“Tengo un nuevo proyecto…volverme loco” –le escribe el joven Dostoievski a su hermano desde la escuela militar. De esas pequeñas notitas me entretuve en esa cálida sala de estar , una auténtica “sala para esperar” los exámenes , viviría eternamente haciéndome exámenes , pero el dolor es tan fuerte , tan orgánico al que fui sometido –no se por que o quien- que me obligó a pensar desde el dolor, este actuaba como esos troncos con que se abrían a golpes los castillos sellados –o por lo menos eso era lo que mostraban esas viejas películas-, el dolor de riñón me atacaba tal como ese tronco pretendía entrar en el portón medieval, por fases , casi gozando el proceso, uno: DOLOR :entren …dos DOLOOOR : entren, cada vez mas dolor ,el portón cedía y yo pensaba ¿por que? ¿ acaso merezco esto?, y de inmediato me arrepentí de esa vez cuando a esa triste viejecita que venía a predicarme las buenas nuevas en el muelle que me encontraba (como Jesús a Pedro y en ese momento no note ese detalle) le dije antes que pronunciara palabra- por favor no me hable de Dios- , se lo dije así , casi con una delicadeza de atardecer y ella ni siquiera se enfadó ,sino que sintió lástima por mí . Recuerdo … no queda mas que recordar con el riñón, mi riñón es mas yo que yo mismo , igual que el hígado de Bolaño es más Bolaño que el mismo Bolaño. Me recomendaron un derivado del opio, una tableta que cuando uno la toma se vuelve un poeta tiritón , calma el dolor pero te deja aún más loco, una tarde con el dolor suspendido fui a fotografiar lo único que fotografío hoy en día , una familia de picaflores, ellos parecen haberse acostumbrado a mí y yo a mi dolor .
Días más tarde estas señoras del examen me hicieron pasar a una sala de estar en un quinto piso del centro de la ciudad, me acuerdo con detalle ya que con dolor todo se graba literalmente, cada detallito, el dolor lo fija al recuerdo, si a la guagüita se le cayó el chupete, o el vapor del café de un obrero que pasa o los estudiantes que se abrazan borrachos a las diez de la mañana, todo detalle es un camarada del dolor físico. Todo esos pormenores parecían actuar para distraerme de mi dolor- no consiguiéndolo -los podía divisar de esa hermosa sala de estar donde uno efectivamente “espera”, y puede divisar desde el quinto piso cada detalle, horror y por sobre todo como el paso del tiempo “duele”. Las señoras encargadas de tomar los exámenes parecen estar desocupadas, hablan por teléfono con sus hijas en casa, se preocupan de que estudien y se abriguen, no tienen mucho trabajo más que simpatizar conmigo mientras espero. Yo hubiese permanecido eternamente en esta sala, lleno de Pinturas de Klimt y Kandinsky (me pregunte en una ventanita analgésica el por que la elección de esos cuadros, la respuesta jamás llegaría por que la ventanita de calma fue tan breve y abismal como ese beso de la pintura).
Los romanos veían el porvenir en las vísceras de los animales, ¿no es eso un examen?, las enfermeras son pequeñas mujeres romanas que no sospechan el augur y sólo siguen intentando hablar por teléfono, y yo un conejo destripado que patalea humillado, sin porvenir. Una de ellas me dice mijo lindo, yo aún sonrío, es más hace tiempo que venía haciéndolo, es un método que adquirí para enfrentar cualquier burocracia. Me quieren como un hijo en el corto lapsus de la espera, me quieren transparente , nuclear y sano.
Tras todo salió el augur romano, el examen, el porvenir, todas mis vísceras estaban enfrente mío , una imagen del futuro que queda , busqué un alma entre el riñón decaído y el páncreas , entre los pulmones y la vesícula y al fin la encontré, ahí estaba gris y escaneada ¡una NADA rotunda! un No categórico a la viejecita en el atardecer del Creador.
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