No me pidan un catálogo de mi experiencia, mi currículum podría ser el mas vacío del mundo . Pongámosle preceptor. Se que los grandes sabios del siglo XVIII trabajaban como preceptores y sufrían por ello, mala paga y mucho trabajo. Tanto como Kant y Heine tuvieron que hacer de educadores de los infantes burgueses y hasta administrar la casa.
Escribí este opúsculo sin ninguna esperanza, como ejecuto todo en mi vida. Tome en cuenta eso si, que los grandes filósofos de la antigüedad no diferenciaban filosofía de poesía. Como Heráclito y Parménides, esos que Nietzsche llamaba filósofos de la intemperie intelectual. No tenían ningún gigante sobre sus hombros y aún así doblegaron a la naturaleza. Al contrario, yo tengo demasiados gigantes sobre mis anudados hombros, y quiero que se mantengan ahí cubriendo lo mas posible mi fisonomía.
Mi lucha poética se refleja en la frase de Theodor Adorno. “Tras Auschwitz, no se puede hacer poesía”. Mi tímido aporte a eso sólo consistiría en ponerle un signo de interrogación a esa frase y quitarle lo categórico de su sentencia, esto sólo para entender nuestra época. Por que nuestra época no es más que una suma de derrumbes de todos los estados categóricos que el hombre pasado con esfuerzo se limitó a erguir.
Traslademos esa frase a nuestra casa ¿Se puede hacer poesía con las vísceras rotas? Pienso en mi primo que murió a los 33 años de cáncer, pienso en Bolaño con el hígado destrozado, en Kafka tosiendo sangre, en Ezra Pound enjaulado como pájaro, en Nietzsche besando caballos italianos. La fisiología es la única musa que ronca. No hay ideales pero lo humano sigue en pie. ¿Cual es la labor del poeta? Ninguna. No hay labores, ni utilitarismo. Sólo hay que soltar amarras. El autor, el autor, el autor. El sueño de la razón produce Goyas.
No hay nada mejor que humillarse frente al infinito decía Dostoievski . Eckhart , Blake, Swedenborg y todos los místicos lo han anhelado, y nosotros hoy ,sin ninguna esperanza recibimos ese infinito lleno de piojos. No hay ya nada .
Pero igual ese niño abandonado, harapiento, hirviendo en piojos nos mira pidiendo tutela.
Entonces sólo nos queda despiojar los absolutos.
No es importante hoy, quizás el “dios ha muerto” (Gott ist tot) pero es grave no reconocer la radioactividad que generó esa bomba. Estamos contaminados y nos acostamos sin saberlo. El “dios a muerto” no es una simple demostración de que "Dios no existe" que un ingeniero en conversación con su mujer y en su nuevo departamento de éxito, (tras la cena y bebiendo su vino importado), reconocen. No muere como muere un objeto. Sino muere la moralidad. La moralidad es el cáncer.
El pensamiento técnico descubre que no hay tal dios, que no existe. Ese dato es ingenuo, positivista. Si se reconoce que muere ya hay un daño. La blasfemia igual participa de lo sagrado – dice Camus- Pero nada afirma si no hay un dios. El cuerpo sufre sin gravedad.
Nosotros no queremos que resucite un concepto, más bien que se reconozca el crimen, que se abandonen las momias de reemplazo, que el hombre reconozca que está a merced de la radiactividad mas temible que haya padecido. Un diluvio sin lluvia. Un Gólgota sin cruces, silencioso, solitario, sin martirio explícito.
El infinito esta lleno de piojos como para que nos sea tan caro. Estamos aquí esperando un trasplante, un absoluto visceral. Al igual que ese poeta griego Arquiloco que arrojó su escudo a los matorrales y huyó salvando lo único real (el pellejo), nosotros arrojamos nuestra alma a los matorrales y huimos silenciosos y cantantes hacia la nada.
El gran neurasténico. Agosto 2009
1 comentario:
JA
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