Me pidió mil pesos sin ni siquiera conocerme bien , se que es del barrio y la conozco, y también es de esas que yo llamo prostitutas imposibles, o sea como su nombre lo indica imposibles. Uno nunca se imaginaria (y disculpen mi honestidad) que ella fuese prostituta, ya que la imagen que tengo de ellas se marca mas bien por la televisiva, entonces cuando me sale una señora con palillos tejiendo y esperando al cliente , me resulta impactantemente imposible. Las prostitutas siempre poseen un halo de comprensión, una especie de cariño, o lastima quizás de algunos poetas románticos, yo no me fijo en ello , sólo que algunas las categorizo de imposibles.
Como accedí a “prestarle” mil pesos ella pudo irse a trabajar, quizás en otras circunstancias no lo hubiese hecho, hubiese fallado al trabajo. Este acto es casi irrelevante , el cual yo me obligué asumir así , ya que hoy hago un ejercicio mental de no pensarlo todo y pasan episodios diarios en que me esfuerzo en no pensar nada sobre ellos y seguir por la vida, un ejercicio simple , casi de boy scout, solamente para minimizar mis humildes pero molestas sinapsis mentales.
Como mencione el episodio no lo pensé (aunque daba para hacerlo), lo complejo surgió al otro día, temprano en la mañana cuando, sin poder creerlo, me devolvió puntualmente los mil pesos, se que gracias al placer de un cliente y su desidia lo multiplico, su trabajo le dio un valor agregado. Economía básica del salario. Me hizo un gesto de agradecimiento, como diciendo toma el billete, por favor no tengas asco. Pero ¿Por que iba a tener asco?, aunque se lo sacó de la axila y creo que a eso se refería con esa mirada, como diciendo es ahí, el único lugar seguro. Que extraño billete me pasó, nuevo, de Redbank, casi sin manipulación. Entonces aplique mi técnica de boy scout de no pensarlo, aunque me fue imposible. Me pregunte si es que debe haber un grupo de hombres que gustan exclusivamente de esas prostitutas imposibles, ya que a mi juicio se trataría de un estilo de gusto y no exclusivamente un asunto económico y de costos. Quizás radica no en tanto su imposibilidad sino que el gusto del cliente es más bien hogareño. Valparaíso esta lleno de esas prostitutas imposibles, y que además esperan a los clientes ¡aunque no me crean¡ tejiendo. Hay algo fetichista en ellos quizás, son señoras, y el que las busca lo hace quizás con esa figura. Buscan señoras preferentemente que tejan. Quizás al pensar sobre este tema, desobedeciendo a mi técnica de no pensarlo todo, me de cuenta que todo esto es un juicio arbitrario ya que no poseo (aún ) experticia en asuntos de comercio sexual, no por algo moral sino sólo por asuntos “técnicos”. Pero presiento que si más viejo me llegan a gustar van a ser esas prostitutas imposibles. Buscare tejedoras profesionales, hogareñas.
Por el momento esta señora imposible me saluda con simpatía, todas las noches se va con una envidiable tranquilidad a su trabajo, y vuelve con la misma actitud por la mañana. Teje bellos chalequitos , no se para quien, ¡cuanto daría por que me diera uno de esos chalequitos!, tejidos en la contemplación lenta de la noche cansada. Con una posición casi de rezo, con un rosario tibetano, y pensando mientras llegan los clientes : “Todo es impermanente”.
Por eso no pienso en esto, ya que jure (y por escrito) no sentir jamás lastima por nadie. Ya que es un sentimiento a larga maligno y pantanoso. Lo jure desde que esperando el verde del semáforo en Valparaíso, llore discretamente cuando un padre llevaba en sillas de ruedas a su hermosa hijita y ella se le ocurrió tararear el himno de la alegría de Beethoven y la luz roja del semáforo se hizo eterna como para retener aún más la lágrima. El dolor jamás se comprenderá desde afuera, nunca, por eso es inútil la lástima. De hecho la niñita con su padre se fueron aparentemente felices y yo quede ahí destrozado abrazando el semáforo de Beethoven.
¿Que debo hacer con esta obrera del placer?, amarla, o sentir lástima, siempre le prestare algo si le falta para la micro. Ella quedara seguro agradecida. Yo por lo menos agregue ese billete a mi museo personal. Aparatos poéticos personales. Sábato dice que la prostitución es el sexo en su más alta pureza y también en su grado máximo de desesperación, igualmente en ambas, no hay mediación, es un tren que choca a otro frontalmente, es como si la cultura se hubiese derrumbado intempestivamente, es como el café que se toman los ejecutivos de la bolsa tras una positiva jornada, pureza en tanto desesperación pasiva. Soy un medio para la configuración de los nuevos pecados.
Como accedí a “prestarle” mil pesos ella pudo irse a trabajar, quizás en otras circunstancias no lo hubiese hecho, hubiese fallado al trabajo. Este acto es casi irrelevante , el cual yo me obligué asumir así , ya que hoy hago un ejercicio mental de no pensarlo todo y pasan episodios diarios en que me esfuerzo en no pensar nada sobre ellos y seguir por la vida, un ejercicio simple , casi de boy scout, solamente para minimizar mis humildes pero molestas sinapsis mentales.
Como mencione el episodio no lo pensé (aunque daba para hacerlo), lo complejo surgió al otro día, temprano en la mañana cuando, sin poder creerlo, me devolvió puntualmente los mil pesos, se que gracias al placer de un cliente y su desidia lo multiplico, su trabajo le dio un valor agregado. Economía básica del salario. Me hizo un gesto de agradecimiento, como diciendo toma el billete, por favor no tengas asco. Pero ¿Por que iba a tener asco?, aunque se lo sacó de la axila y creo que a eso se refería con esa mirada, como diciendo es ahí, el único lugar seguro. Que extraño billete me pasó, nuevo, de Redbank, casi sin manipulación. Entonces aplique mi técnica de boy scout de no pensarlo, aunque me fue imposible. Me pregunte si es que debe haber un grupo de hombres que gustan exclusivamente de esas prostitutas imposibles, ya que a mi juicio se trataría de un estilo de gusto y no exclusivamente un asunto económico y de costos. Quizás radica no en tanto su imposibilidad sino que el gusto del cliente es más bien hogareño. Valparaíso esta lleno de esas prostitutas imposibles, y que además esperan a los clientes ¡aunque no me crean¡ tejiendo. Hay algo fetichista en ellos quizás, son señoras, y el que las busca lo hace quizás con esa figura. Buscan señoras preferentemente que tejan. Quizás al pensar sobre este tema, desobedeciendo a mi técnica de no pensarlo todo, me de cuenta que todo esto es un juicio arbitrario ya que no poseo (aún ) experticia en asuntos de comercio sexual, no por algo moral sino sólo por asuntos “técnicos”. Pero presiento que si más viejo me llegan a gustar van a ser esas prostitutas imposibles. Buscare tejedoras profesionales, hogareñas.
Por el momento esta señora imposible me saluda con simpatía, todas las noches se va con una envidiable tranquilidad a su trabajo, y vuelve con la misma actitud por la mañana. Teje bellos chalequitos , no se para quien, ¡cuanto daría por que me diera uno de esos chalequitos!, tejidos en la contemplación lenta de la noche cansada. Con una posición casi de rezo, con un rosario tibetano, y pensando mientras llegan los clientes : “Todo es impermanente”.
Por eso no pienso en esto, ya que jure (y por escrito) no sentir jamás lastima por nadie. Ya que es un sentimiento a larga maligno y pantanoso. Lo jure desde que esperando el verde del semáforo en Valparaíso, llore discretamente cuando un padre llevaba en sillas de ruedas a su hermosa hijita y ella se le ocurrió tararear el himno de la alegría de Beethoven y la luz roja del semáforo se hizo eterna como para retener aún más la lágrima. El dolor jamás se comprenderá desde afuera, nunca, por eso es inútil la lástima. De hecho la niñita con su padre se fueron aparentemente felices y yo quede ahí destrozado abrazando el semáforo de Beethoven.
¿Que debo hacer con esta obrera del placer?, amarla, o sentir lástima, siempre le prestare algo si le falta para la micro. Ella quedara seguro agradecida. Yo por lo menos agregue ese billete a mi museo personal. Aparatos poéticos personales. Sábato dice que la prostitución es el sexo en su más alta pureza y también en su grado máximo de desesperación, igualmente en ambas, no hay mediación, es un tren que choca a otro frontalmente, es como si la cultura se hubiese derrumbado intempestivamente, es como el café que se toman los ejecutivos de la bolsa tras una positiva jornada, pureza en tanto desesperación pasiva. Soy un medio para la configuración de los nuevos pecados.
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