Julia Margaret Cameron: Natividad, 1865
Todas las ideas , las figuras morales y metafísicas desde las más horrendas hasta las más claras han surgido de esa extraña hora , ese momento previo al dormirse en que uno comparece ante sí mismo y no escucha respuesta , ya que la esencia de ese momento es mostrar la soledad mas absoluta. Una soledad de la cruz. (Imaginando que ese clímax occidental fuese cierto) que todo el sentido de lo humano está en ese momento de la cruz. Soledad del hombre frente al mundo, pérdida de sentido.
No siento absolutamente ningún sentimiento diferente en navidad, nunca ha significado nada, no por una rebeldía anticristiana, estamos empapados de los apóstoles, ¿la historia es eso no?, sino que toda esta locura se inscribe en el deseo del hombre de no perder sus momentos festivos , los pocos símbolos que le quedan se mantienen en las pruebas económicas. El símbolo que no mantiene en el pueblo ningún valor, en la fiesta se vivifica, emborracharse, llorar, cenar con la familia, bailar, actuar de compasivo, etc. Romper aunque sea un momento con las prohibiciones.
"Si la historia no fuera siempre una teodicea cristiana disfrazada, si se hubiera escrito con más justicia y más fervor de simpatía, estaría muy lejos de poder prestar hoy el servicio para el que se emplea , a saber, como opio contra toda tendencia revolucionaria e innovadora".(Nietzsche , Consideraciones Intempestivas III)
Que poca sintonía queda con el pueblo, lo único que queda es compadecerlo, pero ese sentimiento al parecer tan artificial no sirve de nada. El sentimiento aristocrático es tan poco grato hoy en día, no se entiende (jamás se hará). Como deben haber sufrido los griegos descubriendo por un lado la universalidad y por otro enfrentándose a la poca delicadeza de las masas, a la dirección esquizofrénica del cardumen. ¿Cómo compaginar eso?. Con una religión que en su escudo lleve la insignia de la humanidad. Qué extraño concepto “humanidad”. Filosóficamente soterrado ¿biológico? en el mundo de las ideas el comportamiento mitocondrial, es irrelevante. Para conservar la humanidad es indispensable un gesto trascendente. Pero la maquinaria de la trascendentalidad ya no funciona, hasta los poetas la han abandonado ya que han pactado finalmente con las cosas, intentando que la sucia cotidianidad le hable algo con sentido , ya no hay nada que seduzca al hombre hacia algo trascendente (por suerte), pero sin ese infante elemento no hay posibilidad de canonizar ningún concepto. Por eso la religión no muere. ¿Si es necesaria? Lo ignoro. Ya que el relegamiento sufre en contextos de desfallecimientos crónicos como los actuales. La esencia de la religión se instaura en algo totalmente antirreligioso, el individuo (un medio mutado en fin). Y el individuo Kierkegaard protestaría ya que ama tanto a dios y lo absurdo de lo trascendente, pero lo ama desde el odioso “individuo Kierkegaard”.
El psicoanálisis nos hace desfallecer aunque intente esperanzarnos. No es que la razón pierda espacios sino que pareciese que fuese irrelevante, ya que la irrelevancia consiste en enmascarar la lógica y la técnica, producto del pensar hipertrofiado, aunque sin dejar de seguir inflamándolas de poder y sin confesarle aún que su mando es difuso.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, esa frase no sólo derrota cualquier intento de filosofar profundamente sino que además degüella toda la antigüedad de un zarpazo. Funciona, y pareciese que eso fuese lo relevante, como una contención hídrica en invierno. Sin saber, eso sí, cuando y como sucumbirá.
“Por poco que la ciencia ponga de su parte, lo real se extenderá, y la religión tendrá entonces muchos más motivos aún para apaciguar los corazones. La ciencia, que es lo nuevo, introducirá montones de cosas perturbadoras en la vida de cada uno. Sin embargo, la religión, sobre toda la verdadera [la romana], tiene recursos que ni siquiera podemos sospechar. Por ahora basta ver cómo bulle... Se tomaron su tiempo, pero de pronto comprendieron cuáles eran sus posibilidades frente a la ciencia...Y sobre sentido conocen bastante, ya que son capaces de dar sentido a cualquier cosa: un sentido a la vida humana, por ejemplo”. (J. Lacan en El triunfo de la religión)
La navidad es un escenario perfecto para que el producto se desarrolle, se relaje, deje su eficacia de lado y solo entregue placer. La navidad es el pretexto que permite el desarrollo del arcaico instinto del Don del que hablaba con cierta propiedad Marcel Mauss. Ya que la navidad (poco importa si es una fiesta de amor) es donde las empresas, atentas a la sabiduría mecanizada de su tiempo y el marketing son la escolástica iluminadora, son los responsables de este “hipertrofiado” Potlatch capitalista. Originalmente el Potlatch era un regalo primitivo agonístico, estudiado certeramente en su dimensión antropológica por Mauss , principalmente para humillar al favorecido , ya que este regalo ampuloso no puede ser igualado, no puede ser retribuido por el beneficiario y se refleja en esta enigmática frase que arrastra no solo las variantes económicas arcaicas, sino que llega hasta la esencia misma del amor: "dar todo para ser todo". (Y habrá que consultar también el ensayo de Bataille, “La parte maldita”, o sería interesante una asociación entre Potlatch y lujo, en Lipovetsky o mas didácticamente el status en el certero Alain de Botton )
Justamente en la navidad, con el nacimiento del hijo del hombre se trata con armas orientales de reorientar la vieja deuda del hombre con dios, ya que el “Potlatch” monoteísta consistía en regalar algo no factible de retribuir, la deuda eterna que generaba el devenir proyectivo de la historia, el pecado original era un intento por tratar de compensar ese Potlatch, sin embargo ,ese pequeño hijo del pesebre trata de generar nuevas reglas , a través del amor y la universalidad . Fundó entre animales y fardos secos el principio de la humanidad. La diatriba y el desencanto griego les dieron el lenguaje a esos rústicos deseos. Bueno y aquí estamos, creyéndole sin creerle.
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No siento absolutamente ningún sentimiento diferente en navidad, nunca ha significado nada, no por una rebeldía anticristiana, estamos empapados de los apóstoles, ¿la historia es eso no?, sino que toda esta locura se inscribe en el deseo del hombre de no perder sus momentos festivos , los pocos símbolos que le quedan se mantienen en las pruebas económicas. El símbolo que no mantiene en el pueblo ningún valor, en la fiesta se vivifica, emborracharse, llorar, cenar con la familia, bailar, actuar de compasivo, etc. Romper aunque sea un momento con las prohibiciones.
"Si la historia no fuera siempre una teodicea cristiana disfrazada, si se hubiera escrito con más justicia y más fervor de simpatía, estaría muy lejos de poder prestar hoy el servicio para el que se emplea , a saber, como opio contra toda tendencia revolucionaria e innovadora".(Nietzsche , Consideraciones Intempestivas III)
Que poca sintonía queda con el pueblo, lo único que queda es compadecerlo, pero ese sentimiento al parecer tan artificial no sirve de nada. El sentimiento aristocrático es tan poco grato hoy en día, no se entiende (jamás se hará). Como deben haber sufrido los griegos descubriendo por un lado la universalidad y por otro enfrentándose a la poca delicadeza de las masas, a la dirección esquizofrénica del cardumen. ¿Cómo compaginar eso?. Con una religión que en su escudo lleve la insignia de la humanidad. Qué extraño concepto “humanidad”. Filosóficamente soterrado ¿biológico? en el mundo de las ideas el comportamiento mitocondrial, es irrelevante. Para conservar la humanidad es indispensable un gesto trascendente. Pero la maquinaria de la trascendentalidad ya no funciona, hasta los poetas la han abandonado ya que han pactado finalmente con las cosas, intentando que la sucia cotidianidad le hable algo con sentido , ya no hay nada que seduzca al hombre hacia algo trascendente (por suerte), pero sin ese infante elemento no hay posibilidad de canonizar ningún concepto. Por eso la religión no muere. ¿Si es necesaria? Lo ignoro. Ya que el relegamiento sufre en contextos de desfallecimientos crónicos como los actuales. La esencia de la religión se instaura en algo totalmente antirreligioso, el individuo (un medio mutado en fin). Y el individuo Kierkegaard protestaría ya que ama tanto a dios y lo absurdo de lo trascendente, pero lo ama desde el odioso “individuo Kierkegaard”.
El psicoanálisis nos hace desfallecer aunque intente esperanzarnos. No es que la razón pierda espacios sino que pareciese que fuese irrelevante, ya que la irrelevancia consiste en enmascarar la lógica y la técnica, producto del pensar hipertrofiado, aunque sin dejar de seguir inflamándolas de poder y sin confesarle aún que su mando es difuso.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, esa frase no sólo derrota cualquier intento de filosofar profundamente sino que además degüella toda la antigüedad de un zarpazo. Funciona, y pareciese que eso fuese lo relevante, como una contención hídrica en invierno. Sin saber, eso sí, cuando y como sucumbirá.
“Por poco que la ciencia ponga de su parte, lo real se extenderá, y la religión tendrá entonces muchos más motivos aún para apaciguar los corazones. La ciencia, que es lo nuevo, introducirá montones de cosas perturbadoras en la vida de cada uno. Sin embargo, la religión, sobre toda la verdadera [la romana], tiene recursos que ni siquiera podemos sospechar. Por ahora basta ver cómo bulle... Se tomaron su tiempo, pero de pronto comprendieron cuáles eran sus posibilidades frente a la ciencia...Y sobre sentido conocen bastante, ya que son capaces de dar sentido a cualquier cosa: un sentido a la vida humana, por ejemplo”. (J. Lacan en El triunfo de la religión)
La navidad es un escenario perfecto para que el producto se desarrolle, se relaje, deje su eficacia de lado y solo entregue placer. La navidad es el pretexto que permite el desarrollo del arcaico instinto del Don del que hablaba con cierta propiedad Marcel Mauss. Ya que la navidad (poco importa si es una fiesta de amor) es donde las empresas, atentas a la sabiduría mecanizada de su tiempo y el marketing son la escolástica iluminadora, son los responsables de este “hipertrofiado” Potlatch capitalista. Originalmente el Potlatch era un regalo primitivo agonístico, estudiado certeramente en su dimensión antropológica por Mauss , principalmente para humillar al favorecido , ya que este regalo ampuloso no puede ser igualado, no puede ser retribuido por el beneficiario y se refleja en esta enigmática frase que arrastra no solo las variantes económicas arcaicas, sino que llega hasta la esencia misma del amor: "dar todo para ser todo". (Y habrá que consultar también el ensayo de Bataille, “La parte maldita”, o sería interesante una asociación entre Potlatch y lujo, en Lipovetsky o mas didácticamente el status en el certero Alain de Botton )
Justamente en la navidad, con el nacimiento del hijo del hombre se trata con armas orientales de reorientar la vieja deuda del hombre con dios, ya que el “Potlatch” monoteísta consistía en regalar algo no factible de retribuir, la deuda eterna que generaba el devenir proyectivo de la historia, el pecado original era un intento por tratar de compensar ese Potlatch, sin embargo ,ese pequeño hijo del pesebre trata de generar nuevas reglas , a través del amor y la universalidad . Fundó entre animales y fardos secos el principio de la humanidad. La diatriba y el desencanto griego les dieron el lenguaje a esos rústicos deseos. Bueno y aquí estamos, creyéndole sin creerle.
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