viernes, 6 de febrero de 2009

There there

Que mas triste que irse a la tumba con interrogantes. El cementerio es el lugar de los utópicos, en tanto esa palabra que Tomas Moro , el rey de la imposibilidad hallo y restregó a su tiempo como un “no hay tal lugar” (u-topos), los cementerios convierten a los hombres en lugares, en topos. Es por que la propiedad tiende a disolverse, a pesar de los esfuerzos por unificarla, limitarla, organizarla, para que no se disperse.
Los hombres son lugares, con pasto en sus cabezas, con dudas perdidas y sin dueños, que deambulan frenéticas para que alguien las acoja y las convierta en motor.
Pero ¿que es lo que hay que preguntarse? ¿Que hora es? o ¿que es el tiempo?

La propiedad es la base de la tensión y competencia, diría alguien es la base del equilibrio económico. A favor, Aristóteles y Locke. En contra Platón y Rousseau
Su superación nos arrancaría los brazos, tal revolución volvería locos a los hombres, diseñados para la carroña, el juego sucio, la maldad.
Aunque siempre sobrarían los espíritus desentendidos a primera vista del mundo, utópicos, muertos quizás, tratando de levantarse aunque fuese demasiado tarde, lleno de dudas, que la tierra convierte en gusanos que necesitan descomponer y abrir paso a otro hombre puro, en su lecho amniótico, sin propiedad mas que su supervivencia, su llanto. Todo es (o debería ser) común dice Platón , lo mejor es común. La "gran propiedad" (la acumulación de bienes) es vicio en tanto se aleja de lo comunitario. Que mas pedir que una vista insolente, curiosa, saturada de mundo.
Los ojos nos hacen comunes, los sentidos, el suspiro. Los bienes escasos se fuerzan. La propiedad es un monstruo sin límites, gozo de pocos. Vendaje de las preguntas que debieran ser respondidas antes de convertirse uno en un lugar, que lo único que recibe es la atención del jardinero, que lo riega cada miércoles y acomoda sus flores, el lugar es bello. Los Mausoleos inmorales.
La lucha por la acumulación de capital es lo más embarazoso que el hombre aun tolera. El lujo me asquea, como sus dueños.
Sentirse dueño de todo (incluso de los afectos) es propio de un animal básico. Romper sin medir fuerzas con la acumulación.

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