viernes, 21 de marzo de 2008

Crisis de representación

-No puedo creer que Jesús sea de Nazaret y no de Zeffirelli.

-Si en el persa polvoriento, fétido e ignorante se puede conseguir un CD con 5000 libros ya lo considero una especie de Babilonia.

-No puedo creer que la gente en viernes santo se drogue pero tampoco que se desespere por un pedazo de Reineta. Pero no sean optimistas conmigo, no creo ni en Copérnico.

- No puedo creer en las explicaciones climáticas de las viejecitas

-El amor no existiría si no existiese la A, la M, la O y la R por que la gramática es histórica y uno juega con el significado mas que con la praxis.

-No soporto ni al Juan el Bautista cinematográfico y voy a soportar al real.

-El adjetivar nos hace por excelencia hombres de acción, un Conquistador de las categorías. Si el verbo se hizo carne , el adjetivo se hizo nervio.

-El fin como muerte o como misión contamina lo que es el verdadero final, que es el eternamente verse viniendo.

-Y así sucesivamente se invento el suceso y se escapó la Historia.

No esperen que Fernando Pessoa quiera ser sólo Fernando Pessoa.


Cuando se lee a Fernando Pessoa de inmediato suele reconocérsele cierto bagaje filosófico, su desenfrenada devoción con lo cotidiano, su fuerza narrativa. Lo curioso con Pessoa era que le complicaba ser Pessoa , por eso adoptaba otros nombres tales como Alberto Caeiro, Bernardo Soares y el curioso y horrible nombre de ¡Alvaro de Campos!

¿Qué quería Pessoa? gozaba con su proyecto de heterónimos tal como el neurótico Platón gozaba ser Sócrates, tanto así que lo “inventó”. Quizás aparte de esa esquizofrenia literaria solo quiso ser honrado con la sentencia del “ser para los otros”, según Sartre aunque uno quiera dársela: ¿que importancia tiene el ser para uno? lo que cree uno que es, no importa y no triunfa , uno esta condenado a ser para los otros , eso es uno, y con tanta gente que nos conoce o nos ama o nos odia o prejuicia, en parte todos somos heterónomos por naturaleza, jamás habrá una identidad mas que en la burocracia del yo.

El fin de la poesía moderna es replantearse su objeto pero también como se llega a este, pero: ¿hay tal objeto? Si Huidobro en poesía giró ese paradigma (tal como Wittgenstein lo hizo en filosofía) en torno al problema del lenguaje: “Por qué cantáis la rosa ¡oh, Poetas! Hacedla florecer en el poema” lo curioso que hoy en el pensamiento no se puede dejar de crear aunque no se quiera. La rosa que nos maravilla, que nos hace cantar, se funde, ¡que terrible y que ingenuo un mundo con objetos! La cotidianidad, las cosas “a la mano”, el “ser para si”, todas esas sentencias posmodernas han aliviado el cosmos en tanto dualidad pero han dejado al humano flotando en un “todo vale” o lo que es lo mismo: “nada vale”. Nos han dejado imbéciles e inteligentes, agotando las estanterías de los negocios el jurel santo, dejando la sabrosa carne del sacrificio aunque sea una vez al año en paz.




Fernando Pessoa (extracto del libro del desasosiego)

Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez.

La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? Hace cuarenta años que aquella figura de hombre vive casi todo el día en una cocina; tiene unas breves vacaciones; duerme relativamente pocas horas; va de vez en cuando al pueblo, del que vuelve sin duda y sin pena; almacena lentamente dinero lento, que no se propone gastar; se pondría enfermo si tuviera que retirarse de su cocina (definitivamente) para irse a los campos que ha comprado en Galicia; está en Lisboa hace cuarenta años y nunca ha ido, ni siquiera a la Rotonda ni a un teatro, y tiene un solo día de Coliseo:º payasos en los vestigios interiores de su vida. Se casó no sé cómo ni porqué, tiene cuatro hijos y una hija, y su sonrisa, al inclinarse, desde el lado de allá del mostrador hacia donde estoy, expresa una gran, una solemne, una contenta felicidad. Y no simula, ni qué razón tiene para simular. Si la siente es porque verdaderamente la tiene.

¿Y el camarero viejo que me sirve, y que acaba de poner ante mí el que debe ser el millonésimo café de su puesta de café en las mesas? Tiene la misma vida que el cocinero, apenas con la diferencia de cuatro o cinco metros: los que hay de la localización del uno en la cocina a la localización del otro en la parte de fuera de la casa de comidas. Por lo demás, sólo tiene dos hijos, va más veces a Galicia, ha visto Lisboa más que el otro, y conoce Oporto, donde estuvo hace cuatro años, y es igual de feliz.

Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas vidas, y descubro, cuando voy a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven esas vidas. Es el error central de la imaginación literaria: suponer que los otros son nosotros y que deben sentir como nosotros. /Pero afortunadamente para la humanidad, cada hombre es solamente quien es, siéndole dado el genio, únicamente, el algunos otros más./

Todo, a fin de cuentas, se da en relación a aquello en que se da. Un pequeño incidente callejero, que llama a la puerta al cocinero de esta casa, le entretiene más que me entretiene a mí la contemplación de la idea más original, la lectura del mejor libro, el más grato de los sueños inútiles. Y si la vida es esencialmente monotonía, el hecho es que él se ha librado de la monotonía con más facilidad que yo. Y se escapa de la monotonía más fácilmente que yo. La verdad no está con él ni conmigo, porque no está con nadie; pero la felicidad está verdaderamente con él.

Sabio es quien monotoniza la existencia, puesto que entonces cada pequeño incidente tiene un privilegio de maravilla. El cazador de leones no tiene aventuras más allá del tercer león. Para mi cocinero monótono, una escena de bofetadas en la calle tiene siempre algo de apocalipsis modesto. Quien no ha salido nunca de Lisboa viaja al infinito en el tranvía cuando va a Bemfica y, si un día va a Cintra, siente que ha ido a Marte. El viajero que ha recorrido toda la Tierra, de cinco mil millas en adelante no encuentra novedades, porque sólo encuentra cosas nuevas; otra vez la novedad, la vejez de lo eterno nuevo, pero el concepto abstracto de novedad se quedó en el mar con la segunda de ellas.

Un hombre puede, si posee verdadera sabiduría, disfrutar del espectáculo completo del mundo en una silla, sin saber leer, sin hablar con nadie, sólo mediante el uso de los sentidos y el alma no saber estar triste.

Monotonizar la existencia, para que no sea monótona. Tornar anodino lo cotidiano, para que la más pequeña cosa sea una distracción. En medio de mi trabajo de todos los días, oscuro, igual e inútil, me surgen visiones de fuga, huellas soñadas de islas lejanas, fiestas en avenidas de parques de otras eras, otros paisajes, otros sentimientos, otro yo. Pero reconozco, entre dos asientos, que si tuviese todo eso, nada de eso sería mío. Más vale, en realidad, el patrón Vasques que los Reyes del Ensueño, más vale, en realidad, la calle de los Doradores que las grandes avenidas de los parques imposibles. Teniendo al patrón Vasques, puedo disfrutar del sueño de los Reyes del Ensueño; teniendo la oficina de la calle de los Doradores, puedo disfrutar de la visión interior de los paisajes que no existen. Pero si tuviese a los Reyes del Ensueño, ¿que me quedaría por soñar? Si tuviese los paisajes imposibles, ¿que me quedaría de imposible?

La monotonía, la igualdad sin brillo de los días iguales, la ninguna diferencia entre hoy y ayer -que esto me quede siempre, con el alma despierta para disfrutar de la mosca que me distrae, cuando pasa por casualidad ante mis ojos, de la carcajada que se levanta voluble desde la calle indeterminada, la vasta liberación de ser hora de cerrar la oficina, el descanso infinito de un día de fiesta.

Puedo imaginarlo todo, porque no soy nada. Si fuese algo, no podría imaginar. El ayudante de contabilidad puede soñarse emperador romano; el Rey de Inglaterra está privado de ser, en sueños, otro rey distinto del que es. Su realidad no le deja sentir.

jueves, 20 de marzo de 2008

¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani?

Sumergido en la observación de la naturaleza, me preparo para las metáforas del futuro. Estas deben estar lejos de ser pensadas, planificadas, organizadas, tienen que ser como el río en que me encontraba y que arrojó en la noche su dique con un estruendo horroroso “por pura fuerza”. Río y vida deben ser fuerza bruta . Sin lenguaje intermedio. La voluntad no debe ser empujada por el sentimiento enfermo, débil. En el fondo ningún dique es eterno.

Heinrich Von Kleist, escribió: “únicamente puedo sentirme satisfecho cuando estoy en compañía de mí mismo, pues solo entonces puedo ser sincero”.

Buscaba ser sincero , metafísicamente sincero, en rigor , ese trabajo es el mas doloroso , el pensador debe auto engullirse sistemáticamente. La embriaguez , lo dionisiaco surgió en las cuevas que recorrí donde decían vivían los brujos, los decapitados, los juzgados, los mágicos. Cada verdad hiere literalmente el estómago, soy despedido de la camaradería disfrazada de belleza (el gran y eterno esfuerzo humano) Hay que bucear en los valores acallados, buscar las causas del naufragio , por ende herir los mares de la quietud moral, vamos por el botín mas peligroso , la verdad mas alta.


El pensamiento alto, ríe, no juzga.

La literatura como parte del arte total no debe descansar totalmente en la experiencia fácil.

Comprender que la batalla no esta afuera y que el cambio de afectos es vital. Vivir el arte con el espejo de la experiencia es el acto de magia de circo mas seguro , es el mago que jamás será despedido pero es el menos imaginativo y el mas terrenal.

Pero tampoco todo es apriorismo, la imaginación voraz de un niño no alcanza, cita, viaja y lee desde su misma silla. En efecto, la primera poesía surge así, robando, viajando con el dedo (en su Atlas personal que esta rayado hasta el último rincón). África y el termómetro perfecto para engendrar una humanidad. Asia para desde las alturas Himalayas ver el sufrimiento y extinguirlo jamás comprenderlo y menos explicarlo. (Buda evitaba preguntas “filosóficas”) .Europa, para ver cuanto resiste “el sol”. América como el rostro matutino que miramos al espejo , el nuestro.

El mar en estos momentos frente a mí, es un manto, no importa su profundidad, sus coordenadas llegan a la vista en extensión, al igual que los hombres, mas que profundos , son extensos, en ellos no hay nada en que sumergirse, mas bien recorrer.

Caravanas de Mesías , revelaciones , castigos, mandamientos, reencarnaciones.

El hombre carga en su extensión con la nociva Historia que pudre el mar (la extensión del porvenir, lo único puro).

Hay que ir de isla en isla, de la enfermedad a la salud y luego el retorno nuevamente a otra enfermedad para la re- sensibilización.

La causas son nuestras casas, la quietud nuestro infierno.

La eras nos empequeñecen.

martes, 18 de marzo de 2008

Notas sobre Sören Kierkegaard

¿Qué tiene el corazón que deja de ser una víscera y se transforma en un galán simbólico? Un deseo, una voluntad, una pérdida de todo, que en la desesperación del abismo se encama con lo moral. Las categorías, “el pensar emocional”, siempre se ven obligados a encarnarse, desesperados porque ya el mundo interno no se sostiene.

Pienso en Sören Kierkegaard que esta sobre la moral y la razón, pero extrañamente sigue siendo rebaño. Hay en él un valor, reclama un Yo, pero al servicio de una angustia , de un estado supra racional. Encuentra un antídoto por su amor a los venenos.

En “Temor y Temblor” dice:

“Pero hay una cosa que me llena de pavor y me hace temblar hasta la médula, a saber: pensar que se pueda perder del todo la razón y con ella la finitud entera –cuyo agente de cambio es cabalmente la razón-, y que entonces en virtud del absurdo se recupere justamente esa misma finitud perdida. El hecho de que me espante tal pensamiento no significa que el fenómeno sea para mí de poca importancia y deleznable, al revés, lo considero el único prodigio”

Demanda una existencia, repele la exterioridad de la dialéctica hegeliana , ¿al servicio de que? Lo que menos quiere del humano que “existe” es su condición de artista, de autorrecreación, de ahí viene su querido "caballero de la fe" donde su cielo, su fin, es el absurdo, opuesta al "caballero de la resignación infinita", que desordena todo y que al hacerlo vive en la desesperación.

Reconocerse en el absurdo de los actos de fe es la virtud de Kierkegaard. Ataca la lógica de la moral idealista, lo que es doblemente peligroso cuando se es un asceta que vende interioridad cuando lo único que quiere es entregarse, apostarse a lo divino. El elegir existencial pero anclado.

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¿Qué es la “pasión”? ¿Un punto culmine? ¿Una inauguración? Si Kierkegaard le reprocha a Hegel de preocuparse por la humanidad pero no de “él". ¿Que esperamos en la preocupación cristiana?

Cuando venga nuestra propia Pasión ya no habrá nada que profetizar, llenos de vacío de lo que no se pudo decir.

¿Pero es posible que Dios mismo busque una síntesis?

Lo mas grande pensado, en este caso Dios, solo queda hoy como un relave gramatical. Es en este paso dónde aun actúa. Gramaticalmente sigue aún potente, intelectualmente agotado. Cualquier actuar lo desestabiliza. Cualquier participación lo cuestiona. En la predilección del monoteísmo judío se entona el error que oprime hasta la modernidad, si la Ilíada homérica era puro movimiento politeísta, contradicción, individuación, contingencia, en la eternidad de la hegemonía bíblica, lo universal e inmutable hizo de la participación y predilección el peor “error”, no como acto ya que se engloba en una intención de poder, sino de hacer esa moral una cima, una humanidad, un veneno.

¿No será el Je pense, donc je suis Cartesiano otro dios gramatical agotado?

miércoles, 12 de marzo de 2008

¿Que llevamos el gusto o los discos?




La maletita del Dj aficionado de antaño era parecida a la de un mago, de un vendedor de seguros, la música se “llevaba” a la fiesta (y habrá algunos que aun la sigan llevando). El efecto coleccionista , de propiedad musical era normal en un tiempo que pocos iban a invertir patrimonio en discos caros, exclusivos, hoy como todo o casi todo es gratis en música (gran paradoja del mercado ) la música no es necesaria llevarla ni comprarla , solamente es necesario llevar su propio gusto a las fiestas. Por ejemplo si no fuera por el Musicovery quizás antes nunca hubiese escuchado I’m like a bird de Nelly Furtado (una canción que me da una extraña alegría) o a K. t Tunstall con su adorable “Suddenly I see”. Uno ahora lleva su gusto, abierto, demacrado quizás, muy amante del pop y muy poco del rock. Llenarse de “portas cd” con música personal o de discos caros solo por la orientación coleccionista de tener el “arte”, es francamente un poco anticuada (las típicas caratulas de Yes, los discos llenos de pomposos artilugios art, etc.) , de hecho la gente coleccionista se vuelve mas que DJ, un anticuario. Ahora no hay que llevar nada a las “fiestas” solo “el gusto personal”, común, música comunista y sin propiedad privada , ahora uno lleva la mochila cargada de “gusto” que es mas pesado que cuando teníamos vinilos, cassetes y cd.
La banda ancha total es un sueño a medias por el momento, es el enterrador de los anticuarios, de los liberales de la propiedad privada de la música de la acumulación, de las grandes disquerías y también de las pequeñas, exclusivas y arrogantes que se llevaban con risa altanera y burlona nuestro dinero adolecente. Ahora la música es un Buffett para comer por un precio acordado y de preferencia gratuitamente, se come todo lo que quiere, nos reímos de los grandes abusadores del mercado musical, de los precios. Y ellos “los rockers y las disqueras” se ríen de nosotros excitándonos en sus cada vez más numerosos conciertos, donde recuperan su dinero. Ahora somos solo un gran gusto musical itinerante.

martes, 11 de marzo de 2008

Memento Mori

Cuanta gente gritaría de regocijo si el “alma” no fuese una palabra. “Desea”, “siente”, pero al final “dice”. Esa alma lenguajeada, confusa, fonética se grita a si misma: ¡Di mundo! Más aun ¡Di vida! Di SÍ.

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Vamos y venimos ,de la nada a la nada ¿Qué filósofo honesto preferiría una cicatriz estática como caudal vital en vez del río cinético de Heráclito? Que fluye, que cambia, que se contradice, que es herrero de sus propias paradojas brillantes.

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El enfrentamiento del arte clásico entre la mímesis y la poiésis son dos sugestiones , mas que dos funciones estéticas , dos impulsos , a ojos de Schopenhauer el arte de representación versus el arte de voluntad, la música .Hoy como todo, el arte se ha vuelto esclavo de la idea, el discurso hace de pincel. La ruptura como ilusión de progreso. No es tanto que se deshumanice sino que se vuelva un consuelo.

El gusto tiene que venir, tiene que llegar como un viajero exhausto, desinteresado, ¿no es eso una forma de gusto dieciochesca? Ahora que nos damos cuenta que no es necesario que el gusto llegue de algún lugar recóndito, solo nos conformamos con la ruptura y el compromiso, dos pinceles tiesos, abandonados y predecibles. ¿Por que no mandamos al arte de nuevo a ser tekne?, Sin sujetos, sin obras, que se lleven el consuelo de un mundo imaginario. Sólo Voluntad, estética. Vida con leyes musicales.

domingo, 9 de marzo de 2008

De La genealogía de la moral

...La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaria. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya de antemano, a un “fuera”, a un “otro”, a un “no-yo”; eso no es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores —este necesario dirigirse hacia fuera en un lugar de volverse hacia sí— forma parte precisamente del resentimiento: para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo, necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en absoluto actuar —su acción es, de raíz, reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo —su concepto negativo, lo “bajo”, “vulgar”, “malo”, es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto “¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!”. Cuando la manera noble de valorar se equivoca y peca contra la realidad, esto ocurre con relación a la esfera que no le es suficientemente conocida, más aún, a cuyo real conocimiento se opone con aspereza: no comprende a veces la esfera despreciada por ella, la esfera del hombre vulgar del pueblo bajo; por otro lado, téngase en cuenta que, en todo caso, el afecto del desprecio, del mirar de arriba abajo, de mirar con superioridad, aun presuponiendo que falsee la imagen de lo despreciado, no llegará ni de lejos a la falsificación con que el odio reprimido, la venganza del impotente atentarán contra su adversario —in effigie [en efigie], naturalmente. De hecho en el desprecio se mezclan demasiada negligencia, demasiada ligereza, demasiado apartamiento de la vista y demasiada impaciencia, e incluso demasiado júbilo en sí mismo, como para estar en condiciones de transformar su objeto en una auténtica caricatura y en su espantajo.
No se pasen por alto las nuances [matices] casi benévolas que, por ejemplo, la aristocracia griega pone en todas las palabras con que diferencia de sí al pueblo bajo; obsérvese cómo constantemente se mezcla en ellas, azucarándolas, una especie de lástima, de consideración, de indulgencia, hasta el punto de casi todas las palabras que convienen al hombre vulgar han terminado por quedar como expresiones para significar “infeliz”, “digno de lástima” (véase δειλος [miedoso], δειλαιος [cobarde], πονηρος [vil], µοχθηρος [mísero], las dos últimas caracterizan propiamente al hombre vulgar como esclavo del trabajo y animal de carga) —y cómo, por otro lado, “malo”, “infeliz”, no dejaron jamás de sonar al oído griego con un tono único, con un timbre en el que prepondera “infeliz”: y esto como herencia de la antigua manera de valorar más noble, aristocrática, la cual no reniega de sí misma ni siquiera en el desprecio (—a los filólogos recordémosles en qué sentido se usan οιζυρος [miserable], ανολβος [desgraciado], τληµων [resignado], δυςτυχειν [fracasar, tener mala suerte], ξυµϕορα [desdicha]). Los “bien nacidos” se sentían a sí mismos cabalmente como los “felices”; ellos tenían que construir su felicidad artificialmente y, a veces, persuadirse de ella, mentírsela, mediante una mirada dirigida a sus enemigos (como suelen hacer todos los hombres del resentimiento); y así mismo, por ser hombres íntegros repletos de fuerza y, en consecuencia, necesariamente activos, no sabían separar la actividad de la felicidad —en ellos aquélla formaba parte, por necesidad, de está (de aquí procede el ευπραττειν [obrar bien, ser feliz])— todo esto muy en contraposición con la felicidad al nivel de los impotentes, de los oprimidos, de los llagados por sentimientos venenosos y hostiles, en los cuales la felicidad aparece esencialmente como narcosis, aturdimiento, quietud, paz, “sábado”, distensión del ánimo y relajamiento de los miembros, esto es, dicho en una palabra, como algo pasivo. Mientras que el hombre noble vive con confianza y franqueza frente a sí mismo (γενναιος, “aristócrata de nacimiento”, subraya la nuance [matiz] “franco” y también sin duda “ingenuo”), el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de guardar, de empequeñecerse y humillarse transitoriamente. Una raza de tales hombres del resentimiento acabará necesariamente por ser más inteligente que cualquiera raza noble, venerará también la inteligencia en una medida del todo distinta: a saber, como la más importante condición de existencia, mientras que, entre hombres nobles, la inteligencia fácilmente tiene un delicado dejo de lujo y refinamiento: —en éstos precisamente no es la inteligencia ni mucho ni menos tan esencial como lo son la perfecta seguridad funcional de los instintos inconscientes reguladores o incluso una cierta falta de inteligencia, así por ejemplo el valeroso lanzarse a ciegas, bien sea al peligro, bien sea al enemigo, o aquella entusiasta subitaneidad en la cólera, el amor, el respeto, el agradecimiento y la venganza, en la cual se han reconocido en todos los tiempos las almas nobles. El mismo resentimiento del hombre noble, cuando en él aparece, se consuma y agota, en efecto, en una reacción inmediata y, por ello, no envenena: por otro lado, ni siquiera aparece en innumerables casos en los que resulta inevitable su aparición en todos los débiles e impotentes. No poder tomar mucho tiempo en serio los propios contratiempos, las propias fechorías —tal es el signo propio de naturalezas fuertes y plenas, en las cuales hay una sobreabundancia de fuerza plástica, remodeladora, regeneradora, fuerza que también hace olvidar (un buen ejemplo de esto en el mundo moderno es Mirabeau, que no tenía memoria para los insultos y para las villanías que se cometían con él, y que no podía perdonar por la única razón de que olvidaba). Un hombre así se sacude de un solo golpe muchos gusanos que en otros, en cambio, anidan subterráneamente; sólo aquí es también posible otra cosa, suponiendo que ella sea en absoluto posible en la tierra —el auténtico “amor a sus enemigos”. ¡Cuánto respeto por sus enemigos tiene un hombre noble! y ese respeto es ya un puente hacia el amor... ¡El hombre noble reclama para sí su enemigo como una distinción suya, no soporta, en efecto, ningún otro enemigo que aquel en el que no hay nada que despreciar y sí muchísimo que honrar! En cambio, imaginémonos “el enemigo” tal como lo concibe el hombre del resentimiento —y justo en ello reside su acción, su creación: ha concebido el “enemigo malvado”, “el malvado”, y ello como concepto básico, a partir del cual se imagina también, como imagen posterior y como antítesis, un “bueno” —¡él mismo!...

FRIEDRICH W. NIETZSCHE (1887)

miércoles, 5 de marzo de 2008

Meditaciones metafísicas de tarjeta Bip


Toda moral es histórica, temerosos e higiénicos tendemos a refrigerarla para evitar que se descomponga, que se vuelva carroña. El mundo quiere sobrevivir en el hielo puro de la “verdad”.

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Cualquier declaración, por finito que sea el hombre que la emprenda, sugiere una intención de poder. Aquí es irrelevante encontrar “la verdad”, de hecho lo olemos y reconociendo su absurdo, rechazamos temerosos que lo único aquí en cuestión es liberar nuestro poder, nuestro discurso…

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La incertidumbre es motor y angustia, hoy los Delfos están enterrados, no sabemos nada del destino, sin embargo ese ignorar el porvenir genera más vida que el espermio mismo. Hacemos de este motor angustiado una nueva biología .

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Hasta la ciencia en su correlato lógico se transformo en poder y providencia. La ciencia en su trasfondo de razón instrumental es una concesión de poder. Por primera vez en la historia se vio la honestidad en su cabal dimensión, ahora en un Edén Nihilista…o sea un Edén con sus portones invertidos.

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La matemática objeto de lujo de la metafísica, tanto así que era el pasaporte de la academia platónica, se obstina en tomar sol, fuera de la caverna espera al filósofo encandilado y en éxtasis, lo que en Pitágoras solo era función de “esoteria”, en Platón era un manantial, un respiro para llegar a la verdad, a las ideas. La paradoja: para llegar a lo divino hay que aprender a despedazarse en la Paideia de la guillotina filosófica.

domingo, 2 de marzo de 2008

Sustento


Apoyos serios para una crítica ontológica. Primer error ingenuo, asociar “idea” a “biografía”, casi un error de falta de “sintonía”. Segundo. Reconocer en todo el valor, prisionero del juicio y del valor. ¿En función de qué? Buscar sin apuros una respuesta honesta…. Los imperativos cojean.

La lógica asume “a priori” una contradicción (la básica: lo que es no puede no ser), ha creado un escenario meramente funcional. Una verdad. Supone entonces una especie de mundo, de reglas, Los metafísicos griegos desde Sócrates , tanto como resguardan la verdad también la “valoran”. La realidad , el ser, fue desplazado a punta de puro valor y poder , el ansia de verdad fue una añadidura, una armazón funcional, en última instancia “un lugar” un topus. La inmutabilidad puede ser un costo. Al final no se puede eludir que esto es solo lenguaje, la arquitectura de todo.