sábado, 4 de julio de 2009

Diario



Si me levanto un día y les digo lo siguiente: Puedo ganarle al campeón mundial de ajedrez , ustedes reirían, si jugásemos lo demostraría. Entonces el juego comienza y yo en un alarde de impaciencia y osadía voy y le como un peón . Salto y grito de alegría, todos me mirarían como un loco. ¿Que pasa? me preguntarían, yo les diría arrogantemente, vieron que tenia razón, pude ganarle. ¡Pero si usted recién ha comenzado a jugar! , solo le ha comido un peón, responderían. Por eso mismo les digo, le he ganado. El que come primero un peón gana. No no no dirán, de eso no se trata el ajedrez. Así no son las reglas. Bueno digo pero si el que come primero es el que gana. ¿Quien tiene derecho a imponer unas reglas diferentes a las que yo concibo? Históricamente propondrán ustedes y están todos de acuerdo en ello ,el ajedrez no se juega así.


Bueno ese es el dilema, usted pretendiendo aprehender un juego de lenguaje que no es retribuido. Cuando se producen problemas religiosos el problema SE SIGUE SIMILAR.


Se utiliza mal el lenguaje o se intenta entrar en otro juego. Como el pretender ganar una partida de ajedrez solo comiendo un peón. Pero ¿que voluntad divina, jurídica o ética me impone que no sea así? Ninguna responderán sonriendo ustedes no hay ética ni dios ni leyes civiles que lo digan, solo la estructura de lo que conocemos como ajedrez lo determina, no hay nada superior en este asunto, solo es una juego con su estructura suficientemente clara. (Aunque si el oponente hubiese sabido mis reglas quizás me hubiese ganado, es decir, me hubiese comido el peón antes que yo a él) pero el oponente no precisó en averiguar mi concepción del juego y sólo se limito a “jugar ajedrez”.


Cuando digo: viviré después de la muerte, el caso es similar, un jugador se para frente a la muerte como el ajedrecista al juego, seguro que su juego de lenguaje se acepta, pero el que dice viviré después de la muerte ha concebido “la muerte” en otro juego de lenguaje que el primero no sopesaba. Ambos no se contradicen ni se pueden refutar. Porque operan en distinto juegos.


El religioso no es ridiculizable, sólo convive en otro nivel (quizás mas básico) de lenguaje, sólo habría que constatar que podría caer en el absurdo no en la proposición “viviré después de la muerte”, sino en la enunciación “y tengo pruebas de eso”. No es la prioridad contradecir su primera proposición, quizás es mas polémica la segunda. Es decir su concepción de sus pruebas. Cuando se mete en estas, es como si yo al comer el peón reclamara con seguridad que con ese acto efectivamente gane la partida de ajedrez no reconociendo que me muevo en otro juego de lenguaje y buscando con pruebas, que mi juego es efectivamente el ajedrez. Los religiosos deberían alejarse de traslapar el juego de lenguaje, no deberían pedir ni pruebas ni tampoco utilizar el “conocer”. Deberían seguir serenos en su carril (aunque ese carril no pueda, ni desee convencer a nadie)


No hay comentarios: