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Coctelmarx fotografiando pensamiento español
"Que no se dé atención a las materias, sino a la manera que yo les doy" (Montaigne. Ensayos)
-No puedo creer que Jesús sea de Nazaret y no de Zeffirelli.
-Si en el persa polvoriento, fétido e ignorante se puede conseguir un CD con 5000 libros ya lo considero una especie de Babilonia.
-No puedo creer que la gente en viernes santo se drogue pero tampoco que se desespere por un pedazo de Reineta. Pero no sean optimistas conmigo, no creo ni en Copérnico.
- No puedo creer en las explicaciones climáticas de las viejecitas
-El amor no existiría si no existiese la A, la M, la O y la R por que la gramática es histórica y uno juega con el significado mas que con la praxis.
-No soporto ni al Juan el Bautista cinematográfico y voy a soportar al real.
-El adjetivar nos hace por excelencia hombres de acción, un Conquistador de las categorías. Si el verbo se hizo carne , el adjetivo se hizo nervio.
-El fin como muerte o como misión contamina lo que es el verdadero final, que es el eternamente verse viniendo.
-Y así sucesivamente se invento el suceso y se escapó la Historia.
Cuando se lee a Fernando Pessoa de inmediato suele reconocérsele cierto bagaje filosófico, su desenfrenada devoción con lo cotidiano, su fuerza narrativa. Lo curioso con Pessoa era que le complicaba ser Pessoa , por eso adoptaba otros nombres tales como Alberto Caeiro, Bernardo Soares y el curioso y horrible nombre de ¡Alvaro de Campos!
¿Qué quería Pessoa? gozaba con su proyecto de heterónimos tal como el neurótico Platón gozaba ser Sócrates, tanto así que lo “inventó”. Quizás aparte de esa esquizofrenia literaria solo quiso ser honrado con la sentencia del “ser para los otros”, según Sartre aunque uno quiera dársela: ¿que importancia tiene el ser para uno? lo que cree uno que es, no importa y no triunfa , uno esta condenado a ser para los otros , eso es uno, y con tanta gente que nos conoce o nos ama o nos odia o prejuicia, en parte todos somos heterónomos por naturaleza, jamás habrá una identidad mas que en la burocracia del yo.
El fin de la poesía moderna es replantearse su objeto pero también como se llega a este, pero: ¿hay tal objeto? Si Huidobro en poesía giró ese paradigma (tal como Wittgenstein lo hizo en filosofía) en torno al problema del lenguaje: “Por qué cantáis la rosa ¡oh, Poetas! Hacedla florecer en el poema” lo curioso que hoy en el pensamiento no se puede dejar de crear aunque no se quiera. La rosa que nos maravilla, que nos hace cantar, se funde, ¡que terrible y que ingenuo un mundo con objetos! La cotidianidad, las cosas “a la mano”, el “ser para si”, todas esas sentencias posmodernas han aliviado el cosmos en tanto dualidad pero han dejado al humano flotando en un “todo vale” o lo que es lo mismo: “nada vale”. Nos han dejado imbéciles e inteligentes, agotando las estanterías de los negocios el jurel santo, dejando la sabrosa carne del sacrificio aunque sea una vez al año en paz.
Fernando Pessoa (extracto del libro del desasosiego)
Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez.
La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? Hace cuarenta años que aquella figura de hombre vive casi todo el día en una cocina; tiene unas breves vacaciones; duerme relativamente pocas horas; va de vez en cuando al pueblo, del que vuelve sin duda y sin pena; almacena lentamente dinero lento, que no se propone gastar; se pondría enfermo si tuviera que retirarse de su cocina (definitivamente) para irse a los campos que ha comprado en Galicia; está en Lisboa hace cuarenta años y nunca ha ido, ni siquiera a
¿Y el camarero viejo que me sirve, y que acaba de poner ante mí el que debe ser el millonésimo café de su puesta de café en las mesas? Tiene la misma vida que el cocinero, apenas con la diferencia de cuatro o cinco metros: los que hay de la localización del uno en la cocina a la localización del otro en la parte de fuera de la casa de comidas. Por lo demás, sólo tiene dos hijos, va más veces a Galicia, ha visto Lisboa más que el otro, y conoce Oporto, donde estuvo hace cuatro años, y es igual de feliz.
Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas vidas, y descubro, cuando voy a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven esas vidas. Es el error central de la imaginación literaria: suponer que los otros son nosotros y que deben sentir como nosotros. /Pero afortunadamente para la humanidad, cada hombre es solamente quien es, siéndole dado el genio, únicamente, el algunos otros más./
Todo, a fin de cuentas, se da en relación a aquello en que se da. Un pequeño incidente callejero, que llama a la puerta al cocinero de esta casa, le entretiene más que me entretiene a mí la contemplación de la idea más original, la lectura del mejor libro, el más grato de los sueños inútiles. Y si la vida es esencialmente monotonía, el hecho es que él se ha librado de la monotonía con más facilidad que yo. Y se escapa de la monotonía más fácilmente que yo. La verdad no está con él ni conmigo, porque no está con nadie; pero la felicidad está verdaderamente con él.
Sabio es quien monotoniza la existencia, puesto que entonces cada pequeño incidente tiene un privilegio de maravilla. El cazador de leones no tiene aventuras más allá del tercer león. Para mi cocinero monótono, una escena de bofetadas en la calle tiene siempre algo de apocalipsis modesto. Quien no ha salido nunca de Lisboa viaja al infinito en el tranvía cuando va a Bemfica y, si un día va a Cintra, siente que ha ido a Marte. El viajero que ha recorrido toda
Un hombre puede, si posee verdadera sabiduría, disfrutar del espectáculo completo del mundo en una silla, sin saber leer, sin hablar con nadie, sólo mediante el uso de los sentidos y el alma no saber estar triste.
Monotonizar la existencia, para que no sea monótona. Tornar anodino lo cotidiano, para que la más pequeña cosa sea una distracción. En medio de mi trabajo de todos los días, oscuro, igual e inútil, me surgen visiones de fuga, huellas soñadas de islas lejanas, fiestas en avenidas de parques de otras eras, otros paisajes, otros sentimientos, otro yo. Pero reconozco, entre dos asientos, que si tuviese todo eso, nada de eso sería mío. Más vale, en realidad, el patrón Vasques que los Reyes del Ensueño, más vale, en realidad, la calle de los Doradores que las grandes avenidas de los parques imposibles. Teniendo al patrón Vasques, puedo disfrutar del sueño de los Reyes del Ensueño; teniendo la oficina de la calle de los Doradores, puedo disfrutar de la visión interior de los paisajes que no existen. Pero si tuviese a los Reyes del Ensueño, ¿que me quedaría por soñar? Si tuviese los paisajes imposibles, ¿que me quedaría de imposible?
La monotonía, la igualdad sin brillo de los días iguales, la ninguna diferencia entre hoy y ayer -que esto me quede siempre, con el alma despierta para disfrutar de la mosca que me distrae, cuando pasa por casualidad ante mis ojos, de la carcajada que se levanta voluble desde la calle indeterminada, la vasta liberación de ser hora de cerrar la oficina, el descanso infinito de un día de fiesta.
Puedo imaginarlo todo, porque no soy nada. Si fuese algo, no podría imaginar. El ayudante de contabilidad puede soñarse emperador romano; el Rey de Inglaterra está privado de ser, en sueños, otro rey distinto del que es. Su realidad no le deja sentir.
Sumergido en la observación de la naturaleza, me preparo para las metáforas del futuro. Estas deben estar lejos de ser pensadas, planificadas, organizadas, tienen que ser como el río en que me encontraba y que arrojó en la noche su dique con un estruendo horroroso “por pura fuerza”. Río y vida deben ser fuerza bruta . Sin lenguaje intermedio. La voluntad no debe ser empujada por el sentimiento enfermo, débil. En el fondo ningún dique es eterno.
Heinrich Von Kleist, escribió: “únicamente puedo sentirme satisfecho cuando estoy en compañía de mí mismo, pues solo entonces puedo ser sincero”.
Buscaba ser sincero , metafísicamente sincero, en rigor , ese trabajo es el mas doloroso , el pensador debe auto engullirse sistemáticamente. La embriaguez , lo dionisiaco surgió en las cuevas que recorrí donde decían vivían los brujos, los decapitados, los juzgados, los mágicos. Cada verdad hiere literalmente el estómago, soy despedido de la camaradería disfrazada de belleza (el gran y eterno esfuerzo humano) Hay que bucear en los valores acallados, buscar las causas del naufragio , por ende herir los mares de la quietud moral, vamos por el botín mas peligroso , la verdad mas alta.
El pensamiento alto, ríe, no juzga.
La literatura como parte del arte total no debe descansar totalmente en la experiencia fácil.
Comprender que la batalla no esta afuera y que el cambio de afectos es vital. Vivir el arte con el espejo de la experiencia es el acto de magia de circo mas seguro , es el mago que jamás será despedido pero es el menos imaginativo y el mas terrenal.
Pero tampoco todo es apriorismo, la imaginación voraz de un niño no alcanza, cita, viaja y lee desde su misma silla. En efecto, la primera poesía surge así, robando, viajando con el dedo (en su Atlas personal que esta rayado hasta el último rincón). África y el termómetro perfecto para engendrar una humanidad. Asia para desde las alturas Himalayas ver el sufrimiento y extinguirlo jamás comprenderlo y menos explicarlo. (Buda evitaba preguntas “filosóficas”) .Europa, para ver cuanto resiste “el sol”. América como el rostro matutino que miramos al espejo , el nuestro.
El mar en estos momentos frente a mí, es un manto, no importa su profundidad, sus coordenadas llegan a la vista en extensión, al igual que los hombres, mas que profundos , son extensos, en ellos no hay nada en que sumergirse, mas bien recorrer.
Caravanas de Mesías , revelaciones , castigos, mandamientos, reencarnaciones.
El hombre carga en su extensión con la nociva Historia que pudre el mar (la extensión del porvenir, lo único puro).
Hay que ir de isla en isla, de la enfermedad a la salud y luego el retorno nuevamente a otra enfermedad para la re- sensibilización.
La causas son nuestras casas, la quietud nuestro infierno.
La eras nos empequeñecen.
¿Qué tiene el corazón que deja de ser una víscera y se transforma en un galán simbólico? Un deseo, una voluntad, una pérdida de todo, que en la desesperación del abismo se encama con lo moral. Las categorías, “el pensar emocional”, siempre se ven obligados a encarnarse, desesperados porque ya el mundo interno no se sostiene.
Pienso en Sören Kierkegaard que esta sobre la moral y la razón, pero extrañamente sigue siendo rebaño. Hay en él un valor, reclama un Yo, pero al servicio de una angustia , de un estado supra racional. Encuentra un antídoto por su amor a los venenos.
En “Temor y Temblor” dice:
“Pero hay una cosa que me llena de pavor y me hace temblar hasta la médula, a saber: pensar que se pueda perder del todo la razón y con ella la finitud entera –cuyo agente de cambio es cabalmente la razón-, y que entonces en virtud del absurdo se recupere justamente esa misma finitud perdida. El hecho de que me espante tal pensamiento no significa que el fenómeno sea para mí de poca importancia y deleznable, al revés, lo considero el único prodigio”
Demanda una existencia, repele la exterioridad de la dialéctica hegeliana , ¿al servicio de que? Lo que menos quiere del humano que “existe” es su condición de artista, de autorrecreación, de ahí viene su querido "caballero de la fe" donde su cielo, su fin, es el absurdo, opuesta al "caballero de la resignación infinita", que desordena todo y que al hacerlo vive en la desesperación.
Reconocerse en el absurdo de los actos de fe es la virtud de Kierkegaard. Ataca la lógica de la moral idealista, lo que es doblemente peligroso cuando se es un asceta que vende interioridad cuando lo único que quiere es entregarse, apostarse a lo divino. El elegir existencial pero anclado.
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¿Qué es la “pasión”? ¿Un punto culmine? ¿Una inauguración? Si Kierkegaard le reprocha a Hegel de preocuparse por la humanidad pero no de “él". ¿Que esperamos en la preocupación cristiana?
Cuando venga nuestra propia Pasión ya no habrá nada que profetizar, llenos de vacío de lo que no se pudo decir.
¿Pero es posible que Dios mismo busque una síntesis?
Lo mas grande pensado, en este caso Dios, solo queda hoy como un relave gramatical. Es en este paso dónde aun actúa. Gramaticalmente sigue aún potente, intelectualmente agotado. Cualquier actuar lo desestabiliza. Cualquier participación lo cuestiona. En la predilección del monoteísmo judío se entona el error que oprime hasta la modernidad, si la Ilíada homérica era puro movimiento politeísta, contradicción, individuación, contingencia, en la eternidad de la hegemonía bíblica, lo universal e inmutable hizo de la participación y predilección el peor “error”, no como acto ya que se engloba en una intención de poder, sino de hacer esa moral una cima, una humanidad, un veneno.
¿No será el Je pense, donc je suis Cartesiano otro dios gramatical agotado?
Cuanta gente gritaría de regocijo si el “alma” no fuese una palabra. “Desea”, “siente”, pero al final “dice”. Esa alma lenguajeada, confusa, fonética se grita a si misma: ¡Di mundo! Más aun ¡Di vida! Di SÍ.
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Vamos y venimos ,de la nada a la nada ¿Qué filósofo honesto preferiría una cicatriz estática como caudal vital en vez del río cinético de Heráclito? Que fluye, que cambia, que se contradice, que es herrero de sus propias paradojas brillantes.
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El enfrentamiento del arte clásico entre la mímesis y la poiésis son dos sugestiones , mas que dos funciones estéticas , dos impulsos , a ojos de Schopenhauer el arte de representación versus el arte de voluntad, la música .Hoy como todo, el arte se ha vuelto esclavo de la idea, el discurso hace de pincel. La ruptura como ilusión de progreso. No es tanto que se deshumanice sino que se vuelva un consuelo.
El gusto tiene que venir, tiene que llegar como un viajero exhausto, desinteresado, ¿no es eso una forma de gusto dieciochesca? Ahora que nos damos cuenta que no es necesario que el gusto llegue de algún lugar recóndito, solo nos conformamos con la ruptura y el compromiso, dos pinceles tiesos, abandonados y predecibles. ¿Por que no mandamos al arte de nuevo a ser tekne?, Sin sujetos, sin obras, que se lleven el consuelo de un mundo imaginario. Sólo Voluntad, estética. Vida con leyes musicales.
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Cualquier declaración, por finito que sea el hombre que la emprenda, sugiere una intención de poder. Aquí es irrelevante encontrar “la verdad”, de hecho lo olemos y reconociendo su absurdo, rechazamos temerosos que lo único aquí en cuestión es liberar nuestro poder, nuestro discurso…
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La incertidumbre es motor y angustia, hoy los Delfos están enterrados, no sabemos nada del destino, sin embargo ese ignorar el porvenir genera más vida que el espermio mismo. Hacemos de este motor angustiado una nueva biología .
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Hasta la ciencia en su correlato lógico se transformo en poder y providencia. La ciencia en su trasfondo de razón instrumental es una concesión de poder. Por primera vez en la historia se vio la honestidad en su cabal dimensión, ahora en un Edén Nihilista…o sea un Edén con sus portones invertidos.
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La matemática objeto de lujo de la metafísica, tanto así que era el pasaporte de la academia platónica, se obstina en tomar sol, fuera de la caverna espera al filósofo encandilado y en éxtasis, lo que en Pitágoras solo era función de “esoteria”, en Platón era un manantial, un respiro para llegar a la verdad, a las ideas. La paradoja: para llegar a lo divino hay que aprender a despedazarse en la Paideia de la guillotina filosófica.
La lógica asume “a priori” una contradicción (la básica: lo que es no puede no ser), ha creado un escenario meramente funcional. Una verdad. Supone entonces una especie de mundo, de reglas, Los metafísicos griegos desde Sócrates , tanto como resguardan la verdad también la “valoran”. La realidad , el ser, fue desplazado a punta de puro valor y poder , el ansia de verdad fue una añadidura, una armazón funcional, en última instancia “un lugar” un topus. La inmutabilidad puede ser un costo. Al final no se puede eludir que esto es solo lenguaje, la arquitectura de todo.