domingo, 26 de diciembre de 2010

Diario

“Progresivamente intentaré agrupar todo lo que hay en mí de indudable, luego lo creíble, luego lo posible etc . Es indudable mi avidez por los libros. No tanto por poseerlos o leerlos como por verlos, por convencerme de su permanente existencia en los estantes de una librería. Si en alguna parte hay varios ejemplares del mismo libro cada uno de ellos me alegra. Es como si dicha avidez partiese del estómago, como si fuese un apetito descaminado. Los libros que yo poseo me dan menos gusto, en cambio me alegran ya los libros de mis hermanas. El deseo de poseerlos es incomparablemente menor, casi inexistente”. (Kafka . Diarios)



Por esto siempre he creído que hay algo más en los libros que el acto de simplemente leerlos (Kafka el intuitivo, el rey, lógicamente ya lo sabía), ese hecho a pesar de ser pensado como su finalidad enmascara toda una serie de deseos ocultos que les rodean. El mundo oral desde Homero hasta Mahoma es fascinante pero sólo por su oscuridad (y que de pronto paradójicamente un libro lo obliga a encenderse).. Pero los libros, tan occidentales, tan materiales, (a pesar que esa materia fetichista descoloca con lo que transmite), manifiestan en ese espíritu áspero que viene de otro lugar para depositarse, para agraviar, para contaminar, un olor que ya lanzado, pudre de cultura al mundo seco, que solo vive . El pasado es la excusa más bella que se ha inventado y el libro, el objeto que se muestra, que engaña , que puede envenenarnos por completo.



“Si Nietzsche, Proust, Baudelaire o Rimbaud sobreviven a las fluctuaciones de la moda, se lo deben a la gratuidad de su crueldad, a su cirugía demoníaca, a la generosidad de su hiel. Lo que permite durar a una obra, lo que le impide envejecer, es su ferocidad. ¿Afirmación gratuita? Considérese el prestigio del Evangelio, libro agresivo, libro venenoso entre todos” (Cioran, Silogismos de la Amargura)



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¡A que flagrante extinción de la gramática hemos asistido! pero no lo advertimos . Las palabras casi siempre mueren solitarias, por ejemplo hoy gozan de ferviente salud , la libertad , la inteligencia, la innovación. El emprendimiento .

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¿Pero hoy quién habla de la voluntad? , no se le comprende y si se le hace solo se le entiende como subsidiaria de la libertad, ¡que vulgar error! , la voluntad casera de un concepto teológico -político. La voluntad es animal en tanto que no responde a nada, arrastra tanto a fenómenos como a noúmenos, es fuerza y por esto no se avasalla frente a conceptos políticos. No emprende ni progresa, si se le puede achacar algún fin, solo podríamos decir que quiere conservarse, es poderosamente sutil y básica, el sujeto, juguete de la modernidad, ha aplacado su bestialidad, quizás en unos años mas ya no se le reconozca. Y como el latín nos muestra que la voluntad es querer, se cree que ese querer está al servicio de algo que quiere , algo que somete ese querer, pero el querer es una fuerza al parecer superior de ese algo ficticio y gramático que se apodera de lo querido. El ser es querer. No hay Buda que impida este dolor. La gramática duele.


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