lunes, 19 de mayo de 2008

Vista

Todos los escritores describen primero y escriben después, la geografía es el cuerpo de la narración, el depósito de la emoción, hacer espacios donde no los hay. Como si fuera una pantalla de cine se ilusionan en contar espacios, y el que no los vive y solo respira ensimismado eternamente, tendrá que aprender, ser geógrafo primero y después intentar caminar. Mi espacio vital ha sido parido, lo he descubierto en profundos estudios visuales. Descubrí que los montes demandan energía y dominio, por eso que desde pequeño soñé mi propio monte, estaba a espaldas de la ciudad tal como mi barrio, ahora sé que se llama cerro Bustamante, pero en esos tiempos para mí sólo era un espinazo furtivo. Como todo desagüe urbano mi espacio era un receptor, mas bien femenino, oscuro y doliente, el cerro Bustamante fue la pared donde rebotaba mi vida , donde se derramaba la ciudad . No había Occidente (por ende nada se pensaba y todo se cantaba), todo lo cortaba ese espinazo de geografía moral. Si fue el monte Ventoux para Petrarca, Cezanne y Picasso el cerro Bustamante fue mi amor geológico. El aeropuerto estaba cercano así que los aviones paseaban insistentemente sobre el, ruido, nubes rojas, cerro Bustamante, eso básicamente fue mi niñez, el mar , como el mal y todo lo desmedido me estaba vedado. Cuando niño mi padre me llevo a escalarlo, no pudimos llegar a su cima, por eso por un momento creí que me iba a estar prohibido para siempre el saber que había del otro lado, era el gran portón de un paraíso de basura, mi espacio era lo que había entre ese cerro y yo, no hay mas horizontes que este. Una gran y cruel figura de mi vida que se agacha en el atardecer religioso, sin embargo sin Dios , todo cerro.

Otra pared, el mar. Hoy vivo mañana tras mañana el efecto Rimbaud. Sentí por primera vez este efecto óptico muy tempranamente (que hoy llamo así pero cuando niño no lo sospechaba y además cuando lo bauticé así pensé que no tenía sentido usar terminología óptica, ya que no sólo seria ridículo sino que prescindiría de usar el nombre de un poeta de visión ). El efecto me generaba mucho vértigo, se manifestó por primera vez en las lomas de Quintero. Esta anomalía óptica poética- ansiosa se debe a la no confluencia del punto de fuga de la calle con el horizonte del mar. El nombre se debe principalmente a la experiencia del poeta en su exilio de la amistad (porque la amistad básicamente es sólo una inmensa fábrica de intereses). Cuando Rimbaud viajó a Inglaterra – huyendo del Diablo- notó que la altura del horizonte marino parecía mas alto que el horizonte terrestre, este se hace mas agudo aún si se esta encumbrado en una pequeña loma. Por ende el punto de unión (de fuga) del camino del cerro no se corresponde con la línea del horizonte marino. (El efecto Rimbaud desespera las perspectivas conservadoras y eleva los barcos instantáneos que jamás pensarían que sobrevuelan y drogan los atardeceres inocentes de los puertos)

El mar señala la adultez, el cerro Bustamante la niñez eterna. Ambos igualmente son nuestras paredes, siempre el infinito es un vecino anónimo. Mi perspectiva es simple, una espalda como cerro y un barco como sombrero. Dediquémonos entonces eternamente a fabricar morales con la vista.


El Ventoux Pudahuelino: El Bustamante


Efecto Rimbaud , a la rápida, una mañana , con un Yogurth en la mano, Valparaíso



1 comentario:

Hugo Izarra dijo...

Consigues que leerte se convierta en un ejercicio de admiración y envidia, si acaso las dos no fuesen la misma cosa.