domingo, 23 de diciembre de 2007

Coctelmarx : ¿Porqué me persigues?



Caravaggio , “La conversión de San Pablo”


Pasa sonriente frente a mí el que me “cogoteó” años atrás, con su pequeña hijita de la mano, si hasta me saluda , optimista, un poco ansioso, le dice a su niña que lo acompañe a comprar dulces, cosa que no es cierto, va donde tiene que ir, pero lo saludo , lo perdono como un cristiano primitivo, ¿que otra cosa podría hacer? , ¿apuñalarlo?, de hecho -deberías haberle pegado- me decían tiempo atrás, pero no estoy capacitado por que pegar en su jerga no es el “pegar nuestro” ,siendo estricto es enterrarle algo, y para eso no estoy capacitado aún. Y por que “pegarle” si ahora lo estimo unos segundos, cuando pasa con su hijita a comprar un papelillo.
Los grandes edificios del cristianismo llevaban una vida licenciosa, desde San Pablo , el “inventor del cristianismo” hasta San Agustín y San francisco de Asís. De hecho Saulo como se llamaba Pablo antes de su conversión era un cazador de cristianos, en un paseo para conseguir mas víctimas camino a Damasco se le apareció una luz (atribuida a Jesús, sí, el mismo de la Navidad), que le dijo ¿Pablo por que me persigues? el cayó de su caballo…., en el episodio del cogoteo yo haría las veces del caballo. Y él, el de un Pablo duro…


Me canso y viajo, me gusta esa esquizofrenia social , de pronto puedo aparecer en un bar en Reñaca lleno de budas e incienso, lleno de gente rica y de clase media que quiere divertirse en el diseño, aunque no creo en la clase media , muchos teóricos dicen que no existe, otros que esta abandonada, yo no la veo, lo que veo es que todos sufren de la intención urbana centrífuga , quieren huir de la periferia, -y no digo que no estén en su derecho-, cruzar la ciudad para trabajar es por decir lo menos un infierno en escala, de ahí a catalogar ese miedo centrífugo en clase media es un “utopía” , usando esa vieja palabra que no me permite buscarle un sinónimo mas digno.

Necesito un punto de encuentro, las afueras del bar Journal en Viña del Mar es bueno como referencia , afuera hay muchos adolecentes ansiosos a la espera de sus compañías, mas allá un vagabundo se retuerce en convulsiones , alguien lo asiste, quizás muera , es raro, parece no importarme, y menos a los jóvenes que siguen hablando sus asuntos sin ningún reparo , de sus tesis , de los distintos tipos de ron, algunos incluso del rugby, el vagabundo sigue retorciéndose, ¿de que serviría que me preocuparse si horas mas tarde me encontraría con unos tipos a beber cerveza y olvidaría el episodio por completo? , a los treinta ya uno no sabe si se junta con alguien solo por la importancia del dialogo o por el mero acto de beber cerveza. No sabe si la compasión es un engaño personal o de amor al prójimo, eso lo dedujeron muy bien los budistas mahayanicos que se separaron de la ortodoxia y crearon la figura del Bodisathva. No tiene sentido salvarse “individualmente”, aunque sin individuo tampoco hay salvación ,la compasión cristiana crea una especie de yo en el otro. Un “cogoteo” a sí mismo.
Ya mi cabeza casi explotaba, los pensamientos surgían como una extraña enfermedad, por miles, desbocados, me dan ganas de decirles a los carabineros que habían llegado –llévenselo luego…Los policías de seguro estaban preocupados de la final de futbol del fin de semana. Nadie parece importarle el vagabundo convulsionando, pareciera que debe morir. Uno no tiene que ilusionarse tanto, igual va a morir sólo, a lo mas algunos llegarán, pero no podrán prescindir de sus obligaciones (nadie se concentra en un muerto) estarán preocupados de sus asuntos en Dicom o quizás de que se les acabo la marihuana, que se yo. Mi cabeza explota , se parece a esas micros que quedan en pana y el chofer las detiene pero el motor sigue rugiendo aún mas fuerte, acelerado, para decirles a los ofuscados pasajeros,- hasta aquí no mas llegamos devuelvo los pasajes, así estaba mi cabeza, me daban ganas de decirle al mundo que me rodeaba , a los policías, los adolecente del rugby, a los camilleros del SAMU,- basta, hasta aquí no mas llegamos, devuelvo los pasajes-, y mi mente echando el humo de la indisciplina del pensar , colapsada, casi inerte, el mundo como pasajero resignado se bajaría lentamente y quedaría ahí yo, en pana por la eternidad.
Solo un muchacho me llamo la atención, estaba realmente preocupado por el moribundo, parecía una paloma entre nosotros los ratones, lo miraba, quizás quiso ser sacerdote pero la carne pudo mas. Nadie se olvida a sí mismo.

Cuando me invitaron a aquel lugar llegué rezongón y me instalé en un rincón, donde anoté con pulcritud japonesa algo de la investigación nocturna de caracteres y pensamientos que vienen ansiosos a la cabeza siempre cuando el entusiasmo de la noche esta inédito y vigoroso, y que después poco a poco va alcanzando grandes peligros, como por ejemplo que en la lucidez total, se extravíen, y no es difícil reconocer en ese gesto a una persona aburrida y prescindible, un par de palabras en el papel como refugio y la gente se preguntaba en su interior -¿quien será ese joven amable que esta silencioso en ese horrible rincón?. Y yo les digo con pequeñas miradas (y en el que ayuda mucho ese gorrito de pescador que generalmente uso y que subraya el tono amable de mi figura) sigan, lidien, vuélvanse locos, yo no me inmutaré, no creo que les moleste si sólo anoto en mi libreta – en un acto que al comienzo llama ridículamente la atención pero después se vuelve monótonamente imperioso, tanto que cuando me detenía a tomar el aire poético del descanso entre palabras y soltaba mi libretita, me miraban como diciendo , ¿por que te detuviste?, en parte esto sucedía por que mi gorrito y yo hacíamos las veces de niño jugando en la playa- y esa era la importancia del gorro- y bajo esa imagen nadie sentía preocupación por mí mas de la que se le tiene a un niño jugando en la arena bajo el sol duro de la playa. Sólo era la lámpara de Tolstoi averiada e incrédula, sin amo.
Por ahí alguien que esta ocioso dice algo polémico como un anzuelo para todos, pero al espíritu turbulento y mudo de la esquina no lo mueve nadie. Había pensado todo el día en la frase inicial de un cuento de María Luisa Bombal, “el pianista tosió por puro prejuicio”, durante el supermercado, la micro, la playa, la universidad, rondaba esa frase, me imaginaba ese pianista tosiendo –increíblemente por puro prejuicio, esa frase se volvió vida, se volvió vista, y efectivamente, en un acto maniaco comencé ver en las calles a gente que tosía increíblemente, por puro prejuicio. Ya avanzada la madrugada, cansado, replique algo , casi como murmullo de hospital, de una forma monótona y desagradable en relación a la imagen que había dado hasta el momento esa noche (la imagen del niño del gorrito) , y en relación a la maravillosa vista que tenía la casa en que me encontraba, que como la mayoría de las casas de los cerros del puerto dejan ver la urbanización fría y geométrica a sus pies coronada con el mar como una espalda resfriada.-En vez de esa horrible iglesia que ocupa toda la cuadra , podrían haber construido perfectamente una bomba bencinera- repliqué. A nadie pareció importarle mi sentencia ni menos afectarle, mas que a un hombre de al fondo, de pelo largo y descuidado, que me miró y asintió con la cabeza, sonriendo contemplativo, quizás no tan de acuerdo con la frase que carecía en realidad de ningún peso y trascendencia, pero si sonaba como un normal berrinche de un niño de la playa que se aburrió de jugar con la arena. En ese momento me di cuenta que solté esa tonta frase por puro prejuicio.
Luego volví a mi trabajo con la libreta y no como un acto que necesitaba llamar la atención, ni una pose, ya que la pulcritud de las palabras y frases e incluso dibujos avalaban la verdadera dedicación en lo que estaba haciendo, por ejemplo había dibujado un transbordador espacial de una manera muy bella y depurada y eso probaba que el estar en un rincón con la libreta respondía a un acto genuino y no a un mero prejuicio hacia los demás, ni menos a una pose de sentirse aislado.
Es increíble como pasaba la noche, desde mi llegada había notado que no me interesaba lo mas mínimo el proceso de ese encuentro, las caras feas, ariscas, algunas mujeres queriéndolo saber todo, sobre la vida y la bondad. Muchos discutiendo, eso si en forma amigable, los mas diversos temas en los cuales han luchado por especializarse, no se si en estrictos estudios o en la recurrencias a otras veladas, que sirven de ensayo para extender eternamente los mas diversos temas que al final se vuelven una rutina de la alcohólica oratoria, que se enriquece en la discusión sin sentido de las fiestas orales.
Muchas giraban en torno a lo que algunos llamaban “la música” un tema para mí absurdo y aburrido, además un concepto que devora mucho pero en realidad abarca muy poco. Al poner el apelativo de "música" a un espectro pequeño y ridículo de música pop actual, y extendiéndose en nombrar las mas diversas bandas y categorías en un interminable sin sentido me hacía cada vez mas confirmar que mi lugar en ese rincón se justificaba con creces. Quizás al músico docto que asiste a estas veladas ya no le disguste tanto como al principio que gente la cual se autodenomina “melómana”, hable de la música así a secas de un puñado de rockeros trasnochados y sin gracia. De hecho esa noche había en la velada un músico de verdad, docto por decir algo, y que debido a su amabilidad no opinaba nada, pero su cara de disgusto se le notaba desde cualquier rincón, incluso el mío.
El dilema era, ¿para que ir a estas veladas? si solo uno se sienta ahí, anotando, dibujando y a veces con las manos cruzadas en la nuca escuchándolos a todos, pero jamás se siente, ni quiere ser protagonista (nunca un protagonista cuenta lo sucedido, confía en que otro lo cuente con el consecuente riesgo de ser documentado con falta de estilo y dureza), cosa que antes sucedía con el correspondiente costo de generar amor y odio. ¿Para que salir?, por que no disfrutar de la soledad, del olor nocturno marítimo que penetra en las ventanas costeras con una insolencia tierna y bien recibida. Quizás ahora parece juicioso y productivo haberse convertido en un observador, ya que el mundo requiere imperiosamente ser contado aunque sea sólo de un rincón, parece juicioso comparado con el pasado, donde conversaba con los perros y los neoprénicos.
Ambas ideas surgen ahora, debido a mis estudios particulares y no a una obsesión ridícula, si el dios de la niñez se parecía a un padre y ahora con “cuea” se parece a una energía que no nos incumbe, es que se ha depositado fé en si mismo, ese giro maravilloso pero a veces aterrante para el que se acostumbro al parentesco divino como principal motor, es lo que Kant en ese folletín llamado “¿Que es la ilustración?” señala como “Sapere aude”. O sea confía en tu propio razón, entendimiento. Con esto es macabramente normal que el dios padre sea muerto y entre un proceso casi infinito de correspondencia entre naturaleza y humanidad, al decir de Spinoza un dios total. (Por eso Spinoza reía silencioso cuando veía la gente rezar, cosa que yo también sin querer hago, aunque respetuosamente silencioso, quizás aun más que Spinoza). Toda esta maraña del Sapere aude estaba siendo garabateada al costado del transbordador espacial que había dibujado en mi libreta y se podrá pensar: esta más justificado que este joven se haya dedicado a esto y a observar, que ser protagonista en un barullo alcohólico, que por lo demás él esta acostumbrado y por ende no extrañará.
Me aburre la noche, borracho de día me siento mas seguro, amaneció en ese rincón frio, pienso en el muchacho que me cogoteó, ¿estará cogoteando a esa hora? ¿Se habrá converso?, -yo era el caballo de este nuevo San Pablo en sus ratos libres - y no me encuentro en absoluto un mejor hombre que él. Necesito aún aprender a “pegar”.

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