Adolf Loos , Muller House (1930)
"...la religión, cada vez y para cada generación, no es otra cosa que la vencida concepción del mundo de la generación anterior o de un tiempo más pasado. Religión es la concepción del mundo o el lenguaje que ya no es la concepción del mundo o el lenguaje del presente. Pero no se muda de intuición del mundo ni de lenguaje como de camisa o como la culebra su pellejo. Un pueblo se cubre de nuevas intuiciones del mundo y de lenguajes como un animal de pelaje nuevo: poco a poco. Y esto da de nuevo una falsa imagen. Pues las nuevas concepciones o lenguajes pueden deformar sólo inapreciablemente el significado y el sonido de las viejas concepciones o lenguajes ... no hay jamás una palabra en el lenguaje nuevo o concepción del mundo, que no tuviera su imborrable historia, que no tuviera un sentido conservador, envejecido, religioso. Por esto, sólo la crítica del lenguaje puede conseguir alguna claridad sobre nuestra propia concepción del mundo."
(F Mauthner. “Contribuciones a una crítica del lenguaje”)
La historia es una suma de malentendidos lingüísticos. Una resolución simple . Una historia al cual se le ha revelado el final y por ende es pesada jugarla.
A los treinta y tres años, edad profundamente necrológica dentro del inventario teológico occidental, sólo he llegado a la conclusión más simple (si es que algo puede concluir), estamos acá, y representamos el universo a punta de metáforas, enamoramos nuestros sentidos, gozamos. Y nada más, no hay mas allá del perímetro, no hay mas en tanto no se puede hablar.
Y la chispa del pensar no necesita más combustible que la angustia, y el límite nos conforma nuestro mundo y el intentar traspasarlo (en quizás una necesidad comprensible) sólo es una especie re-conocer ese límite, las herramientas de uso que tenemos (y que nos han mostrado ese límite ) no aseguran un traspaso coherente a dichos limites.
Entonces volvemos a nuestro mundo, ha sido rayada la cancha y la solución es simple, adonde abarque el pensamiento (lenguaje) es adonde alcanza a escalar mi mundo.
Puedo mostrar pero no necesariamente puedo decir. Ejemplo: las palabras "alma" o "silla", la primera se deja mostrar pero no en su sentido referencial por ende se vuelve vacía y su significado sólo revolotea entre otros significados vecinos, o la segunda que sí se puede decir con todo lo usable y simple de la acción lingüística.
Si dibujamos un cúmulo de rayas sobre un papel, la mente, como perro sabueso , buscará el significado (una nube , un gato , un rostro) pero no podrá adoptar el sin sentido de las rayas puras (incluso el todo abstracto pedirá un sentido ). Igualmente trabaja la mente por ejemplo con la palabra Dios, buscara un referente pero no lo hallara , sólo puede mostrar (como las rayas en el papel) pero no decir.
¿Estos descubrimientos calman? Le quitan todo valor al mundo, no hay ninguna cosa más valiosa que otra, la intención de administrar valor sólo quedaría fuera del alcance de mi mundo. Si nos reconfortamos con nuestro cuerpo orgánico también debemos confortarnos con nuestro cuerpo (mundo) del pensamiento (lenguaje).
En un estado más relajado y estético Adolf Loss pide en “Ornamento y delito” para la arquitectura algo similar. ¿Y si el lenguaje fuese un tipo de arquitectura desgastada por su mal uso?, mal acostumbrado a la pomposidad, al ornamento de las palabras sin sentido, demasiado exigentes , con muchas expectativas.
Descuidar el uso por el ornamento (en el caso del lenguaje: decir algo que se deba callar) Loos pide en Arquitectura , que la forma en cierto modo vuelva a callarse. Nos dice en su polémico ensayo:
“…En el niño, garabatear es un fenómeno natural; su primera manifestación artística es llenar las paredes con símbolos eróticos. Pero lo que es natural en el papúa y en el niño resulta en el hombre moderno un fenómeno de degeneración. Descubrí lo siguiente y lo comuniqué al mundo: La evolución cultural equivale a la eliminación del ornamento del objeto usual. Creí con ello proporcionar a la humanidad algo nuevo con lo que alegrarse, pero la humanidad no me lo ha agradecido. Se pusieron tristes y su ánimo decayó. Lo que les preocupaba era saber que no se podía producir un ornamento nuevo. ¿Cómo, lo que cada negro sabe, lo que todos los pueblos y épocas anteriores a nosotros han sabido, no sería posible para nosotros, hombres del siglo XIX? Lo que el género humano había creado miles de años atrás sin ornamentos fue despreciado y se destruyó…”
Lo esencial no es si existe o no existe (algo absoluto o místico) , sino si podemos decirlo o no. Más que dialéctica un voto de silencio.
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