martes, 28 de agosto de 2007

Entendiendo (tratando de entender) la “gran política” de Nietzsche.



JAMAS SE ENTIENDE a Nietzsche por que jamás se entiende nada y el mero acto de buscar intermediarios, exegetas, que tanto arruinarían el mecanismo de la bomba ya es en sí patético y enfermo.
Sólo se puede agregar una sentencia simple de unos de sus títulos: Humano DEMASIADO Humano.
La clave para “comprender” a nivel individual o sea “oír” a Nietzsche es el DEMASIADO. Nadie fue tan DEMASIADO, si llevamos al hombre al demasiado entendemos a Nietzsche.
O sea al hombre superabundante, al que casi no resiste esa gloria de ser un rotundo hombre y se entreteje en una especie de telaraña moral.
Si deshojamos a Nietzsche nos suena cruel “NOS”. Pero también el más honesto. Honestamente honesto, acto y enunciado. Todo.
Sobre el cristianismo y el socialismo infiere juicios similares. Ahora esa doble herejía para algunos (ya que la revolución es la providencia laica) pretendería creer en una estirpe superior. Superior en tanto esfuerzo INGENUO, mejor dicho energía ingenua. La palabra Raza segrega y provoca. Uno no puede caer fácil en sus provocaciones. Todo lo provocador que es “El anticristo” es también todo lo obvio que no se espera. Un gran erudito en Nietzsche como Eugene Fink dijo a propósito de este libro: “Uno no convence cuando tiene la boca lleno de espumarajos”

En el “Ocaso de los ídolos” sí suena potente, a veces dirigido, y extrañamente concreto. Con intenciones de herirnos en nuestras creencias internas o sea en los paisajes que tememos quemar en nuestro espíritu oculto .Nos provoca, lesiona, pero si nos damos cuenta que no es a nosotros sino a la VERDAD que creemos erguir, a las ideas que hemos construido o hemos dejado que construyan en nosotros ( al contrario de leer a autores que confirman y a otros que maldicen, dos actos que nos hacen más lentos aun como hombres) Creo que lo radical de sus discursos no va por el poder en sí, ni el dominio propio de algunos de los fuertes , Aristócratas (en su acepción griega por favor) ya que ellos solamente SON , sino en desnudar cruelmente a los que creen que su altruismo ya sea religioso o político se aleja de esos hombres , se alejan en tanto a sus creencias, pero en sus métodos la voluntad de dominio es más fuerte y mas cínica . Engañar y engañarse es propio de los “débiles”.
A modo de herida y de ser un político incorrecto citamos:

El cristiano y el anarquista. Cuando el anarquista, como portavoz de las capas sociales decadentes, reclama con hermosa indignación «derechos», «justicia» e «igualdad de derechos», habla sólo bajo el peso de su propia incultura que le impide saber por qué sufre realmente, de qué es pobre: es decir, de vida. Su instinto dominante es el de causalidad: alguien tiene que tener la culpa de que él esté tan mal... Por otra parte, su «hermosa indignación» le hace bien por sí sola; cualquier pobre diablo siente placer injuriando, porque esto le produce una pequeña borrachera de poder. La simple queja, el mero hecho de quejarse, puede darle un encanto a la vida y hacerla soportable. En toda queja hay una pequeña dosis de venganza: a quienes son de otro modo se les reprocha, como una injusticia, como un privilegio ilegítimo, el malestar e incluso la mala condición de quien se lamenta. «Si yo pertenezco a la canalla y soy un canalla, tú deberías pertenecer a ella y serlo también»: con esta lógica se hace la revolución.
El quejarse no sirve absolutamente para nada: es algo que procede de la debilidad. No hay una gran diferencia entre atribuir nuestro malestar a otros como hace el socialista, o atribuírnoslo a nosotros mismos, como hace el cristiano. Lo que en ambos hay de común —y habría que añadir de indigno— es que alguien debe ser culpable de que se sufra; con pocas palabras, el que sufre se receta, como medio de combatir su dolor, la miel de la venganza. Los objetos de esa necesidad de venganza, que es una necesidad de placer, son causas ocasionales: el que sufre encuentra por todas partes causas para saciar su pequeña venganza. Si es cristiano, digámoslo otra vez, las encuentra dentro de él... Tanto el cristiano como el anarquista son decadentes.
Pero incluso cuando el cristiano condena, calumnia y ensucia el «mundo», lo hace movido por el mismo instinto que impulsa al obrero socialista a condenar, calumniar y ensuciar la sociedad. El propio «juicio final» es, igualmente, el dulce consuelo de la venganza, la revolución que también espera el obrero socialista, sólo que concebida como algo más lejano. El propio «más allá»... ¿para qué serviría ese más allá si no fuera para ensuciar el más acá?..”.
(Nietzsche, El ocaso de los ídolos)


Cuando se es joven no se lee a los hirientes, queda mucha vida y necesita alimentarse, confirmarse.
Hacerse un ideal “internacional”.Tras esa mala dieta, o sea la exquisita gastronomía, viene la indigesta vida, para luego dar paso a las comidas honestas, al espejo.
Aquí no hay trucos. No hay VERDAD. Si alguien quiere llegar a ser DEMASIADO sabrá entender bien al Psicólogo, al honesto. Pero estar dispuesto y abierto en totalidad con la honestidad disuelve nuestros ídolos y eso nos inflinge el mayor dolor, íntimo, un dolor de entrañas, indiscutible. Intestino. Con esto me hiero a mi mismo. Eso es leer.

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