martes, 14 de agosto de 2007

Diario

Si vemos a Moisés, San Pablo, Constantino e incluso Lutero, siempre el giro Teológico se acompaña de un tipo de epilepsia, no patológica sino de carácter inaugural. Una especie de “epilepsia cultural”.

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El hombre moderno ya no pretende el absoluto desde el instante que no mataría por Dios a su hijo, como Abraham lo hizo (o se entrego al hecho de hacerlo). No opondría lo general (ético) por lo absoluto.
Si en Kierkegaard esto gesto con lo absoluto era la máxima “expresión”, en el hombre moderno es la máxima aberración. En el sentido de aberrāre, andar errante.

Hoy asociamos la fe con un puñal.

1 comentario:

deotro dijo...

que buena esa figura de abraham no la había valorado como una revelción del hombre por sobre dios. sipo ¿quien mataría a su hijo por dios? yo creo que joaquin lavin...no, mm es mejor creer en los hijos de dios entonces ujj. ahí hay trampa, porque lo mataron, el hombre mato al hijo y dios ha muerto, ya no hay sentido mas que la etica de lo inmediato, de lo que debe ser, pero que es lo que debe ser? el amor, al projimo y a la prójima, esa aveces es harto amor, pero aveces también no quieren amor y entonces es cuando el amor se transforma en odio, despecho, y así aparece el femicidio, una figura legal que no existe pero debería..