miércoles, 26 de diciembre de 2007

Balada de la dependencia sexual.


Fotografía : Nan Goldin –“Rise and Monty on the lounge chair”, NYC, 1988


I

Me había quedado en eso, para mí en este instante la posibilidad de una cerveza es sólo un fin orgánico, casi “celular” como lo llamó un amigo que nada sabe de biología pero le gustaba definir así el imperativo de la cebada. Para otros y en el círculo que me encuentro ahora es un medio para definir verdades, por ejemplo, lanzan preposiciones de presentación , las clásicas, como decir el “yo estudio ciencia” , del pequeño arrogante químico , luego viene una mujer , por cierto muy guapa y dice “yo estudio la ciencia”,- pareciera que la mesa en la preposición “yo estudio ciencia” quedara satisfecha y se alimentara de esa posibilidad, que todo un método la guiara sin problemas en la noche , pero el simple artículo “la” ciencia o sea el giro epistemológico de la mujer guapa pone rígido el ambiente , a mi parecer lo pone mas “sensual” , como si ya la discusión no versara sólo en la posibilidad de entendimiento sino que ahora gracias a esa bella mujer y su salto epistemológico (término que excita a las mesas llenas de cerveza) se volcara al puro sensualismo.
Paso a explicar que ahora me ha venido una reflexión en torno a ese sensualismo, a decir las comparaciones que los hombres se lanzan cuando están borrachos y en grupo, los cuales comienzan a contar las mujeres que han tenido en sus vidas (en el especifico ámbito sexual cuantitativo y por eso el término “mujer”, y para nada se especifica tal o cual , la propiedad del sustantivo es irrelevante, por ejemplo el efecto de Carla o Verónica en ese número, sino estrictamente el concepto “mujer” , que se define en la cantidad que un hombre ha follado aproximadamente hasta los treinta,- desde ahora y en adelante me permitirán el vocablo un poco ibérico aquí de “follar”, por que el verdadero , el que se debe aplicar a nuestras circunstancias es “culiar”, pero considero que suena menos musical).

En eso cuando muchos ya han lanzado cifras como treinta o cuarenta mujeres que en mi pubertad hubiese sido una cifra oriental para mí, propia de algún tipo de Rajá o líder místico, noto hoy que es un promedio aceptable y sano, por que para obtener este número solo se necesitaría un poco de disciplina y trabajo. El amor seria un pretexto, a modo de rumor humano para que otros consiguieran ese número (y lo siguieran expandiendo), por que el amor, sentimiento del cual no dudo de su autenticidad, forma hombres que no aspirarían jamás a llegar a semejante cifra, son cautivos de ese rumor y se alejan de esa empresa, a ellos habría que dejarlos tranquilos, el análisis que se hace acá no quiere quebrar los jarrones de la ternura. Dejando en paz a los palomos en la azotea del edificio del amor, sólo me aboco ahora a los hombres comunes que disciplinadamente llegan a esa cifra en normales condiciones (o sea me refiero fruto de su trabajo y no por causas externas como seria la fama, el dinero y otras raíces)
La mujer “epistemológica” abre el debate con su “la”, ciento que el grupo científico se hubiese aburrido contando penas de amor y singularizando alguna aventura amatoria, el amor aquí es irrelevante. Casi como los científicos que salen a los charcos a tratar de especificar y aclarar aún mas la evolución micro orgánica, el grupo lanza las mujeres con los cuales han tenido sexo, e insisto, todo versa en torno a la cantidad y no la calidad, esta última categoría ya he dicho que tornaría la mesa en un club de viejas en vez de una mesa científica borracha.

A la luz de los resultados preliminares uno debería haber follado a mi edad a lo menos a cuarenta hembras, la mujer “E” (para abreviar el término con la cual se ha identificado genialmente) hace como que anota los resultados, con valentía asume que ella podría ser una mas dentro de un grupo variable de mujeres, nótese aquí que este intento de estudio se ha basado en una preposición de esa misma mujer y no pretende enredarse tampoco en absurdas discusiones feministas que encontrarían el tema un poco chocante.
Mi caso se analiza con extremo interés, por mi orgánica cervecera soy sincero pero tampoco trato de ser una víctima, es mas, siento en parte que en algunos pasajes sueno arrogante, pero “la verdad” es la arrogancia pura hecha concepto vicioso.

La adolescencia es pornográfica , es mas bajo ese signo todos los hombres envueltos en ella salían a cazar , eran arpones que fingían bailar un rato, hasta ahí total correspondencia con mi caso, pero comienzo a distanciarme cuando les explico que yo era en mi juventud un tipo realmente encantador para las mujeres, me piden que especifique eso, comprendo el requerimiento , no es lo mismo encantar a una cobra que a un gato hambriento, la primera necesitara de trabajo y arrojo , el segundo solo una cabeza de pescado, el término encantar a modo general suena vago e impreciso. El grupo me pone en jaque, pero basta ser sincero para ser un buen ajedrecista, jamás pretendí ser encantador ni tampoco seleccionar a la mujer a la cual encantaba, la sociología solo hacia las veces de seleccionadora, o sea yo encantaba a lo que mi condición social me lo permitía, o sea como se dice hoy lo que mi “target” me auspiciaba. Cuando en una discoteque (pongo el caso de una discoteque por que es ahí donde surgía el sexo que me interesa) una mujer ya acabada la noche te miraba como diciendo: “he analizado todas las posibilidades, partiendo por el físico que es lo primero, que he tomado en consideración tu posible higiene , tu encanto y tu sentido del humor he decidido que sí, que podemos ir tranquilinamente a follar”, uno podía, si era experimentado en el asunto, inferir ese sí quizás anticipadamente , hacía de la experiencia una especie de ciencia de los “sí” sexuales.

Observaba en aquellos tiempos que para llevarse a la cama a una mujer no bastaba encantarlas , había que generar otro proceso, eso lo infería bajo la empírea vecina , algunos amigos ya mayores , verdaderos trabajadores del sexo lograban ya en aquellas épocas un buen promedio , debido a su dedicación y disciplina, no es fácil llevarlas a la cama . Lo primero que se debe tener es una cama, entiéndase por esto un nicho de cualquier índole y no me pidan por favor que sea mas específicamente burdo ya que este análisis no pretende ser una desolladura de conejos, entiéndase esto como un método inductivo y permítanme ser profundamente explicito incluso a fuerza de caer en insignificancias. Se me reprochara quizás hasta aquí mi profunda falta de delicadeza para con las mujeres, por no decir un machismo sintomático y desenfrenado, quizás se mal interprete el término “llevar a la cama”, pero entiéndase el llevar en el sentido mas literal posible , cada mujer que se menciona genéricamente en este estudio fue llevada, no descarto para la tranquilidad de las feministas, que muchas mujeres me llevaron a la cama , ejerciendo ellas bien su derecho de verme como un artefacto, pero como el critico nunca esta quieto se me reprochara también que la expresión “llevarme” me deja aún peor , cuanto me gustaría que cada mujer de las que hablo me hubiese ella llevado a la cama , y el hombre fiel a si mismo sin ningún temor a ser artefacto, lo goce aún mas y además lo cuente arrogantemente, lamentablemente no es así y habrá que seguir navegando a veces en la insensata franqueza del “llevar”.
Insisto en el término “fue llevada” por que ese es el meollo de la cuestión, ¿como algunos pueden llevar cuarenta y otros una cifra muy pobre y sin esperanzas de acrecentarla? Disciplina digo yo, estricta disciplina se necesita para llevarlas.
Hasta aquí el grupo ha comprendido, aunque reconozco que algunos dudaban de la autenticidad de mi historia y la creían inventada sólo para llevar a la cama a la señorita E que además era su amiga y sentían un poco de pertenencia. Ella queda encantada con la historia, mi teoría increíblemente aún tiene vigencia.
Me pidieron posteriormente que fuese mas explicito con mi ponencia, el grupo científico estaba perdiendo el sistematismo, algunos se paraban al baño y volvían con el marrueco abierto, cosa normal en cualquier función, pero en ese contexto me ponía un poco inquieto. En los recreos que se producían en esos pequeños instantes , en los instantes en el que el marrueco entraba en actividad, la señorita E me muestra una frase subrayada del libro de Houellebecq “Ampliación del campo de batalla” (algo que no me sorprendería por estos tiempos), la frase decía “tengo la impresión de ser un muslo de pollo envuelto en celofán en el estante de un supermercado”, y rápidamente otra frase en el mismo libro ahora como cita y que pertenecía a Roland Barthes como encabezado de un capítulo : “de pronto, me fue indiferente no ser moderno”, hubiese tomado esto como un típico acto de seducción intelectual , que es la más carnal, sino fuese por que ambas páginas estaban demarcadas de antemano, así pude inferir que si no hubiese sido a mí a quien las mostraba seductoramente, hubiese sido a cualquier otro tipo encantador (que al contrario de lo que se cree esta lleno el mundo). El problema de la seducción es que demanda exclusividad, y eso mas que una ventaja es una desventaja en el humano, cuantos problemas nos ahorraríamos (incluyendo el de esta velada) si no exigiéramos esa exclusividad en nuestras seducciones, las nuevas generaciones lo han entendido bien y por eso surgió el término “poncio”, o sea pura seducción sin propiedad y libre -y además agregándole características deportivas por que las seducciones son casi cronometradas, ¡hay que envidia!….
Un ejemplo bastará para convencer al grupo de la veracidad de mi historia, que no basta lo encantador que se sea, si no va acompañado de un método no se llegara a resultados satisfactorios. Si uno observara más a la naturaleza el problema estaría resuelto, de hecho el mío se resolvió mientras veía a cuatro palomos disputándose a una paloma en una fuente del centro en mis días de desempleo. Uno empezaría tímidamente adoptando el método avícola para después bajo estricto entrenamiento, complejizarlo para aplicarlo radicalmente con una mujer.
Volviendo a mi ejemplo, una vez después de terminada la discoteque en la cual me encontraba con ciertos amigos, uno de ellos después de haber aplicado el “método” y de no quedarse como yo en el simple e infantil encanto, invitó a una mujer a follar, ella no podía, y aducía extrañamente como escusa que no podía llegar a la casa sin su amiga, esta además. en una acto simplón y egoísta remarcaba esa imposibilidad, este amigo resolvió el dilema presentándome como la solución a dicho problema, yo iría con la amiga de la mujer que el se iba a follar , en un principio la solución satisfizo a todos, este amigo me invitó al motel incluyendo todos los viáticos (en una extravagancia que solo esos tiempos permitían) , cuando llegamos, mi amigo sumaba una mujer más a esa lista que analizaban los científicos y yo me quedaba en una pieza con esa mujer tímida y nerviosa, al poder prescindir del método creí quizás que el sexo podía ser así , como caído del cielo, pero esta mujercita se negó toda la noche a tener sexo, incluso sabiendo que el viatico corría por cuenta de mi amigo. Ni siquiera lo intentó por deferencia, eso si accedió a algunos toqueteos, debidos a mis tenues ahorcamientos que servían como método casi desesperado. Ella aducía a que tenia pololo, (cosa que creí un poco, tras lloriquear un rato enamorada y además ese conflicto me confirmaba que yo le gustaba algo, cosa siempre regocijante para un joven en esas vergonzosas circunstancias), pero ¿por que aceptó ir a la pieza?, ¿y por que tuve que ser víctima yo de ese lloriqueo enamorado? Ahora con el peso de la experiencia, creo que no se pueden lograr las cosas sin ese método, por muy insignificante que parezcan, se necesita esa disciplina sexual, el que crea que todo puede llegar del cielo que se quede con sus cinco mujeres sexuales o que folle prostitutas por toda la eternidad.

Mi ejemplo convenció al grupo, la tesis de la señorita E es que la moral incluso puede entrar a las piezas pero jamás a los calzones. Noté su ironía, ella no. Invito a la señorita E a follar y ella acepta, nadie parece terminar herido si tomamos el hecho que sólo somos pollo en papel celofán en un supermercado como me lo quiso hacer creer la señorita E, sólo aumentaremos las ganancias, que es, en suma, en lo que hoy por hoy estamos abocados.


II



Leí por ahí que en los ochentas los jóvenes temían a la amenaza nuclear, ahora su amenaza es el desempleo, algo de razón quizás tienen esos recuerdos de lecturas que no se donde hice, pero yo jamás le temí a ninguno de los dos, mis temores eran mas imbéciles.
Temo de mi mismo cuando bufo o sea cuando se llegan a juntar inocentemente en cualquier reunión un grupo de hombres y mujeres. Si el grupo se divide equitativamente habrá problemas, alguien levantará la voz, habrá discusiones estúpidas, todo terminara en follones erróneos y vómitos. Por el contrario si hay más mujeres se entrara en una armonía mas extraña, un tono mas apacible y sensual rondará el panorama. Lo dijo bien claro ese viejo dueño de la Playboy , para que una fiesta sea buena el número de mujeres debe superar con creces al de los hombres , siento ese designio lejos de ser superficial un estudio sabiamente profundo solo dado por la experiencia, es cosa de poner cualquier macho alfa animal con otros machos , el caos surgirá de inmediato. El viejo de la Playboy es un zoólogo.
Ni siquiera puedo hablar de cuando bufo yo, por que en realidad no había tomado conciencia de ello, es mas ese término lo he aprendido del hábito, por ejemplo cuando fui hace años con un amigo a presentarme un trabajo de la Coca Cola (actos precedidos más por el absurdo y la aventura que por la necesidad, por que en ese entonces nadie quería trabajar), rodeado de misterio por lo demás , ya que ninguno sabia que esperaba la Coca Cola de uno, si dejarlo de cargador, reponedor o simplemente de un hombre Coca Cola, los cuales doy fe de que existen aunque ignoro su utilidad, este amigo por lo demás muy normal, pero que yo encontraba en ese entonces muy loco y que después invertí autocríticamente mi análisis, dado que en el patio de esa agencia de empleos juntaban a todos los que querían trabajar para la Coca Cola , incluyendo a las promotoras que eran las mas numerosas , literalmente no aguantó la situación de ver tanta mujer con sus pechos sensuales y fue al baño, cosa que después él me conto como si fuera lo mas normal de mundo y ahora no dudo que lo sea, y tranquilamente se masturbó, luego llegó con el pelo mojado y relajado, -no aguante más -me dijo, me dejo a mí ahí con mis represiones sin poder masturbarme, pareciera que todo el mundo lo había hecho, cada joven que entraba al baño salía relajado y jovial, las promotoras seguían parloteando y mostrando su culo. Yo no entré al baño. En ese tiempo resolví que ese deseo masturbatorio respondía al énfasis publicitario de la Coca Cola.
Tiempo después otro amigo que trabajó en la minas en el norte contaba que cuando los trabajadores tomaban el bus que los bajaba al pueblo después de quince días de ininterrumpida labor con la consabida abstinencia sexual, en sus palabras: “llegaban a bufar en el bus”. De ahí que hoy por hoy siento a los hombres bufar, pero admiro en cualquier velada grupal donde se encuentren muchas mujeres, como con un talento casi artístico, estos hombres lo disimulan con una simpatía casi angelical.
Cada vez que hombres y mujeres se reúnen los hombres bufan aunque sea mentalmente, las mujeres deberían saberlo, es cosa común y es su deber enterarse. Algunos los mas cínicos lo niegan otros los mas honestos van al baño y se masturban. No todo bufar desemboca en orgia, las mujeres que hoy en día están enteradas de estas características animales, con su honestidad le sacan presión al ambiente, hacen de veterinarias.
Las mujeres, seres mas dignos, en una fiesta miran aún con un dejo de “quiero ser amada”, hasta la mas puta quiere un instante ser amada, los hombres solo nos miramos de reojo sabemos eso del bufar, tratamos de mantenernos a raya, otros, los que no aceptan su zoología, juegan por ejemplo a la vida poética, a ser seres que demandan amor, pero cuando otro hombre se le acerca muestran pequeños colmillos, gruñen, se enfadan, compiten, “cierran el campo de la conversación” lanzando algún dogma básico y sin fundamento. Lo más sabio es masturbarse, seguir el río de la biología.
A la discoteque que íbamos, los asistentes se dividían entre los idiotas y los no tanto, yo pertenecía a este último grupo, que lo único que requería en el mundo era sexo. Lo bueno que las mujeres que ahí asistían también querían lo mismo, pasaron años y seguí fuera del tiempo, ahí exigiendo lo que todo animal exige, sexo.
Para tener ese sexo había que mentir, ser lúcido o tener suficiente dinero, ahora pasado lo años el círculo no se diferencia, los lugares se han sofisticado, los grupos quizás ampliaron su vocabulario básico con invenciones aún mas infantiles, se finge un poco mas de armonía cosa que es grata de primeras y aburrida con el paso del tiempo. Pero el sexo esta ahí esperando, agazapado en la sofisticación. Jamás un grupo sofisticado reconocerá que bufa, es mas lo encontrara estúpido e incivilizado. Es comprensible, ignorar ese hecho es otra forma de bufar. Lo que ignoran esos incipientes grupos de que el bufar es sano mientras se le oriente como una energía más, como una termodinámica masculina, ¿por que avergonzarse y ocultarla?
La última vez que asistí a una discoteque por lo demás burda y ordinaria, bufe al oído de una jovenzuela, ella me sonrió regocijada, pareciera que valoró mi honestidad. Pero pedí tragos, tantos que entré a la otra forma de expresión masculina, el vómito sistemático y sincopado.

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