viernes, 16 de noviembre de 2007

Fotografiar



Yo quiero el olvido, cuando me olvido de mí, fotografío. Buda es una mantequilla al sol, un ángel voyeur.
Disparo el obturador, nunca se lo que se, encuadrar es dolor. Un guillotina visual. Una natura geométrica. La realidad pide desbocarse. Atraparla es una ingenua insolencia. El hombre juega al tiempo, juega a que nace. Ver un retrato infantil es decir: al paraíso se llega sin córneas, o sea se llega niño. Las personas piensan que atrapándose vivirán, verse viendo, atraparse atrapando, pero uno cuando realmente se ve, pierde lo que sujeta al sujeto.
La poesía visual es más que una difícil flagelación al pacto del hombre con sus dioses. Creer para ver. El ciego hace de las “ideas” sus ojos, en rigor nunca ha existido un ciego. Todo al final se ve.
La fe es de linaje fotográfico. Pide no ver. Esencialmente pide prescindir de los instrumentos básicos de la vista. El fotografiar es diametralmente opuesto al ver. La fe odia la vista -tacto.
La luz es el mandato, la vista la monarquía. El conocimiento el ejército. Con los ojos derretidos por el sol se cae a la “imagen”. El cielo es pura luz sin contexto. Cada fotografía transmigra, reencarnarse es básicamente reencantarse.
La fotografía entra justo en el momento del agotamiento total del hombre, que a su vez es el agotamiento total de dios. Imagen y semejanza quiere decir Imagen y desconfianza. El Apocalipsis es sólo una ventana abierta. El hombre fue solo una fotografía de un ciego obsesionado con la luz.
Morir es saber.

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