martes, 14 de agosto de 2007

Ciencia y Religión



Por Coctelmarx

Me produce curiosidad como Bertrand Russell trabaja en términos éticos y de oposición entre ciencia y religión.
Viendo sus aportes a veces se puede hasta sentir sus triunfos en contra de los ridículos dogmatismos religiosos (el termino “ridículo” se declama dentro de un pedestal histórico, de experiencia, es decir carece de valor y agudeza, mas bien es cobarde) la ridiculez en la religión puede llegar por miedo o como solución contingente, como en las leyes higiénicas de los Hebreos por ejemplo, pero también puede llegar sólo por simples temores e inestabilidad de poderío.

Russell parece que gozara con sus aciertos lógicos (por lo demás muy ilustrativos y pertinentes), esas ridiculeces eclesiásticas que la historia nos regala a veces a nosotros los voyeurs del triunfo fácil.
Ese gozo si es sistemático no tardará en llegar, aunque será fugaz por su evidente lógica. La batalla heliocéntrica, el despegue protestante, el derrumbe bíblico. Argumentos de pluma, no hay que escarbar mucho en la historia de la ciencia para el análisis (gozoso) de los triunfos hacia la religión.
Quizás las inconsistencias medievales se erguían en un mundo aún niño, si tomamos el parecer de los Ilustrados que eran padres tutores pero a su vez, eran niños para el Estado.
Las inconsistencias religiosas actuales ya no suenan ridículas, sino perniciosas, ya la humanidad (si es que fue niño alguna vez), no esta en condiciones de permitirse estupideces.
Hoy la religión se cientifica, o sea se asesora. Los dogmas y milagros pasan por el laboratorio. Por ejemplo hace poco se abolió el Limbo, la pregunta surge de inmediato ¿que hicieron con los que estaban ahí adentro? Que hicieron con Aristóteles y Virgilio. ¿A donde los mudaron? ¿Les habrán preguntado?

La verdad es un “mecanismo”. El problema de Russell es que tiene demasiada razón. Al contrario de su discípulo Ludwig Wittgenstein, que aborda similar problemática desde el sueño, desde la orientación, el dolor de la incomprensión, la búsqueda, la gran búsqueda. Aunque quizás puede y debe demostrar. Wittgenstein flota.
Disolución y no solución.
Quizás el espíritu le era ajeno, doloroso, ¿Por qué no mejor llamarlo luz? (Pero si es un lógico del lenguaje, que importan para él los matices. Sólo importa el momento de “callar”.
En sus palabras:

¿Vale la pena siquiera lo que hago?, sólo cuando recibe una luz desde arriba….
…Si la luz de arriba no llega solo puedo ser hábil.
“La confrontación con el espíritu, con la luz conmueve”.


Ya no somos poseídos por lo ridículo, hoy sólo podemos ser hábiles.








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