viernes, 11 de febrero de 2011

Diario



Ni la montaña ni mi conciencia, sino la apertura de mundo que se crea. La montaña por si sola y la admiración de ella.. mi conciencia ingenua que cree en montañas reales , autosuficientes…. Un mundo que debe superarse. Hay que arrojarse de la ventanilla del automóvil del idealismo…


Me preparo para la maratón del domingo. Por la mañana ya vi entrenar al que va a ganar, mientras leo a Husserl. Su lema es molesto aunque demasiado real…Toda conciencia es conciencia de algo…La conciencia estaba asegurada en la modernidad , pero ese “algo” vuelve y vuelve, yo que ya quería destriparlo. Mi conciencia… ¿puede estar al mismo nivel de ese corredor que pasa? ¿De ese pájaro? ¿De ese árbol? ¿Y de todos esos símbolos artificiales que parecen reales?


Le digo a esa mujer desesperada, deja de buscar príncipes…Esa suspensión de la ilusión amatoria configura un príncipe en si mismo.


Estoy en agradecimiento eterno con Ortega, el único filósofo que me habla dándome la mano.


La filosofía se da sola en el sur…tanto que ya me cansa… necesito la sequedad del Norte para callar al mecánico tuerto de mi conciencia.


Vi por estas calles al viejito experto en demonios que siempre consultan en la televisión, caminaba con su mujer y su hijo adolescente. ¿Donde están los demonios? los hecho de menos. Este viejo turista los combate…..el arte los acoge…


“El demonio es, en nosotros, ese fermento atormentador y convulso que empuja al ser, por lo demás tranquilo, hacia todo lo peligroso, hacia el exceso, el éxtasis, a la renunciación y hasta la anulación de sí mismo”…( Stefan Zweig)


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