Ludwig Wittgenstein
Tractatus
Tractatus
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Separación de las aguas y conciencia de si mismo
No tengo el tiempo común, el ocio en mi pueblo es escaso, muy bien delimitado, y se dedica a dormir, emborracharse o a deportes de fuerza, he ido muy poco al teatro, soy mi propio profesor y no temo seguir solo lo que el olfato me permite. Vivo en un estado de marginalidad cultural por ende todos los logros son exclusivamente míos, todo conocimiento es paralelo y complementario por que jamás toca la médula, la misma médula que divise en el principio. Vivo aislado, ningún movimiento me hace tragar sus horribles dogmas. Sólo me muevo, como esos tiburones que se alimentan de basura. Toda la metafísica que los filósofos modernos han tirado y pisoteado la recojo y la estiro, y la guardo en mis bolsillos, igual que un niño cuando recoge una golosina abandonada en la calle.
No necesito activarme ni darme a conocer, jamás seré triunfador, porque jamás levanto la mano, jamás me agito, ni me asocio. Pasare inadvertido como lo han hecho todos mis antepasados por cientos de años. Lo que estoy seguro es que avance más que todos ellos en unos cuantos años, soy un relámpago iluminando la tierra vacante, soy una especie de príncipe de la ofuscación, un milagro y una oración de los brutos.
Todos los días el “mismo hombre” llega al mismo horario, entra al negocio y sin dar ningún atisbo de saludo saca del refrigerador una Coca Cola express, luego tranquilamente se la acerca a su mejilla izquierda , no se sabe si para tener una idea mas exacta de su temperatura o para refrescar la totalidad de su horrible rostro. Luego se sienta en la banca que esta afuera especialmente acondicionada para los trabajadores fatigados. Bebe su Coca Cola apaciblemente. Luego se para y se dirige a la máquina tragamonedas , esto sin decir ni una palabra desde que llego, o sea veinticinco minutos. Ya instalado en la máquina observa como una señora de aproximadamente 150 kilos –y la información del peso ahorra una descripción más detallada-trata de sacar nerviosa y sin éxito la última moneda de cien pesos desde su chauchera. El “mismo hombre” con la Coca Cola a medio tomar observa las lucecitas de la máquina, espera el resultado que una voz japonesa dice confusamente y se sienta nuevamente.
Tras 45 minutos ha bebido toda su Coca Cola, -la bebió en menos tiempo pero hizo una especie de sobremesa-luego se paró y dejo el envase aún helado sobre el mesón. En seguida desde el único bolsillo bueno de su mochila sacó una especie de bolsa plástica y desde dentro de esta obtuvo unas monedas que depositó en el mesón, la suma: ciento veinte pesos. Posteriormente se metió el dedo a la nariz sin ningún complejo, más o menos a la misma velocidad con la cual se puso la botella helada sobre su mejilla. Hizo un intento de emitir un ruido, pero desistió y se marchó. La botella vacía e ignorada fue perdiendo lentamente su frio, precisamente en eso consiste lo que algunos hombres llaman verano. No hay sentido ni posición, la moneda sostenía ahí a la gorda y la coca cola al “mismo hombre”. Bichos antes de pecar.
La primera vez que se acostaron en su nuevo hogar, Oscar le pregunto a su novia Mery si el ropero podía resucitar, Mery , estudiante de enfermería le dijo un no, pero no un “no” de enfermera – que también se lo hubiese podido dar- sino un “no” de novia, simple y categórico. Oscar pensó en la muerte celular de la madera, no era una pregunta absurda como suena a primera instancia, se preguntaba si la muerte celular de la madera ahora ya convertida en ropero podía volver atrás (por decir algo menciono el atrás , aunque ignoro si la posición sirva de algo en este caso), Oscar pensó esto luego de leer algo sobre la historia de Lázaro, este cuando murió era una especie de ropero según Oscar , o sus células por lo menos, ¿como “volvió” atrás?, pero si volvió atrás igual murió otra vez ya mas viejo, cuando no tenia otro Jesús que le pospusiera mas sus células.
Cosas así fueron los pensamientos de Oscar ese primer año de convivencia, Mery se imagino que estaba loco y que iba a ser difícil “vivir” y más aun resucitar el interés por la vida que en ambos se había apagado. Tuvieron hijos para intentar apagar ese vacío. Fue peor.
Expulsión del paraíso
El hombre, el “mismo hombre” de la Coca Cola fue Oscar treinta años después y la gorda Mery. Se juntaban –involuntariamente- todas las tardes, él después del trabajo y la coca cola y ella en las sebosas maquinas tragamonedas, no se hablaban (quedo patente este episodio un poco más atrás, el mismo atrás de Lázaro por lo demás). Vivir es tratar de volver atrás, la pareja muda se va a casa, no conoce el atrás, no conocen nada. Oscar sigue obsesionado con Lázaro y el ropero, quiere volver a ser él, quiere morir ahora definitivamente, pero no puede, la vida a pura fuerza absurda agarró un sentido.
No tengo el tiempo común, el ocio en mi pueblo es escaso, muy bien delimitado, y se dedica a dormir, emborracharse o a deportes de fuerza, he ido muy poco al teatro, soy mi propio profesor y no temo seguir solo lo que el olfato me permite. Vivo en un estado de marginalidad cultural por ende todos los logros son exclusivamente míos, todo conocimiento es paralelo y complementario por que jamás toca la médula, la misma médula que divise en el principio. Vivo aislado, ningún movimiento me hace tragar sus horribles dogmas. Sólo me muevo, como esos tiburones que se alimentan de basura. Toda la metafísica que los filósofos modernos han tirado y pisoteado la recojo y la estiro, y la guardo en mis bolsillos, igual que un niño cuando recoge una golosina abandonada en la calle.
No necesito activarme ni darme a conocer, jamás seré triunfador, porque jamás levanto la mano, jamás me agito, ni me asocio. Pasare inadvertido como lo han hecho todos mis antepasados por cientos de años. Lo que estoy seguro es que avance más que todos ellos en unos cuantos años, soy un relámpago iluminando la tierra vacante, soy una especie de príncipe de la ofuscación, un milagro y una oración de los brutos.
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Animales y NaturalezaTodos los días el “mismo hombre” llega al mismo horario, entra al negocio y sin dar ningún atisbo de saludo saca del refrigerador una Coca Cola express, luego tranquilamente se la acerca a su mejilla izquierda , no se sabe si para tener una idea mas exacta de su temperatura o para refrescar la totalidad de su horrible rostro. Luego se sienta en la banca que esta afuera especialmente acondicionada para los trabajadores fatigados. Bebe su Coca Cola apaciblemente. Luego se para y se dirige a la máquina tragamonedas , esto sin decir ni una palabra desde que llego, o sea veinticinco minutos. Ya instalado en la máquina observa como una señora de aproximadamente 150 kilos –y la información del peso ahorra una descripción más detallada-trata de sacar nerviosa y sin éxito la última moneda de cien pesos desde su chauchera. El “mismo hombre” con la Coca Cola a medio tomar observa las lucecitas de la máquina, espera el resultado que una voz japonesa dice confusamente y se sienta nuevamente.
Tras 45 minutos ha bebido toda su Coca Cola, -la bebió en menos tiempo pero hizo una especie de sobremesa-luego se paró y dejo el envase aún helado sobre el mesón. En seguida desde el único bolsillo bueno de su mochila sacó una especie de bolsa plástica y desde dentro de esta obtuvo unas monedas que depositó en el mesón, la suma: ciento veinte pesos. Posteriormente se metió el dedo a la nariz sin ningún complejo, más o menos a la misma velocidad con la cual se puso la botella helada sobre su mejilla. Hizo un intento de emitir un ruido, pero desistió y se marchó. La botella vacía e ignorada fue perdiendo lentamente su frio, precisamente en eso consiste lo que algunos hombres llaman verano. No hay sentido ni posición, la moneda sostenía ahí a la gorda y la coca cola al “mismo hombre”. Bichos antes de pecar.
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Adán y EvaLa primera vez que se acostaron en su nuevo hogar, Oscar le pregunto a su novia Mery si el ropero podía resucitar, Mery , estudiante de enfermería le dijo un no, pero no un “no” de enfermera – que también se lo hubiese podido dar- sino un “no” de novia, simple y categórico. Oscar pensó en la muerte celular de la madera, no era una pregunta absurda como suena a primera instancia, se preguntaba si la muerte celular de la madera ahora ya convertida en ropero podía volver atrás (por decir algo menciono el atrás , aunque ignoro si la posición sirva de algo en este caso), Oscar pensó esto luego de leer algo sobre la historia de Lázaro, este cuando murió era una especie de ropero según Oscar , o sus células por lo menos, ¿como “volvió” atrás?, pero si volvió atrás igual murió otra vez ya mas viejo, cuando no tenia otro Jesús que le pospusiera mas sus células.
Cosas así fueron los pensamientos de Oscar ese primer año de convivencia, Mery se imagino que estaba loco y que iba a ser difícil “vivir” y más aun resucitar el interés por la vida que en ambos se había apagado. Tuvieron hijos para intentar apagar ese vacío. Fue peor.
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Expulsión del paraíso
El hombre, el “mismo hombre” de la Coca Cola fue Oscar treinta años después y la gorda Mery. Se juntaban –involuntariamente- todas las tardes, él después del trabajo y la coca cola y ella en las sebosas maquinas tragamonedas, no se hablaban (quedo patente este episodio un poco más atrás, el mismo atrás de Lázaro por lo demás). Vivir es tratar de volver atrás, la pareja muda se va a casa, no conoce el atrás, no conocen nada. Oscar sigue obsesionado con Lázaro y el ropero, quiere volver a ser él, quiere morir ahora definitivamente, pero no puede, la vida a pura fuerza absurda agarró un sentido.
2 comentarios:
RETIRO LO DICHO.. ESO DE LA FOTOGRAFIA TU MEJOR ARMA..
ME ENCANTO EL TEXTO..
ME GUSTA EL JUEGO CON ESOS TERMINOS TEOLOGICOS... UN RELATO MUY POTENTE.. KAFKIANO??
ME GUSTA EL EGO MANIATICO QUE TIENES PARA DESCRIBIR..LA FORMA EN QUE LA HISTORIA LUCIDA PASA POR TU MENTE Y REALIZAS UNA BUENA AMBIENTACION...REAL..
SINTETIZADA.. SIN ADORNOS.. SIN DESTRACTORES...NI REDUNDANCIAS..MEDIAS EGOTICAS PARA MOSTRAR AL ESCRITOR COMO UN ENTE SUPERIOR..
BUENO..
BUEN TEXTO..
hermoso blog, realmente bello
gracias por tantas particulas elemntales
lo esperamos en nuestra plataforma
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