El magnífico escritor chileno Mauricio Wacquez en su asombroso (y para mi gran descubrimiento) libro de ensayos “Hallazgos y desarraigos” nos dice con ironía y molestia:
“La literatura miente ¿Lo sabía? Fíjese en este texto:
“Hay un medio . Sólo uno, creo: no hay que lanzar la bomba: hay que tirarse bajo el auto con ella”.
Cita a Andre Malraux en “La Condición Humana”. No es difícil que estas palabras nos hagan recordar los tristes hechos acaecidos en nuestros días. Pienso en nuestro, ¿es nuestro o fue nuestro? En ese joven anarquista muerto por la mala manipulación de su bomba, Mauricio Morales Duarte (bueno los stencil hagiográficos nos recordarán su nombre en el futuro), veo su video declaración, su martirización y criminización por los medios y la opinión pública tan desequilibrados como maniqueístas.
La mayoría, es decir, la voz menos autorizada dado en el sistema en que se desenvuelve, lo agota con sus insultos post mortem , su video en youtube se le desactivó la opción de comentar, por que en pocos minutos se lleno de desprecios, unos, impotentes ante el desperdicio de vida joven , otros por la inconciencia de un acto que puede dañar a otros. Yo me sumo a esas mayorías inertes, atrofiadas e imbéciles, al decir de los anarquistas. Ellos se revuelven en sus casas ocupas de las que han hecho una especie de tierra santa de la cultura, haciendo talleres de malabarismo creando bibliotecas y colgando sus diplomas académicos a medio terminar. Nosotros les juzgamos, su discurso es pobre, las fotocopias de Bakunin y Proudhon no les alcanzan para hacer una genealogía seria del Estado. Lo detestan y no sólo eso sino detestan cualquier autoridad que este por sobre ellos. Creen en el paradigma materialista marxista, pero no soportan el paréntesis antilibertario propio de la dialéctica comunista.No hay autoridad del Estado pero tampoco del proletariado. Se han vuelto expertos en destrozar las vitrinas que su neurótica semiótica detecte como autoridad. Es curioso notar que después de esta antiedípica ideología ocupa se esconda un optimismo ingenuo, una fe en el Hombre que no vieron los teóricos menos humanistas del Estado , por ejemplo Hobbes , y que si lo vieron como Locke, sólo lo hicieron para perfeccionar las libertades en un contrato social, en un Estado liberal, potencialmente peligroso, en tanto la economía que es la verdadera rectora de la Historia según muchos (no todos), se apoderaría de esa “libertad” para crear el último gran mito necio del ser humano el Laissez faire.
Rousseau, el Newton de la vida moral, el gran neurasténico, ha declarado la instauración del buen salvaje, un siglo entero se conmovió con esa teoría mas literaria que política, los anarquistas quiéranlo o no le deben mucho a ese optimismo selvático. El Estado (el de hoy) y no ese Estado como obra de arte que surge en su esplendor moderno más en la obra de Jacob Burckhardt que en la realidad, es el Leviatán a quien envenenar (paradójicamente cuando el Estado hoy es un juguete de miniatura), su causa es sin tregua , es una guerra. El joven muerto “estudiante congelado de Historia” efectivamente leyó la historia desde los témpanos. ¿Se puede concebir una Iliada con la pólvora? nos pregunta Marx, indudablemente que no, la historia de témpano, la historia que hay que luchar primero es la interna, y es en esta donde nuestro joven anarquista no salió ileso. Nos entristecen sus significados flotantes, su discurso religioso. Su muerte absurda.
“El infierno son los demás” sartreriano olvida que los demás son, en tanto los acoge nuestra perspectiva. Se necesita autoridad, en todo ámbito social, más y mejor autoridad. Cuando un concepto desagrada tanto como para hacerle la guerra se debe, “etimologizar” para que descanse en su origen ¿No le pedimos eso y nada más que eso al buen historiador? Autoridad viene de autor, el general romano que hacía crecer el territorio, el que aumentaba, guiaba la expansión. Es necesario entonces mayor y mejor autoridad. Por que es necesario ayudar y que nos ayuden a crecer.
Wacquez nos cita a Malraux en otro contexto, en el desilusionado del Mayo Francés , en el que piensa que “toda vida es revolucionaria. Yo estoy vivo. Yo soy revolucionario”, nada más cierto que la vida, pero bien vale su contexto para ilustrarnos el nuestro, este pobre joven ha muerto destrozado por su optimismo, por su soledad social, por su biblioteca, odiando el Estado como la encarnación del mal, no reconociendo nada mayor fuera de él (¿que es él?, ¿habremos que recurrir a la religión para que nos resucite el sujeto, acribillado en la posmodernidad? ) y principalmente amando la libertad por sobre todas las cosas, en parte nos avenimos , somos de los mismos, ¿quien no se seduciría por un Rousseau como maestro? ¿Como un autor?, El mismo Bakunin en sus “Notas sobre Rousseau” pareciese luchar primero contra si, por eso la equivalencia de Dios (moral) y el Estado, tras esto y sólo tras esta lucha se puede hacer filosofía política. Bakunin ha intentado una tenue e impotente lucha contra la Metafísica primero, para después decir con toda sus letras que el Estado es el mal.
Entonces el grito de Étienne de La Boétie ¿Por que obedecemos? sólo se responde con su paradoja: obedecemos por que no obedecemos, por que el buen salvaje sólo es uno de los mejores personajes de la literatura antropológica. Porque o somos un grupo de historiadores congelados en el frío de la juventud, llenándonos de rabia y pólvora. O pensamos….¿Si no reconozco ninguna autoridad ni grandeza fuera de mí por que tendría que reconocerla adentro?
Parece que la guerra externa eclipsa a la interna .El problema surge porque nuestro joven anarquista amó la libertad sólo cuando fue irrefutablemente suya, sí, la libertad es sólo nuestra por que no hay esencia mas que mi propia perspectiva y es por esto que se funda una óptica, un orden y una autoridad, un lente ordenador, un Estado. – por eso nuestro joven anarquista ama la libertad pero miopemente, la ama pero sin comentarios.
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