martes, 1 de diciembre de 2009

El librero





El librero se ve triste, tiene un perro chow-chow amarrado en la puerta, específicamente amarrado a la manilla,- es mi hija -me dice, algo anda mal, yo solo cruzo por arriba del perro y lo tomo entre mis brazos , gesto extraño en mí casi instintivo , él se alegra por unos segundos, luego vuelve a su mundo ¿Pero qué mundo tendrá entre tanta mercancía? y de que calaña, (digo por ejemplo “Los justos” de Camus a un precio que se nota que él sabe cuanto puede ser un precio justo para esa obra , esa es la gracia de un librero, “que sabe” ). Un par de palabras con él, no las suficientes. Hace falta que uno de esos viejos intelectuales de puerto con mucha jubilación y tiempo libre llegase para que el librero contara todo su drama, esta por separarse, esta demasiado triste y el viejo es un sacerdote infalible. Yo solo escucho desde las estanterías continuas. Un librero esta a mitad de camino entre un comerciante de joyas y un pequeño intelectual, pero solo de las contratapas (es mas, saber del libro por las contratapas es crucial en el oficio del librero, además de agregarle a su antojo cualquier mérito literario al libro que se vende).


Luego no tarda en llegar otro librero mas joven pero mucho mas pedante, lanza frases con un tono taxativo, de hecho en él todo es taxativo, hasta como toma los libros, con solo dos dedos los voltea rápidamente y los deja en su lugar , parece saber todo de ellos (no sabe que la gracia de la literatura es saber que nunca se llegara a saber, la literatura nos recuerda que nunca llegaremos a todos los rincones de la tinta humana, que el canon literario es una torta gigante que nuestro espíritu infantil nunca degustara por completo). El mira que entre mis manos tengo “Chicago Chico” de Armando Mendez Carrasco un libro mas mítico que literario, escrito por un ex -paco realista , él mira siempre lo que uno toma por que quiere hacernos saber que todo lo que uno toma a él de una u otra forma le pertenece. Le pregunto al dueño que quien habrá inflado tanto estos libros como para que cuesten tan caros incluso si están rajados por sus cuatro costados. El librero joven se adelanta – los Mendez Carrasco .- y así lo nombra “Mendez Carrasco” como si fuera una especie de auto convertible -, siempre han sido caros. Fuguet fue el que le dio ese precio al hablar tanto de ellos-le digo. Fuguet nunca habló de ellos- señaló rápidamente el joven librero. -Sí por ahí por el año 1995 escribió un reportaje sobre los escritores marginales , de papel roneo -le contesto silenciosamente deseando que no me escuche y no en busca de polémica sino de una real explicación de porque un libro roído y de una edición humilde cueste 20000 pesos. El librero joven calla, no cree, los “Mendez Carrasco” fueron y seguirán siendo caros , como las cámaras Nikon o el detergente Drive.


El joven librero se retira ignorando completamente que el librero mayor- mi amigo- esta destruido pero lleno de libros imperdibles, a su esposa no le importa en lo más mínimo que la respuesta a su drama esta en Flaubert, y a sólo 3000 pesos.

Ahí están los grandes libros, ya que el librero es alguien que escoge sus libros y aborrece los Best Sellers (eso lo diferencia de un típico vendedor de libros) aunque detrás de esa maña intelectual siempre habrá un afán comercial. Hay una colección completa de Nikos Kazantzakis , también una serie de Giovanni Papini, las vida de San Agustín y de Jesús de los que recuerdo y “Cuestiones disputadas” de Thomas Merton , todos pertenecían a un extraño señor llamado Alfredo Salazar , noto esto por que mientras escucho las sufridas confesiones del librero sin querer escucharlas , me fijo que llevan un timbre con su nombre en las primeras páginas, orgulloso, reclamando propiedad eterna, además de subrayados muy precisos, incluso recortes de reportajes sobre el mismo autor del libro , cuentas de tintorerías y operaciones matemáticas de los años setenta que guardo ágilmente en mi bolsillo.


Pienso en la tristeza de una biblioteca viuda , Alfredo Salazar esta muerto, estoy casi seguro ( o le robaron casi toda su biblioteca algo muy poco probable para alguien que timbra con su nombre sus libros), ahora sus mejores libros , algunos extraordinarios y extraños están acá , subrayados, gastados, solitarios, listos para la venta exótica al intelectual fatigado, anciano, con pocos años de vida por delante, pero que igual sigue comprando libros con una energía imparable ¿No será la literatura nada más que una especie de timbraje orgulloso antes de morir? . Anoto algunas de esas frases que el extraño personaje subrayó en Thomas Merton como por ejemplo: “Cuando las ventanas del monasterio no se abren ya hacia los vastos horizontes del desierto, la comunidad monástica se ve inevitablemente inmersa en la vanidad”. También de Rilke tomo un extraño libro de prosa “Historias del buen Dios” que dice cosas como: “¡Qué agradable resulta contar una historia a una persona paralítica!”.


Veo que la librería es el espacio sagrado que muestra la calma de un día plagado de notarías. Y estas se ofrecen necesarias a los trámites pero no puedo mas que horrorizarme ante ese espectáculo de medio día, absurdo de tan necesario y social. El cielo también cayó por un estado burocrático. El librero esta siendo abandonado por sus esposa y yo con mi libreta le robo trozos de su vida desecha, de sus páginas selectas que a él poco le importan ahora. Y me hago la sencilla pregunta del fiel que se asoma en las librerías creyéndolas iglesias, para restablecer la paz destruida en la ciudad llena de hormigueo notarial ¿Por qué “Méndez Carrasco”? ¿Por que el timbre en los libros? ¿Por qué se acaba el amor cuando uno se rodea de él? ¿Por que el absurdo de descansar en la sequedad del polvo de una estantería?

1 comentario:

René Poeta dijo...

Excelente pasearme por estas líneas!!
Un abrazo Alvaro, ya te tengo entre los links de poetalandia.
Nos estamos leyendo...