domingo, 14 de enero de 2018

Diario



He pensado mucho en cómo pudimos pasar años, quizás décadas, indiferentes al hecho de que las langostas (o jaibas o cualquier crustáceo) se hervían vivas en nuestra olla y frente a esto suspendíamos cualquier mecanismo ético. Bueno, la historia no es otra cosa que la suspensión de ese mecanismo una y otra vez, como si fuera un interruptor de luz ética...

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Hay algo que indica que es hora de nacer. La señal que pone en marcha el parto, viene de la suficiente segregación de ciertas proteínas en los pulmones de los bebés. El pulmón, solo allí se decide la señal de maduración que se necesita para enfrentar el nacimiento.
“Señor de la respiración”, es este uno de los nombres de Dios entre los Tuaregs, una tribu nómade del Sahara.
El bebé "decide" nacer al mundo cuando ya se ha convertido en un pequeño dios, en el señor de su respiración...


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"Los hombres quieren que les escuchen. Es lo que les gusta más. Les gusta más que el dinero, que las mujeres, que comer y beber bien. Un hombre escuchado se convierte en un presuntuoso absolutamente feliz. Ahora bien: cuando los hombres se saben escuchados, se vuelven débiles..."
(Josep Pla. "El cuaderno gris")

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Jeanne Mercier era una crítica católica francesa, que a propósito del existencialismo dijo de este que olvidaba la sonrisa del niño.
Sartre recoge el guante y comienza su ensayo acerca de su filosofía respondiéndole. 
Pero ¿Se puede escribir honestamente pensando en la sonrisa de un niño?