Sin no hay fin, si no hay una “teleología”, ¿para que actuar?, me refiero a fingir, si no hay un absoluto se flota, ahora el actuar de bueno, de bondadoso, es el engaño mas grande a un reconocimiento de “voluntad”. Actúo porque “puedo”, el “debo” o es artificial o es policial.
O lo que es más despreciable : ser hegemónico a costa de la bondad.
La invención de la policía tiene que ver con la invención del cielo, de la metafísica. El imperativo hipotético, del medio para lograr el fin, fue la primera manifestación gendarme de la historia.
Por su parte el hombre libre se asocia a su capacidad moral, “racional”, la rectitud del imperativo categórico fue el primer analgésico globalizante, de un mundo tímido, traumatizado, objetivo.
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Por lo menos el decálogo fue una forma honesta de imponer una voluntad, sentir a Dios honesto es sólo para temerle.
La lucha pagana tiene que ver con el poder no con el existir. Negar a los demás dioses es una forma de exaltarlos. La ontología es enemiga de la teología tal como el monoteísmo del mundo.
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Lo triste y peligroso del edificio Kantiano es que seduce casi exclusivamente por su belleza. Pero sin ánimo de juzgar: Todos los edificios son nada más que función y belleza.
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Un mandato es maquillado como una “llamada”, esa es la habilidad de la razón, la de transformar el foro interno en un desfile militar.
Un místico que aun cree en la belleza es un charlatán o a lo más un epiléptico. Se niega al mundo por cansancio, pero se hace trampa, quiere arrastrarse consigo ridículamente los sentidos, ¡las muletas del mundo!
Amar a la humanidad tanto como para llevarla en su integridad en nuestro cuerpo. Una humanidad cirujana, de entrañas.
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