miércoles, 3 de junio de 2009

Diario

Los franceses nos han enseñado que el amor es todo menos una esencia, un concepto, una metafísica, una conexión de los seres, ese escalón, eso “que se pone a la base de algo” esa hipótesis, ese vehículo impulsor platónico, en los novelistas dieciochescos se rebela. El Amor es un sistema orgánico que es necesario diseccionar. Amor –abnegación, amor – simpatía, amor – vanidad. El amor necesita tanto a los amantes como a los teóricos, los escritores. Stendhal escribe genialmente: “El arte de amar se reduce a decir exactamente lo que el grado de embriaguez del momento requiera.”

Más que de amantes se disfruta de arquetipos.




En la disyuntiva de César sólo queda seguirle, ¿Pero si no hay ningún río Rubicón para cruzar? No carecemos de determinación ni arrojo, tenemos buenos generales, sólo faltan los ríos donde se manifieste ese arrojo, esa decisión, ese nudo gordiano que Alejandro resuelve sin mas ingenio que el corte de su espada. Nos faltan las cosas que cruzar, las cosas que cortar. Pero el sólo fluir sin resistencia de la vida nos dejara siempre en el mismo lugar. La rebelión suprema es estar en el lugar del río, en el lugar del nudo.




Cristo me parece simpático su ismo no. Cualquier discurso se fosiliza en la institucionalidad, la salvación sólo se puede ejercer por generaciones, la salvación es siempre contemporánea, la Soteriología debe estar a la moda. Por eso Fichte al comenzar una de sus cátedras dijo: “Hoy crearemos a Dios.”




Soy el presente de una larga tradición de campesinos que huyeron del hambre y se acumularon en el culo de la ciudad. No pueden esperar de mí que cambie los pesos históricos de estos antiguos y obedientes mujik nacionales. Dios , pasado, tradición , conviven tan dentro de este genoma que es irrisorio que un individuo, un yo desconfiado de si mismo pueda doblegarlo.¿Qué esperan? ¿Que estudie una ingeniería, gane dinero, me largue del culo habitable insolentando a la Historia? Decantarse por las leyes actuales de la economía sólo significaría ascender a la sociedad más mísera y estúpida, subir en escalera mecánica al panteón del gusto idiota de la clase media.

Me quedo en mi madriguera, en mi culo, esperando algún Tolstoi (amante de los faunos miserables como yo) que me relate. Entonces, inspirándose en almas agrícolas y satisfecho por el gran secreto descubra: El infinito también tiene sus piojos. Rimbaud lo sabía por eso escribió “Les chercheuses de poux.”




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