jueves, 5 de octubre de 2017

Diario


El cristianismo de los haitianos, puro, musical, sin grandes aspavientos de proselitismo ni voluntad de verdad, tan típicos de los que conocemos acá. Ellos solo parecen predicar con su propia vida. "Puedes pagar por el agua, por la comida -me dijo un haitiano en la mañana- pero por el aire no, solo debes respirar...y ahí está dios". Los haitianos me recuerdan a los campesinos rusos del tiempo de Tolstoi, los mujik, que solo por el hecho de vivir como lo hacían, le enseñaron al escritor la respuesta existencial que no encontró ni en la literatura, ni en la gloria ni en el conocimiento, tormentos que casi lo llevan al suicidio. Así es justamente el desenlace de ese bello libro de Tolstoi llamado Confesión, donde el ruso da la vuelta al mundo cargando la angustia de su existencia, que ya era famosa, que ya tenía muchas comodidades y que ya había leído todo, sin embargo, ninguna de estas cosas parecía darle una justificación. Ese "solo debes respirar y ahí está dios", esa matinal metáfora aérea que me dio el haitiano, a Tolstoi le hubiese parecido maravillosa y de seguro la consideraría la única sabiduría posible para dar un verdadero sentido a la vida...

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En el matinal la historia de un matrominio que se sobrepone al cáncer de ella. Ahora sé que dios está de nuestro lado, dicen alegremente. La biopsia negativa. Con la misma gramática de las hadas la historia termina bien. La televisión matinal genera siempre catarsis positivas. Imagino que esto pasa principalmente por dar seguridad a los auspiciadores domésticos, que siempre deben ser publicitados con optimismo. ¿Quién quiere lavar los platos o colgar la ropa después de notar que la vida es absurda?
El cine por el contrario, es de esencia trágico. La historia real hubiese sido mostrar todo el camino de la lucha, breves mejorías, amor y luego el matrimonio. Por último el exámen final. Positivo. El esfuerzo se derrumba en el momento de mayor entusiasmo. El absurdo de Sísifo. Se acarrea la piedra sin ningun fin. Algunos lo soportan otros se desesperan.
Uno al final no sabe lo que es ético. Si celebrar con euforia cuando leemos la carta de nuestra propia absolución de la muerte, e ignorar las cartas que a esa misma hora se entregan a muchos otros para su patíbulo personal, o ver la vida tal como lo señalaba Pascal, como un inmenso grupo de hombres encadenados, siendo ahorcados, los unos a la vista de otros cada día por turnos.
La felicidad consiste en ignorar que existe ese grupo de encadenados y solo alegrarse en función de que hoy no es nuestro turno (esto no significa que la horca haya tomado un descanso) La otra opción, aceptar la verdadera condición humana en general (¿hay algo que celebrar si hoy me entregan la carta de absolución pero no a mi vecino?) y sin embargo, insistir en el pensar resignado de los estoicos.
¡No se puede elegir!, nuestro instinto lo hace por nosotros ¡Sálvate solo! te grita desde el interior.
Un árbol no puede tomar conciencia de su propia miseria. Nosostros sí,  incluso cuando lavamos los platos.
Eso es todo el secreto de la vida espiritual...

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"¡Qué mal nos sentimos entre las ruedas de la gran maquinaria del mundo actual, si no damos a nuestra existencia personal una consagración propia y noble!..."
(Jacob Burckhardt citado por Carl Seelig en "Paseos con Robert Walser")

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Los misántropos son cosmopolitas. Es decir, odian a todo el mundo por igual. Por esto mismo nunca hacen política. Hobbes no es estrictamente un misántropo, es un teórico que establece la violencia como inherente al hombre, tal como un zoólogo establece los rasgos del carácter de una especie, y de allí construye su política. Lord Byron a pesar de mostrar alguna inclinación social (más por espectáculo que por filantropía) es un misántropo y se refleja mejor en estas palabras: "He visto a la humanidad en diferentes países y en todos ellos la encuentro igual de despreciable". Un hombre así, lo último que querría hacer es política.

Al parecer por sanidad mental o por esperanza social, siempre interpretamos una maldad como un asunto estrictamente nacional. Nuestros empresarios son crueles, nuestros policías violentos, nuestros gobernantes ladrones y en definitiva nuestra ciudadanía que lo acepta todo, es tonta. Así, al evitar el juicio universal, nos encargamos de no reconocernos como misántropos y podemos solucionar el problema con una buena politica. Lo curioso es que si leemos las noticias del mundo, en cualquier parte el juicio negativo sobre sus propias policías, gobernantes, empresarios y ciudadadanos es el mismo. Si la maldad (o la estupidez) es universal, es imposible mejorarla con la política. De allí que el reaccionario (una especie de representante de la derecha filosófica) que la mayoría de las veces es misántropo, no quiera ni se interese por cambiar nada. Este es el caso de Cioran, de Flaubert, de Schopenhauer, de Bukowski y de tantos que han visto el mal no solo en su país.

Solo si creemos que los pecados son locales (y que en otros países hay virtuosos) podremos comenzar a mejorar. Por esto es que el chileno piensa que solo SU policía es sanguinaria, el mexicano que solo SU gobierno es ladrón, el español que solo SU empresariado es cruel, el argentino que solo SU televisión es tonta, el norteamericano que solo SU ciudadanía es egoísta, etc. Así quieren mejorar. Creen en la política localizando al mal en una zona. Cuando todo el mundo es estúpido y cruel, se sepulta de inmediato cualquier posibilidad política de mejorarlo...

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Según Samuel Johnson en Vida de los poetas,
Alexander Pope acusaba a sus enemigos literarios de pobreza, burlándose implacablemente de estos porque no comían bien.
¿Por qué hoy, en las cada vez más comunes peleas entre poetas, no se usan argumentos tan incontrarrestables como estos? Evidentemente se resolverían los debates de forma mucho más rápida...

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Ketmân: antigua costumbre persa que consiste en no decir nunca lo que se piensa, y solo decir, no sin un cierto orgullo oculto frente al poder que interpela, cualquier otra cosa que pueda servir para aplacar las discusiones o habladurías.

Parresía: En Grecia era la costumbre de hablarlo todo atrevidamente, sin inteligencia, ni frenos ni decoro, incluso llegando a poner en riesgo al propio hablante.

Dos formas de utilizar el lenguaje. El que evita y el que choca. Dos pueblos, Grecia y Persia. Ambos estuvieron enfrentados en una gran guerra. También en el habla...

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Todo el siglo XX fue una gran letanía literaria sobre el fracaso. "Yo hablo con la autoridad del fracaso. Hemingway con la autoridad del éxito. Ya no podremos sentarnos en la misma mesa", escribió F.S. Fitzgerald, sin saber que Hemingway terminaría años más tarde volándose los sesos de un escopetazo.

Segun el historiador Philippe Ariès, el sentimiento de fracaso que todos alguna vez llegamos a sentir en esta época, no se conocía en la primera edad media. El fracaso no sería patrimonio de una contracultura, que se siente discriminada por una sociedad exitosa, el fracaso es el sentimiento preponderante de TODA la sociedad contemporánea.
¿Qué tenía ese siervo medieval, sumido en la miseria absoluta, expuesto a pestes terribles, padeciendo políticas sanguinarias, que lo hacía inmune al fracaso?
No tenía el timón de su vida, que era reservado a las manos de dios y su plan providencial. Cuando dios, en el siglo XVIII, se aleja definitivamente del mundo (hubo muchas tentativas anteriores) y el hombre dichoso de su libertad toma el rumbo de su propia vida, no descubrió en esta acción otra cosa que vacío y fracaso.
Ningún pueblo intelectual vio este fenómeno tan claramente como los rusos. Dostoievski en una escena de Los demonios, cuenta la historia de un joven hijo de aristócratas, que abandona a su familia y se hace capitán de barco, así navega por mucho tiempo, hasta que un día vuelve y encuentra en los salones a los nobles riéndose de la religión con sus posturas nihilistas. De pronto se le invita a la charla. «¡Ánimo! Intervén también tú en esta docta disputa, da tu parecer sobre estas nuevas ideas». Él con una taza de té en las manos, responde espontáneamente :
"Pero, si Dios no existe, ¿cómo podré ser capitán?..."

La explicación del fracaso de la que hablaba Philippe Ariès, está explicada y contenida en la sencilla frase del capitán de Dostoievski. Y ojo que la profundidad del problema no radica en que el hombre, ahora sin dios, no pueda llegar a ser el capitán de la vida (el plan que deseaba Nietzsche) sino que el peso del problema se enfoca en que el hombre no encontró la manera de enfrentar ese terrible "cómo", y lo más dramático es que probablemente nunca lo haga.
Sentimos así, que la mesa de Fitzgerald está puesta y reservada para cada uno de nosotros...

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El comienzo de la La metamorfosis de Kafka dicen que angustia ("Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto")
Yo no puedo angustiarme por los hechos sobrenaturales (aunque debería) siempre lo leo más bien como una alegoría, una compleja metáfora, nada más. Lo que sí me angustia verdaderamente, es renunciar (por decaimiento) a cualquier cotidianidad diaria. Entre más natural el acto al que se renuncia, más tensión provoca en mí como lector. Dos ejemplos del caso:

“Cuando me despierto, tengo la boca abierta. Tengo los dientes pastosos; cepillármelos por la noche sería lo mejor, pero nunca me encuentro con ánimos para hacerlo...” (Emmanuel Bove. "Mis amigos" )

"Me di cuenta de que en esos dos años, con objeto de preservar algo... me había apartado de todas las cosas que acostumbraba amar, que cada acto de la vida, desde lavarse los dientes por la mañana hasta la cena con un amigo, se había convertido en un esfuerzo..."
(F. S. Fitzgerald "El crack up")

Despertar convertido en un insecto, es por supuesto mucho más llevadero que despertarse con un cuerpo aparentemente sano, y no tener energías ni siquiera para cepillarse los dientes...

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Los enamorados del tiempo siempre ignoran a los fenómenos que pasan por él.

Macedonio Fernández: "Uno no se enamora de una mujer, uno se enamora de una situación."

Jules Renard: "No hay amigos sino momentos de amistad."

“¿Qué es, pues, el tiempo?, escribe San Agustín en sus Confesiones- Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé."

El tiempo es ese escenario donde queremos juzgar o amar a las personas que pasan por él, siempre inútilmente. Porque al final de lo único que estamos cautivados, es del escenario mismo ...

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Temas recurrentes en la literatura del siglo XIX; sífilis, tuberculosis, absenta, las cartas, hoy todos proscritos.
Me causa una cierta fascinación la gente que compra cigarrillos sueltos. Pareciera que no hacen otra cosa en la vida que ser felices con un par de ellos. Hay gente que puede levantarse temprano, bajar cuatro pisos, caminar tres cuadras, solo para comprar unos cigarros sueltos y volver al punto inicial. Rutina que pueden repetir un par de veces más en el día.
Una ley antitabaco, ¿disminuirá al final los cuentos sobre cigarrillos?

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Hay gente que realmente no se enamora de sus habilidades, por ende, no usufructa del talento que tiene. Recuerdo una entrevista a Claudio Borghi, cuando le preguntaron por qué él no había llegado más alto en el fútbol, si muchos lo comparaban con Maradona. Él contestó que no le importaba tanto ganar (con la ambición que debería tener un jugador de élite) Algunas veces incluso, reconocía internamente que en vez de desear jugar una final, prefería ir a pescar solo al sur.
Recuerdo esta anécdota después de leer algo similar sobre Humphry Davy, considerado el fundador de la electroquímica, de él dijeron alguna vez que "si se viera obligado a optar entre la pesca y la ciencia se encontraría en un grave aprieto..."

¿Qué se debe hacer para ganar en las grandes cosas cuando solo se tienen deseos de ganar en las pequeñas?

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Nunca he ganado dinero, nunca ganaré, sin embargo, siempre he tenido un poco de plata en los bolsillos para gastar en un par de placeres que maten el aburrimiento diario. Llegará un momento que ya no tenga plata, consolará un poco el hecho de darme cuenta que tampoco existirán placeres. Sin duda, este tipo de vida influye en el pensamiento. Recuerdo la imagen de niño, cuando escuché por ahí que a los antiguos panaderos les pagaban a diario. Me fascinó su historia. Los panaderos parecían una raza distinta para mí, pronto a extinguirse. Nunca un sueldo acumulado, siempre la producción recompensada a goterones, como las abejas con su polen. El panadero antiguo debió percibir su cosmos de distinta manera, su unidad de sobrevivencia no dependía del mes como la del oficinista. Tal como el mapuche ve su vida en ciclos naturales y desconoce la historia en forma de  una flecha progresiva hacia un futuro como lo percibe el "huinca", el panadero necesariamente debió tener otra concepción del concepto de progreso. Excento de la acumulación de un salario mensual, vivía simplemente al día y con este sistema construía su opinión.

El hombre que no gana dinero construye la opinión de un hombre que no gana dinero, así de simple. No podrá nunca imaginarse, aunque juegue a hacerlo, como sería su opinión si dispusiera de grandes patrimonios. Por esto un hombre que no disponga de ninguna propiedad, no le costará mucho elaborar una teoría que luche por abolir ésta, y al contrario, un gran propietario no solo luchará por el libre acceso de la propiedad, sino que encontrará ridículo cualquier intento por abolirla.
La receta para la defensa social de la propiedad entonces pareciera ser simple, dar al pueblo la ilusión no solo de que posee algo (mediado con un crédito por el resto de su vida jovial) sino también que esta propiedad fue adquirida con esfuerzo e inventiva. El mérito, como en el cristianismo, es fundamental para el pensamiento burgués, tal como la herencia patrimonial sin esfuerzo y por sangre es escandalosa.
Una vez sumidos en esta ilusión, la opinión de propietario, tal como un brote en primavera, crecería sola...

Escribe Flaubert en "La educación sentimental":
"Es un derecho escrito en la naturaleza. Los niños defienden sus juguetes; todos los pueblos... todos los animales; el mismo león, si pudiera hablar, se declararía propietario. Así, a mí, señores, que he empezado con quince mil francos de capital, durante treinta años levantándome regularmente a las cuatro de la mañana; que he tenido dificultades de quinientos mil diablos para hacer mi fortuna, ¿me vendrían a sostener que no soy dueño, que mi dinero, que la propiedad, en fin, es un robo?... "

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El anarquista Piotr Kropotkin y Tolstoi, coinciden en el tiempo diario que un hombre debe trabajar para producir todo lo necesario en el bienestar de la sociedad: 4 horas diarias...

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Mi padre dice: "nunca pensé que en Chile existirían los cementerios de autos, como en las películas norteamericanas. El otro día vi uno."
El desarrollo capitalista de los países permite impulsar una nueva "cultura", la obsolescencia. Así también pasa con los libros. ¡Cuanto temor tenían los escritores antiguos por el destino del papel de sus obras! Es un asunto de sobredesarrollo.
"Si este libro es aburrido -escribe Stendhal en sus memorias- al cabo de dos años servirá para envolver la manteca en la tienda de ultramarinos". Heine también siente este terror. Sus elegantes pensamientos depositados en papel, podrían terminar envolviendo la mercancía de los yerbateros.
Me imagino que todo el que somete su pensamiento a ser impreso en un papel, sufre un poco el horror de pensar el destino de este en el futuro próximo. ¿Qué actividad vulgar lo usará como envoltura? ¿O servirá como combustible en una parrilla familiar?
El show de Kafka con sus manuscritos antes de morir, responde al máximo de estos horrores. Algunos terminaron en una bóveda de un banco Suizo, esperando su tasación millonaria. ¿Hubiese sido para él menos ofensivo que sus manuscritos envolvieran el pescado?

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A veces pienso que yo debería ser invitado a Roma, observar sus edificios, esculturas, obras de artes y luego describir, como Stendhal, todas mis impresiones sobre ellas para su publicación inmediata. Recibir pasajes, hospedaje y viáticos gratis, solo por el hecho de la necesidad cultural de mi registro. De pronto siento, sin dudarlo dos veces, que lo merezco todo. Luego deteniendo un poco mi ataque de orgullo, reconozco mi absoluta nulidad "¡Quién te crees que eres!" parece decir mi lado insignificante, que toma ahora todo el poder de mi interior y somete a mi orgullo a ser una simple mascota hambrienta. Por suerte, algo me libra de la total ridiculez, la toma de conciencia que esos ataques injustificados de orgullo, los tiene hasta el último vagabundo de la tierra.
En la mañana escuché un dirigente vecinal, viejo, cojo, demacrado y no muy querido por el barrio, cuando hablaba a un grupo que lo escuchaba (con el entusiasmo justo para no retirarse del lugar), y pude ver como sus ojos brillaban de orgullo al contar que la pequeña y abandonada cancha de fútbol del sector, tras los trámites que él mismo realizaba, podría llevar su nombre. Él iba a ser el emperador Tito y la canchita de fútbol su coliseo romano. ¡Ay el idiota orgullo humano!, el imperio al que todos contribuimos con nuestros obligados impuestos sentimentales…

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Al ver que ya han confirmado la lista definitiva de los músicos de Lollapalooza, y se ha dado por inaugurado también el desagradable folclor que se arma a su alrededor, pienso en la misma pregunta que se hacía el anarquista William Godwin en su libro "Investigación sobre la justicia política y su influencia en la moral y la felicidad", ¡ya en 1793! :

"¿Tenemos realmente necesidad de conciertos?..."

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Una emergencia en televisión. Se suicida una vendedora de Falabella en el Costanera. La sociedad contemporánea siempre se queda con la idea de que un suicidio es un fracaso social. De que podría haberse hecho algo. ¿Pero qué ? Convencer al suicida que la vida vale la pena vivirla. ¿Vale la pena realmente para todos?
Los griegos eran vitales, pero a su vez, la vida no tenía un gran peso para ellos. Incluso la proyección de la propia vida en boca de los otros (la inmortalidad) gozaba de mayor estima que la pura vida nuda, zoológica.
Séneca: un solo camino para nacer a la vida, infinidad para salir. La libertad, no está en una tierra lejana, ni en una abstracción racional, el camino de la libertad está más cercano aún, en nuestras propias venas. El esclavo para la mentalidad griega, era tal solo porque no tenía el valor para quitarse la vida. Y como Novalis lo dice (y Camus lo repite) no habría problema mas importante para la filosofía que el suicidio.
Una sociedad que quitase la desesperación al suicidio y le imprimiera la dignidad de un viaje voluntario, sin duda el mas importante, hacia la única libertad. Es esta la gran utopía estoica....