domingo, 14 de enero de 2018

Diario



He pensado mucho en cómo pudimos pasar años, quizás décadas, indiferentes al hecho de que las langostas (o jaibas o cualquier crustáceo) se hervían vivas en nuestra olla y frente a esto suspendíamos cualquier mecanismo ético. Bueno, la historia no es otra cosa que la suspensión de ese mecanismo una y otra vez, como si fuera un interruptor de luz ética...

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Hay algo que indica que es hora de nacer. La señal que pone en marcha el parto, viene de la suficiente segregación de ciertas proteínas en los pulmones de los bebés. El pulmón, solo allí se decide la señal de maduración que se necesita para enfrentar el nacimiento.
“Señor de la respiración”, es este uno de los nombres de Dios entre los Tuaregs, una tribu nómade del Sahara.
El bebé "decide" nacer al mundo cuando ya se ha convertido en un pequeño dios, en el señor de su respiración...


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"Los hombres quieren que les escuchen. Es lo que les gusta más. Les gusta más que el dinero, que las mujeres, que comer y beber bien. Un hombre escuchado se convierte en un presuntuoso absolutamente feliz. Ahora bien: cuando los hombres se saben escuchados, se vuelven débiles..."
(Josep Pla. "El cuaderno gris")

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Jeanne Mercier era una crítica católica francesa, que a propósito del existencialismo dijo de este que olvidaba la sonrisa del niño.
Sartre recoge el guante y comienza su ensayo acerca de su filosofía respondiéndole. 
Pero ¿Se puede escribir honestamente pensando en la sonrisa de un niño?

jueves, 5 de octubre de 2017

Diario


El cristianismo de los haitianos, puro, musical, sin grandes aspavientos de proselitismo ni voluntad de verdad, tan típicos de los que conocemos acá. Ellos solo parecen predicar con su propia vida. "Puedes pagar por el agua, por la comida -me dijo un haitiano en la mañana- pero por el aire no, solo debes respirar...y ahí está dios". Los haitianos me recuerdan a los campesinos rusos del tiempo de Tolstoi, los mujik, que solo por el hecho de vivir como lo hacían, le enseñaron al escritor la respuesta existencial que no encontró ni en la literatura, ni en la gloria ni en el conocimiento, tormentos que casi lo llevan al suicidio. Así es justamente el desenlace de ese bello libro de Tolstoi llamado Confesión, donde el ruso da la vuelta al mundo cargando la angustia de su existencia, que ya era famosa, que ya tenía muchas comodidades y que ya había leído todo, sin embargo, ninguna de estas cosas parecía darle una justificación. Ese "solo debes respirar y ahí está dios", esa matinal metáfora aérea que me dio el haitiano, a Tolstoi le hubiese parecido maravillosa y de seguro la consideraría la única sabiduría posible para dar un verdadero sentido a la vida...

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En el matinal la historia de un matrominio que se sobrepone al cáncer de ella. Ahora sé que dios está de nuestro lado, dicen alegremente. La biopsia negativa. Con la misma gramática de las hadas la historia termina bien. La televisión matinal genera siempre catarsis positivas. Imagino que esto pasa principalmente por dar seguridad a los auspiciadores domésticos, que siempre deben ser publicitados con optimismo. ¿Quién quiere lavar los platos o colgar la ropa después de notar que la vida es absurda?
El cine por el contrario, es de esencia trágico. La historia real hubiese sido mostrar todo el camino de la lucha, breves mejorías, amor y luego el matrimonio. Por último el exámen final. Positivo. El esfuerzo se derrumba en el momento de mayor entusiasmo. El absurdo de Sísifo. Se acarrea la piedra sin ningun fin. Algunos lo soportan otros se desesperan.
Uno al final no sabe lo que es ético. Si celebrar con euforia cuando leemos la carta de nuestra propia absolución de la muerte, e ignorar las cartas que a esa misma hora se entregan a muchos otros para su patíbulo personal, o ver la vida tal como lo señalaba Pascal, como un inmenso grupo de hombres encadenados, siendo ahorcados, los unos a la vista de otros cada día por turnos.
La felicidad consiste en ignorar que existe ese grupo de encadenados y solo alegrarse en función de que hoy no es nuestro turno (esto no significa que la horca haya tomado un descanso) La otra opción, aceptar la verdadera condición humana en general (¿hay algo que celebrar si hoy me entregan la carta de absolución pero no a mi vecino?) y sin embargo, insistir en el pensar resignado de los estoicos.
¡No se puede elegir!, nuestro instinto lo hace por nosotros ¡Sálvate solo! te grita desde el interior.
Un árbol no puede tomar conciencia de su propia miseria. Nosostros sí,  incluso cuando lavamos los platos.
Eso es todo el secreto de la vida espiritual...

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"¡Qué mal nos sentimos entre las ruedas de la gran maquinaria del mundo actual, si no damos a nuestra existencia personal una consagración propia y noble!..."
(Jacob Burckhardt citado por Carl Seelig en "Paseos con Robert Walser")

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Los misántropos son cosmopolitas. Es decir, odian a todo el mundo por igual. Por esto mismo nunca hacen política. Hobbes no es estrictamente un misántropo, es un teórico que establece la violencia como inherente al hombre, tal como un zoólogo establece los rasgos del carácter de una especie, y de allí construye su política. Lord Byron a pesar de mostrar alguna inclinación social (más por espectáculo que por filantropía) es un misántropo y se refleja mejor en estas palabras: "He visto a la humanidad en diferentes países y en todos ellos la encuentro igual de despreciable". Un hombre así, lo último que querría hacer es política.

Al parecer por sanidad mental o por esperanza social, siempre interpretamos una maldad como un asunto estrictamente nacional. Nuestros empresarios son crueles, nuestros policías violentos, nuestros gobernantes ladrones y en definitiva nuestra ciudadanía que lo acepta todo, es tonta. Así, al evitar el juicio universal, nos encargamos de no reconocernos como misántropos y podemos solucionar el problema con una buena politica. Lo curioso es que si leemos las noticias del mundo, en cualquier parte el juicio negativo sobre sus propias policías, gobernantes, empresarios y ciudadadanos es el mismo. Si la maldad (o la estupidez) es universal, es imposible mejorarla con la política. De allí que el reaccionario (una especie de representante de la derecha filosófica) que la mayoría de las veces es misántropo, no quiera ni se interese por cambiar nada. Este es el caso de Cioran, de Flaubert, de Schopenhauer, de Bukowski y de tantos que han visto el mal no solo en su país.

Solo si creemos que los pecados son locales (y que en otros países hay virtuosos) podremos comenzar a mejorar. Por esto es que el chileno piensa que solo SU policía es sanguinaria, el mexicano que solo SU gobierno es ladrón, el español que solo SU empresariado es cruel, el argentino que solo SU televisión es tonta, el norteamericano que solo SU ciudadanía es egoísta, etc. Así quieren mejorar. Creen en la política localizando al mal en una zona. Cuando todo el mundo es estúpido y cruel, se sepulta de inmediato cualquier posibilidad política de mejorarlo...

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Según Samuel Johnson en Vida de los poetas,
Alexander Pope acusaba a sus enemigos literarios de pobreza, burlándose implacablemente de estos porque no comían bien.
¿Por qué hoy, en las cada vez más comunes peleas entre poetas, no se usan argumentos tan incontrarrestables como estos? Evidentemente se resolverían los debates de forma mucho más rápida...

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Ketmân: antigua costumbre persa que consiste en no decir nunca lo que se piensa, y solo decir, no sin un cierto orgullo oculto frente al poder que interpela, cualquier otra cosa que pueda servir para aplacar las discusiones o habladurías.

Parresía: En Grecia era la costumbre de hablarlo todo atrevidamente, sin inteligencia, ni frenos ni decoro, incluso llegando a poner en riesgo al propio hablante.

Dos formas de utilizar el lenguaje. El que evita y el que choca. Dos pueblos, Grecia y Persia. Ambos estuvieron enfrentados en una gran guerra. También en el habla...

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Todo el siglo XX fue una gran letanía literaria sobre el fracaso. "Yo hablo con la autoridad del fracaso. Hemingway con la autoridad del éxito. Ya no podremos sentarnos en la misma mesa", escribió F.S. Fitzgerald, sin saber que Hemingway terminaría años más tarde volándose los sesos de un escopetazo.

Segun el historiador Philippe Ariès, el sentimiento de fracaso que todos alguna vez llegamos a sentir en esta época, no se conocía en la primera edad media. El fracaso no sería patrimonio de una contracultura, que se siente discriminada por una sociedad exitosa, el fracaso es el sentimiento preponderante de TODA la sociedad contemporánea.
¿Qué tenía ese siervo medieval, sumido en la miseria absoluta, expuesto a pestes terribles, padeciendo políticas sanguinarias, que lo hacía inmune al fracaso?
No tenía el timón de su vida, que era reservado a las manos de dios y su plan providencial. Cuando dios, en el siglo XVIII, se aleja definitivamente del mundo (hubo muchas tentativas anteriores) y el hombre dichoso de su libertad toma el rumbo de su propia vida, no descubrió en esta acción otra cosa que vacío y fracaso.
Ningún pueblo intelectual vio este fenómeno tan claramente como los rusos. Dostoievski en una escena de Los demonios, cuenta la historia de un joven hijo de aristócratas, que abandona a su familia y se hace capitán de barco, así navega por mucho tiempo, hasta que un día vuelve y encuentra en los salones a los nobles riéndose de la religión con sus posturas nihilistas. De pronto se le invita a la charla. «¡Ánimo! Intervén también tú en esta docta disputa, da tu parecer sobre estas nuevas ideas». Él con una taza de té en las manos, responde espontáneamente :
"Pero, si Dios no existe, ¿cómo podré ser capitán?..."

La explicación del fracaso de la que hablaba Philippe Ariès, está explicada y contenida en la sencilla frase del capitán de Dostoievski. Y ojo que la profundidad del problema no radica en que el hombre, ahora sin dios, no pueda llegar a ser el capitán de la vida (el plan que deseaba Nietzsche) sino que el peso del problema se enfoca en que el hombre no encontró la manera de enfrentar ese terrible "cómo", y lo más dramático es que probablemente nunca lo haga.
Sentimos así, que la mesa de Fitzgerald está puesta y reservada para cada uno de nosotros...

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El comienzo de la La metamorfosis de Kafka dicen que angustia ("Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto")
Yo no puedo angustiarme por los hechos sobrenaturales (aunque debería) siempre lo leo más bien como una alegoría, una compleja metáfora, nada más. Lo que sí me angustia verdaderamente, es renunciar (por decaimiento) a cualquier cotidianidad diaria. Entre más natural el acto al que se renuncia, más tensión provoca en mí como lector. Dos ejemplos del caso:

“Cuando me despierto, tengo la boca abierta. Tengo los dientes pastosos; cepillármelos por la noche sería lo mejor, pero nunca me encuentro con ánimos para hacerlo...” (Emmanuel Bove. "Mis amigos" )

"Me di cuenta de que en esos dos años, con objeto de preservar algo... me había apartado de todas las cosas que acostumbraba amar, que cada acto de la vida, desde lavarse los dientes por la mañana hasta la cena con un amigo, se había convertido en un esfuerzo..."
(F. S. Fitzgerald "El crack up")

Despertar convertido en un insecto, es por supuesto mucho más llevadero que despertarse con un cuerpo aparentemente sano, y no tener energías ni siquiera para cepillarse los dientes...

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Los enamorados del tiempo siempre ignoran a los fenómenos que pasan por él.

Macedonio Fernández: "Uno no se enamora de una mujer, uno se enamora de una situación."

Jules Renard: "No hay amigos sino momentos de amistad."

“¿Qué es, pues, el tiempo?, escribe San Agustín en sus Confesiones- Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé."

El tiempo es ese escenario donde queremos juzgar o amar a las personas que pasan por él, siempre inútilmente. Porque al final de lo único que estamos cautivados, es del escenario mismo ...

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Temas recurrentes en la literatura del siglo XIX; sífilis, tuberculosis, absenta, las cartas, hoy todos proscritos.
Me causa una cierta fascinación la gente que compra cigarrillos sueltos. Pareciera que no hacen otra cosa en la vida que ser felices con un par de ellos. Hay gente que puede levantarse temprano, bajar cuatro pisos, caminar tres cuadras, solo para comprar unos cigarros sueltos y volver al punto inicial. Rutina que pueden repetir un par de veces más en el día.
Una ley antitabaco, ¿disminuirá al final los cuentos sobre cigarrillos?

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Hay gente que realmente no se enamora de sus habilidades, por ende, no usufructa del talento que tiene. Recuerdo una entrevista a Claudio Borghi, cuando le preguntaron por qué él no había llegado más alto en el fútbol, si muchos lo comparaban con Maradona. Él contestó que no le importaba tanto ganar (con la ambición que debería tener un jugador de élite) Algunas veces incluso, reconocía internamente que en vez de desear jugar una final, prefería ir a pescar solo al sur.
Recuerdo esta anécdota después de leer algo similar sobre Humphry Davy, considerado el fundador de la electroquímica, de él dijeron alguna vez que "si se viera obligado a optar entre la pesca y la ciencia se encontraría en un grave aprieto..."

¿Qué se debe hacer para ganar en las grandes cosas cuando solo se tienen deseos de ganar en las pequeñas?

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Nunca he ganado dinero, nunca ganaré, sin embargo, siempre he tenido un poco de plata en los bolsillos para gastar en un par de placeres que maten el aburrimiento diario. Llegará un momento que ya no tenga plata, consolará un poco el hecho de darme cuenta que tampoco existirán placeres. Sin duda, este tipo de vida influye en el pensamiento. Recuerdo la imagen de niño, cuando escuché por ahí que a los antiguos panaderos les pagaban a diario. Me fascinó su historia. Los panaderos parecían una raza distinta para mí, pronto a extinguirse. Nunca un sueldo acumulado, siempre la producción recompensada a goterones, como las abejas con su polen. El panadero antiguo debió percibir su cosmos de distinta manera, su unidad de sobrevivencia no dependía del mes como la del oficinista. Tal como el mapuche ve su vida en ciclos naturales y desconoce la historia en forma de  una flecha progresiva hacia un futuro como lo percibe el "huinca", el panadero necesariamente debió tener otra concepción del concepto de progreso. Excento de la acumulación de un salario mensual, vivía simplemente al día y con este sistema construía su opinión.

El hombre que no gana dinero construye la opinión de un hombre que no gana dinero, así de simple. No podrá nunca imaginarse, aunque juegue a hacerlo, como sería su opinión si dispusiera de grandes patrimonios. Por esto un hombre que no disponga de ninguna propiedad, no le costará mucho elaborar una teoría que luche por abolir ésta, y al contrario, un gran propietario no solo luchará por el libre acceso de la propiedad, sino que encontrará ridículo cualquier intento por abolirla.
La receta para la defensa social de la propiedad entonces pareciera ser simple, dar al pueblo la ilusión no solo de que posee algo (mediado con un crédito por el resto de su vida jovial) sino también que esta propiedad fue adquirida con esfuerzo e inventiva. El mérito, como en el cristianismo, es fundamental para el pensamiento burgués, tal como la herencia patrimonial sin esfuerzo y por sangre es escandalosa.
Una vez sumidos en esta ilusión, la opinión de propietario, tal como un brote en primavera, crecería sola...

Escribe Flaubert en "La educación sentimental":
"Es un derecho escrito en la naturaleza. Los niños defienden sus juguetes; todos los pueblos... todos los animales; el mismo león, si pudiera hablar, se declararía propietario. Así, a mí, señores, que he empezado con quince mil francos de capital, durante treinta años levantándome regularmente a las cuatro de la mañana; que he tenido dificultades de quinientos mil diablos para hacer mi fortuna, ¿me vendrían a sostener que no soy dueño, que mi dinero, que la propiedad, en fin, es un robo?... "

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El anarquista Piotr Kropotkin y Tolstoi, coinciden en el tiempo diario que un hombre debe trabajar para producir todo lo necesario en el bienestar de la sociedad: 4 horas diarias...

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Mi padre dice: "nunca pensé que en Chile existirían los cementerios de autos, como en las películas norteamericanas. El otro día vi uno."
El desarrollo capitalista de los países permite impulsar una nueva "cultura", la obsolescencia. Así también pasa con los libros. ¡Cuanto temor tenían los escritores antiguos por el destino del papel de sus obras! Es un asunto de sobredesarrollo.
"Si este libro es aburrido -escribe Stendhal en sus memorias- al cabo de dos años servirá para envolver la manteca en la tienda de ultramarinos". Heine también siente este terror. Sus elegantes pensamientos depositados en papel, podrían terminar envolviendo la mercancía de los yerbateros.
Me imagino que todo el que somete su pensamiento a ser impreso en un papel, sufre un poco el horror de pensar el destino de este en el futuro próximo. ¿Qué actividad vulgar lo usará como envoltura? ¿O servirá como combustible en una parrilla familiar?
El show de Kafka con sus manuscritos antes de morir, responde al máximo de estos horrores. Algunos terminaron en una bóveda de un banco Suizo, esperando su tasación millonaria. ¿Hubiese sido para él menos ofensivo que sus manuscritos envolvieran el pescado?

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A veces pienso que yo debería ser invitado a Roma, observar sus edificios, esculturas, obras de artes y luego describir, como Stendhal, todas mis impresiones sobre ellas para su publicación inmediata. Recibir pasajes, hospedaje y viáticos gratis, solo por el hecho de la necesidad cultural de mi registro. De pronto siento, sin dudarlo dos veces, que lo merezco todo. Luego deteniendo un poco mi ataque de orgullo, reconozco mi absoluta nulidad "¡Quién te crees que eres!" parece decir mi lado insignificante, que toma ahora todo el poder de mi interior y somete a mi orgullo a ser una simple mascota hambrienta. Por suerte, algo me libra de la total ridiculez, la toma de conciencia que esos ataques injustificados de orgullo, los tiene hasta el último vagabundo de la tierra.
En la mañana escuché un dirigente vecinal, viejo, cojo, demacrado y no muy querido por el barrio, cuando hablaba a un grupo que lo escuchaba (con el entusiasmo justo para no retirarse del lugar), y pude ver como sus ojos brillaban de orgullo al contar que la pequeña y abandonada cancha de fútbol del sector, tras los trámites que él mismo realizaba, podría llevar su nombre. Él iba a ser el emperador Tito y la canchita de fútbol su coliseo romano. ¡Ay el idiota orgullo humano!, el imperio al que todos contribuimos con nuestros obligados impuestos sentimentales…

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Al ver que ya han confirmado la lista definitiva de los músicos de Lollapalooza, y se ha dado por inaugurado también el desagradable folclor que se arma a su alrededor, pienso en la misma pregunta que se hacía el anarquista William Godwin en su libro "Investigación sobre la justicia política y su influencia en la moral y la felicidad", ¡ya en 1793! :

"¿Tenemos realmente necesidad de conciertos?..."

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Una emergencia en televisión. Se suicida una vendedora de Falabella en el Costanera. La sociedad contemporánea siempre se queda con la idea de que un suicidio es un fracaso social. De que podría haberse hecho algo. ¿Pero qué ? Convencer al suicida que la vida vale la pena vivirla. ¿Vale la pena realmente para todos?
Los griegos eran vitales, pero a su vez, la vida no tenía un gran peso para ellos. Incluso la proyección de la propia vida en boca de los otros (la inmortalidad) gozaba de mayor estima que la pura vida nuda, zoológica.
Séneca: un solo camino para nacer a la vida, infinidad para salir. La libertad, no está en una tierra lejana, ni en una abstracción racional, el camino de la libertad está más cercano aún, en nuestras propias venas. El esclavo para la mentalidad griega, era tal solo porque no tenía el valor para quitarse la vida. Y como Novalis lo dice (y Camus lo repite) no habría problema mas importante para la filosofía que el suicidio.
Una sociedad que quitase la desesperación al suicidio y le imprimiera la dignidad de un viaje voluntario, sin duda el mas importante, hacia la única libertad. Es esta la gran utopía estoica....


lunes, 17 de abril de 2017

Diario marzo

John Bulmer




Una de las cosas que más me alejan de cierta poesía es que los poetas usan palabras extrañas, poco familiares. Escribir como se habla ha sido la guía que impuso Celine y la única que puedo reconocer.
¿De qué sirve una palabra poco familiar? Como ornameto barroco quizás, o como un extraño movimiento corporal en una obra de danza contemporánea, pero en la escritura esto lo veo como un mecanismo de repudio al habla que nos sostiene cada día.
Narrar con palabras familiares hechos cotidianos y que sin embargo de esta cruza surja un mundo novedoso. Mi estilo favorito de literatura. Lo veo en Montaigne, Mario Levrero, Carver, hasta en el WhatsApp matutino del amigo inteligente. A todos les leo con devoción.
Escribe Lichtenberg en sus aforismos:
"¿Qué hay de malo en llamar cometas o los cometas, esto es, estrellas con cabellera en vez de estrellas en combustión o de vapor?... La corrección de una expresión no es lo único; también cuenta la familiaridad. El valor de una palabra depende, en cierto modo, de la relación entre corrección y familiaridad..."

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La idea de las mujeres de que el trabajo genera independencia, libertad y la posibilidad de una vida realizada viene de Simone de Beauvoir. Es por esto que la rebeldía feminista alegará contra todo, incluso sobre las desiguales condiciones salariales entre géneros, pero nunca alegará sobre el trabajo mismo. El trabajo para ellas no es esclavitud sino un vehículo hacia la felicidad. Por esto espiritualmente nunca triunfarán. Están a favor de la virtud del peor enemigo...


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El periodismo deportivo chileno es solo deportivo, de ahí radica su estrechez , el periodismo deportivo argentino es sin quererlo, y a veces con dosis altas de patetismo, un crisol de su sociedad. Por ejemplo, ademas de analizar un esquema de juego de una selección, el periodista argentino se hace otras preguntas ¿Qué es lo que importa mas en el fútbol? La escuela de ganar o ganar, esto incluye métodos incluso fuera de lo deportivo, que hizo famoso Bilardo, y que hoy está en crisis, frente a una idea de juego y de un funcionamiento deportivo que siempre trae detrás belleza, pero no necesariamente resultados. Bielsa es el fútbol de la belleza y la ofensiva. Aún así, si se leen las estadísticas para muchos argentinos este es un fracaso. Estas preguntas, sí se observan bien, caben en cualquier circunstancia de la vida y ya se las podía ver en las teorías de Maquiavelo.
El gran, irresoluble, y quizás el único dilema del fútbol , (y de la vida) es ¿Por qué no gana siempre la belleza? ¿Como un hincha o cualquier persona puede sentir satisfacción de una victoria sin belleza?


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Hay un común denominador en el programa espías del amor, ese que busca impostores que seducen por las redes con engaños (un catfish chileno) Este mínimo común es la fealdad. Siempre el mas pobre estéticamente finge una máscara bella para seducir a la pareja de medidas perfectas.
En el matinal los panelistas coinciden en que son descarados.
Pienso que este último es un juicio muy medieval. Me recuerda ese rumor, que adquiría carácter teológico, y que echo a correr la iglesia en ese periodo histórico. Este decía que el campesino, obra de un orden divino, debía contentarse y agradecer su austera posición social a dios y aceptar que las "castas" mas altas también se inscribían en ese mismo orden, generando un todo armonioso con la providencia.
 El feo que desea una mujer hermosa, es el nuevo campesino medieval que debe ser convencido de que su posición estética es digna en el armonioso orden de la naturaleza. Si después de esta concientización aún la desea, es que no ha entendido el proposito divino, que siempre es espiritual. Debe ver a los otros hombres agraciados mientras se deleitan con las mujeres mas bellas, tal como el campesino medieval veía los banquetes de palacio, con una fuerte convicción religiosa de que el mundo debe ser así.
Cuando un feo se rebela y quiere poseer a la doncella mas bella, no es que sea descarado, está haciendo su propia toma de la bastilla estética. Una nueva revolución que exige la abolición inmediata de castas. El medio por el cual lo consiga siempre estará justificado...


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Nunca he tenido una mascota. Ni un perro ni un gato ni siquiera un canario. Cuando lo pienso siento que es un acto verdaderamente extraño para esta época. Incluso es mas excéntrico hoy no haber tenido nunca una mascota, que no haber tenido hijos, cosa que se vuelve cada vez mas usual.
Camus decía que el hombre siempre desea que no lo juzguen, de ahí su amor a los animales o a la novia ciega.
Hoy encontré una idea más bella al respecto en un libro que estoy hojeando, es de un escritor holandés llamado Rudy Kousbroek, que en su libro "El secreto del pasado" expone:
"Tener una mascota es, en el fondo, un desafío a la creación, un reto a un universo gobernado por biólogos doctrinarios y por la indiferencia. Tener un animal doméstico tiene algo de un intento por redimir por lo menos a una criatura, un esfuerzo por brindar, aunque sea a un solo ser una vida sin tristeza. ¡Que haya el menos una forma de vida que lo tenga todo regalado y sea mimada como si fuera lo más natural, que por fin un ser inocente pueda vivir toda una vida con la ilusión de que en el mundo no existe la malignidad!
¿De dónde viene ese afán? En realidad, es la manera en que quisiéramos que Dios nos tratara a nosotros: con amor, sin hostigarnos. Después de todo, los animales también se encuentran indefensos, a nuestra merced; es como si quisiéramos demostrar que esto es posible sin cometer abuso. Pero lamentablemente la prueba falla: si bien es cierto que disponemos de arbitrio, carecemos de poder, y esta circunstancia nos es recordada sin piedad cuando algo sale mal..."
Yo nunca he tenido la opción de ser ese dios benevolente de las mascotas, ni siquiera por el corto plazo que va desde pasearlo del collar por el parque, hasta la hora de su comida y arrullo.
Abandono a todo ser viviente a su dolor inevitable. Esta es la manera más genuina de ser dios. Participando de la absoluta indiferencia universal...


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Escucho una confesión muy curiosa y que me deja pensativo. En un grupo de hombres con los que me encontraba, un tipo, de aproximadamente treinta años, dice: "Yo nunca he tenido una mina rica". De inmediato me acuerdo de un amigo que hace años atrás me dijo acerca de todos los lugares donde había trabajado: "Yo nunca he ganado plata"
Lo primero que pienso con semejante declaración, es que llega una edad donde la honestidad (incluso para volver mas entretenida una conversación) supera cualquier atisbo de narcisismo. Una confesión así sería impensable a los veinte años.
Lo segundo. Todos los hombres entendieron lo que dijo de inmediato. Ninguno salió a subjetivizar la belleza ni buscar razones espirituales a los romances para consolarlo. Para todos fue tan claro como si le dijeran "tengo colon irritable". No es que el tipo no haya tenido mujeres (a lo mejor puede haber tenido algunas) lo que él señalaba simplemente es que nunca había tenido una mina rica. El discurso fue tan claro como la declaración del sueldo de mi amigo. Para el hombre no hay dobles lecturas. Por supuesto que una mujer al escuchar esto se indignaría. Primero porque para ella la belleza es subjetiva (por lo menos mientras su discurso sea oficial y no esté peleada con otra mujer, porque allí la belleza automáticamente se objetiviza como arma de defensa) Segundo porque el asunto principal del amor no es la belleza, así pura y dura. Alguien no tan bella para ellas, puede tener tal encanto interior que suple cualquier falencia física.
El grupo de hombres no hizo ninguna doble lectura y entendió de inmediato.
Me acuerdo de la máxima "La belleza es subjetiva, lo que para tí es bello en una tribu de áfrica es horrible y viceversa". Paradójicamente esta misma declaración confirma lo que quiere refutar. Por ejemplo para los indígenas woodabe del África subsahariana, la belleza existe y es tan objetiva que les hace pensar y declarar con orgullo que ellos, los hombres de su tribu, son los mas hermosos del mundo. (Herzog hizo un inolvidable documental sobre ellos)
Lo misterioso de todo es porqué pasó esto. Pienso lo mismo que pensé para mi amigo del eterno sueldo bajo. Quizás una situación de economía psíquica, suerte, habilidad, poder, incluso mal destino. Lo claro es que uno no ganó nunca plata y mas claro aún ya nunca va a ganar, y otro nunca tuvo una mina rica y lamentablemente ya nunca podrá tenerla. Si hubiese que agregarle misterios al universo, claramente estos dos cabrían de inmediato.
Existen claros parámetros en cada tribu de que es la belleza. Nuestra tribu es global y salvo pequeños matices en este asunto, al igual que los woodabe, (aunque nos esforcemos por ser inclusivos) no tenemos dos opiniones. La belleza existe y solo es para algunos.
"No he tenido nunca una mina rica". Así debería comenzar un estudio etnográfico de campo de una tribu de occidente. Un estudio sobre los exiliados de la belleza y sus alcances sociales y morales...


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Ahora Titanic en Fox.
Fijándome bien, la película no es la dama y el vagabundo en versión marítima. Ella, cansada de los rigores de la aristocracia, no se enamora de él porque es pobre. Jack no es un pobre, Jack es un artista "circunstancialmente pobre".
Es el reflejo del artista moderno, que exiliado de las cortes y el mecenazgo de sus antecesores renacentistas, se ve obligado a comer solo legumbres, como los impresionistas.
Llega un momento en la historia en que la aristocracia no se sostiene y no puede seguir manteniendo a los artistas. Entonces estos o se vuelven vagabundos, se suicidan o comienzan amamantarse de nuevas ubres. El Estado de Bienestar o la empresa privada por ejemplo.
Jack es el artista que aún vive en ese miserable y abandonado relevo entre dos mecenazgos.
Los pobres son otra cosa. No lo que representa Jack Dawson. El artista quiere también ser un aristócrata, solo que ha perdido momentáneamente el boleto de ingreso a los linajes y espera reemplazarlo con sus óperas sentimentales. Muy pocos lo consiguen...

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“Escribir veinte líneas por día, geniales o no...”
(Stendhal. "Diarios")


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Ayer se viralizó una presentación en power point de la senadora Jacqueline van Rysselberghe con una falta de ortografía (específicamente con la palabra "concenso" sic), que dio pie de inmediato a un bullyng en las redes sociales. El bullyng era diverso, el más superficial destacaba que la derecha era ignorante (como si el chileno pudiese escribir esa misma palabra sin ningún problema, esa y otras más fáciles) el segundo tipo de bullyng era más razonable, decía que los políticos cobraban sueldos muy altos por asesorías pero que estas nunca funcionaban (todos sabemos que estas presentaciones no las hacen ellos sino una siempre ataviada y joven periodista)
Pero lo más curioso fue darme cuenta que en el sitio de Facebook de la denuncia había comentarios muy iracundos, ¡pero estos mismos con nuevas y evidentes faltas de ortografía! Esto es lo tremendo. Voy a hacer bullyng a alguien por sus faltas de ortografía, ¡pero no tengo el menor cuidado ni temor de que mi propia denuncia y burla esté lleno también de estas!
Flaubert sobre la ortografía: "No es necesaria cuando se tiene un buen estilo. Creer en ella como en las matemáticas"
¿Y Cervantes? Segun su editor actual era ortográficamente terrible, tanto que se alivia que los lectores de hoy nunca leamos sus manuscritos originales.
Yo siempre cometo horribles faltas de ortografía, no tan sistemáticas, pero si bien notables. Y también siempre hay un alma caritativa que me corrige por mí bien. La ortografía es la corbata del lenguaje. Y la vida un banco al cual uno le pide con urgencia un préstamo y que exige corbata.
Imagino el mundo de la ortografía como esas viejas y horribles bibliotecas donde no te dejaban ni siquiera estornudar. La neurótica rúbrica de un pueblo analfabeto para juzgar quien es inteligente y quien no, pero sin saber qué sentido tiene esa rúbrica.
Los principios que rigen la ortografía son siempre vacilantes, muchas veces el cerebro tiene un piloto automático. En general los que leen harto gozan de una correcta ortografía, pero a su vez cuando cometen un error lo cometen en grande. Es el cerebro que cansado del horrendo y tiránico orden, ha decidido doblar a su disposición. Apuesta despreocupado por la sensual curva de la C cuando debería haber puesto la severidad de la S. Imagino un mundo que atesore el error porque ahí se conservará el último indicio humano.
Sobre este tema siempre recuerdo la carta que Roberto Arlt le envío a su hija cuando esta reprobó un examen académico:
"Querida Mirtita:
Recibi tu carta. No es para tanto un aplazo. Parti del principio que nosotros los Arltt nunca hemos sido fuertes en gramatica y ortografia. Yo todavia no se a cienci cierta que diferencia exciste entre un verbo y un adverbio. En cuanto a ortografia no necesito darte referencias. En cuanto al viejo de mierda ese, paciencia. Volve a dar exsamen…
Estudia otra ves y listo". [sic]


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De todos los tipos de sensaciones dolorosas, el sufrimiento deportivo debe ser uno de los mas extraños. Esta ahí. Amanece y te incumbe un resultado competitivo que ni siquiera es de tu responsabilidad, ni tampoco consecuencia de ninguno de tus actos directos. Es un grado alto de vivir la representación, tanto que muchos no lo comprenden. Estos son los que creen que uno padece y se responsabiliza solo de lo que puede estar a la mano. Me recuerda el "Zuhandenheit" de Heidegger. El futbol es lo contrario de estar a la mano.
La pasión, (tristeza o alegría) de un resultado de fútbol, es algo que percibo como mío, sin embargo no depende de mi obrar. No es la misma representatividad, por ejemplo, que puede brindar un ejército protegiendo a un pueblo de una invasión externa, aquí el beneficio para el representado es evidente, soberanía, libertad, etc. La representatividad del fútbol es algo incomprensible, porque no reporta ningún beneficio explícito. Cuando Borges se indigna al escuchar que Argentina le gana a Holanda y corrige, "once hombres casualmente de nacionalidad Argentina le ganaron un partido a once hombres casualmente de nacionalidad holandesa", prueba que no todos pueden conprender un triunfo personal que no dependa a su vez de la propia persona. Es difícil . Pero tampoco creo que un triunfo de algo a la mano, como escribir Pierre Menard, incumba mucho al proceso mental del sistema que guió a esa mano.
Escribe Roland Barthes en "El deporte y los hombres":
"El deporte es todo el trayecto que separa un combate de un motín. Llueve sobre Inglaterra y, sin embargo, toda se ha echado a la calle. ¿Por qué? Porque hay futbol en Wembley. En ciertas épocas, en ciertas sociedades, el teatro tuvo una gran función social: reunía a toda la ciudad en una experiencia común, que era el conocimiento de sus pasiones. Hoy esta función la cumple, a su manera, el deporte. Pero hoy la ciudad ha crecido: ya no es una ciudad, es un país, y muchas veces, por decirlo así, el mundo entero: el deporte es una gran institución moderna metida en el molde ancestral del espectáculo...
Conviene recordar en primer lugar que todo lo que sucede al jugador también sucede al espectador. En el deporte el hombre vive el combate fatal de la vida. A veces quiere decirle otras cosas, pero el deporte sirve, en última instancia, para expresar el contrato humano"


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El otro día en un sitio de Facebook, esos de orgullo solteril, del tipo "vivo más feliz sin hijos", me sorprendí de la cantidad de jóvenes que sueñan con la operación de vasectomia. Muchos, los que ya se la han hecho, repiten sus ventajas y de como esta les cambió la vida. Algo que no me cuadra, por evidentes razones sanitarias, el éxito y el goce de la vasectomía debe ir asociada necesariamente a la monogamia, en cualquier otro caso de promiscuidad, la vasectomia sólo te permitiría convertirte en un lujo infértil pero también en un kamikaze venéreo.
Un "vasectomologado" usando preservativos es tan absurdo como una iglesia con pararrayos.
¡Cómo puede cambiarte la vida una operación que subyuga sus ventajas solo a la monogamia!
Lévi-Strauss, (en un artículo titulado "La familia" que aparece en el compilado de antropología "Hombre, cultura y sociedad") nos dice que en muchas tribus primitivas el soltero está en la misma categoría que el huérfano y a menudo su condición se lo asocia a un insulto, "es como la mitad de un hombre" o calza en "la categoría que engloba a lisiados y brujos, como si sus condiciones fueran el resultado de algún tipo de maldición sobrenatural".
Todos los hombres sin hijos somos una especie de brujos, de insultos naturales, o cualquier otra cosa que riñe con la tribu. Pero siempre alejado de la sensación paradisiaca que promete la vasectomía.

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Mi carnet venció en octubre del año pasado y no he dado señales de regularizar mi identidad. Y sigo vivo. Simple. Cuando la sociedad te lo pida vas a tener que hacer el trámite, pero pasa el tiempo y la sociedad no me requiere, y, linda coincidencia, al parecer el sentimiento es mutuo. El conde Tolstoi se regocijaba de tonteras así, yo también quiero hacerlo. Ser un mujik, мужик. Un campesino expropiado. El intelecto más indolente de la comarca...

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Me encuentro con X, al igual que con Y ambos me han borrado de amigo en Facebook. Curiosamente nos saludamos muy amablemente, casi con regocijo. Noto que la amistad o por lo menos la camaradería, no es sinónimo de presencia continua y apego, de estar todo el día contándonos o lamentándonos de cosas en conjunto. Esto es solo cosa de las redes sociales.
"No hay amigos: hay momentos de amistad", dice el aún mas radical Jules Renard. Probablemente las amistades o las simpatías son un estado de ánimo cada vez mas intermitente. Cualquier atisbo de regularidad y rutina en este sentimiento va generando un aburrimiento, una separación. A los amigos hay que verlos de vez en cuando, concluyen Paul Auster y Coetzee en sus cartas. Todo lo contrario de las relaciones de Facebook que mas que un lazo de amistad, se parecen a esos remeros que pasaban todos los días juntos en las galeras, codo a codo, compartiendo el remar sin descanso, con sus dolores, cansancios y miserias.
Cuando alguien te borra de Facebook, quizás simplemente te está diciendo: "No pretendo estar a tu lado remando eternamente en esta oscura galera, ni menos escuchando constantemente la bitácora sentimental de alguien, pero sí podemos tomarnos (muy) de vez en cuando algún café en un puerto o algo mejor aún, saludarnos al pasar sin siquiera tener la necesidad de detenernos."
Esta constante bitácora del solitario que es Facebook (y que es lo contrario a la amistad) me recuerda lo que Ignacio Vidal Foch escribe en sus diarios "Lo que cuenta es la ilusión".
“Rocío, una amiga de Isabel, que me había llamado para pedirme no sé qué, cuando ya hemos entrado en conversación y se siente más en confianza, me confiesa que le daba miedo llamarme, que le asustaba hablar conmigo. Esto hace sonar en mí una nota de confusión y de pena: a saber qué alarde de misantropía, qué coqueterías de solitario, qué bufidos de Minotauro no habré resoplado durante estos años para que de vez en cuando e incluso con cierta frecuencia alguien me confiese temores parecidos”.


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Por años he escuchado innumerables quejas de amigos y conocidos, que alegaban que cuando iban de la mano de la novia de turno (o la definitiva en el caso de algunos excéntricos monógamos) era cuando mas los miraban las otras mujeres por la calle. Una vez en soledad el filtreo bajaba ostensiblemente.
Darwin perfeccionó las teorías biológicas y nos enseñó entre muchas cosas sobre un fenómeno curioso y atractivo relacionado con la angustia de mis amigos, la "selección intrasexual", que en palabras simples es la competencia entre los miembros de un mismo sexo para aparearse con el sexo opuesto.
Puede que toda esa inflación de miradas al sexo que está comprometido, no sea otra cosa que una competencia genética, una selección intrasexual.
Pero muchas veces sucede lo contrario. La mujer que va de la mano con otro hombre te mira y muy profundamente. Este arriesgado deporte, que ayer practiqué por casualidad, no solo es abordado por Darwin sino también por la literatura de Milan Kundera que escribe en "La identidad":
"Por mucho que él le dijera que la quiere y la encuentra guapa, su mirada de enamorado no le serviría de consuelo. Porque la mirada del amor es la mirada del aislamiento... No, lo que ella necesita no es la mirada del amor, sino un aluvión de miradas indiscriminadas, desconocidas, groseras, concupiscentes, que se detengan fatal e inevitablemente sobre ella sin simpatía, sin ternura ni cortesía. Esas miradas la mantienen en la sociedad de los humanos. La mirada del amor la arrebata de ella."
Este tema es tan apasionante como peligroso, nos dice que el mundo de los solteros, que intentan todos los días seducirse con todo derecho, no sería necesariamente el más atractivo. Hay muchos tipos de luchas sexuales de las que nadie está inhabilitado, ni siquiera la mujer más comprometida del mundo.
"Nadie pertenece a nadie" intenta reglamentar el nuevo progresismo amoroso, que desconoce lo biológico en el filtreo e intenta explicarlo con el lejano recurso de un contrato racional y ético. Sin embargo, la "selección intrasexual", una pertenencia sutil pero de alto rango, debió actuar inconscientemente en los genes del novio, que fijó su mirada propietaria en la mía para que no la desviara en ningún momento hacia la de su pareja.
¿Cuántas batallas similares deben lidiarse descarnadamente cada día?
¿Qué poder tienen los humildes contratos sociales frente al empuje milenario de la vida?


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En sus conversaciones con Eckermann, Goethe habla acerca de la poesía moderna: "La cosa es muy sencilla. Para escribir en prosa hay que tener algo que decir. Pero puede no tenerse nada que decir y hacer versos y rimas, porque en ellos una palabra arrastra otra, y al cabo resulta una cosa que ciertamente no es nada, pero tiene apariencia de ser algo"
Hoy casi ni leo poesía. A pesar que lo primero que leí y escribí fueron poemas. No me impacta, no me dice nada como el mas puro arte abstracto. Prefiero mil veces una descripción detallada y realista de la cotidianidad humana, a un verso grandilocuente que siempre pretende, no sé con que armas, descifrar un enigma universal. Siempre el que quiere descifrar los enigmas universales sin reflexión, solo con la fuerza de un arado lingüístico aparentemente complejo y "bello", no hace otra cosa que mostrar una especie de evangelio disfrazado (en algunos casos celibato obligado)
Casi siempre siento con la poesía lo mismo de Goethe, que los que escriben versos no siempre tienen algo que decir, que los versos mismos son el resultado de una cabeza en que no necesariamente ocurren cosas para decirlas. ¿Entonces como pueden aparentar decir? Con la misma arma de siempre. Tensando el lenguaje, haciéndolo excéntrico, emborrachandonos de metáforas, superponiendo una imagen tras otra como el consecutivo visionado fotográfico de una boda, donde ninguna foto puede quedar fuera.
Otra cosa que me inquieta de los poetas es la autoconciencia de ser una especie de elegidos. Antiguo vicio quizás tomado de los mas locos alemanes. Los poetas, incluso los mas ingenuos y toscos, hoy sienten que son los verdaderos filósofos, los sanos, los que no sucumbieron al hospital de la reflexión. El camino a la "verdad" lo encuentran siempre por algún atajo colegial. No es casual que esto traiga consigo, en la conversacion cotidiana, una especie de juvenil mesianismo, disimulado siempre con una humildad muy estudiada. Los pesimismos poéticos son los peores.
Hay, por supuesto, muchos poetas que igual que Philip Larkin, Frank O'Hara, Bukowski, Bolaño, Carver, Teillier, ¡Bertoni!, etc., no han ambicionado otra cosa que embellecer la cotidianidad, ser neones llamativos que iluminan las calles de vuelta de la noche de juerga. No pretenden ser nuevos Empedocles haciendo performance divinos en los cráteres de la existencia y si lo hacen como Bertoni, (al único que puedo soportar teólogo), es porque sabe adornar la nada con garabatos y la mística con calcetines.
Me recuerda esto con mucha gracia, la opinión que escribe Iñaki Uriarte en sus diarios contra los poetas (quizás mucho mas chistosa y resumida que la de Zambra o Gombrowicz)
y con la que coincido plenamente:
"Leo una entrevista con José Angel Valente en El País, que le dedica la portada y un gran artículo interior. Se titula: «Mi lema es nadar contra corriente». Misterios de la hidrodinámica.
Esa costumbre de colocar a la poesía por encima de todos los géneros y aún en la cúspide de la actividad espiritual...¿A qué se refieren? ¿Quiénes son esos a los que llaman
«guardianes de las palabras de la tribu», «legisladores ocultos de la sociedad», etc.?
¿Valente?
Si repasara las cosas que dicen sobre la poesía gente como Paz, Valente y tantos otros, ¡qué cantidad de exageraciones y de tonterías sin sentido!
Valente farda de místico. Dice que una vez se le apareció el demonio en Silos. «Una noche sentí la presencia del demonio en mi habitación. Lo vi de perfil y era como un animal extraño, que defecó en mi habitación. La habitación se llenó de un olor malísimo y pestilente.» «¿Vio los excrementos al día siguiente?», le pregunta con agudeza el entrevistador. «No. Me quedé rendido después de esta tensión visionaria, pero al alba no había nada. Entró la luz, y la luz —ya se sabe— deshace los monstruos.»..."
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Voy a morir con la convicción de que trabajar tantas horas como lo demanda la jornada laboral moderna, es una soberana estupidez que se acomete al espíritu humano. Esto no impide que, en un ataque de responsabilidad, nombre a esta actividad como "necesaria". Como si la palabra "necesidad" fuese sacrosanta y perdonable, y no una condena como efectivamente lo es.
Nunca he dejado de sentir esa sensación de estupidez que rodea todo acto humano. Y me dio mucha alegría leer esa declaración de Flaubert muy en sintonía con lo anterior, que dice:
“Lo que me impide tomarme en serio, aunque yo sea de carácter más bien circunspecto, es que me siento ridículo, no con esa ridiculez relativa de la comicidad teatral, sino con la ridiculez intrínseca de la misma vida humana, y que se desprende de la acción más simple o del gesto más común. Nunca, por ejemplo, dejo de reírme cuando me afeito, pues me parece un acto completamente estúpido. Todo esto es muy difícil de explicar...”


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En sus diarios Alfonso Calderon recoge la opinión de Joaquín Edwards Bello sobre Viña del Mar:
"Es la Pepiniere [criadero] de los siúticos. Y una falsa Versalles de la gloire et de la merde. Lo único refinado de ese lugar es el azúcar. Apenas se deja atrás Caleta Abarca, los malos olores, lo mefítico de Viña se esfuma. Y es porque ya se anuncia el olor de los almacenes, de los barcos, de los trenes, que revelan el valor del trabajo. Valparaíso es la patria de la decencia, del empeño comercial y de la palabra del varón de empresa. No había que sellar los pactos en las notarías, sino con la mano, de caballeros de verdad. Ingleses, italianos, alemanes, franceses. Por el otro lado de Viña, solo comienza a perder su carácter de cloaca en cuanto se asoma Chorrillos, y luego las ciudades de los inmigrantes dignos sin relieves ni farsas. Quilpué, El Belloto, Villa Alemana, Limache, La Cruz, Quillota. Yo soñaba con tener una ametralladora, en el ‘expreso’ y ‘liquidar’ a Viña, luego de comer dulces de La Ligua, comprados a las ‘palomitas’. En Viña mataron el futuro de Teresita Wilms Montt. Una vez que se llega a Viña se pierde la inocencia. Es el nido de las víboras..."
Viví como diez años entre Valparaíso y Viña del Mar y siempre intenté, desde la vereda del "santiagoísmo", comprender que diferenciaba y rivalizaba entre ambas ciudades. Al contrario del entusiasmo santiaguino por lo exótico, por la historia, por los amores marinos, por la literatura y el folklore que engendran los puertos, no se porque yo siempre preferí Viña del Mar. Incluso hice una investigación (lamentablemente muy académica) sobre el origen de la ciudad que al principio no tenía nada que ver con un balneario. En sus orígenes, el borde costero de Viña del Mar estaba reservado exclusivamente para las industrias y la basura. De ahí el mal olor que relata Edwards Bello, así este se mezclaba con el afán de siutiquería de los nuevos adinerados de Valparaíso, que se construían sus segundas casas en la nueva ciudad de Viña. Solo con la irrupción del concepto de "Estado de bienestar" en la década del cuarenta, Viña inventó la playa, instaló parques, incluso construyó un casino. Curiosamente el mal olor, la basura y la desconfianza se trasladarían a Valparaíso.
Valparaíso siempre estará influenciando psicológicamente por el mar. Viña del Mar originalmente ajeno a este, tanto que su primera organización siempre le dio la espalda, tuvo que inventar la playa. Es es juego de "invento" que inevitablemente tenía Viña, y no de sometimiento geográfico y cultural que tiene una bahía como Valparaíso, es lo que siempre me gustó tanto de ese hermoso criadero de siúticos que es Viña del Mar.
Es, en definitiva, el mar que inventa una ciudad (y también hombres) enfrentada por una ciudad que inventa el mar. Fui feliz en Viña porque en ese tiempo yo mismo era también un invento...


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"Antes de la guerra mi tío decidió ingresar en la universidad y hacerse filósofo. Una decisión más que natural en una persona carente de un objetivo concreto en la vida. Toda la gente con una percepción confusa y nebulosa de la vida sueña con dedicarse a la filosofía..."
(Serguei Dovlatov. "Los nuestros")

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El deseo, mentiroso e insolente, de querer escribir como Joaquín Edward Bello pero pobre, sin herencia que apostar en los caballos, sin gustos refinados ni genealogía, sin Paris, porque antiguamente los escritores nobles se quejaban de la bancarrota pero a la primera jaqueca huían para aliviarla a Europa. (Yo podría huir a la Serena hoy, que el pasaje en avión está a 3500 pesos y una vez allá fingir algún dandismo)
Ser un cronista sin cronos, un amante sin eros, una inteligencia rústica e infrecuente.
Conservar la tradición honorífica de Edward Bello. El presidente de todos nosotros, los inútiles de la familia.

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Camino de Matucana a Plaza italia como en los viejos tiempos. Esta vez miro muy poco a la gente. Al hombre lo miro cuando va a hacer alguna estupidez, a la mujer bella con un grado muy sutil de coquetería, siempre esperando ese cruel retorno que raramente llega. Esta vez nada. No interesan. Dicen que nacemos cuando por primera vez nos vemos con ojos inteligentes. Es una fecha extraña esa, quizás cuando descubrimos que lo que uno lleva en su interior es mas interesante que las cosas que pasan en el exterior. No hay mundo objetivo, sino procesamiento intelectual del mundo. Idealismo alemán de Matucana.
El centro me agovia. Uno sin ser demográfo puede percibir como explotó la ciudad en diez años. Este proceso es irreversible y solo puede afianzar la fealdad. Lo dramático es que no siento nada en común con esos apurados peatones. Quiero pensar que podría marcharme a la Patagonia en cualquier momento como Bruce Chatwin. "El viaje como acumulación. El colonialismo del alma, de cualquier alma, por muy bienintencionada que sea", escribe Susan Sontag. Al contrario, el viaje para escapar al demonio de la acumulación.
Una vez lejos, pensar que un viejo de allá me dijera, "bueno, te estábamos esperando, estarás a cargo de cuidar cisnes, de bajar la plataforma de un transbordador, criar ovejas o transportar troncos", etc.
Siempre el habitante de la gran metropoli tiene ese oculto sueño. La sensación de que el campo es mejor. Parece ser que las ciudades crecieron mucho y que acá la vida está ausente.
¿Verdaderamente las ciudades, la vida social, el hormigueo incesante, nos protegen de los peligros de la vida rústica? ¿Será cierto que las oportunidades de progreso son el único impulso de la vida? ¿Que el reloj nos ordena el tiempo sin cálculo de la naturaleza?
La idea de que la ciudad nos cansa como una gran y depravada Babilonia es muy antigua. Parece que no podemos separar la idea de paraíso y jardín.
Ya Horacio en el siglo I antes de Cristo, rodeado de romanos campeones en hacer ciudades, se lamentaba en sus Sátiras:
"¡Oh campo! ¿cuándo te veré? y cuando podré conocer el dulce olvido de los afanes de la vida, o bien con los libros de los antiguos, o bien con el sueño, o bien con las horas de ocio?..."
Quizás la ciudad no sea más que un simple y concurrido ordenamiento del afán.
Ese afán es la renuncia del mundo interior por resucitar la creencia de que existe un mundo "objetivo", que se puede tomar, dominar y moldear. El espacio filosófico que pienso de Matucana a plaza Italia es más poderoso que el recorrido de un espacio cuadricular que pretende ser la ciudad en sí misma, que no existe más que como un vehículo de resultados y productos.
Escribe Italo Calvino en "Las ciudades invisibles":
"Tus pasos recorren lo que no se encuentra fuera de los ojos, sino adentro, sepulto y borrado...."


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Tengo un extraño e inútil récord, hace muchos años, al constatar que no había nada de Amiel en Facebook, cree un grupo simplemente con su nombre: Henri-Frédéric Amiel. Fue el primer grupo que Amiel tuvo en Facebook.
No es tan popular así que no creo que alguien me dispute el dominio. Pero es extrañísimo. Hasta hoy me llegan solicitudes de franceses pidiendo ser aceptados en el grupo (hoy acepté a tres). Es como si un parisiense creara un grupo de Jorge Teillier allá en Francia (donde nadie lo conociese) y nosotros desde aca le pidiésemos permiso para unirnos al grupo. Pretendo replicar este ejemplo con otros.
Así fantasiosa y secretamente, un chileno será el dueño de todos los escritores underground del mundo. Es como ser dueño de la luna.


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Recuerdo cuatro casos (hay muchos más) donde el cine o las series, han mostrado como el delito es una actividad superior frente al trabajo y la vida común, que siempre es presentada como humillante e insípida.
1) En Goodfellas, el protagonista Henry Hill invita a la chica que le gusta a un famoso y recurrido restaurante, que sólo para entrar tenía una interminable y nerviosa fila de personas comunes. Henry mira sonriente al público que espera abarrotado. Él toma de la mano a su sorprendida novia y acorta camino por la cocina (en un inolvidable plano secuencia de Scorsese) una vez dentro lo espera un cantinero que busca una mesa especial para él en primera fila. La razón: Henry se convertía en un tipo importante dentro de la mafia del sector.
2) En la película The Shawshank Redemption,
el viejo encargado de la biblioteca de la prisión es dejado en libertad tras décadas de encierro. Ya afuera en la ciudad el viejo no sabe como vivir. Le dan un humilde empleo de empaquetador de un minimarket. Viendo que no puede con la vida común, que le parece sin sentido frente a la posición que ocupaba en la cárcel, se ahorca.
3) En la película Heat, Al Pacino recluta una banda para hacer un millonario asalto a un banco, dentro de los candidatos está un negro recién salido de prisión. Este se gana la vida haciendo hamburguesas mientras su jefe lo gritonea y lo trata de bruto. Cuando le llega la propuesta del asalto, mira a su jefe, piensa en el absurdo de estar allí para un tipo como él y acepta el reto.
4) Quizás la más reciente y famosa. Walter White en Breaking Bad. Un profesor de Química totalmente sobrecalificado para su cargo, que apenas le alcanza para vivir y que tiene que trabajar horas extras en una lavandería de autos (muchas veces humillado por sus mismos alumnos) decide dedicarse a traficar metanfetamina y hacerse multimillonario. Gran parte de la serie hizo creer que lo hacía por su familia. Al final se supo la verdad. Lo hacía por él, igual que Henry Hill, el viejo de la cárcel y el asaltante negro.
Ese viejo dicho de los delincuentes muy famoso aquí en las poblaciones: "Solo los weones trabajan", ya había sido confirmado hace mucho tiempo por el mejor cine de la historia. Hay en la delincuencia algo heroico, sólo detectado por los mismos delincuentes y los artistas de Hollywood.



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"Leo en un viejo ensayo de Freud:
"La vida siempre provoca malestar".
¿De modo que esta desazón
estas ganas de huir a ningún lado
este aburrimiento de la gente
y aun de las cosas amadas
este malhumor matinal
eran, a fin de cuentas, la vida?..."
(Cristina Peri Rossi. "Poesía reunida")



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"Me quedo pasmado cuando termino algo. Me quedo pasmado y desolado. Mi instinto de perfección debería impedirme acabar, debería impedirme incluso empezar.
Pero me distraigo y obro. Lo que obtengo es un producto que no resulta de una aplicación de mi voluntad, sino de una concesión que ella hace de sí misma.
Empiezo porque no tengo fuerzas para pensar, termino porque no tengo alma para interrumpir.
Este libro es mi cobardía..."
(Fernando Pessoa, "El libro del desasosiego", Fragmento 152)


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El amor no es malo ni bueno. Ni siquiera vale la pena debatir si existe o no. ¿Existe el semáforo? Sí, su significado y toda la logística que le rodea, el símbolo de sus luces, su configuración electrónica, etc., existe y funciona, pero en una calle cualquiera de una ciudad moderna ¿Si pusiéramos ese trozo de metal en medio de una tribu africana? ¿Existiría de igual forma? Ya no estamos tan seguros que la idea de semáforo en tanto un objeto del tránsito sea estable. Su función ha sido abolida y ahora puede ser un Tótem o cualquier otra cosa. ¿Existe la palabra quizás? ¿O la palabra pasado mañana? Sí, tanto como existe el amor.
Bueno lo importante aquí es comprender que llega el momento en que el amor, sentimiento claro, angustiante, poderoso para el joven, se torna en tanto a su función, no tan claro para el adulto. Algo similar sucede por ejemplo con la palabra dios.
Amor, dios, conceptos "Infuncionales", aunque sea para nuestro aparato sentimental, no han perdido del todo su "existencia", solo han mutado. ¿Qué se puede hablar del amor o de dios cuando ya no se cree?
Son pretextos lingüísticos de fuerzas totalmente ignoradas que ya han perdido todo el fulgor, la importancia, la belleza o la peligrosidad que alguna vez tuvieron.
¿Existe el amor? Sin ninguna duda, pero solo como un semáforo en el desierto...

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Siempre he pensado que los que escriben exclusivamente en internet, redes, blogs, etc, no son estrictamente escritores, en el sentido preciso y social del término. Son más bien parecidos a radioaficionados.

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Me encanta como Susan Sontag trata a la inteligencia, sin ambigüedades y con mucho orgullo, casi como un nuevo placer sexual. "Para mí, - anota Sontag en sus diarios- ser inteligente no es como hacer algo mejor. Es la única manera de existir"
Por esto cuando uno de pronto está sumido en eso que llaman "la vida de la mente" y llega a lugares baldíos intelectualmente, siente el mismo vacío de esas antiguas fiestas adolescentes, donde aún no existía la más mínima promesa de sexo.
El placer del intelecto, para el que sabe vivirlo, es un intenso placer sexual, aunque es profundamente solitario, por ende, sin producto, ni poder, ni reconocimiento. Un placer masturbatorio, totalmente infertil al mundo exterior.
Es simplemente una manera más de elevar el propio vivir.



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A menudo pienso en un jugador de la selección chilena, que sin tener una educación de buen nivel y de una forma inexplicable, leyera mucho, tan compulsivamente que ni él pudiese dar la razón precisa de tan extraño hábito. Leyera como esos excéntricos casos que surgen de vez en cuando en cualquier rincón de la ciudad, aún en el más pobre y abandonado. (Un caso tal como el de Octavio Soto, reponedor de supermercado de la gran avenida, que fue premiado por la mismísima presidenta de la República por ser el que más libros pidió en bibliometro el año 2009. Un total de 115. Cuando le preguntaron la razón de su récord, Octavio no supo dar una explicación elaborada que detallara el hecho)
Pienso que mi jugador tampoco se eximiría de un curioso récord bibliófilo. Sería el único futbolista de la historia de Chile que hubiese leído Los hermanos Karamasov. El dato lo constataría no un comentarista de fútbol, sino un crítico literario amigo.
Pienso en este jugador cuando de pronto se vea con su selección clasificado al mundial de Rusia. Una vez allá y en un día libre previo a la concentración del partido decisivo para ganar la copa, sus compañeros irían de shopping o se fotografiarían en plazas y salones rusos. Él discretamente y en total soledad, se dirigiría a un oscuro departamento del primer piso de la calle Kaznachéiskaia 11, en Leningrado. Ahí hace 150 años, en una de sus sombrías habitaciones, Dostoievski escribía Crimen y Castigo. Nuestro futbolista entraría allí con la solemnidad de un templo, con ojos asombrados y el corazón palpitante, como si fuera una final del mundo. Un curioso periodista lo seguiría muy intrigado por el destino de su paseo. Lo fotografiaría en el departamento mientras él toca las paredes y los muebles como si estos tuvieran características santas.
Su reportaje saldría en las revistas especializadas, causando gran extrañeza y confusión entre los lectores, todos acérrimos hinchas del fútbol, pero no de Dostoievski.
Nuestro jugador llegaría a la concentración cabizbajo y con un mutismo que inquietaría al cuerpo técnico y a sus compañeros.
El día del partido, nuestro jugador haría el gol de la victoria y sería figura. Chile ganaría la final del mundo. Entre la euforia nacional, nadie se acordaría de su extraña conducta dos días antes. Haber visitado el recóndito departamento de Dostoievski, el responsable de su más preciado, insuperable y oculto récord personal.
A menudo pienso en que esto podría ser verdaderamente posible. Verlo allí en calle Kaznachéiskaia 11, melancólico, con una mirada inteligente y luego, dos días después, eufórico con la copa del mundo en sus manos.
Mañana Octavio Soto podría levantarse nuevamente a las seis de la mañana para ir a reponer productos a un supermercado de la gran avenida. Su récord sigue imbatible.


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En el documental de Herzog sobre las "Gasherbrum", montañas gemelas del Himalaya, Reinhold Messner, quizás uno de los mas grandes y emblemáticos alpinistas del mundo, le dice al director: "No poseo ningún oficio, no he aprendido nada en particular, solo he hecho muchas cosas para sobrevivir...eso me ha permitido ser feliz". Cuando Herzog finalmente le pregunta que hará cuando no pueda escalar más, él contesta: "Me imagino caminado con yaks de un valle del Himalaya a otro, sin mirar atrás, sin mirar hacia adelante. Caminar sin destino hasta el fin del mundo..."


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Hay dos tipos de perfiles culturales en Facebook: el que genera contenido, por ende no le teme ni al anonimato ni a la gratuidad, y el que genera promoción, el que entendió desde muy pequeño, probablemente desde el colegio, que su carisma o su talento pueden dar alguna divisa material.
¿Cuál es la diferencia de ambos si los dos se consideran inteligentes?
El trato de sus padres... Diría Freud.


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"No puedo trabajar en nada". Parece una letra de The Who, pero ayer lo escuché de B con una sinceridad escalofriante. No lo compadezco como si fuese un ave rara, el suyo es el sentimiento de muchos adultos jóvenes en nuestro país. El pesimismo existencial asociado al trabajo cada vez es mas masculino. Siempre me he preguntado eso. A pesar que podemos ver a muchas niñas adolescentes revolcandose en su miseria, casi siempre por influencia de una música pop o de una estética oriental, una vez llegada la adultez, las mujeres parecen enfocarse muy contentas en su profesión y ven cualquier pesimismo de este tipo como una pésima resaca adolescente, una simple flojera o cobardía vital.
Me he preguntado siempre si la falta de pesimismo femenino tiene una base biológica (quizas hormonal) o es directamente cultural.
Lo mas probable es que exista para ellas una sensación de que se vive un periodo crucial en los requerimientos sociales femeninos, y que estos demandan cierta indepencia, estatus, y realización laboral. Es probable que estemos frente a las primeras generaciones que inauguran los empleos profesionales a nivel masivo en nuestro país y eso se sienta. No es que antes la mujer no trabajara ni mucho menos, variados empleos de esfuerzo doméstico caracterizaron a nuestras abuelas, pero no de la forma que hoy se hace, desde un titulo profesional, con una esperanza de desarrollo e independencia económica real, que rompa de una vez por todas con el lazo histórico de la figura del macho abastecedor, que les permita emigrar de comuna, viajar, refinar el gusto y todo ese "cursus honorum" que la burguesía ha delineado por años.
En muchos hombres por el contrario, existe hoy como una especie de repulsión instintiva y kafkiana hacia el mundo laboral. Parecen tener suficientemente claro, al contrario de las mujeres, que allí no se encuentra el mundo de la realización. No sienten ellos que tengan que demostrar ninguna emancipación histórica, todo lo contrario, cada vez hay mas hombres que tras su separación, no tienen empacho de volver un tiempo considerable al ambiente amniótico de la casa materna.
Me acuerdo con esto de ciertos escritores norteamericanos de posguerra que admiraba, a pesar que odiaban el trabajo, ellos siempre conseguían uno y muy excéntrico, que les daba el escenario preciso donde relatar sus dramas. Henry Miller y Kerouac a pesar de sus llantos, parecían creativamente exaltados cuando eran contratados en empleos ridículos una y otra vez. Bukowski mismo, tan enemigo del mundo laboral, le debía mucho a estas cloacas para delinear sus novelas, que daban el título a sus obras (por ejemplo "Cartero") y se enfocaban en sus malogradas experiencias en el mundo de la necesidad. Eran escritores que no veían quizás en el trabajo, aún el más mísero, una posición invalidante (se podía leer en estos hasta en el retrete dice Henry Miller) sino una oportunidad más de ser creativos y de ocupar su misma miseria para narrar el desencanto norteamericano de su época.
Hoy sin ser escritores de ninguna generación perdida, pero sintiendo al parecer un desencanto mayor porque ningún trabajo los consuela, muchos hombres (lamentablemente los más inteligentes) ya galopando en la insípida adultez, parecen querer tirar la toalla del desarrollo. No inmiscuirse en guerras, ni pulir algún estatus social, sólo parecen querer gozar la última oportunidad en el sexo sin compromiso (si su pobreza o su vejez se lo permite) y retirarse a algún bosque simbólico que los ampare.
Estamos hoy frente a una dicotomía novedosa. La melancólica "rusificación" de muchos hombres, que desean apartarse de una vez por todas a las frías y solitarias estepas de la vida, frente a la moderna europeización de la mujer, que aún toma en serio la burocracia, el conocimiento, la fortificación liberal de la opinión, que por supuesto debe venir acompañada de un buen sueldo.
Ha llegado marzo, con su triste manto laboral. Es la derrota definitiva, la batalla de Waterloo de los hombres imaginativos.