domingo, 13 de diciembre de 2009

El espíritu del Capitalismo en Max Weber




Si bien Lutero inspiró y puso en marcha la Reforma, fue Calvino quien la sostuvo gracias a sus ideas que logran acomodarse más adecuadamente al espíritu del mundo moderno en formación. Desde este punto de vista podemos agregar las consideraciones que el protestantismo otorgó indirectamente al individuo y su relación con Dios, ya que la “teología protestante y más concretamente la teología política civil, conforman un constructo de pensamiento que nace de la comunidad misma y de sus pastores hará vivir de acuerdo a los mandatos del evangelio, pero siempre según un régimen de autonomía”[1]

Bajo esta premisa hay que entender el audaz postulado weberiano de relacionar el “espíritu” del Capitalismo con el protestantismo, especialmente el Calvinismo con su creencia predistinatoria, tiene que necesariamente matizarse bajo el mismo prisma con que él señala ese “espíritu”. Por que es claro que el afán de lucro y ganancia se ha percibido desde los albores de la civilización, lo novedoso estriba en la racionalidad de ese capitalismo, de las relaciones de trabajo, de la riqueza como fin.


Para elaborar una primera idea acerca del espíritu del capitalismo, Weber recurre a los escritos de Benjamín Franklin (“Consejos necesarios para hacerse rico”), deísta, pero cuyo padre fue calvinista. Weber le atribuye particular importancia a los textos de Franklin porque ellos fueron, por un tiempo, libros de lectura escolar en los Estados de América del Norte, presume que ellos ayudaron a formar una mentalidad.

Weber nos recuerda las siguientes expresiones de Franklin como significativas.

“Considera que el tiempo es dinero. Aquel a quien le está dado ganar diez chelines por día con su trabajo y se dedica a pasear la mitad del tiempo, o a estar ocioso en su morada, aun que destine tan solo seis peniques para sus esparcimientos, no debe calcular sólo esto, sino que, realmente, son cinco chelines más los que ha gastado, o mejor, ha derrochado”.

“Considera que el crédito es dinero. Si la persona a quien le un dinero deja que éste siga en mi poder, permite, además, que yo disfrute de su interés y de todo cuanto me sea posible ganar con él en tanto transcurre el tiempo. De tal manera se puede acumular una cantidad considerable si se tiene buen crédito y capacidad para emplearlo bien”.

“Considera que el dinero es fecundo y provechoso. El dinero puede engendrar dinero, los sucesores pueden engendrar aún más y así unos a otros. Si cinco chelines son bien colocados, se convertirán en seis, éstos, a su vez, en siete que, asimismo, podrán devenir en tres peniques, y llegar en sumas sucesivas hasta constituir un todo de cien libras esterlinas. A cuanto más dinero invertido, tanto más es el producto. Así, pues, el beneficio se multiplica con rapidez y en forma constante. Aquel que mata una cerda, reduce a la nada toda su descendencia hasta el número mil. Aquel que derrocha una moneda de cinco chelines, destruye todo cuanto habría podido originarse con ella: montículos compactos de libras esterlinas”.

“Considera que, conforme al refrán, un buen pagador es amo de la bolsa de quien sea. Al que se le conoce como puntual pagador en el plazo convenido, es merecedor en todo momento, del crédito otorgado por aquellos amigos a quienes no les hace falta”.

[].. “De ser una persona de prestigiada prudencia y honradez, con seis libras llegarás al goce de cien. El que derrocha diaria mente tan solo un céntimo, es igual a derrochar seis libras en un año, lo cual viene a ser el uso de cien. Quien desperdicia una fracción de su tiempo equivalente a un céntimo (así represente, únicamente dos minutos) malogra día a día la prerrogativa de beneficiarse con cien libras al año. Aquel que en vano desaprovecha el tiempo que representa un valor de cinco chelines, se des prende de cinco chelines, lo cual viene a significar lo mismo que si los hubiera tirado al mar. Quien haya perdido cinco chelines, es como si hubiera perdido todo cuanto pudo haber ganado con ellos si los hubiese invertido en la industria, por lo cual, cuando el joven llegue a una edad avanzada mucho habrá de lamentar la falta de tan enorme cantidad”. [2]

Según Weber, en estas expresiones “se trasluce el espíritu capitalista” . En Norteamérica, hasta poco antes de la Guerra de Independencia, para tener plenitud de derechos políticos, era necesario que un hombre no solo fuese eficiente en los negocios, sino que, además, perteneciese a una sociedad religiosa, lo que indicaba que practicaba “una ética profesional ascética que fue característica de las primeras etapas del capitalismo moderno”. Esto era garantía de que jamás cobraban dos precios distintos por las mercaderías que vendían. De allí se formó la idea de que “la honradez es la mejor política”.

Debemos aclarar eso sí la critica de Weber hacia Lutero en el sentido de apoyar cierto Status Quo en relación a la estructura social-económica, tomando directamente las ordenanzas bíblicas especialmente las tomadas de la primera de Corintios donde señala que cualquier estado es bueno para conseguir la prosperidad. Vemos ahí un sesgo eminentemente arraigado de mentalidad medieval , aunque paradójicamente es la racionalidad del trabajo y de lo que Weber llama el verdadero sentido religioso de “profesión “, esto será lo que vaya paulatinamente generando diferencias. De hecho la misma palaba alemana que señala profesión (Beruf) tiene connotaciones eminentemente religiosas, la idea de misión impuesta por Dios, “En cualquier caso, lo nuevo, de manera absoluta, era que el contenido más honroso del propio comportamiento moral consistía, precisamente, en la conciencia del deber en el desempeño de la labor profesional en el mundo. Esa era la ineludible secuela del sacro sentido, por así decir, del trabajo y de lo que derivó en el concepto ético-religioso de profesión: concepto que traduce el dogma extendido a todos los credos protestantes, opuesto a la interpretación que la ética del catolicismo divulgaba de las normas evangélicas en praecepta y consilia y que como única manera de regirse en la vida que satisfaga a Dios acepta no la superación de la moralidad terrena por la mediación del ascetismo monacal, sino, ciertamente, la observación en el mundo de los deberes que a cada quien obliga la posición que tiene en la vida, y que por ende viene a convertirse para él en ‘profesión”.[3]

Se percibió una “salida a la calle” de la actitud conventual medieval , en donde el trabajo era mirado como una actividad buena en si misma y se relacionaba con la glorificación a Dios. El trabajo era relacionado no con un enriquecimiento a toda pompa (de hecho algunos calvinistas se vestían humildemente) sino con una prueba de ser elegidos dentro del paradigma calvinista de la predestinación.

El ascetismo protestante valoraba en ciertos términos el trabajo dentro de un marco autónomo y ya no colectivo y glorificado como el monacal, aun tenia reminiscencias de negar la ambición individualista del capitalismo, es decir debía desenmarcarse de la reticencia del afán de lucro y riquezas. Por un lado ese espíritu hábil capitalista que se va haciendo racional debía conservar el ímpetu por el trabajo, rebajando las reticencias acéticas de la negación de la acumulación de capital, “La creación de una ética capitalista fue obra -no deliberada- del ascetismo intramundano del protestantismo, que empujó a la vida de los negocios a los elementos más piadosos y más rigoristas, que buscaban el éxito en los negocios como fruto de una conducta racional de vida… Sobre todo, el calvinismo destruyó en general las formas tradicionales de la caritas. Lo primero que eliminó fue la limosna sin orden ni concierto…La atención a los pobres se organiza con miras a asustar a los haraganes”[4]

Es necesario hacer una diferencia que en Weber es importante, dos espíritus en contraste se enfrentan en su concepción “materialista” en torno al problema del Capitalismo moderno ,el Catolicismo y el protestantismo se analizan en torno dicho problema, de esa racionalidad capitalista, Podríamos intentar la explicación de la antítesis, desde un punto de vista superficial y moderno, afirmando que el mayor “distanciamiento del mundo” católico, el cariz ascético peculiar de sus más altos ideales, tiene que ejercer su influjo en el espíritu de sus fieles con respecto a un despego ante los bienes terrenales. En tal explicación podría hallarse la coincidencia con el popular esquema que sirve en la actualidad para juzgar las dos confesiones. En cuanto a los protestantes, éstos se valen de dicha concepción para censurar el idealismo ascético, real o supuesto, de la vida del católico, a lo cual éste responde reprobándole el espíritu materialista, que podría tomarse como resultado de la campaña de instrucción laica de toda la compilación vital llevada a término por el mundo protestante”[5]

Es importante destacar el hecho que este ascetismo protestante actuó de palanca en el erguimiento definitivo del Capitalismo Moderno, pero a su vez al establecerse este con Leyes mecánicas (a través de leyes económicas) hizo abandonar este precepto, dado que este espíritu derivó en la acentuación de la lucha y competitividad, perdiéndose el sentido religioso de los comienzos. Posteriormente la consolidación de este Capitalismo ya no necesitaría ese apoyo por que ya se autoregulaba.

Si en sus comienzos la racionalidad Capitalista necesitaba de un apoyo ético, su autoregulación posterior superó su idea original. Para Weber este hecho constituía una clara objeción que puede hacerse a una concepción meramente materialista del capitalismo. La sola acumulación material habría sido incapaz de generar el capitalismo moderno. Éste necesitó una superestructura teórica que lo generara y apoyara. De hecho, el capitalismo no surgió entre ricos mandarines chinos o acaudalados patricios romanos con una absoluta carencia de escrúpulos en los negocios.

La acumulación de riquezas -que ya existía en el pre-capitalismo ha tomado, en la Modernidad, una vía racionalizadora que lo ha convertido en una finalidad independiente de toda otra. Las riquezas, los bienes materiales dejaron de ser medios -como se los pensaba en la Edad Media- y adquirieron una dinámica propia, un valor en sí mismos. Todo lo que no procuraba esta finalidad de acrecentar la inversión lucrativa se volvía irracional, incluso la búsqueda de la utilidad sin inversión o la sola consecución de goce.


[1] Marco Huesbe Llanos,Patricio Carvajal Aravena. Martin Lutero y Juan Calvino. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Pag. 32

[2] WEBER, Max. La ética protestante.Editorial Gradifco.Buenos Aires 2004. Pág.46

[3] Idem . Pág. 85

[4] WEBER, Max. Economía y sociedad. México, FCE, 1977, pp. 460, 461.

[5] Iibidem. Pág 34.




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