lunes, 27 de agosto de 2007

Diane Arbus y la forma.

N. Mailer. -Diane Arbus


¿Es extraño ver lo extraño?, o es necesario apartarse, refugiarse tras las ópticas- las orgánicas y las mecánicas- para captar lo exótico, lo repulsivo y transformarlo en belleza, belleza en tanto acogida.
De Diane Arbus amé todo, partiendo por ella MISMA. Su refinado gusto y cultura, sus actitudes, sus silencios, su “arrojo”.
Si se el reconoce como la fotógrafa de los “freaks” o de los monstruos se le hace un pobre favor, a pesar que ello marca su carrera y con razón. No sólo se estigmatiza el estilo y los motivos, su trabajo va más allá aun.
No es sólo una tipología del circo, cuando ya ha retratado a toda la “creme” de los freaks va en busca de los “normales”, ahí la caza se transforma en violenta.

Si todos tenemos un monstruo, un extraño, será trabajo de algún tipo nuevo de psicoanálisis resolverlo. Diane estaba para retratar. Pero veamos a los “no freaks” entrando a su óptica. Son terribles, son hombres nuevos en tanto su monstruosidad (en la amplia acepción de la palabra) se hace patente, hay dislocación. Veamos el retrato de Borges. ¿Hay ahí un hombre? Un simple humano. ¿Que hay en Borges y Norman Mailer que se nos presentan incómodos?, que lo feo (un adjetivo pobre, seco y sin trascendencia) se transforma en parte activa de “lo humano”. La sociedad y su gusto tienen un código genético, cualquier estructura que rompa ese código inmediatamente será un cáncer visual, es cosa de ver a una persona con el rostro quemado en el metro, es un cáncer (y a su vez una adicción visual). Arbus enseña que es la raiz de la estructura. Lo otro, y lo otro dislocado, que la forma humana es brutal en tanto que “vive”.
Los Extraños son adictivos, su adicción es más llamativa que el simple exotismo que amaban los pintores Románticos. Es el jugo de la carne humana estrujada. He participado del banquete por lo extraño del cuerpo, desde tocar a mi abuela muerta asumiendo su ahora rol de “cosa” (a pesar de los pocos minutos en esa condición) hasta sentarme al lado del hombre totalmente desfigurado por las quemaduras en el metro y observar horrorizado no su rostro sino el de las gentes, sus miradas, que declamaban el perfil común y se sentían amenazados por el accidente de la forma.
Lo extraño se me manifestaba de diferentes formas, desde el vagabundo que dormía arriba de siete colchones en la madrugada y que parecía rey Persa hasta ver a los niños recién nacidos con labios leporinos. Aceptar romper la estructura humana en su forma es perturbadora para todos (por eso antes de ver las fotos del hombre elefante chino en Terra advierten de lo perturbadora de las imágenes)
El ser humano ni siquiera aceptaría a su Dios deforme, lo forme es esencial en la configuración de la imagen , de participar de la especie. Diane era inmune a eso, de hecho más que inmune sentía atracción explosiva hacia ellos, (que se convertía a veces en pasión sexual). Diane buscaba lo informe en lo forme. BUSCABA EL DELIRIO, LOS CALLEJONES ABANDONADOS DE LA VIDA. (Cuanta extrañeza me producían los delirios que sentía cuando por ejemplo le llegaba la regla). Diane era una extraña fotógrafa bióloga y patóloga del equilibrio áureo roto que los griegos querían vender.
Al ver su biografía llevada al cine en “Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus” interpretaba por Nicole Kidman, me produce un vacío. A pesar que se presenta como una biografía imaginada, la vida de Diane fue una película con un guión claro, no había que imaginarla, ni tampoco ¡por dios! que romantizarla. El fin era obvio pero perfecto, ella cortándose las venas en su tina de baño. Dando el fin definitivo a los que nosotros creemos que nos asemeja, nuestra forma, estrujada, seca y lista para volver a la forma común y definitiva del polvo.




Borges- Diane Arbus

1 comentario:

Xenon dijo...

Andaba a la caza de la imagen de Borges retratado por Diane Arbus, cuando llegué a tu página, un oasis en el desierto florido de la blogósfera, porque a poco leer resultó evidente que no era una más del insano y zonzo culto al egotismo ectópico.

La entrada que comento, me pareció muy interesante, porque al mismo tiempo que aleja a Arbus de la etiqueta estereotipada de "fotógrafa de monstruos", la acerca a lo horrible cotidiano, que por cotidiano solemos no percibir. En el célebre niño de la granada, lo verdaderamente espeluznante no es el elemento de juguete en su mano derecha, sino la expresión facial crispada (inducida por la fotógrafa a través de una larga sesión de tomas, de la que también subsiste una tira fotográfica) y el atuendo desencajado que remata en la otra mano –de Caín-, que promete futuro esplendor.

En cuanto a la alabada película de Shainberg, ya me estaba preguntando si me fallaría algo, porque a mí me pareció un fallido ejercicio de empatía, bizarro en el sentido más peyorativo de la palabra, para lucimiento de la preciosa Nicole Kidman (y de la voz no menos estupenda, de Robert Downey Jr.) en el que el nombre de Arbus ayuda a vender el cuento, con algunos episodios y anécdotas que corresponden a la vida de ella, pero los aspectos más profundos apenas se rozan, porque desde el principio hasta el final estamos ante la enésima versión del mito de la bella y la bestia, que hasta Disney explotó.

Mucho brocato, mucha hirsuta tontería freudiana que a mi juicio recala en una imperceptible -para gran parte del público- banalización de la tragedia de una mujer "freak", menos adaptada al mundo que muchos de sus retratados, a cuya cara torturada no la honra la belleza élfica de la australiana. Esa Diane Arbus que no es Diane Arbus, dentro de las licencias derivadas de un “retrato imaginario”, por suerte no se suicida. Ese desenlace, habría significado distorsionar aún más la historia haciéndola desembocar en un melodrama ajeno por completo a su vida (aunque no a su muerte…).