Los Embajadores
Hans Holbein el Joven, 1533
Hans Holbein el Joven, 1533
Heródoto cuenta que los egipcios al terminar las fiestas rituales pasaban con unas camillas cargando esqueletos. Fin de la fiesta: alegría, pero a no olvidar la muerte.
Igual que los artistas antiguos obsesionados con el adagio latino: Memento mori. (Recuerda que vas a morir).
En el museo Artequin está esa pintura de Holbein . Los niños (alumnos) se acercaban con curiosidad, las tías los hacían recortar y pintar, son niños. Yo travieso los acerque a la pintura y les hice inclinar la cabeza para buscar el ángulo que nos diera la forma de ese extraña figura alargada del piso, si se busca bien la óptica nos entrega un cráneo. Yo como Egipcio tras la fiesta de los lápices y las risas infantiles les hice notar lo principal, la muerte…
Recuerden el Eclesiastés “vanidad de vanidades, todo es vanidad…”
Blanchot en “La escritura del desastre.”:
“Pensar tal como se muere: sin meta, sin poder, sin unidad y, precisamente, sin «cómo» –por eso el aniquilamiento de la formulación en cuanto se piensa, vale decir, en cuanto se piensa de cada lado, en desequilibrio, con exceso de sentido y excediendo el sentido – formulación ida en lo exterior.”
La escritura es ese esqueleto egipcio que arruina las fiestas.
Se desea la visión no la retribución. Un pueblo no especula mientras se le ofrezca esta tierra. La poesía surge de la negación de ese placer mundano pero utilizando lo mundano.
La finitud sólo puede ser simbolizada. El infinito en tanto imposible supera el símbolo.
Se bosqueja un fin, luego se pinta con los demás. Pero uno no finaliza. Se calma.
Igual que los artistas antiguos obsesionados con el adagio latino: Memento mori. (Recuerda que vas a morir).
En el museo Artequin está esa pintura de Holbein . Los niños (alumnos) se acercaban con curiosidad, las tías los hacían recortar y pintar, son niños. Yo travieso los acerque a la pintura y les hice inclinar la cabeza para buscar el ángulo que nos diera la forma de ese extraña figura alargada del piso, si se busca bien la óptica nos entrega un cráneo. Yo como Egipcio tras la fiesta de los lápices y las risas infantiles les hice notar lo principal, la muerte…
Recuerden el Eclesiastés “vanidad de vanidades, todo es vanidad…”
Blanchot en “La escritura del desastre.”:
“Pensar tal como se muere: sin meta, sin poder, sin unidad y, precisamente, sin «cómo» –por eso el aniquilamiento de la formulación en cuanto se piensa, vale decir, en cuanto se piensa de cada lado, en desequilibrio, con exceso de sentido y excediendo el sentido – formulación ida en lo exterior.”
La escritura es ese esqueleto egipcio que arruina las fiestas.
Se desea la visión no la retribución. Un pueblo no especula mientras se le ofrezca esta tierra. La poesía surge de la negación de ese placer mundano pero utilizando lo mundano.
La finitud sólo puede ser simbolizada. El infinito en tanto imposible supera el símbolo.
Se bosqueja un fin, luego se pinta con los demás. Pero uno no finaliza. Se calma.
*
Todo lo que digo no guarda relación con lo que escribo. El texto se dispersa. Cría más textos. Al no ser ya mío pierde el valor que mi Yo asignaría a una propiedad, a un talento, a un bien. Sólo se que hay algo ahí afuera que al tomar fuerza propia es misterioso. Cuando vuelve en busca de cobijo el símbolo lo detiene. Somos constantes fragmentos desesperados en búsqueda de una gran obra, pero impedidos de conocerla solo sufrimos. Escribir guarda relación con esa orfandad. El acto mecánico de escribir, ergonómico, oculta el escribir mismo. Leer es una ilusión uno siempre esta escribiendo. La intervención del cuerpo en el acto de escribir sólo prueba que este se define como señal en el mundo. La materia es secundaria aunque lo forma. Lo principal es como deja descuidado y solitario a un sujeto. Lo desplaza, lo devora.
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