El que sepa jugar mejor el juego psicológico saldrá triunfador.
Porque nada hay fuera de uno, solo la idea cristalizada en un cuerpo, en un amor, es la proyección de nuestros deseos internos. Y la profunda esperanza que nuestro amor propio salga dañado lo menos posible. Que lástima darse cuenta que uno solo está enamorado de sí mismo. Se termina toda esperanza en eso, eso que esta afuera esperándonos y que desea nuestro abrazo no sea más que un gran yo proyectado. Y por esto sufrimos, en realidad no somos ni crueles ni malvados, somos inocentes bestias llenas de pulsión que juegan, juegan a creer en lo otro. Pero saben al final que la batalla está perdida, se quiere goce y este surge producto de que nuestro gran carro de voluntad tome cada vez mas fuerza…
Mi cuerpo se acerca por fin a la elegancia de mi pensamiento. Cosa peligrosa. Pero poderosa: Stendhal escribe
“El amor, según lo entiende el mundo, no es amor, es un egoísmo exaltado: es amarse uno en otro”
Reconocer el monstruo desatado que se tiene no es virtud, pero me gustaría no quererme tanto , meditar y racionalizar esa eterna hambre de conquista , pero siempre fracaso, todo el peso de lo que no se puede ni racionalizar, ni nombrar, ni verbalizar, no puede ser resuelto por un simple mortal , la soledad es buena consejera de monstruos.
Por eso es que lo más sublime, el amor, es algo totalmente ignorado y seguirá así a pesar de todas las grandes teorizaciones
Sin embargo dice Stendhal:
“El gran mundo, con sus brillantes fiestas, sirve al amor en el sentido de que favorece este primer paso”
Pues Vamos a esas fiestas… hemos cambiado. Pero no hay fiestas externas , me refiero a que las únicas fiestas que percibo y que puedo catalogar como tal son esos inmensos goce de pulsión interna que piden y que no me dejan con otras armas que satisfacerlo, y en materia de amor solo se satisface ganando. O por lo menos no perdiendo. Se cree perder el objeto del deseo, pero nos engañamos ese deseo solo cambia. Se busca algo que ya estaba perdido en su origen. La jurisprudencia de la madre que incluso ella misma ignora.
Marguerite Duras lo dice todo al respecto creo en su novela corta "Mal de Muerte":
“Quizás la buscaría fuera de su habitación, en las playas, en las terrazas, en las calles. Pero no podría encontrarla porque en la luz del día no reconoce a nadie. No la reconocería. No conoce de ella más que su cuerpo dormido bajo sus ojos entreabiertos o cerrados. Cuando usted lloró, fue sólo por usted y no por la admirable imposibilidad de alcanzarla a través de la diferencia que les separa…De toda la historia usted no conserva más que ciertas palabras que ella pronunció en el sueño, esas palabras que nombran aquello de lo que usted padece: Mal de la muerte.
Muy pronto usted renuncia, deja de buscarla, ni en la ciudad, ni en la noche, ni en el día. Con todo así pudo usted vivir este amor de la única forma posible para usted, perdiéndolo antes de que se diera”.
Lo curioso que al reconocer esta imposibilidad de amar “al otro”, este se recoge, se decepciona y entristece, pero en función de si mismo, de ese mismo energético que ignora pero de la cual también es vasallo. Todo se remite a reflejos de sí mismo. No se sale ni para amar ni para perder, siempre se está ahí agazapado, cuidando algo oscuro que sobrevive en nuestro oscuro fondo. Algo que no habita en la palabras, algo terrible que jamás dejara que amemos a nadie. Un goce inmortal que no cesa jamás y que se enmascara en su silencio, me domina , yo quiero dar , quiero amar , pero eso oscuro que no se domina , ya que no es , actúa sembrándome , cultivándome, silenciándome, él es todo y yo nada.
Soy el sustituto , nadie puede ya amar-me.
.
Porque nada hay fuera de uno, solo la idea cristalizada en un cuerpo, en un amor, es la proyección de nuestros deseos internos. Y la profunda esperanza que nuestro amor propio salga dañado lo menos posible. Que lástima darse cuenta que uno solo está enamorado de sí mismo. Se termina toda esperanza en eso, eso que esta afuera esperándonos y que desea nuestro abrazo no sea más que un gran yo proyectado. Y por esto sufrimos, en realidad no somos ni crueles ni malvados, somos inocentes bestias llenas de pulsión que juegan, juegan a creer en lo otro. Pero saben al final que la batalla está perdida, se quiere goce y este surge producto de que nuestro gran carro de voluntad tome cada vez mas fuerza…
Mi cuerpo se acerca por fin a la elegancia de mi pensamiento. Cosa peligrosa. Pero poderosa: Stendhal escribe
“El amor, según lo entiende el mundo, no es amor, es un egoísmo exaltado: es amarse uno en otro”
Reconocer el monstruo desatado que se tiene no es virtud, pero me gustaría no quererme tanto , meditar y racionalizar esa eterna hambre de conquista , pero siempre fracaso, todo el peso de lo que no se puede ni racionalizar, ni nombrar, ni verbalizar, no puede ser resuelto por un simple mortal , la soledad es buena consejera de monstruos.
Por eso es que lo más sublime, el amor, es algo totalmente ignorado y seguirá así a pesar de todas las grandes teorizaciones
Sin embargo dice Stendhal:
“El gran mundo, con sus brillantes fiestas, sirve al amor en el sentido de que favorece este primer paso”
Pues Vamos a esas fiestas… hemos cambiado. Pero no hay fiestas externas , me refiero a que las únicas fiestas que percibo y que puedo catalogar como tal son esos inmensos goce de pulsión interna que piden y que no me dejan con otras armas que satisfacerlo, y en materia de amor solo se satisface ganando. O por lo menos no perdiendo. Se cree perder el objeto del deseo, pero nos engañamos ese deseo solo cambia. Se busca algo que ya estaba perdido en su origen. La jurisprudencia de la madre que incluso ella misma ignora.
Marguerite Duras lo dice todo al respecto creo en su novela corta "Mal de Muerte":
“Quizás la buscaría fuera de su habitación, en las playas, en las terrazas, en las calles. Pero no podría encontrarla porque en la luz del día no reconoce a nadie. No la reconocería. No conoce de ella más que su cuerpo dormido bajo sus ojos entreabiertos o cerrados. Cuando usted lloró, fue sólo por usted y no por la admirable imposibilidad de alcanzarla a través de la diferencia que les separa…De toda la historia usted no conserva más que ciertas palabras que ella pronunció en el sueño, esas palabras que nombran aquello de lo que usted padece: Mal de la muerte.
Muy pronto usted renuncia, deja de buscarla, ni en la ciudad, ni en la noche, ni en el día. Con todo así pudo usted vivir este amor de la única forma posible para usted, perdiéndolo antes de que se diera”.
Lo curioso que al reconocer esta imposibilidad de amar “al otro”, este se recoge, se decepciona y entristece, pero en función de si mismo, de ese mismo energético que ignora pero de la cual también es vasallo. Todo se remite a reflejos de sí mismo. No se sale ni para amar ni para perder, siempre se está ahí agazapado, cuidando algo oscuro que sobrevive en nuestro oscuro fondo. Algo que no habita en la palabras, algo terrible que jamás dejara que amemos a nadie. Un goce inmortal que no cesa jamás y que se enmascara en su silencio, me domina , yo quiero dar , quiero amar , pero eso oscuro que no se domina , ya que no es , actúa sembrándome , cultivándome, silenciándome, él es todo y yo nada.
Soy el sustituto , nadie puede ya amar-me.
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