Me he esforzado por expiar la vida diciéndole simplemente ¡¡SÍ!! y en ese esfuerzo aún gano mas marea. Descubrí en mis excursiones al corazón de la naturaleza que yo era lo que denomine un “desmalezador”, literalmente tuve que limpiar los caminos al borde del colapso vegetal, cortar ramas de árboles, cazar serpientes, masacrar colonias de insectos. Es que no solamente con esa iluminación de sentirme un desmalezador y que inmediatamente identifique con mi filosofía personal, es que mi sentimiento de lo infinito se va fortaleciendo.
Cualquier cambio en la arquitectura solemne de la naturaleza implica dominio. También este dominio se fortalecía con pequeñas fiebres oníricas de vez en cuando, como el sueño de la viejecita que atropellaba el tren y a la que yo no “quería” salvar (y la que con su sangre empapaba mis pies descalzos) comprendí ese hecho junto a esta frase desgarradora de Nietzsche comprendiendo en su esencia mas lastimosa el amor a la fatalidad: “Uno ama algo y , apenas ese algo se convierte en un amor profundo, el tirano que llevamos dentro (que podríamos llamar nuestro yo superior) dice: eso es precisamente lo que te pido en sacrificio. Y, en efecto lo sacrificamos, pero no sin ser torturados a fuego lento”.
Con el horizonte en la espalda como último esfuerzo científico desilusionado, comprendiendo lo que es la tristeza, la tristeza de Hölderlin (y no la particular) este verano, (los grandes han nacido en un ambiente religioso protestante, que sirve de abono aunque huela mal). La tristeza no como un carácter , sino como un sentimiento mas cercano a lo climatológico. Nietzsche lo sabía, medía el ambiente en cada sitio que visitaba (o necesitaba para su alma), la sequedad, impacto en sus nervios, la humedad, colapso, el cielo nublado terrible, el sol vigoroso en la senda de Apolo, su cuerpo era un barómetro.
Cuando la química (y lo percibí cuando rompía los termómetros para ver ese elemento, el mercurio, y comprender con su esquivo comportamiento que era el químico mas solitario del universo) domina las naves sin ataduras del pensamiento.
Los hombres en su adolescencia luchan nerviosos, compulsivos, se revelan ansiosos luego su obsesión es el amor, ya cincuentones buscan ser hombres correctos, la vida de cualquier carpintero se mueve en esa fórmula. Paradójicamente Hölderlin en sus últimos años , en su ocaso racional pero vigorosamente extático y poético, fue acogido por un carpintero, el poeta fantasma , su habitación un infierno oscuro, el que entraba en ella era reverenciado hasta la saciedad por su enfermo anfitrión.
Todos los valores del vulgo se matematizan, lo que leí por ahí llaman “small talk”, conversación banal, necesidad del otro. Pero los grandes hombres o mejor dicho los vitales se endemonian (termino que aprendí sorprendido en el inolvidable libro de Stefan Zweing , “La lucha contra el demonio”, Hölderlin, Kleist y Nietzsche.
Es curiosa la sensación de leer una pequeña biografía de Goethe , se siente que se esta enfrente de un grande pero a su vez con el hombre que representa la antítesis del arte , y que convence por la seguridad del tono de su vida, no es casual entonces que el gran de Stefan Zweing lo haya tomado como modelo para ejemplificar al hombre seguro al burgués que abarca todo pero que evita endemoniarse, al contrario de sus biografiados Nietzsche, Hölderlin y Kleist. Goethe el hombre del conocimiento por excelencia jamás se sedujo por demonizar su vida como la triada de locos que Zweing detalla. Goethe el poeta, el dramaturgo , el hombre de ciencia que no descarta ninguna arista del conocimiento. Zweing lo retrata así:
“Goethe: con ese nombre está ya designado el tipo, el contratipo, cuya presencia se halla en todo momento en este libro. Goethe no fue sólo opuesto al vulcanismo en las cuestiones geológicas, sino que también, en el arte, ha colocado lo evolutivo ante lo eruptivo y combate toda fuerza convulsiva, volcánica, es decir, todo lo demoníaco, con decisión entusiasta. Y es precisamente ese ataque encarnizado lo que revela y traiciona su secreto, y éste es: que, para él, la lucha contra el demonio fue también el problema decisivo de su arte, pues solamente quien se ha encontrado en su vida con el demonio, quien lo ha percibido en todo su peligro, sólo ése puede sentirse enemigo terrible de él”
De Kleist vi similitudes escandalosas conmigo. Todo arte, pero desesperantemente desapercibido, nadie lo nota, no cree en la palabra, callado, ido, susurrando sólo, fe primero en la ciencia y luego desilusión total, ahora con todo a vivir el arte. Viaja ¿pero para que? esta carta a una amiga me estremeció:
“Mi querida Ulrica. Tal vez lo que te voy a contar te costara la vida , pero debo decidirme a escribirlo. Una vez terminada mi obra aquí en Paris, la he leído y en seguida la he arrojado al fuego: ahora todo ha terminado. El cielo me niega la Gloria, que es la mayor felicidad de la Tierra. Todo lo demás no lo quiero, y como un niño obstinado, lo arrojo lejos de mí. No soy digno de tu amistad y, sin embargo me eres imprescindible, me echo en brazos de la muerte. Estate tranquila moriré como un héroe de batalla…me alistare en el ejército Francés que se dispone a desembarcar en Inglaterra. Toda clase de peligros están acechando ya en el mar y me lleno de alegría al pensar en mi tumba, infinita y magnifica."
Ya no son seguros, firmes y armados como Goethe , a Hölderlin no le interesaba “esto” sino “eso”. Kleist sublime e ignorado y Nietzsche en busca de la Salud superior , tras el dolor formador. Somos los nuevos fanáticos del infinito. Endemoniados, mas allá de la voluntad a veces con frío , con música , con baile , con vuelos momentáneos. Como contrapunto: La vida de Goethe firme y segura como un insecticida que corta el flujo de insectos. El que evita el dolor, el formador de dinastías filosóficas , la familia recuperada en la quietud intelectual. Es todo por hoy , el clima y la geología vital esperan.
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