lunes, 7 de julio de 2008

El Dolor


En 1867 Dostoievski en un museo en su paso por Basilea queda impresionado por el retrato de Holbein “El Cristo muerto”, declara ese apesumbrado sentimiento estético-extático de un hombre que no está acostumbrado a la representación occidental y que sólo conoce la iconología cristológica impecablemente rusa y declara : "el cadáver de un hombre lacerado por los golpes, demacrado, hinchado, con unos verdugones tremendos, sanguinolentos y entumecidos; las pupilas, sesgadas; los ojos, grandes, abiertos, dilatados, brillan con destellos vidriosos"…Un cuadro así puede hacer perder la fe." . La naturaleza ha “pasado” por un CUERPO, si el más grande, Dios, el que ha creado la naturaleza para actuar y definir, al mismo tiempo “la padece” de una forma tan extrema y lacerante entonces ¿que podemos creer? El sufrimiento ha sido en fin un discurso neurológico, una señal y profecía en el cuerpo, en las venas. Si hasta en el mas grande acontecimiento humano actúa la mecánica, ¿entonces para que la fe?

Por esto es que toda carnicería necesita un narrador, de cada enfermo que conocí en ese pabellón de cancerígenos del hospital que visite por varios meses, extraje una deuda común con el cuerpo, cada cual sentía el dolor con su distinto carácter, como una presencia misteriosa, como un pequeño demonio instintivo. De cada enfermo saqué un misteriosa flor de dolor, comprendí que todo sufrimiento es asunto eminentemente nuestro, el dolor es cosa humana a resolver o por último a padecer en total desesperación y desamparo, el desamparo orgánico. ¿Y dios? , Dios a lo más es un motor sin deuda. El dolor es un “asunto” y no una teología.

El tema del dolor se volvió cada vez mas científico, de hecho el hospital editaba una revista llamada precisamente “El dolor”, que en principio abordaba el tema exclusivamente desde el punto de vista neurológico pero que le era inevitable vislumbrar su filosofía, desentrañar la esencia de su presencia, no sólo como un asunto de “cableríos” e instalaciones sino como un instrumento del padecer. El enfermo del extremo de la sala comenzaba a retorcerse, tenia un extraño tumor , en el viaje de esa pulsión neurológica hasta el analgésico morfinómano que proveía la enfermera había todo un “vía crucis” , un aspecto extático de algo misterioso, un dolor físico de tal magnitud que le era imposible transformarse en espiritual.

Yo visitaba a mi primo con un cáncer temible e irreparable, él me hacia brindar a regañadientes con líquido de contraste de un horrible sabor yodado que me repelía, tomaba igual ese líquido por que nada importaba. Cuando venia el “Dolor” descrito así como un señor profundo y eterno y no como el significado plural de “dolores” algo inocente y trivial, quizás yo era el único que no le daba esperanzas, me quedaba en un rincón sin culpar a nadie, dejaba que el gran dolor hiciera su trabajo en ese cuerpo, esperando que se retirara una vez cumplida su misión, me acuerdo que el rezaba por algunos minutos de apaciguamiento. Yo no.

La lógica es un estado de esclavitud, una herramienta de oro que no permite pensar lo invisible, por ende todo dolor es necesario hacerlo manifiesto, abordarlo, re-conocerlo. El “sufrimiento” es una especie de arquitectura del dolor y este sería su ingeniería. El sufrimiento cree superar lo neurológico y por ende actúa como concepto, pera nada lo separa de algo eminentemente orgánico.

La historia de la humanidad ha sido la búsqueda incasable de un analgésico, cada dolor orgánico se hace consciente y se transforma en “Sufrimiento”, para llevar a cabo el proyecto del cuerpo es necesario conocer su biblia, el dolor. Los doctores tratan de explicar su ingeniería editando su revista, yo intento que el sufrimiento y su conceptualización no abarque más allá del CUERPO. No salga de los nervios, no vuele, no voltee la cara, en suma no reniegue de su mundo ni de su cuerpo.

La total ausencia de dolor es un vacío, es un dolor sin nervios, por ende peligrosamente inmutable. Saliendo del tiempo y vaciándose todo “asunto” cesa. El acaecer que es nuestro verdadero rostro se derrumba, ya sin dolor, sin pensamiento y sin cuerpo no hay nada por que se tiene todo. El pantano blanco sacrifica todo lo logrado, todo lo sufrido, somos por fin nada. El gran libro de la “materia” cae engañado.

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