"todos los actos utilitarios y adaptativos, todo lo que es reacción a premiosas necesidades, son vida secundaria. La actividad original y primera de la vida es siempre espontánea, lujosa, de intención superflua, es libre de expansión de una energía preexistente (...) esto nos llevará a transmutar la inveterada jerarquía y considerar la actividad deportiva como la primaria y creadora, como la más elevada, seria e importante en la vida, y la actividad laboriosa como derivada de aquella, como su mera decantación y precipitado. Es más, vida propiamente hablando es sólo la de cariz deportivo, lo otro es relativamente mecanización y mero funcionamiento"
En “De que hablo cuando hablo de correr”, el escritor japonés Haruki Murakami cuenta como el jogging ejerció un aliento curioso a la hora de escribir, porque justamente cuando empezó en el arte del correr y dejo su administrativa labor de ser el dueño de un bar de jazz, es que comenzó literalmente su “carrera”. Coincidentemente a mi el trotar como llamare al “jogging” simbolizó el año de mi despegue, tenía claro que el pilar de la vida se sostenía por el cuerpo, jamás asumí que lo intelectual fuese una base, un sostén profundo para la vida, los pilares tenían que ser primero musculares, por eso me asocie a un compañero de trote, a medida que pasaba el tiempo y se complejizaba el ejercicio, él sofisticaba sus implementos, eso a veces me avergonzaba , por eso había una profunda dicotomía entre su equipo de trote y el mío, mientras el de él consistía en zapatillas especializadas para el impacto, short cortos a la usanza olímpica y reloj cronómetro para llevar las estadísticas, yo me limitaba a las zapatillas de fútbol y el bermuda clásico, debo reconocer que un momento pensé en complejizan mi equipo , pero no lo hice, de todas formas la gente nos ignoraba mas de lo que yo creía , eso lo agradecía porque nos hacía concentrarnos específicamente en el trote. Este compañero de joggin corrió y mejoró, yo también. El corrió hasta que cerca de su casa un auto lo atropelló y le quebró el cráneo. Jamás volvió a hacerlo, ni jamás volvió a ser él mismo. Entonces quede como originalmente uno siempre corre o sea solitario. Al igual que el oficio de escribir al trotar no se necesita nada, algunos que mal entienden la economía creativa complejizan sus equipos, como hay escritores que dependen de una máquina Underwood para mecanografiar hay los corredores que necesitan de un Nike para trotar.
Que extrañas imágenes se vienen a la mente cuando uno corre, primero el pensar como el cuerpo resiste tanto, y curiosamente entre mas se le exige mas brinda. Corrí en todos los lugares posibles, desde la anárquica calle, en los parques mas extravagantes, hasta las pistas atléticas diseñadas exclusivamente para ello, donde los profesionales hacen un contraste profundo y humillante, básicamente ellos no trotan, literalmente corren, su cabeza no debe llenarse de imágenes, para exigir mayor rendimiento deben quizás vaciarla, o sea concentrarse Hay tantas cosas que preocupan a un profesional del trote, la respiración, la zancada, el tiempo. Yo por el contrario, imaginaba. Por eso el año del trote fue el año del despegue. No hay en esto ningún sentido de la competencia, entre uno mas trota mas ignora a los demás corredores, jamás pondría atención a la menor provocación del otro para competir, a lo mas que uno puede llegar es a ser un fisgón de su reloj personal. Es estúpido pretender ganar y aun mas estúpido pretender perder, me extrañan los escritores que se etiquetan como perdedores, si se reconocen así es que también reconocen que alguien gana. Su literatura cae al borde del bullado estereotipo, cae al filo de la literatura misma. La clave es fácil, uno mueve las piernas y solo trota, es simple. No es el vaso ni medio vacío ni medio lleno, la clave ¡es que ni siquiera hay un vaso!
Al correr uno se da el tiempo de dialogar consigo mismo en “exigencia”, o sea activando aun mas los ritmos biológicos. Entonces las ideas que de ahí salen no lo hacen burda y obsesivamente, sino pausada y casi naturalmente.
Llega un momento en que la vida exige dinamismo, exige desplazarse y respirar, exige conjugar y exige exigirse. Cuando corría a las afueras de la ciudad, en aparentemente actos carentes de sentido y sentado solitario en la faldas de los cerros solo descansaba, descansaba de la maravillosa posibilidad de agitarse , de movilizarse, por lo demás nadie se enteraba, convivía amigablemente con mis músculos, es que me creaba, me creía, convivía con la máxima seriedad humana , lo simple , lo ingenuo. Nunca creí tanto en mí como cuando corría una buena cantidad de Kilómetros y pensaba sólo en mi interior que era bueno, que era importante , que podía fundar algo, o sea una isla de cuerpo saludable orientado al pensamiento mas recurrente: sobrevivir.
Definitivamente si no hubiese sido por el correr no hubiese pasado nada (o sea hubiese triunfado o perdido según el caso), pero gracias a el es que paso todo.
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