miércoles, 15 de agosto de 2007

Otro nuevo gritador


Edvard Munch pintó “El grito” tras una caminata con unos amigos en una playa de Noruega, de pronto él se quedo atrás, sólo, sintió la angustia elevada al extremo mas feroz. Un grito.

Al igual que él yo iba por la orilla, de pronto sentí un frío insoportable. Todo era leyenda y lo que se desprendía de ella decantaba en una especie de Dios.
Ahora no hay nada. Una Nada seca .
El hombre soportó esa sensación luego de un proceso, durante años, un lento caminar. ¡Pero no! Yo lo sentí como Munch en un minuto, en la playa.
El grito. No hay sentido. Nada posee en si mismo sentido, ni menos dirección, aunque ilusione esta flecha que es la historia.
Ni siquiera en la mecánica. Por que los átomos individualmente se arrojan al azar.
No hay sentido. Me tomo la cara como el cuadro de Munich.
Prosigo como última opción en la mecánica.
Por cierto colgando de la física y de la química. Me curo con un tranquilizante
En minutos estará en mi cerebro. Que opción más antihumana ¿Por qué?
Ni mala ni buena, solo opción, ni siquiera voluntad, por que esta no existe, se explica dentro del fin de las leyendas, sólo reacción a un estímulo (como el de Munch).
Luego una nausea, pero no Sartreana, solo una orgánica, un antiácido y listo. Reconozco que soy pura mecánica mientras el azar me traiga aquí a la orilla de los mares ¡pero si ni los mares son mares!, ufff soy una máquina casi autómata , un átomo ,Un perro .

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