miércoles, 18 de junio de 2008

Una melodía...



En segundo básico dirigí a mi curso , o sea agite con locura los pequeños bracitos en esos actos de apoderados donde todos actuaban orgullosos, tocaban platillos, violines de cartón, bombos de extrañas cajas , yo me ofrecí para recrear al ridículo director de orquesta, casualidad magnífica, he sentido a Carmen de Bizet desde mi mas inconsciente niñez. En un curso de no mas de quince alumnos y con un profesor con una gran imaginación, esa melodía como una dramática coincidencia, he llevado esos platillos de por vida chocando con demencia en mi interior , como en este preludio y también en el famoso ¡Toreador! Carmen, esa obrera del tabaco que no tiene moral , que juega y danza , que hace lo que se le antoja , la ópera que cautivó a Nietzsche , aunque con cierta ironía le hizo olvidar con mas dignidad su foro wagneriano, encontró por fin un tono mediterráneo para su toreada intelectual , ya en las últimas y decisivas instancias, como una niñez dionisiaca hay que hacer explotar los platillos , agitar los brazos, ligereza, ingenuidad, pureza, totalmente niño , TOTALMENTE SUPERFICIAL , por fin “necesidad de una música meridional”.

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