jueves, 28 de enero de 2010

Diario




*Si Freud hace un análisis clínico de uno de mis sueños tal como sucedió, entonces el sueño, lo onírico se estructura, no es mío, es objeto de ciencia. Me refiero a lo que el siquiatra llamó sueño de examen. Lo importante de esto es que me entero de la existencia de este sueño de examen posterior a haberlo padecido (sueño que consistiría mas o menos en volver a un curso de primaria o a un examen universitario sabiendo que uno ya es profesional e incluso molestarse por dicho retroceso académico, en el sueño ni siquiera mi edad madura convencía a la profesora de primaria que yo ya había egresado de los estudios). Saber que Freud teorizó sobre eso me horroriza. Me horroriza ser estructura. Y que el sueño sea una especie de piel sintomática y no un mensaje de los dioses Han alcanzado frutos de ese bosque oscuro y me desagrada. Eso me pone en la vereda de los neuróticos “empantallando” castigos infantiles. Cuando ya no hay padres igual hay castigos. Uno de los castigos más duros fue mi primera cita con el mar.




*Leyendo "El Mar" de Michelet. Que bueno que como buen historiador se preocupó del estilo y olvidó la verdad. Describe fielmente lo que me pasó cuando visité de niño por primera vez el mar , al contrario de Rimbaud y de Antoine Doinel, el niño de la película los 400 Golpes de Truffaut , que dominaron el momento y hasta lo disfrutaron yo lloré una tarde entera y no recobré la cordura hasta que se me alejara de ese monstruo intruso.

Michelet escribe:

"En julio de 1831 me entretuve en observar ese duelo en el puerto del Havre. Un niño que llevaba á mi lado, al verse frente á frente con el mar sintió enardecerse su ánimo juvenil é indignóse de aquel desafío. El mar devolvió estocada por estocada. Lucha desigual que movía á risa, entre la mano delicada de la frágil criatura y la espantosa fuerza que tampoco se curaba de la debilidad del contrario. Mas, la risa desaparecía de los labios al pensar en lo efímera de la existencia del ser amado, y en su impotencia á presencia de la infatigable eternidad que nos arrebata. Tal fue una de mis primeras miradas hacia el mar. Tales mis ensueños empañados por el exacto augurio que me inspiraba ese combate entre el mar que veo cuando quiero, y el niño que para siempre ha desaparecido de mi vista".


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