comencé a darme cuenta de que durante dos años mi vida había consistido en girar recursos que yo no poseía, pero al precio de hipotecarme física y espiritualmente hasta el tope. ¿Qué era el pequeño regalo de vida que recibía en comparación con eso?..., cuando había tenido orgullo de mi orden y confianza en una independencia permanente.
Me di cuenta de que en esos dos años, con el objeto de preservar algo —un secreto interior tal vez, tal vez no—, me había apartado de todas las cosas que antes amaba, de que cada acto de la vida, desde el aseo matinal de dientes hasta la comida con un amigo, se había convertido en un esfuerzo. Comprendí que durante mucho tiempo no me gustaron ni las gentes ni las cosas, sino que tan sólo había adoptado la vieja y endeble máscara del cariño. Comprendí que aun mi cariño por aquellos que me eran más cercanos se convertía sólo en un intento de amar, que mis relaciones ocasionales —con un editor, un vendedor de tabaco, el hijo de un amigo— eran solamente lo que yo recordaba que debía hacer, en comparación con otros días. Y en el mismo mes llegaron a exasperarme cosas tales como el sonido de la radio, los avisos en las revistas, los chillidos de la vía férrea, el silencio muerto del campo; me volví despectivo ante la blandura humana, de inmediato (si bien furtivamente) hostil hacia la dureza; odiando a la noche cuando no podía dormir y odiando el día porque marchaba hacia la noche. Dormía ahora sobre el lado del corazón porque sabía que mientras más pronto lo cansara, aunque fuese un poquito, más pronto llegaría esa bendita hora de la pesadilla que, como una catarsis, me capacitaría para enfrentar mejor el nuevo día.
Había ciertos puntos, ciertas caras a las que Podía mirar. Como la mayoría de los nacidos en el Medio Oeste, nunca he tenido demasiados prejuicios raciales: siempre tuve un secreto deseo de esas hermosas rubias escandinavas que se sentaban en los porches de Saint Paul, pero que económicamente no había surgido lo necesario para formar parte de lo que entonces constituía sociedad. Eran demasiado bonitas para ser “polluelas” y habían salido muy recientemente de las granjas como para ocupar un lugar bajo el sol, pero yo recordaba haber caminado cuadras nada más que para vislumbrar ese cabello reluciente: el brillante mechón de una muchacha que jamás conocería. Estoy haciendo cháchara urbana e impopular. Eludo el hecho de que en esos últimos días no podía tolerar ni la presencia de los celtas, los ingleses, los políticos, los extraños, los virginianos, los negros (claros u oscuros), la Gente que Caza, los vendedores, de los tipos de clase media, en general, de los escritores (evitaba muy cuidadosamente a los escritores porque ellos pueden perpetuar los líos como nadie más puede hacerlo)... y de todas las clases en cuanto clases y de la mayoría de la gente en cuanto a miembros de su clase... En un intento de aferrarme a algo, me gustaban los médicos y las niñitas hasta más o menos la edad de trece, y los muchachos bien educados desde algo así como los ocho años adelante. Lograba encontrar paz y felicidad en estos pocos grupos de gente. Olvidé agregar que me gustaban los viejos mayores de setenta y hasta mayores de sesenta si es que sus caras se veían secas. Me gustaba el rostro de Katharine Hepburn en la pantalla, sin importarme lo que se dijera sobre sus afectaciones, y la cara de Miriam Hopkins, y los viejos amigos, siempre que sólo los viera una vez al año y pudiera recordar sus fantasmas.
Todo esto resulta bastante inhumano y mezquino, ¿verdad? Bueno, ése, muchachos, es el verdadero síntoma del desmoronamiento. No es un cuadro de lo más hermoso. Fue inevitablemente acarreado de un lugar a otro dentro de su marco y expuesto ante diversos críticos y críticas. A una de ellas sólo se le puede describir como una persona cuya vida hace que las vidas de otras personas se parezcan a la muerte..., aun esta vez, aunque la pusieron en el a menudo poco simpático papel de consoladora de Job. A pesar de que esta historia ya terminó, permítanme agregar nuestra conversación a manera de postdata:
En vez de compadecerte tanto, escucha —expresó ella (siempre dice “escucha” debido a que piensa mientras habla; de veras piensa). De modo que dijo—: Escucha. Imagínate que no se tratara de un derrumbe en ti... Imagínate que fuera un derrumbe en el Gran Cañón.
El derrumbe es en mí —repuse heroicamente.

¡Escucha! El mundo sólo existe en tus ojos, en tu concepción de él. Puedes agrandarlo o achicarlo a tu antojo. Y estás tratando de ser un individuo pequeño y enfermizo. Santo cielo, si alguna vez yo me derrumbara, trataría de hacer que el mundo se derrumbara conmigo. ¡Escucha! El mundo sólo existe en la medida en que lo percibas, y por lo tanto es mucho mejor decir que no eres tú quien se ha derrumbado, sino el Gran Cañón.
¿Ya se tragó a todo su Spinoza la niña?
No sé nada de Spinoza. Lo que sé... —Habló entonces de viejas heridas suyas que parecían, en las palabras, haber sido más dolorosas que las mías, y de cómo las había atacado, aventajado, derrotado.
Sentí cierta reacción ante lo que dijo, pero soy hombre que piensa lento, y se me ocurrió, simultáneamente, que de todas las fuerzas naturales, la única imposible de comunicar es la vitalidad. En los días en que a uno le llegaba el jugo como un artículo sin impuesto, uno trataba de distribuirlo, pero siempre sin éxito; para seguir mezclando metáforas, la vitalidad nunca se “pega”. Se la tiene o no se la tiene, igual que la salud o los ojos cafés o una voz de barítono. Podría haberle pedido que me convidara un poco, envuelta con cuidado y lista para cocinarla y digerirla, pero no la habría obtenido jamás, ni aunque me hubiera quedado esperando mil horas con la taza de lata de la autocompasión. Pude alejarme de su puerta, sosteniéndome muy delicadamente, como loza trisada, y penetrar en el mundo de la amargura, donde me estaba construyendo mi casa con los materiales que allí se encuentran — y recordar después de salir de su puerta:
“Eres la sal de la tierra. Pero si la sal ha perdido su sabor, ¿con qué se la ha de salar?”
MATEO 5–13.

viernes, 5 de octubre de 2007

miércoles, 3 de octubre de 2007

¿Máscara o esclavo, persona o Robot?




Cuando hablamos de robots, específicamente de androides, no dejamos de hablar de nosotros mismos (¿Cuándo realmente no lo hacemos?), pero en estos casos florecen los pequeños límites, las insolencias de la ciencia, la creación, los derechos. La película “Yo Robot” quizás no se convertirá en un clásico en el futuro, quizás los ortodoxos de la prosa futurista de Asimov le reprocharan alejarse del espíritu esencial de la novela, ciertamente la película no será tan clásica como el robot prototipo N S 5 que la protagoniza y que lo llaman Sonny.
Alex Proyas el director, responsable de correctas películas como Dark City y especialmente la adolescente The Crow (con un difunto en el Plató) , logra en este film crear una atmósfera de eterna duda, desconfianza, de ética.
La película en su factura es delicada, el Robot Sonny es impecable en su movimiento y caracterización, es sugestivo como ecléctico e irónico, poderoso en la retorica, rápido en el juicio y posee una inteligencia que se adapta, trata de sentir, de fingir, un guiño del ojo, la tan humana ira. Desde los oscuros robots (que parecían juguetes o mercenarios) de Blade Runner y la socialdemócrata película de Lang “Metropolis” (donde había también como VIKI de Yo Robot una maquina corazón) no se veía un Robot con una identidad tan fuerte, que resultara tan atractivo.

Los humanos nos inventamos eso llamado alma, primero para desde una perspectiva hegemónica, soportar y domar la naturaleza, pero los robots precisamente por que no practican nuestros vicios nos asustan con hacernos esclavos. Aunque en toda película de Hollywood se ve entre penumbras esa ingenua y repetitiva defensa estética de la Democracia, o de “su” Democracia, pero no hay que engañarse, para llegar a la supervivencia es necesaria una transición violenta, después de este trauma vendrá la justicia (quizás mas querida hoy que la libertad ambigua).Resultado: revolución robótica (toda Revolución debe ser en parte “Robótica”). Incluso teniendo sólo tres leyes la interpretación lleva a diversas acciones políticas. Los lógicos lo saben mejor que nunca. Y me recuerdo de Hegel que quedo enamorado de Napoleón incluso cuando sus tropas aplastaban Jena, la ciudad en que estaba, donde tuvo que salir huyendo de su “espíritu absoluto”. Hegel fue el primer androide.

El ser humano es único, pero estos androides los diseñan con rostro para amenazar la hegemonía del gesto. En una escena Sonny al dibujar su sueño reconoce: “jamás podré hacer una obra de arte” (quizás él ya sea una) y bosqueja al solitario redentor de sus pares, ahí están todos formados “esclavos de la lógica”. Ahí esta el gran tema de Asimov, la supuesta inviolabilidad de las tres leyes, aunque todo se puede violar si hay perspectiva.

Las tres leyes robóticas

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción,
dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un
ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición
con la primera Ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta
protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.

Manual de Robótica
1 edición, año 2058


Si hay sujeto.¿ Es un robot un sujeto?, una persona (o dado el avance del prototipo NS 5 ¿lo serán pronto?), ¿Será un asunto de fibra y de orgánica? Si lo llevamos al terreno químico ambos nos disolvemos ¡hay que inventar una diferencia trascendental! Una metafísica. Si se copia la estructura se produce el drama. Por eso Eva fue producto de una especie de “Robótica”, de acto “cibernético”, ensamblada de otra estructura aburrida como el hombre.

Al final el policía (el irrelevante Will Smith) logra decirle “alguien” y no algo, Sonny el Robot ya posee un nombre , en el primero de tantos avances (aunque más parece profeta que prototipo perfectible, como el hombre Bicentenario). Es único y lo sabe. Reconoce en él –y en todos- una misión en la existencia. Para algo fuimos creados.
No es casual que nuestra identidad originalmente ya sea falseada, el término persona viene de “prospora”, o sea la máscara griega para ejecutar las actuaciones. Para los Helenos los esclavos no tenían las mismas cualidades del ciudadano libre. Eso era inobjetable y casi natural. No existía “la humanidad total”. La máscara griega tenía un solo orificio donde la voz resonaba mejor y dirigida, por esa dirección homogénea se le denominó persona. En la película los androides más primitivos oficiaban de esclavos, curiosamente la palabra robot viene del checo robota (trabajo forzado) y rabota (servidumbre). Sonny parece ser la única “persona” entre una mochedumbre mecánica. El dilema es entonces la dicotomía entre persona y esclavo, el que se hace persona esta en condiciones de esclavizar.

En el futuro las creaciones androides gozaran de mas derechos, ¿serán mas que algo? Crear un androide (a diferencia de un simple robot industrial montador de autos) es sospechar de la humanidad. Si fijamos una estructura humana es para que alguna vez inconscientemente nos reemplacen, y ese reemplazo no sólo será a nivel de poder sino a uno mas profundo, a nivel de ética. El antropocentrismo se fatiga en la naturaleza, el punto de vista privilegiado pierde nitidez. Hacemos androides para remarcar la pregunta agónica de ¿que es el hombre?, este ya disuelto en la lógica no puede volver, el precipicio abstracto de la filosofía lo anuló. Fijémonos en las “estructuras” de Foucault que pronunció la marquetera sentencia del fin del hombre (es más, la moda estructuralista sentenció esta frase atribuida a Roland Barthes en plenas protestas del mayo francés: “es evidente que las estructuras no salen a las calles”). La estructura se lo devora todo, el existencialismo será visto como un berrinche infantil dentro de una maquinaria eficaz. Asimov irónicamente es un escritor estadounidense nacido en la Unión Soviética. Lo que no habíamos advertido aún es que el “yo” es un Robot.


“Stephen, ¿cómo sabemos qué es lo que consolidará el bien final de la Humanidad? No tenemos a nuestra disposición los infinitos factores que la Máquina tiene a la “suya”. Quizás, para darle un ejemplo incierto, toda nuestra civilización técnica ha creado más infelicidad y miseria de la que ha suprimido. Quizás la civilización agraria o pastoral, con menos cultura y menos gente, sería mejor. En este caso, las Máquinas deben orientarse en esta dirección, preferiblemente sin decírnoslo, ya que en nuestros ignorantes prejuicios sólo sabemos que aquello a que estamos acostumbrados es bueno... y lucharemos contra todo cambio. O quizás una urbanización completa, una sociedad totalmente desprovista de castas, o una completa anarquía, sea la respuesta adecuada. No lo sabemos. Sólo las Máquinas lo saben y se encaminan hacia ello, llevándonos consigo".



lunes, 1 de octubre de 2007

Benjamín Subercaseaux y la loca Geografía




Me gusta leer en los buses , que me llevan cada fin de semana de aquí para allá, en esa maniática geografía de los “allíes”, y cuando me siento pongo la cara mas militar que puedo para que nadie intente sentarse a mi lado ya que me encanta tumbarme en el asiento (y he intentado otros trucos , como viajar a horas imprevistas o poner el brazo en otro asiento como un títere para que parezcan dos cabezas, para que las personas que generalmente se suben sin pasajes numerados y que agarran un poco desesperadas cualquier asiento, no tomen el de mi lado ).
Pero es necesario ser un Geógrafo, dejar el terco mundo de los libros y desplazarse sin hacerlo. Dicen que Platón llamaba a su joven discípulo Aristóteles “el lector” dado que no lo veía hacer otra cosa que estar con la cabeza gacha leyendo, cosa increíble para los que admiramos e imaginamos a Aristóteles como un biólogo, en los estanques o en los bosques, deslumbrado, buscando la esencia, la semilla, la “potencia de los seres”. Dejar de agachar la cabeza es un esfuerzo vital. Para ser un amante de la vida y no perderse en los libros.
Que mejor que leer a “sugerencia” de una profesora el maravilloso libro de Benjamín Subercaseaux “Chile o una loca Geografía”, me acuerdo haber tenido hace un tiempo ese libro pero como muchos desaparecieron poéticamente. Que feliz se siente cuando coincide una lectura obligatoria calificable para la academia con un autor imprescindible, diferente, amado (aunque en la prueba haya respondido puras tonteras producto de malestares cerebrales) . Si uno se lo pasa leyendo sistematismo, conferencias y arrogancia, mi aburrimiento se vuelve profesional. Los libros más aburridos son los más indispensables en lo que llaman “historia”, el polizonte intelectual.
Leí a Subercaseaux con el mapa de la Copec al lado , para hacerlo mas inteligible para los que conocemos escasamente Chile, me angustia solo conocer desde el valle del Elqui hasta Villarrica. Por la carretera y no por el interior. Me desespera, me hace pensar proyectos, armar embarcaciones, inventar Itacas para tener aunque sea un poco de nostalgia postiza.
El libro es prologado por la cada vez más grande prosa de Gabriela Mistral, que le dice cosas como:
“Los contadores de Patria cumplen de veras un acto de amor”. Uff Gabriela , si supieras ,fui a Monte Grande , y embobado en ese Pisco a mansalva que ofrecían por las calles lloré, por los colores del valle del Elqui que mi retina, no preparada para la saturación y el contraste poético, no comprendía y se refugiaba en los grises que mi cámara fotográfica mas valiente que yo encarcelaba. Vi los pupitres que la Gabriela acariciaba con sus palabras secas del desierto, fui feliz como la uva dulce del valle del Elqui “lista de sol”.
Subercaseaux es un “escritor” y siempre encuentro en los grandes un humor extático, de corte. Imprescindible, hay un honor guía y rey, sintáctico. El turista siempre es triste, melancólico sin sentido. Por ejemplo frente a Taltal hay una fosa marina de miles de metros, Subercaseaux la imagino así “ojos que no ven corazón que no siente. El turista apoyado en la barandilla del barco mira distraído la barranca interminable, contempla un momento el mar profundo y tira su cigarrillo desde siete mil metros de altura, hastiado por la monotonía”.
A veces se le perdona su tono aristocrático, pero honesto, se le perdona todo , su estilo es delicado, adictivo. Nos dice honestamente que no le agrada el campo (que no es lo mismo que la Naturaleza) sueña como los hombres de los años cuarenta en la industrialización. Tan atento a la descripción de lo que llama él "razas" para sumergirse hasta en el ultimo rincón del espíritu chileno (y no lo hace peyorativamente). Si mi coincidente conexión con él llego a su máxima expresión al encontrar en una librería barata su “Niño de Lluvia” (en tristes mil pesos), autobiografía melancólica y nostálgica. Además sospecho que es un amante de Rimbaud, si hasta escribió algo relacionado con él (Propos sur Rimbaud ) .
Que envidia es recorrer a tal nivel Chile y con ese talento literario como equipaje. Si hasta se pone botánico y zoólogo cuando describe la imponencia de las arañas de cerro, las cuales, en opinión de un amigo suyo, “si tuvieran el tamaño de un gato preferiría no existir”.

Comencé quizás con una exageración, estoy lejos de ser un ermitaño de buses, incluso en mi ultimo viaje se sentó a mi lado una abuelita (la cual no alcance a espantar) y curiosamente me preguntó que leía y me dio una sonrisa psicológica, en realidad solo hice el amague, preferí ver por las ventanas el valle de Casablanca por milésima vez. La Geografía resucita en el preciso instante en que erguimos el cuello erudito, triste y fatigado.

cuento

Rito y utilidad.

La circuncisión es trascendental

un pacto, pero también supervivencia

Me entero que el guatón Jehová es un lanza de Estación Central

Oh realidad.

Mito flaite.