jueves, 15 de julio de 2010

Diario


("El poeta pobre". [Armer poet] , Carl Spitzweg 1839) .




«Yo no he inventado nada, no he sido más que el secretario de mis sensaciones».
(Cioran, De lágrimas y santos)


He caído nuevamente en la red de la academia. Periodos de avances en el conocimiento , revelan un explícito periodo de decadencia y confusión. Pero nunca he sido libre , jamás me he comprado ese humo. Soy lo que mi desesperación quiere que yo sea. Además ¿por que ocupar tanto el Yo? Hoy hablar del Yo es como hablar de tranvías , No hay Yo y yo lo sé.


¡Pero que cómodo me siento reconociendo mi amor propio! , incluso cuando juego a ser humilde, mi honestidad vital impide que haga una virtud de mi conducta y me señala el verdadero motivo. Cuando la honestidad me ha dado esa frialdad para destruir toda virtud siento que el yo se nubla, no por humilde sino por honesto.

Ese yo encerrado no tiene que ver con virtudes sino con disposiciones de la historia. El Yo surgió como la necesidad de buscar un fundamento , esta necesidad de Verdad nos volvió pequeñas cucarachas cogitarias que adelgazan cualquier entorno. No hay vida con un Yo que reclama exclusiva realidad. ¿Por qué el siglo XX vomitó la Vida como el carruaje fundamental de la realidad? Por que un Yo atrapado lo único que hacía era devorarse a si mismo. Relegarse como Descartes mirando eternamente el fuego dudoso.

Cuando Descartes dice: “J'ai quitté entièrementles lectures” , abandoné por completo las lecturas, nos preguntamos ¿Que fundamento nos puede dar la lectura? , incluso la ciencia de Newton carente de fundamentos para el señor D'écart‎, “el señor aparte”. ¿Que valor tendría al lado de la religión del Yo?

Podríamos, en una ataque de fantasía, viajar al pasado y mostrarle a los gloriosos griegos el Yo, nuestro viejo tumor... ¿Que pensarían de ello los grandes desconocedores de cualquier relegación interior? Los seres abiertos, superabundantes ¿Acaso reirían? ¿Nos tomarían por locos?

No hay comentarios: