martes, 3 de noviembre de 2015

Diario






Tomo la micro. Veo que la municipalidad por fin se decidió a remodelar la cancha de baby fútbol de mi barrio. Hice goles bonitos allí. Siempre fui jugador mas de baby que de fútbol . De hecho la palabra "baby fútbol" me encanta porque la encuentro funky, pero sé que va en retirada, hoy se le dice futsal o se ocupa su correspondiente y lamentable diminutivo: futbolito. Un día escribí un cuento llamado "La muerte del baby futbol". Y lo escribí aquí en el teléfono no en un libro, por la misma razón que jugaba mas baby que fútbol. Un asunto de dimensiones.
En el baby se pueden hacer aforismos que en la cancha grande de futbol no. Aún así, el baby futbol es visto como inferior al fútbol segun los pudahuelinos. Le falta heroísmo y le sobra comedia. (la misma crítica se le puede hacer al que decide escribir en su teléfono y no en un libro)
Siempre tuve comunión con esa cancha, cuando la construyeron la dejaron cerrada. Los niños se morían de ganas de entrar, solo conocían los juegos en la tierra. Pero no podían, debían esperar su pomposa inauguración, las alcaldías debían recoger votos.
Un día y tras una fiesta muy alcohólica con un amigo, nos pasamos por arriba de la reja. Fuimos los primeros en pisar y correr a las 5 de la mañana por esa futura cancha, haciendo goles imaginarios, celebrándolos . Creímos firmemente que Pudahuel crecía y nosotros con el. Luego nos acostamos en el círculo central a mirar las estrellas y a disfrutar de la sensación de progreso, que lógicamente nunca llegaría .Nos quedamos dormidos, el sol del verano nos despertó al otro día, las señoras nos miraban con asombro desde la feria que se instalaba a su costado.
Fue la noche de los goles invisibles y la esperanza de que venía un lindo futuro. Desde ahora la palabra "baby",  que se usaba mucho en el rock and roll, sería revitalizada y  podríamos hasta sentir orgullo de ella.
Yo por lo menos aún lo siento así. El Baby fútbol, la Baby literatura...


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Veo en las noticias la venta de bodega de PC factory. Escenas llenas de dramatismo. Una larga fila de jóvenes que han esperado por tres días. Un cupo de adelante (el cuarto puesto) que es vendido por $250.000. El joven que al entrar a la tienda se emociona cuando lo entrevistan. Compran cámaras action, computadores y todo tipo de productos tecnológicos de forma depredadora.
Un dato: no hay mujeres. No es tema.


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La fama es una derivación decadente de la antigua nobleza (etimológicamente "noble" significaba los "conocidos" del pueblo). Existe la fama casi total de un futbolista o un rockero internacional, que no puede caminar tranquilo por la calle o la fama parcial , por ejemplo de un poeta nacional reconocido por 500 especialistas o amantes de la literatura, este camina tranquilo por las calles, pero si solo transita por las calles que él elige (por ejemplo las calles reales o virtuales de los amantes de la poesía ) puede sentirse artificialmente como un famoso de mayor renombre. Y eso hacen.
En el fondo la fama, como todo deseo incontrolado, es un medio para satisfacer la sombra. Jorge González,  siempre honesto, dijo una vez que la fama hacía sentirse bonito al feo. En eso consistiría todo su misterio y poder. La fama es una muleta, una cirugía, un fármaco.
La fama, dijo un antiguo escritor era un malentendido, otro dijo que es permitir que otros entren en ti. Todas descripciones que describen a la fama como baja, repudiable, absurda, invalidante.

Otro tema es la fama póstuma, quizás la más compleja y absurda. Milan Kundera escribe un libro completo analizando las tensiones de esta en "La inmortalidad".

El antiguo Aquiles tiene sed de fama como todos sus contemporáneos, venga la muerte de su amigo-amante Patroclo. Enloquece de fama histórica.
El moderno ya no reacciona así . El amigo-amante no es otro que la intimidad expuesta, la intimidad simbolizada en la madre y no la historia. La fama es un complejo sexual popularizado.

Roland Barthes  aborda esto en su diario de duelo, tras la muerte de su madre :

"¿Por qué tendría deseos de la mínima posteridad, de la mínima huella, puesto que los seres que más he amado, que más amo, no la dejaron, ni yo ni algunos sobrevivientes pasados? ¿Qué me importa durar más allá de mí mismo, en el desconocido y mentiroso frío de la Historia, ya que el recuerdo de mamá no durará más que yo y que aquellos que la conocieron y que morirán a su vez? No quisiera yo un <> para mí solo...”



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Cuando explota la música electrónica, en la segunda mitad de la década de los noventa, asisto a las primeras fiestas rave. La imagen del cambio se ve representada en la reflexión de Renton en Trainspotting, las drogas estaban cambiando, la música estaba cambiando. Había que avanzar, superar a Iggy Pop.
Lo primero que me fascinó del techno fue que rompió con la imagen del frontman en el rock. El DJ no reemplazaba, al menos en sus inicios, al rockero tradicional. La música y el baile era una ceremonia transversal y antijerárquica. El protagonista era la gente que bailaba y su comunión con los beat, esta gente por primera vez dejaba de ser esa masa anónima llamada público y se convertía en el foco espiritual de la música y su reverberación. Había una sensación inédita, de carácter primitiva, donde  por algunos instantes y de forma efectiva, se perdía el individuo. Esto duraría muy pocos años, después los DJ fueron ocupando el lugar privilegiado del rockero y todo volvió a lo mismo. Un emisor dominante  y un público dispuesto a someterse.

En literatura siento lo mismo. La imagen clásica del escritor como frontman,  necesitando un público que le adore, que le escuche en los recitales, que le siga y admire, es muy nefasta para mí. Prefiero experimentos como los de Oulipo, donde se pierde la individualidad del autor en pos del autor comunitario. Juan Luis Martinez entendería y usaría las redes como un Minimoog o una sampleadora.
Me gusta escribir en Facebook por esta misma razón. Me gusta las transversalidades de todas las experiencias literarias, la ausencia aunque sea parcial, de un público pasivo y devoto. La posibilidad de hacer confusa la línea entre lector y escritor. De invertirla, sabotearla. De asistir a un proceso de escritura donde nada concluye y domina, porque el código está abierto para que el lector se transforme en autor. Donde no hay mediación, ni de dinero ni de espectáculo. Donde solo vibra la experiencia por mas común que esta sea. Donde la palabra no es mercantilizable. Donde lo fragmentario de la vida va haciendo a su vez una obra no planificada. Una no-obra. Donde lectores se confundan con personajes y autores. Donde el yo sea desplazable y no ese niño maleable que demanda dulces en el espectáculo de la literatura tradicional. Donde puedan hacerse hermosas y descarnadas novelas privadas o tan masivas como el viral lo permita. Donde puedan adjuntarse mensajes de voz que cubran los requerimientos musicales del texto.  Novelas fotoauditivas. Novelas como los diálogos de las películas de John Cassavetes. Diálogos "Chat-avetes". Novelas hechas de samplers de la abuela, la amante o el jefe, con las óperas favoritas de Stalin como soundtrack de fondo.

El mundo está cambiando, los textos están cambiando.
Definitivamente hay que superar a los Iggy Pop de la literatura, aunque sea por unos pocos años...

En el interesantísimo "Facebook es el mensaje : oralidad, escritura y después", Guadalupe López y Clara Ciuffoli escriben:


"Facebook construye un “único” medio para cada usuario y no hay forma de recuperar otros puntos de vista. Tanto la información que publica el usuario como la que consume a través de su feed de “Noticias”, y el recorrido por las distintas conversaciones presentadas allí, son únicos para cada usuario, y esto depende de su propia posición en la red. Por ello es que en Facebook el observador no es distinto del observado. Este efecto de aplanamiento, pone en primer lugar lo empírico, la actividad cotidiana y contingente de cada persona en la red. En Facebook, no hay posibilidad de pararse por encima de los otros participantes; así, rompe con la idea del punto de vista fijo igual para todos, propia de la cultura escrita y de los medios masivos de comunicación, y plantea un nuevo punto de vista a partir de este “yo” que comunica, que se configura como el lugar que otorga unidad a la fragmentación de la red..."


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En 2006 el experto mundial sobre usabilidad en la web, Jakob Nielsen, estableció su teoría "90-9-1", también conocida como teoría de Desigualdad Participativa.

Según esta, "el 90% de los usuarios son “mirones” (lurkers). Se dedican a observar, pero nunca aportan contenido alguno.El 9% de los usuarios contribuye ocasionalmente y de manera fortuita, representando el 10% del contenido de la plataforma.El 1% de los usuarios se atribuye más del 90% de las participaciones y de otras actividades del sistema. Este 1% recibe el nombre de “superusuarios” (Heavy Contributors), ya que su actividad supera por mucho a la del resto de integrantes de la comunidad".

A pesar de que esta teoría fue creada en un periodo en que facebook no llegaba a su cenit y donde la contribución en la web era muy desigual, hoy dentro de esta red social que homogeniza las participaciones, aún se mantienen ciertos desiquilibrios.
Hay gente que solo comparte noticias, hay quien escribe sus estados de ánimo (tomemos esto como un contenido seudo literario) y están los más inquietantes, los lurkers, que no aportan contenidos ni tampoco comparten, pero su conexión es tan activa como la de los Heavy Contributors. Hay "lurkers" que parecen no existir en Facebook pero siempre están atentos y conectados. Tal como L. B. Jefferies, el fotógrafo profesional interpretado por James Stewart en la Ventana Indiscreta. Este concibe crímenes imaginarios con las aventuras que ve en cada ventana de su barrio. Este personaje maneja mucha información sobre los otros, sin que a su vez manejen mucha información sobre él. Esto sería muy beneficioso al hacer vida social, en las relaciones interpersonales en los trabajos, en las aventuras amorosas, etc.
El lurker es un espécimen muy exótico y está destinado a la extinción. Lo más probable que en el futuro próximo el personaje que no tenga Facebook o lo use muy poco, pertenezca o a los nuevos adolescentes que no se sienten representados por la Red , jefes y dueños de los medios de producción que ven en la exposición una amenaza a su patrimonio y los excesivamente promiscuos, que ven en su visibilidad un atentado a su estilo de vida.
Alguien que recaba información ocultando la propia, el mirón puro, el lurker, el fotógrafo Jefferies, va en retirada, ya no hay ventana que sea indiscreta. Hoy uno se oculta sobreinformando.



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"Cada día hay más Bartleby ", dice un reportaje que leo por la mañana en Internet. Hombres que rechazaron una posición literaria, filosófica, para vivir en el anonimato. El reportaje pone de ejemplo a un estudiante destacado de filosofia que rechazó seguir haciendo carrera y puso un pequeño negocio con su novia.
Bartleby el personaje de Melville, fue ese funcionario que pasó a la posteridad por la  famosa frase, esa que le lanzó en total tranquilidad a su jefe cuando este le dió una orden: "Preferiría no hacerlo". Vila Matas obsesionado con estos tipos, hizo una gran antología histórica de estos hombres de vida truncada en su libro "Bartleby y compañía".
No necesariamente un Bartleby debería tener talento. Al final en la novela de Melville, su jefe le pide simplemente que le ayude a revisar unos escritos burocráticos. Su único talento consistiría simplemente en "preferir no hacerlo".

Yo reconozco de inmediato a un Bartleby cuando converso con él y siento una afinidad espontánea con todos ellos. Es que los veo como seres anómalos, tal como los mutantes de Xmen, unidos con los demás por un código genético alterado, pero se niegan a constituir una logia, una liga heroica, una visibilidad. Nunca están totalmente claros de su bando ético. Sólo viven con su anomalía escondidos en sus trabajos, en sus familias, en sus disfraces. No hay talento que esconder, sino una especie vergüenza. No hay arte que negar sino pura incomodidad.
Curiosamente cada día hay más Bartleby, mas mutantes que cargan la impotencia de su preferencia, de la cual nadie se enorgullecerá, y por la cual nadie les felicitará. Polulan nerviosos y confusos entre los que sí prefieren hacerlo: los jefes, los de código genético en perfecta condición física, tanto como para reclamar publicidad, demandar admiración , gozar de su realización. Los normales, los exclusivos dependientes del cariño ajeno.

Pensar en los innumerables libros que sus autores, estos extraños mutantes, prefirieron no hacer. Probablemente sean los mejores.


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Un tema difícil. ¿Porqué produce cierta incomodidad, hablando honestamente furia, al ver un antiguo amor feliz en el presente?
Somos civilizados. Habla la racionalidad. Si la quiero o la quise ¿porque no sentir felicidad cuando ella está feliz? El pensamiento busca el equilibrio, la lógica.
Es allí cuando descubrimos que por dentro nuestro, por sobre los cálculos geométricamente éticos que creeemos suscribir a diario, se asoma siempre algo oscuro, tormentoso, pasional. Los griegos evitaron y combatieron las pasiones porque querían llevar una vida filosófica. El orden geométrico, el pensamiento lleno de equilibrio, es incompatible con el incendio infernal de las pasiones.
Uno simplemente siente, la sensación surge naturalmente,  con la rebeldía de un manantial que inunda el valle a su antojo, uno no planea una exposición sentimental ordenada, como podría hacerlo con una ética racional. Uno siente tal como una glándula segrega.

Kafka le escribe a Milena, justamente destacando que en materia de amor todo fuese algo que supera la voluntad:
“No puedes hacer sufrir. Si no puedes hacer sufrir, no es por compasión, sino porque no puedes”
Kafka no le agradece a Milena su bondad , su compasión, porque no es un elemento ético el que le permite no hacer sufrir. Kafka sólo describe una carencia.

Esas profundidades humanas que no controlamos, que sólo explotan y superan cualquier justicia ética, ya las habían confesado Rousseau y Stendhal , sin miedo de parecer unos cretinos, Schopenhauer las ponía en primera fila en su filosofía y Freud daba el golpe definitivo para descubrirlas, y a traves del análisis, finalmente aceptarlas.

Actualmente, al igual que los griegos pero no con su mismo fin, ocultamos las pasiones, lo hacemos no para filosofar sino para mantener cierta compostura social. Muy pocos Stendhal modernos declararán su furia al ver la felicidad de la mujer que ya no es suya. Quizás respirarán profundo, apretarán los dientes y declararán su alegría por ella. Y si no la odian y se alegran por ella, ostentarán este valor sin reconocer que en el fondo esa sensación les surgió por que ella ya no les importa, les es indiferente.

¿Que hacer entonces con ese monstruo interior que sólo siente desconociendo cualquier autoridad?
Hay que hacer lo mismo que con la naturaleza, observarla, describirla, intentar un orden. No caer en el error de poder controlarla, porque en ese mismo instante nos avasallará de vuelta.
Y si usted es como Milena Jesenka, imposibilitado de hacer sufrir (y sentir furia por la felicidad de la presa que huyó de usted), agradezca todos los días a los dioses por haber nacido carente de esa terrible función humana, demasiada humana ...


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Con respecto a la parte final de un texto de Roland Barthes en su autobiografía que habla del gusto, este dice:  "(Una mosca me molesta) y la mato; uno mata lo que le molesta. Si no hubiese matado a la mosca hubiera sido por puro liberalismo; soy liberal para no ser un asesino.)..."

Es importante constatar que matar una mosca era para las décadas en que Barthes escribía, algo normal, algo necesario. Hoy con la radicalización de la éticas posmodernas, esa necesidad no es tan obvia. Una mosca no debería ser aniquilada en nombre ni del liberalismo ni de lingüística alguna, ni tampoco por que simplemente algunas moscas son unas verdaderas hijas de puta.
En este sentido un quiebre mediático que marcó este cambio, (el de cuestionar cualquier matanza a un ser vivo percibible como tal, aunque los microbios aún no se acojan a esta amnistía), se produjo en una entrevista a la cadena CNBC, el 18 de Junio del 2009, donde el presidente Barack Obama mató una mosca que le sobrevolaba de un certero golpe. Su acto, propio de un ninja, sacó aplausos entre los presentes (hay que reconocer que Obama le envío una advertencia previa que no fue atendida por el insecto )
El malestar no se hizo esperar, diversas organizaciones de protección a los animales protestaron ante el incidente. Los más importantes medios del mundo informaron sobre esta molestia: "Estamos en favor de la compasión, incluso para los animales más fastidiosos, pequeños y antipáticos", dijo  Bruce Friedich, portavoz de la organización de Personas por un Trato Etico a los Animales (PETA, por sus siglas en inglés) "Creemos que la gente, cuando pueda ser compasiva, debe serlo con todos los animales"
Así los de PETA enviaron al primer mandatario un dispositivo que permitía a los usuarios atrapar insectos voladores en las casas para liberarlos después en el exterior.

Este giro ético y mediático que se está dando en estas últimas décadas, con respecto a como relacionarnos con los seres vivos que nos molestan, creo que no sólo debería ser estudiado por los publicistas de aerosoles matainsectos, sino también  preocupar a los semiólogos.
Raid es el ejemplo de la marca que casi no ha cambiado su campaña publicitaria en décadas. Su mensaje es simple: exterminio. Con las nuevas éticas posmodernas ¿Cuántos años más podrá mantenerse un mensaje así? En el Tibet, cuna de la compasión budista, sería imposible introducir el Raid.

Además surge una segunda interrogante, de índole política. Barthes asociaba  el hecho de decidir no matar una mosca al liberalismo. La extensión del respeto a todo ser vivo debería cambiar las rutinas burguesas de costumbres, consumo y publicidad. Alejar a los insectos no matarlos. ¿Hacia donde? ¡Qué importa! que otra empresa se preocupe de eso. Las moscas ya no serían un problema de salud pública e higiene, sino de inmigración.

Surgen así, nuevas innovaciones empresariales para evitar las muertes de moscas, como el mencionado dispositivo de caza de insectos para su posterior liberación, o las luces infrarrojas que alejan a las moscas dejándolas ilesas. Tengo uno en casa y doy fe de lo ilesas que están ¡pero no las espantan! Mas bien, a juzgar por su energía, las hacen sentir en una disco.
Es claro el mensaje de las nuevas éticas de consumo. Actualizando a Barthes: lo que molesta no hay que matarlo sino alejarlo.
Un ejemplo: La mano de obra y todas las reivindicaciones sindicales que esto conlleva, EEUU no las extermió, solo las alejó al tercer mundo. El producto final así , se consume en total inocencia. Esto es lo que podríamos llamar "la nueva ética hacia las moscas".

Bertrand Russell escribe en "Ciencia y Religión":

"San Agustín se confesó incapaz de adivinar las razones que pudieron mover a Dios al crear la mosca. Martín Lutero, en cambio, tenía claro que las moscas habían sido creadas por el Diablo para distraerlo de la escritura de sus piadosos libros"

Russell consideró esta opinión “plausible hasta cierto punto”.



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Me he divertido esta tarde leyendo los comentarios y críticas en el sitio de Facebook de helados Savory. Hay mucha literatura en ellos. Transcribo uno:

"Les escribo para reclamar la poca salsa que traen los helados Stereo, hoy con una amiga nos compramos un Stereo cada una y a medida que nos tomábamos el helado, estábamos esperando que nos saliera la salsa (lo mas rico del helado). ¡Nuestra sorpresa fue que era mínima! ¡muy poca! Ojalá no sigan saliendo así , sino para eso me compro un chocolito" (el comentario adjunta foto que certifica su denuncia)

Yo hoy por ejemplo,  probé por primera vez el helado "Pixelado", hago llegar esta reseña a la empresa:

Se anuncia el producto:  "Helado de leche, sherbet sabores frutilla y manzana"
Definitivamente Pixelado es un helado sin carácter. Una de sus fortalezas, promete ser hipocalórico, "solo 53 calorías", pero no entiendo cual es su idea.
Su nombre pretende asociarse a lo tecnológico, el diseño de su embase y su tipografia es lamentable.  Conjuntamente en su embase, se muestra una especie de extraterrestre sonriente de también un pésimo diseño, lo asocio mas a un microbio que al espacio interestelar.
Además el público objetivo, el que paga 350 pesos, ¿sabe que diablos significa Sherbet?, deduzco que es Sorbete en inglés.
Wikipedia: "El sorbete (a veces denominado también como sorbetto,sorbeto) es un postre helado, que se diferencia del helado por no contener ingredientes grasos, además de no incluir yema de huevo. Por esta razón su textura resulta menos firme, más líquida y menos cremosa que el helado."

Pixelado es el helado mas confuso que me he comido últimamente, tanto como el término Sherbet. Comparémoslo con helados con carácter , como el Centella o el Cola de tigre (del cual hice una hermosa crítica hace un tiempo atrás) realmente es un desperdicio. Lo peor para un helado consiste en no tener una filosofía detrás y Pixelado lamentablemente carece completamente de ella. Los invito a mejorar en ese aspecto. Más metafísica y menos colorantes.

Alvaro Campos filósofo de helados populares.



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