martes, 4 de diciembre de 2007

Por que Michel Houellebecq podría haber sido cualquier reo de mi barrio.





Siempre es igual, cuando alguien regresa al barrio después de estar un tiempo en la cárcel , saluda con animosidad, te da la mano , los mas cercanos un abrazo, como si fuera un comerciante de especias en los tiempos de Marco Polo que llega fatigado pero exitoso, un Ulises que regresa arañado e invencible a su gueto, hace unos días llego el último y como es la costumbre me dio la mano y me miro como diciendo: “te crees un teórico de la libertad, pues bien estas muy lejos de saber que es”, venia de la botillería y su rostro denotaba haber disfrutado como un animal esas cervezas congeladas, era un video de esas negras del soul: cerveza fría , sol, el ex reo libre bebiendo con sus amigos , borracho y libre.
Siempre recuerdo la insólita escena cuando estaba en la piscina de noviciado y llegaron ellos, los nuevos libres , nos dijeron -hola muchachos con un respeto que siempre me produjo curiosidad, el mas joven de ellos de pronto paso por encima mío en un piquero elegante , como trucha experimentada en el borde de la piscina , lo vi con esa sonrisa eterna de un preso recién liberado, un piquero acrobático de un pez tropical , lleno, tapando un segundo el sol, un salto de libertad , sonriente, con un traje de baño imposible pero un físico trabajado, envidiable , dado por las flexiones en la humedad, la abstinencia y el frío. En ese piquero estaba inscrito todo el progreso humano, su torso curvado señalaba la historia que es su historia, una decadencia Spengleriana. Se frotaba las manos, sonreía, no le temía al frío de la tarde , se comía un sándwich ,se sentaba en silencio, jugaba con el pasto, miraba por largos y para mi angustiantes minutos el atardecer , ¿Cuánto daría por saber que pensaba ? Su cielo religioso era simplemente los actos más cotidianos.

Los nuevos libres nunca se descuadran la primera semana, visten las zapatillas más elegantes y a lo más fuman hierba. Pareciera que no tienen planes salvo disfrutar de su familia y tomar cerveza helada, siempre se les ve afeitados de forma militar, como si disfrutaran la ceremonia matinal de un buen afeitado con la máquina especifica.
En la noche con el vino nos cuentan las anécdotas que nos hacen pensar que el hombre no tiene límites. Pero asocio la libertad a una pulcra zapatilla y a una cerveza helada que refleja el placer de ser soberano de sí mismo.
Ricardito el joven que con su piquero cinematográfico voló por encima mío en la piscina no alcanzo a disfrutar mucho tiempo del sol y de las cervezas heladas, volvió a su viaje, volvió al despertar temprano y al anochecer prematuro, al conteo y a la ducha helada. A caminar con pulcritud musical de ida y vuelta como esos instrumentos que ayudan a llevar el compás a los músicos y que ahora le sirven para sincopar la mirada dura de los gendarmes.
Dejó que los teóricos de la libertad chismorrearan a su antojo, el iría al absoluto vacío, al no profundo de los huesos.

Mientras leo estos poemas de Michel Houellebecq (que se acerca a Chile) dudo que los halla creado el escritor francés , son tan cercanos a la experiencia que se me hace la fuerte idea que los podría haber escrito perfectamente Ricardito el reo, el pez tropical:


Es cierto que este mundo en que nos falta el aire
Sólo inspira en nosotros un asco manifiesto,
Un deseo de huir sin esperar ya nada,
Y no leemos más los títulos del diario.

Queremos regresar a la antigua morada
Donde el ala de un ángel cubría a nuestros padres,
Queremos recobrar esa moral extraña
Que hasta el postrer instante santifica la vida.

Queremos algo como una fidelidad,
Como una imbricación de dulces dependencias,
Algo que sobrepase la vida y la contenga;
No podemos vivir ya sin la eternidad.

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No es eso. Trato de conservar mi cuerpo en buen estado. Quizás esté muerto, no lo sé. Hay algo que habría que hacer y que no hago. No me lo han enseñado. Este año he envejecido mucho. He fumado ocho mil cigarrillos. Me ha dolido, a menudo, la cabeza. No obstante debe haber una manera de vivir; algo que no se encuentra en los libros. Hay seres humanos, hay personajes; pero de un año al otro apenas si reconozco las caras.

No respeto al hombre; sin embargo, lo envidio.



2 comentarios:

Elver Cruzila dijo...

Recuerdo esa tarde perfectamente, el tipo voló sobre los dos, que lástima y también me da lo mismo, que esos animalitos se queden pegados con el cautiverio perpetuo de la casa grande.
Saludos totales.

Anónimo dijo...

LOS HOMBRES SON MEGALOMANOS..
UNA DE DOS.. O SE DETIENEN A SENTIR EN EXESO.. O SE OLVIDAN DE LAS COSAS ESENCIALES.. YO CREO QUE POR ESO SE INVENTAN DIOSES Y LOS MOLDEAN A SU PROPIO DESTARTAJO...
ME ESTA GUSTANDO COMO ESTAS ESCRIBIENDO....MAS REAL.. MAS ENSIMISMADO ..QUIZA? CREO QUE A RATOS A NO ESCRIBES PARA EL RESTO.. ESTAS ESCRIBIENDO HONESTO..
ESCRIBES ESE MUNDO EXTERNO..
BIEN