martes, 7 de diciembre de 2010

Diario

Hoy quiero danzar y que los cálculos renales lo hagan al compás conmigo...

Se filosofa mejor al parecer, tras un cólico renal, y cuando me sumo en el dolor no olvido que el espíritu no es nada, porque acallado en un rincón inubicable, se somete al cuerpo y baila al retorcijón de turno.

Y antes de cualquier medicina me alivia que Montaigne sufriese lo mismo y que ese trance lo obsesionara tanto como para saber todo de el, ocupando el trauma en pos de su pensar, además de impulsarlo en largos viajes para descansar en el calor de las termas que pudieran aliviar un poco su dolor. La oposición al fin nos somete al placer, ¿qué sería de un placer infinito sin ninguna oposición, que sería de la enredadera sin el muro donde apoyarse?

El dolor el amigo olvidado…

Luciano en su Prometeo en el Cáucaso: "Me parecía que le faltaba alguna cosa a la divinidad, en tanto que no había nada que oponerle".




“…¿Pero hay algo tan dulce como esa repentina mutación y cuando de mi dolor extremo, vengo, por la expulsión de mi piedra a recobrar, con la rapidez del relámpago, la hermosa luz de la salud, tan libre y tan plena, como al escapar a los más repentinos y rudos cólicos? ¿Hay algo en este dolor sufrido que pueda contrapesarse con el placer de un alivio tan repentino? ¡Cuánto más hermosa me parece la salud después de la enfermedad, tan vecina tan contigua que puedo reconocerlas en presencia una de otra y en el grado más preeminente; cuando se oponen en competencia como para hacerse frente y oposición!” (Montaigne ,Essais, III c.3 "De la Experiencia" )

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