Cuanta gente gritaría de regocijo si el “alma” no fuese una palabra. “Desea”, “siente”, pero al final “dice”. Esa alma lenguajeada, confusa, fonética se grita a si misma: ¡Di mundo! Más aun ¡Di vida! Di SÍ.
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Vamos y venimos ,de la nada a la nada ¿Qué filósofo honesto preferiría una cicatriz estática como caudal vital en vez del río cinético de Heráclito? Que fluye, que cambia, que se contradice, que es herrero de sus propias paradojas brillantes.
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El enfrentamiento del arte clásico entre la mímesis y la poiésis son dos sugestiones , mas que dos funciones estéticas , dos impulsos , a ojos de Schopenhauer el arte de representación versus el arte de voluntad, la música .Hoy como todo, el arte se ha vuelto esclavo de la idea, el discurso hace de pincel. La ruptura como ilusión de progreso. No es tanto que se deshumanice sino que se vuelva un consuelo.
El gusto tiene que venir, tiene que llegar como un viajero exhausto, desinteresado, ¿no es eso una forma de gusto dieciochesca? Ahora que nos damos cuenta que no es necesario que el gusto llegue de algún lugar recóndito, solo nos conformamos con la ruptura y el compromiso, dos pinceles tiesos, abandonados y predecibles. ¿Por que no mandamos al arte de nuevo a ser tekne?, Sin sujetos, sin obras, que se lleven el consuelo de un mundo imaginario. Sólo Voluntad, estética. Vida con leyes musicales.
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