martes, 28 de abril de 2009

Revolución científica e Historia - Parte I


Nicolás Copérnico gran visionario de su época, aún no tropezaba con el método limpio de la ciencia moderna aunque lo auguraba, lo presentía “lo estaba creando”, pero aún no era Galileo, no se sometía al rigor del “experimento”, todavía filosofaba a priori. Encadenado al universo aristotélico, sólo podía rebelarse en su forma , en su estética, concibió al sol como el centro del universo en detrimento del orden religioso establecido .Ya sencillamente Lutero había deducido que la tierra era el centro del universo por el sentido común aferrado a lo teológico, es decir, la firme convicción de que somos criaturas especiales y por ende eso se debe reflejar en nuestra ubicación en el cosmos, como también seguir irrestrictamente las autoridades de la época, Aristóteles y la Biblia , (y esta en Josué 10:13 decía: el sol se detuvo y la luna se paró ), es decir es el sol el que giraba en torno a nosotros, debate concluido. La verdad llena de egocentrismo, propósito y Aristóteles, se decantaba en esta versión indiscutible. Cualquier teoría diferente contradecía las autoridades citadas y había que combatirlas.

Copérnico estableció que el Sol era el que se encontraba en el centro del universo desplazando a la Tierra de su lugar privilegiado ¿Trabajo científico exclusivo o influencia de la filosofía hermética adoradora del Sol? El giro copernicano abolía el orden universal, que era al fin y al cabo el orden teológico, pero aún apegado al pensar puro, creía en las órbitas planetarias como círculos, por que creía en la perfección, en la estética del círculo más que en la evidencia de la ciencia, estaba a mitad de camino. Aristóteles, estética y Dios aún no eran removidos. Copérnico era una bisagra pero no un puntal moderno.

La ciencia nos regala paradojas que nos confunden en vez de aclararnos, por ejemplo las teoría de Copérnico, muy temerosas por el clima represivo de la época de ser publicadas , fueron finalmente impresas en forma de resumen por Rheticus, un profesor de Matemáticas de la universidad de Wittenberg, al darse cuenta de la importancia de las teorías de Copérnico se propuso conseguir su publicación , así es como en 1540 bajo supervisión del mismo Copérnico sale a la luz el opúsculo titulado, “Narratio Prima de Librus Revolutionium Copernicini”.

Al momento previo de su publicación Rheticus tuvo por razones académicas que marcharse de la ciudad encargándole la publicación a Andreas Osiander , un pastor Luterano que añadió por su cuenta un cauteloso prólogo al libro suavizando el gran impacto que de hecho contenían las nuevas teorías para el escenario teológico- filosófico de su época. Este prólogo explicaba que el modelo copernicano no intentaba dar una explicita descripción del universo sino mas bien era una guía práctica (un instrumento matemático) para entender, facilitar y simplificar los cálculos de los movimientos de los planetas. La gran paradoja de la ciencia moderna es que este personaje, el pastor Luterano del prólogo impuesto, Osiander, puede ser visto por nosotros hoy en día en primera instancia como el símbolo de la irracionalidad mas arbitraria, empantanado en la teología universal el censor implícito de los nuevos cambios que traía la revolución científica, el Eclesiastés lamentando el conocimiento (“Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor. Eclesiastés 1: 18). En parte esta descripción es verdad, pero si escarbamos un poco más, podemos darnos cuenta que esa acción curiosa de quitarle pretensión universalista a ese sistema y sólo enfocarla un modelo específico de cálculo pragmático fraccionado, es la forma como trabaja el científico moderno. Que paradoja nos entrega ese pastor que no tardamos en repudiar, pero nos damos cuenta que sin querer nos ha mostrado en su prólogo en parte, el desenvolvimiento de la ciencia moderna. El astrofísico John Gribbin explica esta curiosidad en su “Historia de la Ciencia, 1543-2001” así: “Todas las ideas que tenemos actualmente sobre el modo en que funciona el universo se aceptan sencillamente como modelos que se proponen para explicar lo mejor posible las observaciones y los resultados de los experimentos . Hay un aspecto en el que es aceptable considerar a la Tierra como el centro del universo y realizar todas las mediciones en relación con nuestro planeta. Esto funciona bastante bien , por ejemplo, para planificar el vuelo de un cohete que vaya a la Luna . Sin embargo este modelo se vuelve cada vez más complicado a medida que intentemos describir el comportamiento de objetos de sistema solar que estén cada vez más alejados de la Tierra. Cuando se hacen los cálculos para el vuelo de una sonda espacial que se dirija , por ejemplo, hacia Saturno, los científicos de la NASA consideran en efecto que el Sol está en el centro del Universo, aunque sepan que el Sol describe a su vez una orbita en torno al centro de nuestra galaxia , la Vía Láctea. En general los científicos utilizan el modelo más sencillo posible que sea coherente con todos los hechos relativos a un conjunto determinado de circunstancias, y no todos utilizan siempre el mismo modelo. Decir que el Sol esta en el centro del universo es sólo un modelo que facilita los cálculos en los que intervienen las órbitas de los planetas, es algo con lo que cualquier científico planetario estaría de acuerdo actualmente”.


¿Se puede hoy en día aspirar a una verdad cósmica, última desde un bombardeo de modelos?


Con Galileo asistimos a la consagración del científico moderno, vemos en él lo que otros no han logrado metódicamente, se empecina en comprobar experimentalmente sus hipótesis, la ciencia no trabaja ya exclusivamente del filosofar a priori sino que establece relaciones empíricas, considerando incluso que el experimento como tal carecerá de una exactitud en el sentido general, el experimento siempre se vera afectado por restricciones, aún así los razonamientos deben comprobarse tomando en cuenta esas restricciones. La perfección y el equilibrio “formal” que el ordenamiento del cosmos ven los Aristotélicos, Galileo lo refuta con hechos, la ciencia avanza mientras la tecnología se lo va permitiendo, por eso el telescopio gran aliado de la revolución “empírica” científica, acompañó eficientemente los nuevos paradigmas, se podía “ver” que el sol formalmente contenía manchas, y no poseía, como se creía anteriormente, que tenía una inmaculada y lisa superficie al igual que la Luna y sus ahora sorprendentes -y novedosos a la observación telescópica- conjuntos de cráteres. Los sentidos ganaban una pequeña batalla en torno al método. A pesar de la luna de miel de los sentidos Galileo aún planificaba su teoría en un orden ideal, el universo se expresa en palabras del propio Galileo “en el lenguaje de las matemáticas”.

Cuando Galileo hace rodar unas bolas sobre un plano inclinado y dejando que después subieran por otro plano no importando la inclinación de este último, constató que la altura de origen en el primer plano debería ser la misma a la que llegaría en el segundo plano no importando la pendiente de este último. Y si este segundo plano fuese horizontal, la bola rodaría eternamente hacia el horizonte. El experimento no demuestra la citada hipótesis, ¿Por qué? Galileo ha pensado una teoría ideal, y supo ver que desde esta teoría el experimento es un modelo imperfecto y sabiendo captar esta imperfección asumió todo el sistema. El olfato novedoso de Galileo es que supo antes que nadie comprender que el experimento es siempre una representación imperfecta del mundo idealizado en que se mueve la ciencia pura. La bola no rueda eternamente no por que no sea factible teóricamente sino por que posee resistencias, rozamientos. Este caso es importantísimo si queremos comprender la configuración moderna de la ciencia incluyendo las ciencias del espíritu y es donde se orienta nuestro razonamiento de aquí en adelante, no es casual que Ortega y Gasset lo haya citado para poder desde el dilema ideal –empírico, entender su método de la Historia como “ciencia”. En “En torno a Galileo” nos explica este razonamiento: “Toda la ciencia moderna no ha hecho sino eso y sus creadores sabían muy bien que la ciencia de los hechos, de los fenómenos, tiene en un cierto momento que desentenderse de éstos, quitárselos de delante y ocuparse en puro imaginar. Así, por ejemplo: los cuerpos lanzados se mueven de innumerables modos, suben, bajan, siguen en su trayecto las curvas más diversas, con las más distintas velocidades. En tan inmensa variedad nos perdemos y por muchas observaciones que hagamos sobre los hechos del movimiento no logramos descubrir el verdadero ser del movimiento. ¿Qué hace, en cambio, Galileo? En vez de perderse en la selva de los hechos, entrando en ellos como pasivo espectador, comienza por imaginar la génesis del movimiento en los cuerpos lanzados: cujus motus generationem talem constituo. Mobile quoddam super planum horizontale proiectum mente concipio omni seclu- so impedimento. Así inicia Galileo la Jornada cuarta de su libro postrero titulado Diálogo de las nuevas ciencias o Discorsi e dimostrazione in torno a due nuove scienze attenenti a la mecanica ed ai movimenti locali. (Estas nuevas ciencias son, nada menos, la física moderna.) «Concibo por obra de mi mente un móvil lanzado sobre un plano horizontal y quitando todo impedimento.» Es decir, se trata de un móvil imaginario en un plano idealmente horizontal y sin estorbo alguno -pero esos estorbos, impedimentos que Galileo imaginariamente quita al móvil, son los hechos; ya que todo cuerpo observable se mueve entre impedimentos, rozando otros cuerpos y por ellos rozado. Comienza, pues, por construir idealmente, mentalmente, una realidad. Sólo cuando tiene ya lista su imaginaria realidad observa los hechos, mejor dicho, observa qué relación guardan los hechos con la imaginada realidad”.

Ha surgido una nueva forma de encontrarnos con el orden universal, la ciencia desde su revolución renacentista toma un giro imparable y se especializa tanto que pierde total compenetración entre sus especialidades, su fraccionamiento es cada vez más numeroso. El método que se ha erguido sabe entender la razón pura con la experiencia fenoménica, es por esto que Ortega toma como ejemplo la ciencia física para declamar un método similar a la Historia , el puro fenómeno observable , en el caso de Galileo y su experimento, los cuerpos rodando , no constituyen ciencia al igual que la descripción seca de los fenómenos históricos , deben también, como lo hizo Galileo tener una coherencia pura, una ciencia teórica de base, un orden ideal a priori, eso es lo que busca Ortega para su ciencia histórica , esta estructura, este ideal formal es el que genera coherencia a los hechos (fenómenos) históricos. Una Historia que pretenda describir los hechos puros no es ciencia sino poesía, literatura, es necesario entonces comprender la construcción ideal- mental estructurante para que desde ahí los hechos decaigan (con sus imperfecciones rozamientos y resistencias en un todo homogéneo), en una verdadera ciencia histórica.

No hay comentarios: