viernes, 30 de enero de 2009

¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros?

Que profundo y de cuantas formas se puede afrontar la sentencia del loco de Nietzsche, veamos el dice “Dios ha muerto” y esto se impone mucho imponente que el ingenuo “dios no existe” de la ciencia positiva. Nietzsche propone este episodio como una debacle, un movimiento profundo, lo mas tremendo que pueda sucederle al hombre , es más dios ha muerto y recalca : nosotros somos sus asesinos, hemos secado el mar y borrado el horizonte, es decir este anuncio es mas catastrófico pero mucho mas real que el positivista “dios no existe” producto del “progreso científico” (aunque este haya ayudado a este nihilismo). Habla Zaratustra un profeta que no quiere serlo, que lo que quiere es mediante este estado de conciencia glorificar al hombre, abrirle paso al superhombre, Nietzsche no descarta en el futuro el surgimiento de nuevos dioses, este poema profundo no es un tratado científico que trata de probar que dios no existe (aunque esto este implícito en su discurso) , lo que ha muerto con dios no es el simple fenómeno u objeto dios , ha muerto una escala de valores , un horizonte , no hay brújula, por eso si dios ha muerto también es un estorbo para la superación del hombre la ciencia contingente, que esta llena de voluntad de verdad, y esa voluntad de verdad viene del mismo origen decadente del cristianismo, además ha muerto la filosofía como tal , el idealismo Kantiano que pretendía elevar el “deber ser” al imperio de la razón. Erguir un nuevo Dios en la “razón práctica”, así que cuidado que este poema no es un simple panfleto antirreligioso, no es una guerra exclusiva contra el dios- ente, es una crisis total en la historia de la humanidad.



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“¿Qué sé sobre Dios y la finalidad de la vida? Sé que este mundo existe. Que estoy situado en él como mi ojo en su campo visual. Que hay en él algo problemático que llamamos su sentido. Que ese sentido no radica en él, sino fuera de él. Que la vida es el mundo. Que mi voluntad penetra el mundo. Que mi voluntad es buena o mala. Que bueno y malo dependen, por tanto, de algún modo del sentido de la vida. Que podemos llamar Dios al sentido de la vida, esto es, al sentido del mundo. Y conectar con ello la comparación de Dios con un padre. Pensar en el sentido de la vida es orar.”
Ludwig Wittgenstein, Diario filosófico



Razón, realidad, límites. Se abandona la Metafísica (peligrosamente tarde). Locke “Ensayo sobre el entendimiento humano”. Intuición y comprensión, debate, ajedrez, provoco nuevos desafíos religiosos en las personas que parecían antiguamente ancladas. Partiendo por mí.
Mi sentencia matutina reza: No se trata de que Dios ha muerto, es que ha sido desalojado.
Lidiando sólo con los límites del lenguaje. La poesía al igual que pensó Platón, engaña (y quita tiempo) en búsqueda de la verdad me siento saludable. Aunque me faltan hipótesis igual siento partos.
Por no ser sabio estoy en esto. Por ahora sólo un pensamiento débil: No más métodos aunque surjan.
Soy un hombre de trabajo (aunque no lo aparento) Los filósofos del futuro- dijo Nietzsche- serán Búhos del trabajo, incluso de día.
Atender lo vulgar se vuelve exclusividad, ya no alcance a ser como ese gran ingeniero del lenguaje
Pero no renuncio, sigo.
Preparar una especie de “historia de la violencia”, no para ahuyentar ni atemorizar sino para redimir.
La cultura judeocristiana nace de una original segregación, de una elección, entonces la voluntad de poderío sonríe, disfrazada de amor, al elegir se mutila el jardín, acuérdense que conocer es recordar.
La fe es una invención del poder más oscuro, del poder de elección. La fe se disuelve en el “probar”, el amor ahí se debilito de muerte. El jardín del edén se secó y se transformó en un laboratorio de almas. Me retracto la fe es “lo otro” radicalizado de tal forma como para no seguir siendo humano.
Nos equivocamos, la verdadera Biblia es la Historia, e ahí el texto a desglosar (y a canonizar si se quiere)
Yo soy interpretación de la interpretación, me muevo entre el miedo. Me hago fuerte, hegemónico. Moisés calló. El hombre ocupa el lenguaje hasta quemarlo. “Sobre lo que no podemos hablar hay que callar” es el mandamiento de Ludwig Wittgenstein y yo soy el vulgo que obedezco, sin espíritu.

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