El pasado siempre existe corrupto, deformado por la conciencia permanentemente actual, los olores quieren ordenarlo, no lo quieren abandonar, el olfato es un sentido que se niega a vivir, por eso reclama puro pasado, el olor invita hacia atrás. La niñez es olfato, deseo. Antes cuando llegaba al mar mi estómago se contraía tanto como para llegar al dolor, a la ansiedad total, el mar era un territorio hiperquinético, por que yo- y ahora lo deduzco- , no soportaba la inmensidad. La vista se perdía y el más afectado era el estómago.
Un niño siempre vive en un paraíso, es puro presente y por eso el hombre se funda en este periodo, no tiene pasado, es más no quiere tener conciencia del pasado, su pasado son horas. Un niño mirando el mar se aterra, el mar es futuro, el hombre sin pasado es perfecto. El futuro es pura posibilidad, no es ningún tipo de territorio abstracto, el futuro como dijo Heidegger, es futuro sido.
La manitos se entierran en la arena como diciendo- yo soy esto, yo soy el aquí, ¿Qué vendrá después? Esas manitos enterradas son un gesto natural aunque vencido, las manos no anclan a la vista que se dice, “yo voy” y este corrompe al “yo estoy”. En nuestra próxima experiencia ya no veremos la arena como un depósito de cuerpos, la arena es “circunstancia”.
Todos los días mueren infancias, por que todas las infancias son días, estáticas, perfectas, sólo algo dice que eso no es todo, que hay que seguir, todo es éxodo más que génesis. En la niñez el pasado solo es una nube negra que no tiene un depósito histórico donde polucionar.
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