Octavio Soto es un reponedor de licores en un supermercado de Gran Avenida , para llegar a su trabajo como la mayoría de los trabajadores de servicios, tiene que cruzar toda la ciudad , un día descubrió una de esas bibliotecas del metro subterráneo y se inscribió. Octavio Soto tras un año fue elegido el hombre que mas libros pidió (¿leyó?), el 2009, fueron en total 115 . Fue premiado en una ceremonia donde incluso la presidenta estaba presente. Lo curioso es que Octavio antes de esa compulsiva actitud casi no leía, un día se dio cuenta que podía hacerlo ¡y como lo hizo! con el ritmo promedio de un libro en dos días …
Me pregunto entonces que es leer, se necesita un estudio profundo de una sociología de la lectura para poder responder a esa pregunta. Primero respondiéndola con indicaciones claras (y geniales) de un libro que paradójicamente estoy leyendo (¿?) en estos momentos (“Como hablar de libros que no se han leído” de Pierre Bayard) que pone en el tapete una polémica antigua y con no menos grados de tabú para el escenario académico.
La mayoría de los libros de los cuales hablamos no han sido leídos, a lo más hojeados o escuchados en comentarios de terceros. ¿Es esto una debilidad o una trampa? , no, el autor llega aún mas allá, en algunos casos es preciso no haber leído el libro para “saber” de el. Uno sabe de los libros por muchos caminos. Ha escuchado hablar de el, ha visto una película que se adaptó de el. Ha leído reseñas y ha estado presente en conversaciones que lo abordan. El escenario del lector (o en el caso que nos preocupa ahora del no – lector) es complejo. Sólo como ejercicio basta solamente entrar a una biblioteca pública y girar el cuello en torno a los miles y miles de tomos que nos rodean. La lectura es una utopía. Además, si por un proceso mágico viviésemos 10000 años y pudiésemos abordar todos eso libros, incluso así no estaríamos seguro de haberlos “leído”.
La idea de un libro supera el acto mecánico, oftalmológico y gnoseológico para transformarse en lo que Bayard llama “la biblioteca colectiva”. Esta según Bayard “es el dominio de las relaciones , no de tal o cual elemento aislado” es decir, que rara vez de cuando hablamos sobre un libro hablamos verdaderamente de el, sino más bien de relaciones e intereses sincrónicos que nuestra presencia le imprime , que además invita, acepta, “y se conforma perfectamente con la ignorancia de una gran parte del conjunto”.
De los libros que la academia me “sugirió” que leyese son muy pocos de los que recuerdo gran parte de su contenido, a lo mas una idea que se actualiza (o deforma) progresivamente. Como esta actividad académica (en mi caso Historia) exigía mucha lectura me di cuenta que poco o nada “leí” sobre Historia, sin embargo puedo hablar de ella. Por otro lado no permitía por tiempo y capacidad leer otro tipo de literatura que me interesaba, es decir el vacío , la sombra de gran parte del conjunto siempre estaba conciente y en vez de ocultarla sólo había que dejarla hablar.
Dos casos importantes, entre otros, toma el autor para explayarse en su aguda tesis. Primero el caso de Paul Valery (un muy mal lector según la leyenda aunque esto sea quizás sólo una imagen proyectada para justificar teorías, al igual que Nietzsche que daba una imagen de él como un lector prudente y austero cuando en realidad no fue así). Vemos a Valery rehusándose a leer (y no sintiendo mucha simpatía por los lectores agudos) sin embargo no rechaza hablar sobre lo que no se leyó , Valery cree que solo con hojear un libro basta para poder hablar de el, es más, incluso no haber leido constituye una ventaja para hablar mejor de los textos. Bayard nos dice que Valery escribió un homenaje a Proust sin ni siquiera haberlo leído sino conformándose (y lo curioso que con orgullo) sólo con haberlo hojeado. Valery escribe : “...de hecho , sin haber leído una sola línea de esa ingente obra [En Busca del tiempo Perdido], me habría bastado con el acuerdo que sobre su importancia comparten mentes tan dispares como las de Gide y León Daudet para disipar cualquier duda..”.
Bayard no nos esta jugando una broma sino buscando una filosofía de la lectura , incluso el mismo aporta con los libros que no ha leído (un sacrilegio para un catedrático) pero que fácilmente puede hablar de ellos (por ejemplo "Ulises" de Joyce). No es casual que el libro se abra con una frase de otro ironista Oscar Wilde que nos dice: “Jamás leo los libros que debo criticar; para no sufrir su influencia”.
“La idea” del libro y sus conexiones culturales (simbolizada en la “biblioteca colectiva”, que no olvidemos que no rechaza la sombra, la ignorancia y el vacío) supera al acto óptico- presencial en que sólo se transforma una lectura y que sólo basta con el hecho de seguir los símbolos, las letras impresas para creer que se esta leyendo, pretendiendo exclusivamente que ese acto constituiría una “lectura”, esencia irremovible en el futuro.
El otro caso que nos habla Bayard es el de Montaigne, que sin ningún pudor anuncia en su ensayos el profundo poder de olvido que sufre y que suple con pequeñas notas al final de sus lecturas (¿es posible contar un libro como leído si sólo se conserva en la memoria fragmentos incoherentes?). En el momento que uno comienza a leer inmediatamente comienza a olvidar. Bayard cita a Montaigne:
“Hojeo los libros, no los estudio: lo que me queda de ellos es algo que ya no reconozco que sea de otros; es sólo aquello de lo cual mi juicio ha sacado provecho, los razonamientos y las fantasías de que se ha imbuido. El autor, el lugar , las palabras y demás circunstancias, las olvido al instante.” ( Essais .11,17, De la presunción)
Inevitablemente esto nos recuerda a Borges con su famoso "Pierre Menard, autor del Quijote ".No hay un libro real sino siempre uno hipotético. Los libros no se leen, se presienten y luego se enmascaran. Pierre Menard en el cuento de Borges es un antiguo escritor mediano que se propone escribir el Quijote , pero precisando, él no quiere ni reescribir, ni comentar, ni copiar, sino “escribir” el Quijote palabra por palabra. Menard sin decirlo explícitamente nos ve a nosotros los lectores, como constantes creadores de texto y este como un camaleón inatrapable. El Quijote no esta escrito. Por eso alguien y con razón quiere “escribirlo”. En el fondo Pierre Menard descubre la complejidad (e imposibilidad) del "lector".
La utopía lectora se desmaya en el imponente paisaje de una biblioteca pública, he ahí el vacío, Ecce Hommo ¿Pero como saberlo? la sombra, que quita toda esperanza de lectura, ella será la dueña, y el acto de leer (para los entusiastas y eruditos) solo una fulgurante ilusión .
Por eso el entusiasmo de Octavio Soto es digno pero incompleto, debería premiarse también anualmente al mejor no-lector del año. Un hombre que pese a estar inscrito, no sacara ningún libro de la biblioteca, ahí recién la “biblioteca colectiva” (hecha de símbolos, conexiones y conversaciones) estaría acabada, reconociendo la impotencia literaria en un acto oficial.
Imagino a Octavio Soto leyendo a Proust .El Proust de Soto llegaría virgen y tímido en el libro movedizo en los vagones del metro y en la mente del reponedor. No nos engañemos, eso ya no es ni será nunca más Proust pero sin embargo contribuirá a la “idea” de Proust. A la idea que dialoga y que perdura. Contribuirá a la biblioteca que no nos asusta por que es de todos, solamente por que hablamos de ella cuando y cuanto queramos. La idea penetra con toda su fuerza cuando uno establece las conexiones, la biblioteca colectiva funciona por su íntima característica de ser inclusiva, de acoger con maestría lo ignorado, incluso esta reseña que acabo de escribir cuando he leído 74 páginas del libro de Bayard que tiene un total de 195.
Me pregunto entonces que es leer, se necesita un estudio profundo de una sociología de la lectura para poder responder a esa pregunta. Primero respondiéndola con indicaciones claras (y geniales) de un libro que paradójicamente estoy leyendo (¿?) en estos momentos (“Como hablar de libros que no se han leído” de Pierre Bayard) que pone en el tapete una polémica antigua y con no menos grados de tabú para el escenario académico.
La mayoría de los libros de los cuales hablamos no han sido leídos, a lo más hojeados o escuchados en comentarios de terceros. ¿Es esto una debilidad o una trampa? , no, el autor llega aún mas allá, en algunos casos es preciso no haber leído el libro para “saber” de el. Uno sabe de los libros por muchos caminos. Ha escuchado hablar de el, ha visto una película que se adaptó de el. Ha leído reseñas y ha estado presente en conversaciones que lo abordan. El escenario del lector (o en el caso que nos preocupa ahora del no – lector) es complejo. Sólo como ejercicio basta solamente entrar a una biblioteca pública y girar el cuello en torno a los miles y miles de tomos que nos rodean. La lectura es una utopía. Además, si por un proceso mágico viviésemos 10000 años y pudiésemos abordar todos eso libros, incluso así no estaríamos seguro de haberlos “leído”.
La idea de un libro supera el acto mecánico, oftalmológico y gnoseológico para transformarse en lo que Bayard llama “la biblioteca colectiva”. Esta según Bayard “es el dominio de las relaciones , no de tal o cual elemento aislado” es decir, que rara vez de cuando hablamos sobre un libro hablamos verdaderamente de el, sino más bien de relaciones e intereses sincrónicos que nuestra presencia le imprime , que además invita, acepta, “y se conforma perfectamente con la ignorancia de una gran parte del conjunto”.
De los libros que la academia me “sugirió” que leyese son muy pocos de los que recuerdo gran parte de su contenido, a lo mas una idea que se actualiza (o deforma) progresivamente. Como esta actividad académica (en mi caso Historia) exigía mucha lectura me di cuenta que poco o nada “leí” sobre Historia, sin embargo puedo hablar de ella. Por otro lado no permitía por tiempo y capacidad leer otro tipo de literatura que me interesaba, es decir el vacío , la sombra de gran parte del conjunto siempre estaba conciente y en vez de ocultarla sólo había que dejarla hablar.
Dos casos importantes, entre otros, toma el autor para explayarse en su aguda tesis. Primero el caso de Paul Valery (un muy mal lector según la leyenda aunque esto sea quizás sólo una imagen proyectada para justificar teorías, al igual que Nietzsche que daba una imagen de él como un lector prudente y austero cuando en realidad no fue así). Vemos a Valery rehusándose a leer (y no sintiendo mucha simpatía por los lectores agudos) sin embargo no rechaza hablar sobre lo que no se leyó , Valery cree que solo con hojear un libro basta para poder hablar de el, es más, incluso no haber leido constituye una ventaja para hablar mejor de los textos. Bayard nos dice que Valery escribió un homenaje a Proust sin ni siquiera haberlo leído sino conformándose (y lo curioso que con orgullo) sólo con haberlo hojeado. Valery escribe : “...de hecho , sin haber leído una sola línea de esa ingente obra [En Busca del tiempo Perdido], me habría bastado con el acuerdo que sobre su importancia comparten mentes tan dispares como las de Gide y León Daudet para disipar cualquier duda..”.
Bayard no nos esta jugando una broma sino buscando una filosofía de la lectura , incluso el mismo aporta con los libros que no ha leído (un sacrilegio para un catedrático) pero que fácilmente puede hablar de ellos (por ejemplo "Ulises" de Joyce). No es casual que el libro se abra con una frase de otro ironista Oscar Wilde que nos dice: “Jamás leo los libros que debo criticar; para no sufrir su influencia”.
“La idea” del libro y sus conexiones culturales (simbolizada en la “biblioteca colectiva”, que no olvidemos que no rechaza la sombra, la ignorancia y el vacío) supera al acto óptico- presencial en que sólo se transforma una lectura y que sólo basta con el hecho de seguir los símbolos, las letras impresas para creer que se esta leyendo, pretendiendo exclusivamente que ese acto constituiría una “lectura”, esencia irremovible en el futuro.
El otro caso que nos habla Bayard es el de Montaigne, que sin ningún pudor anuncia en su ensayos el profundo poder de olvido que sufre y que suple con pequeñas notas al final de sus lecturas (¿es posible contar un libro como leído si sólo se conserva en la memoria fragmentos incoherentes?). En el momento que uno comienza a leer inmediatamente comienza a olvidar. Bayard cita a Montaigne:
“Hojeo los libros, no los estudio: lo que me queda de ellos es algo que ya no reconozco que sea de otros; es sólo aquello de lo cual mi juicio ha sacado provecho, los razonamientos y las fantasías de que se ha imbuido. El autor, el lugar , las palabras y demás circunstancias, las olvido al instante.” ( Essais .11,17, De la presunción)
Inevitablemente esto nos recuerda a Borges con su famoso "Pierre Menard, autor del Quijote ".No hay un libro real sino siempre uno hipotético. Los libros no se leen, se presienten y luego se enmascaran. Pierre Menard en el cuento de Borges es un antiguo escritor mediano que se propone escribir el Quijote , pero precisando, él no quiere ni reescribir, ni comentar, ni copiar, sino “escribir” el Quijote palabra por palabra. Menard sin decirlo explícitamente nos ve a nosotros los lectores, como constantes creadores de texto y este como un camaleón inatrapable. El Quijote no esta escrito. Por eso alguien y con razón quiere “escribirlo”. En el fondo Pierre Menard descubre la complejidad (e imposibilidad) del "lector".
La utopía lectora se desmaya en el imponente paisaje de una biblioteca pública, he ahí el vacío, Ecce Hommo ¿Pero como saberlo? la sombra, que quita toda esperanza de lectura, ella será la dueña, y el acto de leer (para los entusiastas y eruditos) solo una fulgurante ilusión .
Por eso el entusiasmo de Octavio Soto es digno pero incompleto, debería premiarse también anualmente al mejor no-lector del año. Un hombre que pese a estar inscrito, no sacara ningún libro de la biblioteca, ahí recién la “biblioteca colectiva” (hecha de símbolos, conexiones y conversaciones) estaría acabada, reconociendo la impotencia literaria en un acto oficial.
Imagino a Octavio Soto leyendo a Proust .El Proust de Soto llegaría virgen y tímido en el libro movedizo en los vagones del metro y en la mente del reponedor. No nos engañemos, eso ya no es ni será nunca más Proust pero sin embargo contribuirá a la “idea” de Proust. A la idea que dialoga y que perdura. Contribuirá a la biblioteca que no nos asusta por que es de todos, solamente por que hablamos de ella cuando y cuanto queramos. La idea penetra con toda su fuerza cuando uno establece las conexiones, la biblioteca colectiva funciona por su íntima característica de ser inclusiva, de acoger con maestría lo ignorado, incluso esta reseña que acabo de escribir cuando he leído 74 páginas del libro de Bayard que tiene un total de 195.
1 comentario:
excelente
antes de leerlo habia escuchado de tu articulo y ya me habia gustado...lamento decirte que efectivamente lo olvidare muy pronto.
avisame cuando termines tu libro para no tener que leerlo, abrazos!!
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