jueves, 9 de abril de 2009

Una experiencia de topofilia, Pudahuel, Las Torres y París.


¿Donde estoy? …o ¿donde me siento hoy?… un análisis más meticuloso dará probablemente en espíritus mas hambrientos, preponderancia al espacio por sobre el tiempo. Suponiendo que estos se lean desde nuestro inconsciente como dos hogares distintos del ser, es preciso entender como habitamos (o si es que realmente lo hacemos). El espacio es quizás una experiencia mas necesitada de amor que el tiempo mismo , ya que la verdadera profesión del tiempo es perderse, deslizarse, pero no así el espacio, nuestro espacio, el espacio que ha quedado , que teme perderse. No soy mas que esto, no me ido nunca de lo que he considerado la extensión consiente del ser, es decir es preciso revelar este sentimiento como Gastón Bachelart lo hace en su poética del espacio:

“¿Dónde y cómo encuentran el reposo situaciones privilegiadas? ¿De qué manera los refugios efímeros y los albergues ocasionales reciben a veces, en nuestros ensueños íntimos, valores que no tienen ninguna base objetiva? Con la imagen de la casa tenemos un verdadero principio de integración psicológica,Psicología descriptiva, psicología de las profundidades, psicoanálisis y fenomenología podrían constituir con la casa, ese cuerpo de doctrinas que designamos bajo el nombre de topoanálisis”

En el barrio plebeyo del Aventino , en Roma , Cecilio Stacio[1], descendiente de galo esclavizado y que supo ascender a ser un poeta reconocido , también supo habitar (persistir) a pesar de su fama en un humilde barrio de su época , el situado en el monte Aventino.

En la imagen del monte Aventino en la Roma Antigua (recordemos que aquí en el siglo V AC se intentó una fuerte rebelión de plebeyos, amenazando a sus patricios de fundar una nueva ciudad si no eran reconocidos ciertos derechos), se refleja fielmente mi pequeño Aventino natal, Pudahuel, mentalmente silencioso pero violentamente ruidoso, este solo ha producido geografía, y eso es a lo único que puede aferrarse. Pero el Aventino romano, donde la modernidad irónicamente se ha encargado de enriquecer y dejar su olor plebeyo de su fundación se ha convertido hoy, por lo que he leído, en un nido burgués. Mi Aventino original , ¿mi barrio de esclavos alguna vez enriquecerá? ¿que otro lugar puede oler más a su autor que el mío? ¿El Piamonte italiano de Cesare Pavese quizás?

Estos barrios situados en las afueras de las ciudades (outsiders de la modernidad) , se han encargado de crear verdaderas redes de sentimientos geográficos . La geografía humanista ha volcado su método investigativo a un nivel mas integrador con el habitante, superando en parte a la geografía clásica con su pesada y ansiosa obsesión por el objetivismo economicista , que estudió al espacio sólo desde la perspectiva dura sin considerar de hecho y como objeto el espíritu que, (en geografía humana) lo habitaba, el espacio dio paso al concepto de “lugar”.



El suspiro topofílico del ingeniero.


A fines de los años ochentas y a principio de los noventas estos territorios outsiders no eran cunas de públicos objetivos muy interesantes para el insipiente mercado del ocio , ya sea por la simple capacidad económica per cápita o por la inseguridad que generaban, incluso en toda la ciudad el concepto de Pub y de discoteque se restringía a focos del centro y barrios acomodados, era realmente extraño migrar de comuna para cualquier tipo de entretención nocturna. La dictadura había apagado cualquier tipo de industria de la noche y la nueva generación democrática no sabia como comenzarla. El punto de reunión en mi barrio entonces era una pequeña plaza situada a unas cuadras de nuestras casas, con un extraño monolito en el centro y atravesada curiosamente, como en todas las poblaciones, por una impunes torres de alta tención que producían un eterno y musical ruido de estática que acompasaba todos los encuentros juveniles. No había mucha imaginación así que a este lugar se le bautizó simplemente como “las torres” , cualquier cita amorosa tendría que hacerse en este espacio, los primeros amigos que querían dejar atrás la niñez debían anotarse al club de las torres. Uno de ellos tras esta simple y extraña experiencia juvenil, estudió ingeniería comercial y fue de los primeros en ascender socialmente. Se cambio de barrio, formo una familia y conoció todos los ritos de la clase media. Incluso le dio para más, pudo, mediante su incipiente carrera , tomar un tour por Europa.

En su cúspide cultural por el viejo continente después de haber conocido Berlín, Roma y Madrid, culminó con el típico paseo guiado por el Paris nocturno, tras subir a la torre Eiffel, en el clímax simbólico de su carrera meteórica de los negocios de la bolsa, en la cumbre de la célebre estructura metálica y dominando el impresionante paisaje de la eterna ciudad de luz exclamó para sí y su mujer: “ufff…Las torres”. ¿Una desilusión para el espíritu de Gustave Eiffel o un acierto para el incipiente ingeniero comercial?

He aquí un célebre y radical caso de topofilia , donde el espacio pensado , sentido y valorado irrumpe incluso sin llamarlo. El espacio ha tomado un matiz de oro en el tiempo, no es que sólo exista la nostalgia temporal de un joven , sino que el espacio ha tomado el control inconsciente del paciente. Bachelart nos habla de este fenómeno así :

“… sólo queremos examinar imágenes muy sencillas, las imágenes del espacio feliz. Nuestras encuestas merecerían, en esta orientación, el nombre de topofilia. Aspiran a determinar el valor humano de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra fuerzas adversas, de los espacios amados”.

Es por esto que el análisis del paisaje a tomado una gama muy rica en significados, no sólo se puede hablar de Topofilia, que el célebre y muy actual geógrafo Yi-Fu Tuan ha profundizado con maestría: “El lugar se refiere a una área limitada, a una porción del espacio concreta, caracterizada por una estructura interna distintiva y a la que se atribuye una significación que evoca siempre una respuesta afectiva (Tuan, 1977)”. El geógrafo chino-norteamericano ha enriquecido el estudio de este problema ampliándolo, ya que también de esta epistemología se puede desprender su contrario: una Topofobia. A su vez el exacerbar el espacio Tuan lo denomina Topolatría una patología quizás muy ligada a los poetas geográficos, o también quizás una forma de como el planeamiento geográfico posmoderno enfrenta el problema del paisaje -lugar , la Toponegligencia, donde la raigambre psicológica no encuentra ningún puerto donde asirse y el espacio entrañable pierde cualquier poética, se difumina en la empresa moderna del sujeto aislado. Esta “nueva geografía” nos habla que el lugar es el centro gravitacional del estudio geográfico, ya que incorpora todas las inevitables variantes afectivas y humanas que no deben obviarse a la hora de la descripción científica. Tuan lo analiza de este modo:

“El desarraigo de las personas en un mundo cada vez más homogéneo es quizá una de las causas de la crisis ecológica actual, el espacio pasa de ser una vivencia a convertirse en un concepto, algo lejano, ajeno e impersonal. Crece el número de individuos que no experimentan una relación de pertenencia hacia el lugar donde viven. El resultado es una alienación del hombre que acaba considerando los lugares como objetos con los que sólo cabe una relación de consumo o de contemplación superficial. La Toponegligencia sustituye así gradualmente el sentimiento de Topofilia , reprimiendo uno de los impulsos más íntimos del ser humano....- La persona precisa familiarizarse con su entorno y sentirse parte de él, como en casa....De esta forma la Topofilia se ejerce a través de la acción y la preservación, involucrándose con el entorno, comprometiéndose y haciéndose parte de él, siendo sin duda el sentimiento que nos permite revitalizar nuestra relación con éste y con el mundo a partir del restablecimiento del hondo sentido del habitar".

El geógrafo canadiense Edward Relph por su parte nos dice al respecto : “La interioridad existencial es la más íntima experiencia del lugar, lo que nos permite comprender porqué el lugar puede ser una dimensión esencial de la vida y de la experiencia humanas. La interioridad existencial es una inmersión total en el lugar... La persona se convierte en parte del lugar y éste en parte de la persona.”.

El habitar del Aventino en el poeta Cecilio y el suspiro parisense del ingeniero comercial sólo nos han mostrado la punta del iceberg en lo que al análisis del espacio se refiere , el tiempo se pierde el espacio se lleva, en su “Poética del Espacio” Gastón Bachelard nos aclara con su maestría habitual:

“El topoanálisis sería, pues, el estudio psicológico sistemático de los parajes de nuestra vida íntima. En ese teatro del pasado que es nuestra memoria, el decorado mantiene a los personajes en su papel dominante. Creemos a veces que nos conocemos en el tiempo, cuando en realidad sólo se conocen una serie de fijaciones en espacios de la estabilidad del ser, de un ser que no quiere transcurrir, que en el mismo pasado va en busca del tiempo perdido, que quiere "suspender" el vuelo del tiempo. En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido. El espacio sirve para eso”.









[1] Mi curiosidad por este comediante romano fue influenciada por la lectura del profundo libro de Alejandro Lipschutz “De Francis Bacon a Carlos Marx y otros ensayos”. Ediciones UCSH. Santiago 2007.

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