domingo, 18 de enero de 2009

Un nuevo renacimiento ético a través de la política. Maquiavelo y " De Principatibus"



"Por la mañana me levanto con el sol y voy a un bosque que hago talar; allí permanezco dos horas repasando el trabajo del día anterior y empleando el tiempo con los leñadores que siempre andan con una disputa bien entre ellos o con los vecinos (…) Desde el bosque me voy después a una fuente y de allí a mis puestos de casa. Llevo conmigo un libro, ya sea de Dante, Petrarca o de poetas menores como Tibulo Ovidio u otros; me sumerjo en la lectura de sus pasiones, de sus amores, recuerdo las mías y me divierto un buen rato en estos pensamientos. Mas tarde me dirijo a la posada del camino, discuto con los que llegan, les pido nuevas sobre los países, escucho no pocas cosas y observo la diversidad de gustos y caracteres humanos. Así llega la hora del almuerzo, momento que comparto con toda la gente de mi casa los alimentos que me permiten mi pobre granja y mi escasísimo patrimonio. Tras almorzar vuelvo a la posada, en ella normalmente encuentro al posadero, un leñador, un molinero y dos caleros. El resto del día me encanallo jugando a las cartas o a las tablas reales con estas gentes, juegos ambos que originan mil protestas e innumerables disputas e insultos. Por lo general la apuesta no supera el quattrino, pero se nos oye gritar hasta en San Casiano. Así repantigado en esta pocilga, es como desentumezco el cerebro y desahogo el daño que me ha causado la fortuna, aceptando que me humillen de este modo por ver si termina avergonzándose.

Al atardecer vuelvo a casa y entro en el gabinete donde trabajo. En el umbral me despojo de la vestimenta del día cubierta de barro y mugre, y me visto unas ropas dignas de cortes reales y pontificias. De este modo, convenientemente vestido, me traslado a las cortes Antiguas, entre hombres de la Antigüedad; y acogido afectuosamente por ellos, me sustento con el único alimento que me agrada y para el cual he nacido. No siento ningún pudor al conversar con ellos y al preguntarles las razones de sus actos; y ellos, con toda humanidad, me responden. Entonces, durante cuatro horas, no siento el más mínimo aburrimiento, olvido todas mis preocupaciones, no temo a la pobreza, la muerte no me espanta: fluyo por entero en ellos. Y como Dante dice que comprender sin retener no hace ciencia, he consignado por escrito lo que he recogido en mis conversaciones con ellos y he compuesto un opúsculo, De Principatibus (El Principe), en el que profundizo como mejor sé en mis reflexiones sobre este tema: argumento de lo que es el principado, de cuantas clases de principado hay, del modo que se obtiene, del modo como se conserva y de las razones de cómo se pierde. Y aunque jamás una elucubración mía os haya complacido, esta no debería desagradarlos. Debería así mismo ser bien acogida por un príncipe, sobre todo por un príncipe nuevo, razón por la cual le dedico al Magnífico Juliano (De Médicis)" .


Esta famosa carta Maquiavelo hace patente toda una especie de desarrollo metodológico – político , además de mencionar por primera vez su obra máxima “El Príncipe”, mas allá de la desventajosa coyuntura de la que Maquiavelo sufría por estos días (fechada el 10 de Diciembre de 1513) y como respuesta un poco irónica al estilo de vida opulento que se reflejaba en la misiva de Francesco Vettori desde Roma, que Maquiavelo replica con su tosca forma de vida de “exilio” en San Casiano, con la constante ilusión de volver a Florencia.

En la misiva se aprecia una cotidianidad “vulgar “que afecta su día pero que es “claro ejemplo de la multiforme experiencia de las cosas modernas que Maquiavelo siempre considero como sustrato y la garantía indispensable de toda meditación digna de este nombre” (Larivaille, pág 158) .

Todo su quehacer se plasma en primero una especie “de viaje iniciático”, el desarrollo, las soberbias descripciones de los humildes episodios, pintorescas relaciones se yerguen como fuentes de profundas meditaciones de “lo cotidiano” que Maquiavelo sabrá ocupar para su proyecto investigativo.

Luego del mediodía donde vuelve al hogar con los suyos a almorzar, retoma en la tarde la acción que tanto repudia, su condición actual lo atormenta, aún así esta atento a escucharlo todo, sentirlo, vivirlo. La experiencia cotidiana actúa una profunda herramienta para “situarlo”, para entender lo que es la situación, algo que tanta pompa y polémica tendría en su pensamiento político posterior. Porque llegada la noche, la gala, su espacio vital, su amor profundo, su fiesta, su razón y justificación divina surge en el dialogo con “los Antiguos”, los amables antiguos que lo escuchan, casi lo acarician. Aunque esto no significa un rechazo total a la experiencia cotidiana tan detalladamente descrita “ni una ruptura con la vida, por mezquina que sea, sino simplemente el paso a un nivel superior, en que la vida aligerada de su escoria afectiva (tedio preocupación, temor a la pobreza y a la muerte) se convierte en pura presencia cultural, presencia cultural que permite el dialogo, a través de los siglos, con los sabios de la Antigüedad” (Larivaille, pág 163)

Pero paradójicamente su ética daría la espalda a toda estructura de lo que era la ética política del pensamiento clásico. Inauguraba no sólo la ciencia política moderna como tal, si no establecía una nueva ética.

La ética política al tener un carácter nuevo (volviendo al concepto de situación) entraría a la búsqueda de nuevos intereses.

Los filósofos políticos clásicos concebían normativamente la política desde el punto de vista ético, sus reflexiones giraban en torno del “deber ser”. La política debía ser orientada por la ética, la deontología del político heleno entonces era punto central para concebirla como “un arte, una techne”. En este sentido Maquiavelo impulsa un quiebre, una nueva forma de ver el poder, ajustándose “científicamente” a los hechos. La política ya no se estudia de la forma como “debe ser” sino simplemente como “es”. Esta sentencia “de ser” mas real que la realidad, es renacentista y profundamente secular, donde se esgrime su famosa sentencia “el fin justifica los medios”.

Bajo estas premisas se pueden percibir dos preceptos en la separación del pensamiento religioso en torno a la ética, primero superando la denominada “ética de la convicción” asociada a los preceptos cristianos donde los actos son juzgados dentro de una teoría deontológica o sea, se perciben y asumen “a priori” a pesar que desfavorezcan al individuo y por otro lado la llamada “ética de la responsabilidad” término introducido por Max Weber en su conferencia sobre “la política como vocación”. La diferencia entre ambas éticas Weber la presenta así: “Pues si bien se dice, de acuerdo con la ética acósmica del amor, no resistas al mal con la fuerza, para el político es valida la sentencia inversa, debes resistir al mal con la fuerza, o serás responsable del triunfo del mal” (Miranda, pág 81)

Weber siguiendo a Maquiavelo o Maquiavelizando la política entonces resuelve la imposición del bien político sobre el bien moral.

Maquiavelo pone énfasis en los primeros capítulos del Príncipe en la seguridad y estabilidad, tan caros en su época, entonces esa jerarquía que el Estado debe poner como fundamental en su política son condiciones para todas las demás metas políticas. Lo práctico esta dado acá tal como el apuntaba en sus andares taberneros, en la situación, en la cotidianidad compleja de la coyuntura, los actos entonces serán juzgados a posteriori, según el prisma del bien común.

La bondad al igual que en Hobbes no es una propiedad intrínseca del hombre (en su estado natural) por que a estos “sólo las leyes los hacen buenos”.

Entonces entre conflictos de poder, de pasiones, el príncipe no siempre puede ser “bueno”:

Sé (y cada cual convendrá en ello) que no habría cosa más deseable y más loable que el que un príncipe estuviese dotado de cuantas cualidades buenas he entremezclado con las malas que le son opuestas. Pero como es casi imposible que las reúna todas, y aun que las ponga perfectamente en práctica, porque la condición humana no lo permite, es necesario que el príncipe sea lo bastante prudente para evitar la infamia de los vicios que le harían perder su corona, y hasta para preservarse, si puede, de los que no se la harían perder. Si, no obstante, no se abstuviera de los últimos, quedaría obligado a menos reserva, abandonándose a ellos. Pero no tema incurrir en la infamia aneja a ciertos vicios si no le es dable sin ellos conservar su Estado, ya que, si pesa bien todo, hay cosas que parecen virtudes, como la benignidad y la clemencia, y, si las observa, crearán su ruina, mientras que otras que parecen vicios, si las practica, acrecerán su seguridad y su bienestar”. (Princ. Cáp. XV)



Volviendo la observación de la carta a Francesco Vettori, a un día común del Maquiavelo encerrado, desterrado en las circunstancias, atento a la convivencia .La misma observación en términos Nietzscheanos de una “moral genealógica” desde las gentes comunes de la taberna hasta el estudio profundo de la historia, hace a Maquiavelo un ente de la situación, una “pragmática” moral.

Esta exigencia no sólo es de un esfuerzo intelectual moderno, secular, es un estudio atento a las pasiones humanas que se inscriben en un orden racional, una nueva forma de política en una nueva forma ética.



- Larivaille, Paul , “La vida cotidiana en la Italia de Maquiavelo, Madrid , Editorial: Temas de Hoy .1990”

- Carlos Miranda. En “Cuadernos de Filosofía de la Universidad de Chile” . Santiago 1990.

- “El Príncipe de Maquiavelo”, RIL Editores,. Santiago 2001.


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